LA FAMILIA TCHESTNYKH: UN DRAMA RUSO EN ARGENTINA
Por Fernando José Kohutiak*
La casa de ladrillos y tejas está sin terminar. La noche la cubrió. La puerta está abierta. El interior está prolijo y no hay signos de violencia. Sus efectos personales están en el dormitorio. La ropa lavada aún está húmeda.
Ella mide entre 1,58 a 1,60 metros, es delgada, pelo corto rubio, cara alargada, tez blanca, cejas finas, ojos azules, nariz pequeña y labios finos. Así describen a Vera Tchestnykh en la denuncia policial, tomada el 8 de mayo de 2010, por el Oficial Principal Manuel L. Bidondo, del Cuartel Quinto del Partido de Moreno, una localidad a 40 kilómetros al oeste de la ciudad de Buenos Aires.
Dos días antes, en el día de su cumpleaños, esta inmigrante rusa de 26 años recién cumplidos, salió de su domicilio de General Hornos 5374, entre las calles Samaniego y Víctor Hugo, a caminar, como era su costumbre. Desapareció en la oscuridad de la noche por las calles de tierra, donde el asfalto brilla por su ausencia. Nunca más volvió, ni se supo sobre su paradero.
Dejar pasar 48 horas pudo haber sido un error. El 7 de mayo Ludmila Kasyan (54), la madre de Vera, llamó a Valeri Tchestnykh (58), su ex esposo y padre de la joven, y le manifestó su preocupación porque su hija no aparecía desde la noche anterior. En un primer momento la policía les dijo que seguramente se habría ido con amigos y que ya volvería.
El matrimonio de Ludmila y Valeri se había roto un año atrás, cuando ella regresó de Rusia tras una ausencia de seis años. El motivo del viaje fue vender una propiedad que la familia tenía en Moscú. Pero aún hoy nadie sabe o quiere decir cuál fue el destino del dinero de aquella venta. Pero se habla de una suma aproximada de 90 mil euros.
El matrimonio y sus cuatro hijos: Ilia, Vera, Andrei y Sergei, llegó al país a principios de abril de 1999, cuando Boris Yeltsin aún estaba en el gobierno de una Rusia que sufría una crisis sociopolítica y económica, y además se encaminaba hacía un nuevo enfrentamiento militar con Chechenia.
En el cumpleaños de Vera, hubo un brindis, muy familiar, muy tranquilo. A pesar que la relación intra familia no era la mejor. Sobre Ludmila pesaban varias exposiciones civiles por malos tratos a su hija, y Valeri, ex ingeniero civil durante la era soviética, tenía una restricción de acercamiento a Ludmila.
El 19 de mayo, a los 13 días de desaparecida Vera, apareció en el sitio Portal de Abogados un comentario que llamó la atención. Ilia (28), según la firma del post, manifiesta querer cambiar su apellido. Agrega que su padre tiene varias causas judiciales, inclusive una por el intento de asesinato a Ludmila. Él lo niega rotundamente, afirma que nunca quiso cambiar su apellido, y que no sabe quién y con qué intención hizo ese comentario.
Pero la situación intra familiar no impidió que el festejo se llevara adelante. Una vez finalizado éste, Ludmila le pidió a Valeri que la alcance con el auto hasta la Iglesia Ortodoxa Rusa, con sede en Bulnes 1743, de la ciudad de Buenos Aires, donde la madre de Vera, concurría y hacía trabajos de costura.
Andrei (23), que aseguran que habría tenido una fuerte discusión con su hermana durante el festejo, regresó a su casa a una cuadra del hogar familiar, donde vive junto a otras dos personas: Alejandro Sierra, con quien trabaja en Capital, y con Paula López, la casera, quien habría sido miembro del grupo guerrillero: Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en el presente sería informante de la policía o de los servicios de inteligencia.
Ilia se fue a descansar un rato a su habitación, en la planta alta de la casa, y luego a trabajar con su taxi, que había comprado su padre para que tuviera algo con qué trabajar. La misma preocupación por el futuro de su hijo la manifestó con Vera. Valeri la quería ayudar con algún emprendimiento. Ella lo iba a pensar y había quedado en contestarle. Pero aún no lo ha podido hacer. Como así tampoco han podido encontrarse al sábado siguiente para ir juntos a comprar un par de zapatillas, que era lo que ella necesitaba y quería como regalo de cumpleaños.
