JORGE VOLPI Y EL FIN DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA
Por Diego Azurdia y Carlos Fonseca*
Una entrevista inédita con Jorge Volpi
Diego Azurdia y Carlos Fonseca: En su Trilogía del Siglo Veinte se cruzan eventos históricos —la Segunda Guerra Mundial, El Mayo del 68, La Caída del Muro de Berlín— con la literatura. ¿Qué cree usted que le hace la literatura a la historia? ¿Qué le hace la historia a la literatura?
Jorge Volpi: Primero, la historia y la literatura están absolutamente vinculadas. La narración de la historia es ya de alguna manera literatura. Simplemente que la historia, entendida como disciplina científica en los pasados siglos, significa siempre estar basándose en datos concretos, en documentos en fuentes, mientras que la literatura tiene la capacidad de llenar esos vacíos que dejan los documentos. La herramienta que utiliza la literatura para analizar los procesos históricos es la imaginación literaria concebida como herramienta histórica.
DISCURSOS ACADÉMICOS E HISTORIA
D.A y F.C: En la Trilogía también parece ocurrir un cortocircuito entre eventos históricos y los discursos académicos que los rodean. Es decir, En Busca de Klingsor utiliza famosamente el discurso de la física moderna, El Fin de la Locura el discurso post-estructuralista, y No será la Tierra el discurso de la Biología. ¿Qué efecto perseguía usted al mezclar discursos e historia, literatura y teoría?
V: La gran ventaja del género novela es que prácticamente cabe todo en ella, siempre y cuando podamos convertir todo lo que está convirtiendo ahí en historias que le ocurren a personajes concretos. A mí me parecía que la novela podía ser, también, no solo un instrumento de investigación histórica sino también una manera de entrelazar discursos distintos. En esta época de especialización en la que cada uno es experto solo en su pequeño tema, la novela y la literatura sigue siendo ese único ámbito que queda para tratar de entender distintas áreas de conocimiento. Eso es lo que intentaba en esta Trilogía del Siglo XX. No solamente un relato histórico de lo que ocurría, no solamente las vidas concretas de cada uno de los personajes, sino también utilizar discursos que fueron particularmente importantes en cada uno de estos momentos para vincularlos con las personas concretas, con los momentos históricos. Tanto la física, como la biología, como el discurso estructuralista, post–estructuralista, o psicoanalítico lacaniano, para tratar también de utilizarlos como herramienta literaria de interpretación de la conducta humana.
DISCURSO Y PODER
D.A y F.C: ¿Cree que exista alguna relación entre estos discursos y el Poder?
V: En realidad yo creo que el tema central de los tres libros de La Trilogía es el poder. Cómo los individuos se comportan frente al poder. A veces los individuos comunes y corrientes, a veces los propios políticos, a veces los científicos, o los especialistas en distintas materias. Ese poder que es permanente, omnipresente, visto a la Michel Foucault, esa microfísica del poder vista tanto en los comportamientos de los personajes concretos, en su particular mundo íntimo, pero también a nivel mucho más amplio, estatal. Observar a través de todos estos personajes, de todos estos discursos, esa relación siempre problemática con el poder. Cómo se ejerce el poder y cómo se resiste el poder.
EL MAL Y LA LITERATURA
D.A y F.C: En Klingsor parece ser que la novela gira alrededor de un intento por explicar el mal, o por lo menos una de sus variantes. Parece ser que este tema corre a través de la Literatura Latinoamericana de la actualidad. ¿De dónde cree que proviene este énfasis en el mal dentro de una sociedad que se había declarado, hace más de un siglo, más allá del bien y del mal? ¿Cómo ve la relación entre el mal y la literatura?
