LILA DOWNS Y SU MÉXICO COLLAGE
Por Carolina Mejía Romero*
Lila Downs es sin duda una de las grandes artistas mexicanas de la actualidad. Su autenticidad, talento, capacidad interpretativa y lo innovador de su propuesta la han llevado a re–crear la música tradicional mexicana (campesina, indígena y urbana) y darle una dimensión más allá de lo folclórico. La condición híbrida de sus orígenes y su particular forma de acercarse a la música, le revelan a quien la escucha no sólo una sonoridad nueva sino un territorio extenso e inagotable que se reinventa en cada nueva producción.
El periodista y crítico musical, Diego Alfredo Manrique, califica su música como «algo indefinible porque enlaza dos mundos, dos épocas. […] Lila encarna los lazos visibles y secretos entre esos dos gigantes que se miran desconfiados desde las orillas del río Grande». Aunque en Colombia aún no cuenta con la popularidad que ha ganado en Europa, ciertamente ha logrado formarse un público, su música se ha abierto camino y es posible encontrar sus discos en espacios de difusión más comercial. En ciudades como Barcelona, Londres o Berlín canta en escenarios convencionales y alternativos, su música se escucha en los bares, es invitada a participar en innumerables festivales y fue destacada por el diario El País como uno de los personajes iberoamericanos que marcó a nivel artístico el año 2009.
Podría afirmarse que a sus 43 años pasa por uno de sus mejores momentos; sin embargo, hubo dos eventos que contribuyeron a que su labor empezara a traspasar verdaderamente fronteras y fuera reconocida internacionalmente. El Grammy Latino que ganó en el año 2005 al mejor álbum de música folk por «Una Sangre/One Blood» y su participación en la banda sonora de la película Frida cantando el tema Burn it blue, nominado en la edición 75 de los Premios Óscar. Allí por primera vez el mundo entero la vio envuelta en uno de sus hermosos huipiles, en compañía de Caetano Veloso, cantando con fuerza, con gracia, demostrando la versatilidad de registros que le permite su prodigiosa voz.
Pero, ¿de dónde sale todo ese prodigio, esa explosión de sonidos, colores y ritmos?, la respuesta se encuentra en sus raíces, en el origen de sus ancestros que la llevó a ser navegante entre culturas desde su nacimiento. Su madre, Anita Sánchez, era una humilde cantante mixteca y su padre, Allan Downs, un profesor de cinematografía estadounidense de origen escocés. De esta unión nació Lila en Tlaxiaco, estado de Oaxaca, pero creció entre México y Minneapolis. Dividida siempre entre dos países, dos culturas y varios idiomas, jamás optó por elegir alguno. Por el contrario, consciente de la riqueza que esta realidad le proporcionaba, decidió enriquecer, gracias a esa complejidad genética, social y cultural su trabajo musical.
Tras estudiar antropología en la Universidad de Minnessota, se especializó en creaciones textiles indígenas y a los 23 años dio un salto mortal a la música. Casada con el saxofonista Paul Cohen, judío estadounidense, empezaron un camino creativo compartido que hoy continúa. Ambos ignoran las barreras estéticas y asumen todas las músicas útiles para su proyecto.
Aunque lo indígena atraviesa toda su obra, hay dos álbumes en particular en los que este tema cobra mayor importancia. En «El árbol de la vida» (1999) explora a profundidad la raíz indígena de la etnia zapoteca y en «Ojo de culebra» (2009), su más reciente producción, hace un homenaje a las curanderas y mujeres que tienen un conocimiento amplio de la herbolaria precolombina en el estado de Oaxaca. El mismo nombre del álbum es una frase poética que alude al ritual de los chamanes en Veracruz y Oaxaca, que se comunican con las serpientes venenosas, para que respeten a las personas en las regiones del ganado donde se encuentran en una relación de supervivencia.
Lila también es mestiza, de mole, mariachi y tequila. A los 8 años ya cantaba canciones de José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Lola Beltrán y Lucha Reyes. En «La Cantina» (2006), se da a la tarea de desempolvar el cancionero popular mexicano y traerlo a la modernidad. Allí grabó rancheras como Tu recuerdo y yo o La tequilera con acentos de rock e incluso rastros de tecno y hip–hop. También la escuchamos cantando sones jarochos y corridos con beats electrónicos como se puede apreciar en Tasha la Teibolera, tema presente en esta misma producción.
Ella se divierte, siente, es fiesta, carnaval, sentimiento, pero también en sus canciones hay reproche, indignación, denuncia social. En «La línea/Border» (2001), hace un homenaje a los trabajadores que tienen que cruzar la frontera de Estados Unidos, y en «Una sangre/One blood» (2004), lo que elogia es la unión de las razas, y hace un reconocimiento a la labor de mujeres que luchan en México por la dignidad y el respeto.
No es una Chavela Vargas moderna, ni la Frida Kalho de la música, es simplemente una mujer que canta con convicción, una mujer que tiene mucho que decir, tanto en el terreno musical como en el de la sociología de la vida cotidiana. Es una artista camaleónica, imposible de clasificar. Probablemente la encontremos en las estanterías de las tiendas de discos en la sección de bolero, world music, ranchera o folk, pero eso no importa, lo realmente importante es que sea escuchada, que su apuesta musical le de paso a un arte renovado, que sus canciones nos inviten cada vez a descubrir los rostros de un territorio híbrido, collage donde las distintas manifestaciones del «ser mexicano» tengan cabida.
Lila Downs interpreta “La cama de piedra”, compuesta por Cuco Sánchez en Madrid. Pulse para ver el video, fragmento de «El alma de Lila Downs».
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=5N1orIES018[/youtube]
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* Carolina Mejía Romero es Comunicadora Social de la Pontificia Universidad Javeriana con experiencia en el desarrollo de estrategias de comunicación con énfasis cultural y educativo. Cuenta con un Máster en Comunicación y Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Se ha desempeñado como periodista y gestora cultural, ha trabajado en la coordinación de proyectos radiales, en el diseño y ejecución de campañas de interés público. Ha participado en la investigación, producción y realización de series televisivas para el Ministerio de Cultura y Señal Colombia. Se ha desempeñado en algunos proyectos como locutora para radio y televisión. Actualmente trabaja en la Escuela de Medios para el Desarrollo de Uniminuto y en proyectos individuales de orden cultural. Es productora y locutora radial.