Sergei (18) se fue a la escuela nocturna, en Capital Federal, a donde concurría desde que llegaron a la Argentina. Primero vivieron en un hotel en el barrio porteño de Palermo, pero luego se compraron una casa en la calle 24 de noviembre y Avenida Rivadavia, también en la ciudad de Buenos Aires. Más tarde se mudaron a Moreno, en la provincia de Buenos Aires.
Todos los habitantes de la casa: Ilia, Sergei y Ludmila regresaron muy tarde, ya avanzada la madrugada del 7 de mayo. Recién ahí notaron la ausencia de Vera y comenzó la preocupación. Valeri y Andrei, por distintos motivos, ya no vivían con ellos. Ahora se sumaba el lugar vacío que dejaba Vera.
La joven rusa habría aprendido a tocar el arpa en su tierra natal, y cuando llegó a Buenos Aires se inscribió en el conservatorio donde formó un grupo de amigas. Pero al poco tiempo comenzó a sentir que los conocimientos que les habían brindado sus profesores moscovitas eran superiores a los que le podían ofrecer los argentinos y comenzó a aburrirse y a perder el interés por el conservatorio hasta que lo abandonó y con el tiempo llegó a vender su arpa.
Un día Ilia fue a la biblioteca de la Casa de Rusia en Buenos Aires, Av. Rivadavia 4266, a tan solo 11 cuadras de donde vivían con anterioridad a mudarse a Moreno, y cuando pidió un libro y dijo su apellido un hombre se le acercó. Su nombre según manifiesta recordar el joven ruso seria «Mijail». El hombre, después de una breve conversación, le dijo que su hermana tenía con él una deuda de mil pesos argentinos y que aún no la había saldado. Y que por eso el tenía el pasaporte de Vera como garantía de pago.
Ilia interrogó a su hermana sobre esta situación pero no obtuvo ninguna respuesta. Más tarde, cuando desapareció Vera, Ilia trató de buscar a este hombre pero ya no lo encontró en la Casa de Rusia. Por eso publicó un anunció en un diario de la comunidad: para ubicar a «Mijail», saldar la deuda y a la vez tratar obtener alguna información sobre el paradero de su hermana.
Finalmente lo encontró y la deuda fue saldada por Ludmila y él, así recuperaron el pasaporte de la joven desaparecida pero nada más se enteraron, ni volvieron a saber de este misterioso hombre.
Recientemente se supo que «Mijail», persona cuya existencia fue negada por la Casa de Rusia, sería Mijail Rudenko, un profesor de dicha institución.
También con el tiempo se supo que Vera seguía una corriente ideológica que desde hace unos meses es furor en Rusia. El fundador de este movimiento llamado Anastasia es Vladimir Megre (60), quien hizo popular esta forma de vida a través de una serie de libros escritos por él. La colección se llama «Los cedros resonantes de Rusia» actualmente está formada por ocho libros. En estos libros aparece una mujer: Anastasia, quien augura un futuro mejor para la humanidad basado en las riquezas de la naturaleza, el equilibro con el entorno y las comunidades semirrurales. A partir de ello Vera, habría cambiado sus hábitos y hasta su forma de alimentarse tras los primeros contactos con ese movimiento. Esto había cambiado su aspecto físico, y además se había rapado la cabeza.
Este aspecto aparentemente desalineado adoptado por Vera en el último tiempo produjo una reacción extraña por parte de las autoridades del Country San Diego, de la misma localidad de Moreno. Ya que cuando Vera caminaba por sus alrededores la empresa de seguridad contratada por el barrio privado llamaba a la comisaría del Cuartel Quinto, el mismo lugar donde se radicó la denuncia por su desaparición, y la policía, que concurría al lugar, la detenía y hasta en una oportunidad la llevó a su casa, en un patrullero. Toda esta situación se daba porque a la seguridad del Country San Diego no le gustaba su aspecto, consideraba su mirada indiscreta y porque hablaba un castellano extraño. Esto no sucedió una vez sino varias veces. Pero no se sabe si esto consta en los registros de la policía.