V: El mal es uno de los temas que me interesa. Y sí es un tema muy presente en la literatura contemporánea. Primero, porque el mal se ha entendido sobre todo a partir del siglo XX como una categoría política, más que una categoría teológica. Asumiendo —sobre todo— el Nazismo como paradigma del mal absoluto. Aunque para otros lo sea cualquier sistema totalitario incluido la vertiente contraria que sería el Estalinismo. Y claro En Busca de Klingsor el tema del mal está muy presente en ese sentido, en ese sentido político, pero que adquiere cierto tono metafísico al conectarse con la investigación científica, en esa idea casi Faustiana de pacto de los científicos con el mal, con Hitler, con el poder. Esa venta del alma, que en el fondo es casi la metáfora de lo que ocurre no solamente en ese ámbito del Nazismo sino con muchos de los regímenes políticos latinoamericanos que se asumían en esa guerra ideológica siempre del lado del bien, y que estaban dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de combatir lo que para ellos era el mal, convirtiéndose ellos mismos en el mal. Y ese es quizá uno de esos temas presentes en toda la Literatura Latinoamericana, sobre todo en toda esa literatura del Boom al presente, que tiene que ver con los regímenes políticos latinoamericanos. Es, por ejemplo, uno de los temas centrales de la obra de Bolaño. El mal presente en Nocturno de Chile, o mal en los asesinatos de Santa teresa, de Ciudad Juárez, en 2666. Nuestros regímenes siguen apareciendo vinculados con el mal. Aunque hay que decir que quizá hay una sobre utilización en nuestra época del término. Una sobre utilización que comienza cuando Bush utiliza constantemente el término —El Eje del Mal, La Lucha contra el Mal, La Guerra contra el Terror— de repente el mal parece reaparecer en una dimensión teológica, metafísica, que no ayuda mucho a explicar lo que ocurre a nivel político.
LA UTOPÍA Y LA LITERATURA
D.A y F.C: En el Fin de la Locura, al igual que en No será la Tierra, parece narrarse el desvanecimiento de un horizonte utópico. El tema regresa, en su más reciente El Jardín Devastado. ¿Cuál cree que es el lugar de la utopía hoy? ¿Ha simplemente desaparecido, o cree que más bien, como en sus novelas, vivimos bajo su sombra?
V: Hemos estado acostumbrados a entender la utopía en estos términos extremos, que tienen que ver con la imposición de una verdad. La utopía entendida simplemente como una especie de modelo posible de comportamiento, que existe desde Platón en La República, terminó en el siglo XX convirtiéndose en una especie de receta que una clase en el poder determinaba que tenía que ser la única verdad posible. Eso produjo el inevitable vínculo de la utopía con el totalitarismo, y a la larga el inevitable descrédito no solo del totalitarismo sino también de la utopía. Y sí, durante lo años de la segunda parte del siglo XX hubo esta nostalgia de utopía. Mientras se veía que en general las utopías generaban monstruos —regímenes totalitarios—, había una nostalgia de si no habría otras utopías que pudieran realmente llevar a una sociedad mejor, más justa, que realmente era el origen de la utopía como tal. En nuestra época yo creo que ya estamos viviendo en una etapa no tanto de desencanto y descontento o nostalgia de la utopía sino de tratar de articular la utopía nuevamente en un sentido original posible solamente como un modelo que no se busca alcanzar por la fuerza. Sobretodo la utopía de una sociedad mejor, más justa, más igualitaria, debería seguir siendo el anhelo de muchos, pero ya jamás interpretando que esa es la única verdad establecida y que se puede llegar a ella.
EL ORIGEN DE LA TRILOGÍA
D.A y F.C: ¿Cómo y de dónde surge la idea de escribir La Trilogía del Siglo Veinte?
V: Bueno, no surgió originalmente, tengo que reconocerlo. En el principio solo pensaba escribir En Busca de Klingsor. Pero cuando estaba terminando En Busca de Klingsor me di cuenta que me había gustado este proceso que no había hecho antes, este proceso no solo de escribir una novela histórica sino de una novela que mezclara además discursos científicos vinculándolos con el poder, que me pareció que podría ser interesante hacer otras dos novelas para articular una especie de historia novelística del Siglo XX. Entonces, acabando en Busca de Klingsor ya yo imaginaba que iba a escribir una novela sobre los años sesenta y una novela sobre el fin de siglo. Y así fue como nació el proyecto.
