Periodismo Cronopio

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Rafael

«PUERTO RICO, UN PAÍS SIN PIERNAS, UN PAÍS SIN ALMA»: RAFAEL CANCEL MIRANDA

Por Alfonso J. Quiñones*

Sentado a mi lado, todavía recordaba los disparos, el llanto, la conmoción y un grito permanente que daba ecos en la distancia ¡Que viva Puerto Rico libre! ¡Que viva Puerto Rico libre! Un grito que ha pasado a los anales de la historia como uno desvanecido. «Puerto Rico se ha colonizado mentalmente y no hay peor esclavitud que la de la conciencia y el alma», dijo Don Rafael. Habían pasado 57 años desde que cuatro jóvenes puertorriqueños habían tomado en armas al congreso de los Estados Unidos, y los 240 representantes que allí se encontraban, con el motivo último de exigir la libertad de la colonia. Con más de treinta tiros, cinco congresistas heridos y toda una institución conmocionada, Don Rafael Cancel Miranda, Lolita Lebrón, Irving Flores y Andrés Figueroa pasaron a la historia norteamericana como terroristas, siendo sentenciados a la pena capital para luego tres de ellos ser liberados por Jimmy Carter a cambio de rehenes estadounidenses retenidos en Cuba por el régimen castrista. Las peripecias de la vida, que tantas veces llegan a ser juegos del azar, inexplicables, llevaron a Don Rafael a conversar conmigo una tarde caliente de verano, en un sitio del que prefiero no acordarme, en la ciudad de San Juan.

Eran las seis de la tarde cuando caminaba desesperadamente por un callejón desértico de Hato Rey. Un silencio desgarrador inundaba mi alma y los alrededores emanaban sombras pasadas de dolor. Me consumía la desesperación, las ansias, lo irracional. Miré hacia arriba y avisté una bandera nacionalista, una bandera que suspiraba independencia, una bandera que ya no existía. Estaba abandonada, consumida por el tiempo, en un callejón de viejas reuniones socialistas en donde la opresión fue derramada varias veces.

El callejón me causó escalofrío, mi mente se nubló e imaginé todo el complot para liberar la nación. Imaginé todo el plan diseñado para hacer la revolución, para lograr el golpe de Estado, incluyendo el del Congreso de los Estados Unidos. Pero no, en el callejón ahora apestaba a colonia, de esas que no sienten, de esas que se enaltecen de serlo. «La libertad está muerta», escuché a lo lejos. Era Don Rafael.

Me invitó a un café y hablamos como dos buenos amigos. Me aclaró que no era una entrevista lo que estaba ocurriendo, pero más bien una conversación, de aquellas cotidianas que alegran el alma, de aquellas de amigo. Comenzamos a conversar y me lo dijo todo, todo me lo contó. Cansado de las mismas preguntas sobre el suceso del congreso, me habló un poco sobre el mismo y luego hablamos de la vida. La vida lo ha tratado de manera indiferente; las peripecias que ha vivido lo han llevado a tal estado emocional de desesperanza, de anhelo, de deseo infinito.

Se siente alagado por la idolatría que tiene el movimiento independentista por él pero para él no es suficiente tal cosa, para él no es suficiente la inercia, para él es suficiente la acción. «Como puertorriqueños protestamos, pero nunca actuamos; la colonia seguirá vigente mientras la mentalidad siga siendo la misma». Don Rafael me quiso describir el momento del suceso, no por gusto, pero sino porque vio en mí alguien en el que no avistó luces amarillistas, pero más bien un interés personal, un interés fuera de la palabra independentista, republicano, colonialista, un interés genuino de coadyuvar con la historia y su desenlace. Según Don Rafael, fue un momento eufórico, un momento que se sentía como si alcanzaras a dominar el mundo, y así se sintió, se sintió como si el Congreso estuviese a sus pies, y lo estaba, estaba a sus pies. Puerto Rico fue libre por unas horas, al menos en su alma, o al menos el mundo se enteró que existía un deseo genuino de luchar, ya no éramos el patio trasero, el respeto surgió, pero a la vez moría.

Sus expresiones fueron sencillas, poco complicadas. «Todo por el amor a la patria, todo por la independencia, todo por sacar del letargo a un país sometido por siglos, un país sin piernas, un país sin alma». El plan se concretizó, a la vez que el movimiento de izquierda buscaba el golpe de Estado, un golpe que jamás se realizaría por culpa de intrigas que delataron al gobierno de los Estados Unidos toda la estrategia.