Luego de abandonar el instituto de música, Vera se refugió en la casa familiar de Moreno. Las amistades que había tenido en el conservatorio con el tiempo se fueron diluyendo por efecto de la distancia y de los caminos que toman cada una de las personas.
En Moreno, no era todo como Vera hubiera querido que fuera. Tenía frecuentes enfrentamientos con Ludmila, su mamá, ya que ambas eran de carácter fuerte. Hasta hizo dos exposiciones civiles en la comisaría de la zona para dejar constancia de esos malos tratos.
El fiscal Mariano Navarro, titular de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 9 descentralizada de Moreno, quien tuvo a su cargo la responsabilidad de la investigación por la desaparición de Vera Tchestnykh, encontró en la comisaría el registro de las dos exposiciones civiles realizadas que dan cuenta de los problemas entre la joven y su madre. Por esto los investigadores no descartaron realizar un allanamiento en el domicilio para encontrar pistas que avalen la hipótesis de la desaparición voluntaria de la joven. Pero este allanamiento no se produjo.
A pedido del fiscal, la policía habría hechos los rastrillajes correspondientes sobre la ruta 24 y 25, pero según la familia estos no se hicieron. A dos meses de desaparecida Vera, cerraron la causa diciendo que se había ido por sus propios medios. El silencio cubrió la desaparición de la joven inmigrante rusa. La Justicia, la familia y los medios de comunicación por un motivo u otro abrazaron ese silencio.
*****
Habían pasado tres meses de la desaparición de Vera y nada se sabía de ella. A poco de terminar agosto, el martes 24, un desconocido entró en la casa. Ilia encontró al intruso. El resultado fueron ocho disparos por parte del desconocido. Uno dio en el cuerpo de Ilia, quien estuvo un tiempo internado en el hospital Vicente López y Planes, de la localidad bonaerense de General Rodríguez. Él y la familia aseguran que fue un robo, y así quedaría por un tiempo, como un hecho más de inseguridad.
Más tarde la Justicia abonaría la teoría de una discusión familiar que terminó a los tiros, lectura que sustentaría la hipótesis que mantiene la Justicia: todos los problemas que tiene la familia Tchestnykh se deben a una pésima relación intra familiar.
*****
Mientras tanto, un joven, sin saber nada de esto, estaba buscando un tema para hacer el trabajo final de una materia de la Licenciatura en Periodismo. El destino quiso que este joven llamado José, diera con la historia de Vera y comenzara a investigar.
El primer contacto fue telefónicamente con Personas Perdidas, de la ONG Red Solidaria. Ahí lo atendió Marita Iglesias y le comentó que a ellos la información se las había remitido la Asociación de Emigrantes y Refugiados de Europa Oriental «Oranta». Entonces el siguiente paso fue reunirse, el 1 de septiembre, con un miembro de la asociación: Lesia Paliuk. Ella fue quien le dio a este periodista, futuro licenciado, la gacetilla con los teléfonos de Valeri, Ludmila, Mirta y Paula, quien sería la casera de la vivienda donde vive Andrei.
Al día siguiente, José hizo cuatro llamados. Primero llamó a Paula, pero allí una mujer le dijo que nada sabían de una joven rusa desaparecida. Segundo, llamó a Valeri, pero nadie le atendía. Espero y volvió a intentar pero el resultado fue el mismo. En tercer lugar llamo a Ludmila, ahí tuvo suerte y pudo hablar con la madre de Vera, pero por el mal castellano que manejaba la mujer cuando escuchó el nombre de su hija pensó que el joven sabía dónde estaba su hija, y comenzó a hablar en ruso y de forma agitada con otra persona. A los segundos, Sergei tomó el teléfono, y el joven pudo explicar el interés que tenía de entrevistarse con alguien de la familia. Nuevamente se escucharon las voces en ruso y Ludmila volvió al teléfono. Le dijo al joven que por favor le diera un teléfono porque ella no se acordaba del celular de Ilia, quien era su hijo mayor y era la persona que se encargaba de todo lo que tuviera que ver con Vera ya que él era el que mejor manejaba el castellano. El olvido del número se debía a que recientemente Ilia había cambiado de celular porque el que tenía se lo habían robado mientras trabajaba con el taxi. Ludmila cumplió y llamó a José dándole el teléfono de su hijo mayor. Y el cuarto fue el llamado a Ilia con quien acordó un encuentro para hablar de su hermana.
