FERIA DEL LIBRO DE GUAYAQUIL: A VUELO DE PÁJARO
Por Miguel Alavalcivar*
Día 1: Se instala así la Feria del Libro en Guayaquil, Ecuador. Clima no tan adecuado para usar levita como uso ahora, ni para fumar como fumo ahora, pero la situación cambiante y contraproducente a ratos suele dar un poquito de certeza de que es el espacio adecuado para mostrar lo escrito.
Pocos escritores nacionales, pocos artistas en realidad, mucho marketing, quizá y sólo sea una apreciación a-priori, pero valedera para afirmarla en el reducto mental. El dibujante con el retrato de Beethoven que se acerca a mostrarlo, el sentimiento acalorado de los editores y las pastas de libros, se mueven como cortinas de terciopelo por esta mañana y tarde porteña.
La Casa de la Cultura nos deja tantos huérfanos: mesa de protocolo, himno nacional, personajes burgueses, en fin. Contraparte de los aquí firmantes, y toco el tema por lo acontecido días atrás, donde la exposición pictórica Salón de Julio, se fue de las manos por muestras de alto contenido erótico. Pero entonces, aquí con una botella con agua, calor agotador, y redactando estas líneas, pienso: ¿Acaso las organizaciones no tienen sus propias reglas? No podré hacerme la respuesta como la pregunta; tendré que esperar.
Segundo día, me despacho el almuerzo de pollo con vegetales, y todo el cielo se vino abajo con saber de que en Guatemala moría a balazos el maestro Facundo Cabral, nadie aquí lo ha notado ni lo cuenta, yo me pongo de pie, me tiemblan las piernas, reviso mis bolsillos, no encuentro mis cigarrillos, reviso los bolsillos de mi camisa, tampoco hay, dejo mis libros ahí tendidos como putas en la calle mostrándose al público, y me voy por unos cigarros. Me senté a ver el Guayas. Necesitaba ver un río así de grande para ponerme a pensar con nostalgia en Facundo, vida eterna al amor del genio. Tristeza gigante, pero hay que seguir en esto, lo Cortez no quita lo Cabral.
Pero vamos al punto, y soltemos los balcones, ¿Qué se puede hacer aquí donde más vende un par de siliconas en la tele que un libro? Muy poco, pero al menos tenemos Feria del Libro, diría un amigo. Aunque no se enfoca a donde debería enfocarse, digamos, mucho marketing, mucho sitio para baratijas, para el jugo de coco, la caricatura de versiones y de entelequias.
Durante el transcurso de los días, afloraba como afloran las nubes de verano y las sombras sobre el manso Guayas, las tristezas y opiniones ambiguas de escritores nacionales que hacíamos de teloneros en la Feria. Muchos, como yo, con expectativas mucho más grandes, más allá de vender un ejemplar, era tener aquel contacto con el lector, que te mire y se siente en tu mesa y te cuestione y opine y te sugiera y si de paso te compra un ejemplar pues bienvenido sea, faltaba más. Pero la prensa que asistía le sacaba fotos a los libreros, a las grandes librerías, al vestido y no al alma, entiéndase: los escritores. Al punto de, y con la tristeza del caso, señalar que varios autores de otras ciudades estuvieron hasta el día jueves 14 de julio, yéndose como desdichados, empobrecidos de anaqueles, borrachos de rutina, y con apretón de manos y una palmada en el hombro y un “que tengas mucha suerte allá afuera” como cuando dos compañeros de celda se despiden al salir en libertad uno de los dos.
Con Antonio Skármeta nos une lo que nos separa, insisto; apreciación personal.
Ganador del premio Planeta Casa de las Américas 2011, por su novela Los días del arcoíris, era el plus del encuentro. Otros escritores invitados como Gonzalo Mallarino de Colombia, Leticia Gossdenovich Feldman de Estados Unidos, e Hilda Leiva Ramírez de Chile.
El día jueves 14 de julio se dio la cita de escritores extranjeros y nacionales, sobre la charla “cómo ser un escritor y no morir en el intento” donde el autor chileno nos daba su aporte personal sobre sus inicios, pero del tema de centro: nada. Salvo destellos de experiencias y publicaciones; pero noté algo y me pregunté cuántos deberían estar aquí y no lo están, y, cuántos están aquí y no deberían estar. El asunto es sencillo, sin desmerecer sus trayectorias, bien o mal habidas, fácil o difícilmente conseguidas, por la puerta o por la ventana; faltaba en esa charla figuras excelentísimas: ya sea Ubidia, Egüez, Donoso, como aporte del cancionero nacional literario. Pero válgame la palabra, aquí la alegría del tuerto es ver por un ojo. Del homenaje a Sábato ni me enteré, y así de oculto me resultaron muchas cosas.
Escena trémula, difícil de asimilar, gris como un acetato de Gardel y polvoriento como el maletín donde se guardaron tantas ilusiones.
Pero pongámonos positivos y como el marinero que seguía a su Movy Dick señalemos las partes que congratulan el oficio: los estudiantes que se acercan y te piden una foto, el lector que ojea tu libro y sonríe como diciendo “este esta loco”, el poeta que se sienta a charlar contigo, el lector anónimo que te lee y te promete que volverá el día siguiente para comprarte un ejemplar, etcétera.
En cuestión logística, diez puntos. Jaime Rull, organizador del evento, hizo su parte. No me quejo. Pero insisto, prensa, público, y participantes deberían saber que esto lo hacemos nosotros los autores, el resto son sólo el esqueleto.
Al finalizar la jornada me retiré con la valija llena de joyas literarias de Cortázar, Onetti, Borges, que conseguí a muy buen precio, y que le hacían espacio a mis ejemplares. Silbando bajito la versión de Gardel, el día que me quieras, me fui.
Difícil aquí, lo sabíamos de antemano, era como ser carnicero en barrio vegetariano.
Expolibro 2011. Pulse para ver el vídeo:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=pmK6cpJdnnA[/youtube]
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* Miguel Alavalcivar es escritor ecuatoriano (Portoviejo, 1988). Estudiante de Filosofía de la homónima Facultad de la Universidad de Guayaquil. Publica su primera novela y poemario, ambos de producción clandestina: Universos Paralelos en 2004 y, Amada inmortal en 2005. Cuentista en asunción, de estilo simple y dialecto cotidiano, puede confundirse fácilmente entre los poetas decapitados de los años veinte. Inconfundible su puño, recargada su letra, su accionar sobre la hoja entrega al lector la capacidad de descubrirse a si mismo dentro de cada palabra. Publicaciones recientes: El mundo, contado al revés (2009) Prozac: un libro a cuatro manos (2010).