Puerto Rico casi fue libre, casi, como siempre, casi, pero no, como siempre, pero no, como nunca, Puerto Rico es una colonia. Don Rafael, hombre de prudencia, hombre de gran altivez y orgullo, no era un terrorista en los momentos que estuvo al frente mío, era un hombre común, un hombre con sueños, un hombre con opiniones, en fin, Don Rafael, era hombre. «No me arrepiento de lo que hice y moriría de nuevo por el ideal, por ver un país nuevo, por ver la liberación nacional, por concientizar un país sumergido en un estancamiento ideológico». «Nos han lavado el cerebro, Alfonso, nos lo han lavado, pocos quedan con cerebro».

Retruenan los gritos del capitolio en su mente todavía, se escuchan las paredes silenciosas de alcatraz, retruenan los estruendos de las armas, retruenan los gritos de independencia desvanecidos. Un grito de independencia por la patria se dio, un grito que se desvanece, un grito que no existe. Me ofreció otro café; comimos juntos, reímos, recordamos, hablamos por hablar. Don Rafael, una vez considerado uno de los terroristas más peligrosos del mundo, parecía un ser humano, alguien en quien confiar. ¿Es la historia objetiva? Yo no creí estar hablando con un asesino, con un terrorista, con un enemigo de la humanidad. Yo creí estar hablando con un hombre lleno de humanidad, con un hombre común.

Hablamos largas horas. Todo había sido un plan nacionalista para liberar la nación. Don Pedro Albizu Campos estaba presente en todos sus planes, en todos los pensamientos del atentado. Don Pedro, líder máximo del nacionalismo, había sido maltratado y humillado por el sistema penal estadounidense, pero eso no le quitaba la influencia esparcida por las almas de lucha boricuas. Puerto Rico estaba más cerca que nunca de lograr la independencia, pero todo fue en vano, todo vino al suelo. Allí nos esperaban los «americanos», allí los esperaban.

Don Rafa me da el último café duradero, perecedero. Tuvimos las últimas palabras sobre lo ocurrido, pero mas allá de hablar sobre el atentado al congreso de los Estados Unidos, hablamos del futuro de la nación. «La libertad… no es lo que cuesta, es mucho más lo que vale», me dice Don Rafael. Finalmente se despide de mí, camina junto a mí; el mundo no se entera, es sólo un hombre. Camino al lado de un terrorista, ¿un terrorista? ¿Es luchar por un ideal ser terrorista? Según Don Rafael, ser terrorista es no estar de acuerdo con lo que comanda, con lo que impera, con lo que ordena el mundo contemporáneo. O estás de acuerdo, o estás jodido. ¿Justifica lo hecho? Lo justifico, dice Cancel Miranda. ¿Justifica Estados Unidos lo que ha hecho en el mundo? También lo justifica. Ambos ganamos, ambos pensamos, o eso quiere pensar.

Se despide, se va, se desvanece Rafael Cancel Miranda. Ahí va mi conversación, por el mismo camino que vino. Divisé la misma bandera nacionalista caída, el mismo callejón de recuerdos, el mismo trazo pasado. Hablé con un hombre prohibido, hablé con un héroe, hablé con un peligro, no, hablé con un hombre. Don Rafael se despidió con un apretón de manos, se acercó a mi oído y me dijo « Cuenta lo que sucedió, pero cuenta con sinceridad, cuenta con sabiduría, cuenta como un cronista, cuenta como un plebeyo, como un pobre, cuenta como el pueblo sufrido, cuenta como Puerto Rico». Así cuento, y así he contado. Don Rafael Cancel… ha juzgado, ahora juzgue usted.

Rafael Cancel Miranda.
Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=7CTQcqblVM0[/youtube]
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* Alfonso J. Quiñones es Historiador y pedagogo egresado de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Termina una maestría en literatura y cultura hispanoamericana de Illinois State University en donde se desempeña como profesor. Próximamente comienza estudios doctorales en el campo de la literatura hispanoamericana y portuguesa en University of Pittsburgh. Poseedor de premios nacionales por su desempeño en la pedagogía, también se desenvuelve como Investigador de la cultura y literatura negroide, feminista y política del Caribe. Ha escrito y publicado artículos centrados en tales temas, incluyendo entrevistas con renombrados personajes del ámbito caribeño y sudamericano. Admirador ferviente de lo real maravilloso y los escritores vanguardistas latinoamericanos, también gusta leer cuentos y novelas de ciencia ficción en su tiempo de ocio.

1 COMENTARIO

  1. Muy buena esta crónica. No conocía este lado de Puerto Rico y mucho menos un ataque al congreso. Excelente. Felicitaciones por tal entrevista.

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