El encuentro no demoró en realizarse. Fue en una confitería del barrio porteño de Villa Urquiza, en la esquina de las avenidas Triunvirato y Monroe. José esperó a Ilia en la esquina del lugar, inquieto por no saber cómo era Ilia. Pero esto no fue problema. Ilia llegó puntualmente y reconoció fácilmente al joven, quien es descendientes de ucranianos. Según le dijo Ilia, los rasgos eslavos le dijeron que esa era la persona que lo había llamado por teléfono. Sentados en la confitería estuvieron conversando. Vera y su desaparición, la llegada a la Argentina, y otros temas. Uno de ellos imposible de eludir: el ex presidente argentino Arturo Illia. El joven ruso con una sonrisa asintió y le contó que sabía de quién se trataba. Ambos se retiraron del lugar. Ilia le pidió ayuda, y José le dijo que dentro de sus posibilidades iba tratar que su trabajo académico se pudiera publicar en algún periódico, y que iba a difundir la gacetilla que daba cuenta de la desaparición de su hermana.
José comenzó a escribir su trabajo pero a la vez cumplió con la promesa que le había hecho a Ilia. Corrigió los teléfonos de la gacetilla y comenzó a difundirla. Algo concreto que hizo este joven fue mandarle un mail contando el caso y pidiendo ayuda a los senadores (72) y diputados (256) nacionales, más los legisladores (60) de la ciudad de Buenos Aires. En total 388 funcionarios. El resultado fue vergonzoso pero a la vez dio resultado. Un solo funcionario respondió.
La diputada nacional Fernanda Gil Lozano, de la Coalición Cívica, le reenvió, el 7 de octubre, el mail, enviado por José, a María Esther Cohen Rua, una persona que se dedica hace años a la búsqueda de personas con paradero desconocido a través de la ONG Comisión Esperanza.
Mientras tanto José llamó a Personas Perdidas para decirle que los datos que habían cargado en su sitio de internet el 9 de julio y que al momento, 21 de septiembre, eran incorrectos. Para solucionarlos les pasó por mail la denuncia policial, que previamente Ilia le había mandado a él con algunas fotos de Vera. No se trataba de Vera Chenij una inmigrante ucraniana, sino de Vera Tchestnykh una inmigrante rusa. El 6 de octubre ya estaban corregidos los datos.
El viernes 8 de octubre, tras un llamado de María Esther a José en los días previos, ambos se encontraron con Valeri en la oficina de la ONG Comisión Esperanza en el Anexo II de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. Allí, sumergido en la desesperación de no saber qué hacer y en quién confiar comenzó a contar detalles de la desaparición de Vera, hecho que había ocurrido cinco meses atrás.
El resultado de ese encuentro se comenzó a ver a los pocos días. El 13 de octubre salieron las primeras notas en medios y al día siguiente Cohen Rua fue entrevistada por algunos noticieros de televisión. Así comenzaba a romperse el silencio en el que se había sumergido la causa.
Presión de los medios, de la sociedad o de la política, o simplemente casualidad al día siguiente, el 15 de octubre, la causa por el paradero desconocido de Vera Tchestnykh, a cargo del fiscal Mariano Navarro, pasó de la fiscalía de Moreno a la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de Mercedes. Allí la causa comenzó a tener otro ritmo.
El 6 de noviembre, en coincidencia con el sexto mes de la desaparición de Vera, Valeri y su hijo mayor Ilia concurrieron acompañados por Cohen Rua a la DDI de Mercedes donde ampliaron aquella denuncia realizada el 8 de mayo. En esta declaración hicieron mención a las sospechas que ambos tenían sobre Ludmila por la desaparición de la joven, y también hicieron referencia a una importante suma de dinero proveniente de la venta de un departamento en Moscú, el cual, según manifiestan, suponían que estaba en la casa pero desconocían su ubicación.
*****
El 13 de noviembre, a una semana de que Ilia y Valeri ampliaran su denuncia sobre la desaparición de Vera ocurrió un hallazgo terrible. Ilia y Sergei regresaron de trabajar y estudiar, respectivamente. Sergei subió directamente a su pieza, e Ilia fue a la cocina a guardar algunas cosas que habían comprado en la heladera. En ese momento ve sangre en el piso y luego a su madre muerta.
Ludmila estaba vestida con un pijama y cubierta con la frazada con la que dormía. Luego la autopsia reveló que tres impactos de bala, uno en el abdomen, otro en el pecho y un tercero en la cabeza, fueron la causa de la muerte. Los investigadores suponen que fue ejecutada mientras dormía, ya que el disparo en la cabeza fue hecho a través de una almohada. La muerte de la mujer de 54 años habría ocurrido en la noche del 12 de noviembre cuando estaba sola en la casa.
Un dato curioso fue que la policía, no se sabe por qué, esperó a Paula López para que fuera testigo del trabajo que hacían dentro de la casa: escena del crimen.
El caso, en un primer momento, estuvo a cargo del fiscal Federico Luppi, pero la Justicia decidió unificar la causa por la desaparición de Vera y el asesinato de su madre. Así las dos causas recayeron en UFI de Delitos Complejos de Mercedes, bajo la tutela del fiscal Juan Ignacio Bidone.
El asesinato de Ludmila fue un golpe duro para la familia y para aquellos que se habían acercado por la desaparición de Vera. Pero a la vez produjo otros cambios. Los medios de comunicación cumplieron con su premisa: los muertos primero. Las circustancias y la forma en que habían matado a Ludmila parecía rendir más desde todo punto de vista que la desaparición Vera, quien aún hoy se podría decir que está viva, aunque el paso del tiempo abone la teoría contraria.
A partir de ese momento la Justicia comenzó a recorrer su largo camino para llegar a la verdad. Pudiendo o no haber tomado otros caminos para llegar a la misma verdad. Hasta estos días no se ha hecho una búsqueda en el terreno que rodea a la casa o en los descampados cercanos, para ver si la tierra fue removida recientemente y se encuentra lo que todos se niegan a pensar.
*****
La tarde del 19 de noviembre María Ester Cohen Rua recibió un llamado esperanzador. Una mujer, habría visto a una chica de las características de Vera en la fecha coincidente con su desaparición. En esa oportunidad, la joven se mostraba sucia y asustada y como si estuviera escapando de algo. La mujer hizo referencia a una camioneta que la seguía. Los vecinos la quisieron ayudar pero la joven habló en un castellano dificultoso. Ellos no la entendieron solo llegaron a comprender que tenía un problema con un country. Como estaba sumamente alterada, los vecinos llamaron a la comisaría y luego un patrullero la retiró del lugar.
Según lo que le contó la mujer vieron a esta joven venir corriendo desde el lado del Country Campos de Álvarez hacia el barrio llamado La Reja Chica. La mujer que hizo el llamado estaba muy asustada y por eso prefirió mantener su anonimato. No dejó un teléfono pero prometió volver a llamar. Este fue el primer dato que apareció desde la desaparición de Vera. La mujer no volvió a llamar.
En la comisaría de La Reja explicaron que no tienen información sobre la aparición de una joven con las características de Vera. Además aclararon que cuando se encuentra una persona perdida en la vía pública, que presenta sus facultades alteradas, es derivada a un neuropsiquiátrico para su atención. La Justicia tampoco ha verificado si existió en esos días un llamado al 911 alertando de esta situación.
No obstante, la policía informó que cuando la familia de Vera radicó la denuncia en la comisaría del Cuartel Quinto de Moreno, todas las comisarías se notificaron del hecho y se enviaron a cada dependencia las fotos de la joven para poder identificarla en caso de encontrar alguna persona similar.
Algo difícil de creer cuando la Dirección General de Registro de Personas Desaparecidas de la Provincia de Buenos Aires publicó los datos de Vera en Internet recién el 22 de octubre, a más de seis meses de desaparecida la joven, a pesar de tener los datos, porque solo contaban con el fax policial y no tenían fotos para subirlas a su sitio, según comentaron telefónicamente. El problema fue subsanado porque José les envió las fotos que le había mandado en un mail.
El 30 de noviembre, Ilia visitó al fiscal Juan Ignacio Bidone en su oficina, por pedido de este. Durante el encuentro Bidone le manifiesta su interés por conocer la casa de la familia en Moreno, escena del crimen de Ludmila, ya que él nunca había estado en el lugar. Ambos viajaron desde Mercedes a Moreno junto con los secretarios de la fiscalía. Cuando llegaron a la casa, ya estaba en el lugar una camioneta con efectivos de Gendarmería, aunque Ilia asegura que el móvil se les sumó en el trayecto a Moreno.
La conversación con Ilia y Serguei determinó que Bidone decidiera realizar un allanamiento sin la orden de un juez. La orden del juez llegó el 3 de diciembre. Durante el procedimiento un gendarme rompió una lámpara que era un recuerdo familiar, lo que molestó a Ilia y a Sergei.
Gendarmería, según el mayor de los hermanos, se llevó varias cosas: los documentos, los pasaportes, los certificados escolares, un maletín con documentos en ruso, los teléfonos celulares, el gabinete de una computadora que se encontraba desconectada y en desuso, que según el joven era de la madre y no de él como indicara después la Justicia. Según testigos la computadora estaba en la habitación de la víctima. Ilia manifestó al igual que su padre que nunca les dieron o les hicieron firmar una constancia de las cosas que se llevaron del domicilio.
Bidone afirma que la intervención de la Gendarmería solo se debió a cuestiones operativas y no tuvo como objetivo apartar de la causa a la policía de la zona. La misma policía que había detenido a Vera ante el llamado de los hombres de seguridad del country San Diego, y la policía que había concurrido a la casa tras el hallazgo del cuerpo Ludmila.
Ilia, también recuerda, desde un lugar que pocos o nadie conocen, que cuando terminó aquel operativo, pasadas las 22 horas, Sergei fue llevado a la fiscalía para declarar, y que el interrogatorio duró hasta las dos de la mañana. Sergei le contó que en ese momento le hicieron firmar un papel sin darle tiempo para leerlo. Ilia cree que lo correcto hubiera sido que hubiera estado presente un traductor público. También comentan que le negaron la asistencia de un abogado.
Ante tantos inconvenientes, Ilia trató de buscar ayuda legal. Inclusive fue al consulado de la Federación Rusa y denunció que se le habían llevado la documentación personal. El consulado le aceptó la denuncia y buscó un abogado, porque al llevarle el pasaporte se violaron los derechos del Estado ruso, ya que el pasaporte no es de la persona sino del Estado ruso.
El 10 de diciembre, ya habiéndose cumplido siete meses de la desaparición de Vera, Ilia fue va a ver con su padre al fiscal Bidone, para pedir que le devolvieran las cosas que le habían sacado tras la inspección ocular que había terminado en allanamiento. En ese momento fueron notificados que esos elementos no les serían devueltos porque serían sometidos a pericias.
*****
Tras el fin de semana, el lunes 13 de diciembre, el personal de Gendarmería se dispuso a realizar las pericias correspondientes sobre los discos rígidos de las computadoras secuestradas en el allanamiento.
Ilia y Sergei esperaban, sentados en el taxi, afuera de la sede de Gendarmería, en Avenida Antártida Argentina, en la ciudad de Buenos Aires. En ese momento, ambos decidieron tomarse un respiro del infierno que estaba viviendo su familia, pusieron en marcha el automóvil, y se fueron del lugar sin un rumbo predeterminado.
Dentro del edificio se encontraba su padre, quien no sabía que sus hijos se habían ido, a la espera del resultado de las pericias. Los peritos, en ausencia de Valeri, abrieron el gabinete para sacar el disco rígido y se encontraron con dos armas unidas con un precinto. El fiscal Bidone, que no se encontraba en el lugar, fue notificado telefónicamente del hallazgo: un revólver calibre 38 con la numeración limada y una pistola 9 milímetros.
Esta última arma es propiedad de Ilia, quien había dado cuenta de su robo cuando la policía llegó a su casa tras el asesinato de Ludmila. En total, el joven tiene registradas en el Registro Nacional de Armas (RENAR) cuatro armas: tres pistolas 9 milímetros y un fusil Mauser a repetición calibre 308.
Estas armas tienen su capítulo aparte cuando ocurrió el asesinato de Ludmila. Ilia comentó que él mismo le había dado una de sus armas a la madre tras el robo que había sufrido en agosto y en el cual había sido herido. La madre la guardaba debajo del colchón junto a una carpeta con papeles y documentos. Cuando se produjo el homicidio, el arma y la carpeta desaparecieron. Pero según fuentes cercanas a la causa, la carpeta que guardaba las exposiciones civiles que Vera hizo en contra de su madre, no está perdida sino en manos del fiscal Luppi, y ahora debería estar en poder del fiscal Bidone. Ilia mismo por temor a que la policía, al ver las armas que él tenía, lo acusaran directamente de la muerte de su madre, o por el temor a que se las robaran, decidió sacarlas de su casa antes de que llegara la policía y llevarlas en un bolso hasta la casa de su hermano Andrei. Las armas fueron rápidamente encontradas, ya que Andrei se quebró y contó que su hermano se las había dado.
Ilia asegura que el fiscal Bidone habría alineado las pruebas para que los señalen a ellos como autores materiales del crimen. Según averiguó en el RENAR la Justicia no había notificado al organismo el robo del arma, que posiblemente estaría implicada en un asesinato.
Al día siguiente, 14 de diciembre, una pericia señaló que de la pistola encontrada dentro del gabinete habían salido las balas que asesinaron a Ludmila, y que era el arma que había denunciado Ilia como robada. Estos resultados determinaron que el fiscal pidiera la detención de los hermanos Ilia y Serguei.
Para la Justicia, Ilia habría matado a su madre y su hermano habría actuado como encubridor. El fiscal sospecha que el motivo del matricidio fue que los hermanos se enteraron de que la madre tuvo algo que ver con la desaparición de su hermana. O quizás, Ludmila descubrió que sus hijos eran responsables del destino de su hija.
Ilia, el mayor de los hermanos y acusado de ser el autor material del asesinato de su madre trata de defenderse. «Yo mato a mi madre con mi propia arma y luego la guardo en mi computadora durante dos semanas, teniendo un terreno de 30 por 60 y varios descampados cerca de mi casa. Es ilógico».
El 14 de diciembre, los hermanos estaban en la provincia de Santiago del Estero en las cercanías de las Termas de Río Hondo. Ilia se conectó a Internet y vio un mail en el que le avisaban que la policía los buscaba por el asesinato de su madre.
Recibida la noticia y haciendo caso al consejo que les daba la persona que los alertó de la acusación de que eran víctimas, los dos jóvenes cruzaron el Puente Internacional de Aguas Blancas, en la provincia de Salta, alrededor de las 10 de la mañana del miércoles. Pasaron juntos en el taxi, el que luego abandonaron por ser muy llamativo. Tanto ellos como el taxi aún no han sido encontrados por la Justicia. Ahora los busca Interpol por «delitos contra la vida y la salud». Por otro lado, el asesinato de Ludmila le quitó protagonismo a la desaparición Vera Tchestnykh, quien quizás haya cumplido 27 años.
_________
* Fernando José Kohutiak es periodista y vive en Buenos Aires, Argentina. Realizó sus estudios terciarios en el instituto TEA y la Licenciatura en Periodismo en la Universidad del Salvador. Actualmente está escribiendo su Tesina. Publicó algunos artículos en el diario Perfil.
Es muy minucioso el recuento del día a día de esta historia. Como esta familia no pertenece al mundo del dinero y del poder (como es ocurre con los García Belsunce), el caso puede desaparecer de los medios sin haberse esclarecido. Por eso es muy encomiable que periodistas independientes, como ocurre con el Licenciado Kohutiac, lo mantengan vivo en el recuerdo de todos para que pueda esclarecerse. La historia puede servir de base para un relato o para el argumento o guión de un film.
Incrible historia, yo la venia siguiendo desde q fue conocida publicamente en los noticieros, pero con el tiempo nada mas supe de esta historia, tambien lei algo en diarios…. pero todo quedo en la nada
Excelente relato, increible historia q da escalofrios, y lo peor es que aun falta el desenlace….Saludos…estare pendiente de la pagina que encontre en el Muro del Facebook del Periodista Mauro Szeta.
Saludos