BOLAÑO
D.A y F.C: ¿Qué significa declarar a Bolaño «El Ultimo Escritor Latinoamericano»?
V: Ciertamente hay una parte provocadora, una especie de boutade de esas que a Bolaño le encantaban, pero también tiene algo de cierto. Bolaño me parece el último escritor que se sentía realmente perteneciente a una tradición latinoamericana, que respondía con conocimiento a esos modelos. No solamente tenía una batalla con el Boom, sino con toda la tradición latinoamericana —muy especialmente con Borges y Cortázar— pero que también se iba hasta el siglo XIX. La suya era una literatura profundamente política, que aspiraba incluso a ser latinoamericana en un sentido distinto del sentido del Boom, pero aun así latinoamericana. Pero esta tradición creo que se quiebra con Bolaño. Después de Bolaño en mi generación y en las generaciones siguientes yo no detecto a ningún escritor que se sienta realmente perteneciente a la tradición latinoamericana, o que esté respondiendo a sus modelos, responden a modelos más amplios. No hay un conocimiento ni una identidad latinoamericana poderosa. Este es el tema central de todo este libro por el cual me acaban de dar este premio. América Latina se desvanece como una unidad y solo es posible entenderla como esos fragmentos que ya no forman, como en la época del Boom, una catedral, sino que ahora los escritores de los distintos países de América Latina se sienten de su propia nacionalidad y lo que van armando quizás, son modelos cuyo paradigma ya no sería una construcción gigantesca, una catedral, un templo latinoamericano, sino más bien hologramas. Es decir, pequeños fragmentos que contienen información que es latinoamericana, casi de manera inconsciente, pero que sobre todo están respondiendo a la voluntad individual y ya no a una cuestión identitaria, general y colectiva.
EL FIN DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA
D.A y F.C: ¿Después del Fin de la Literatura Latinoamericana, cómo se lee y cómo se escribe cara a cara con el Boom?
V: Creo que a los escritores de las nuevas generaciones, de la mía y de las siguientes, el Boom les importa pero no de manera central. Creo que es una de las tradiciones a las que responden pero tanto como a la literatura reciente británica, estadounidense. […] No hay una relación ya de pelea con el Boom como la que tenía todavía la generación de Bolaño. El Boom está absolutamente canonizado, son nuestros clásicos vivos, y se responde ante ellos como se responde ante cualquier clásico, como si fueran los clásicos greco–latinos. Ya no hay esa batalla que de alguna manera fue el centro de la literatura latinoamericana hasta Bolaño. Ahora estamos en esa etapa en donde ésos son los clásicos al igual que Cervantes es un clásico.
José Gordon entrevista al escritor Jorge Volpi por su más reciente libro “La tejedora de sombras”. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=F_EUtYbVtvE[/youtube]
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* Carlos Fonseca Suárez (San José, Costa Rica, 1987) es candidato doctoral en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Princeton. Obtuvo su bachillerato en Literatura Comparada de la Universidad de Stanford, en donde se dedicó a escribir sobre poéticas de movimiento, ritmo y gracia. El manuscrito Los Vértigos del Siglo: Esbozos de una Modernidad Cansada está en proceso de publicación. Actualmente cursa su cuarto año en el programa donde escribe una tesis sobre la metáfora de la catástrofe natural y su lugar dentro de una posible filosofía de la historia latinoamericana. Ociosamente, se dedica a publicar reseñas sobre literatura contemporánea en el blog El Roommate. Su primera novela será publicada próximamente.
Diego Renato Azurdia (Guatemala, 1985) Estudió Literatura Comparada con énfasis en filosofía continental en la Universidad de Stanford. Actualmente es candidato doctoral en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Columbia en donde también pertenece al Instituto de Estudios Comparados. Lector de Faulkner, de Dostoevsky, de Rulfo, de Pynchon, de Asturias, y de Heidegger, ha tomado un reciente interés por la poesía, el pensamiento oriental y la intersección de ambos posibilitado teoréticamente por el Silencio tomado como categoría literaria. Durante sus horas más nobles se dedica a construir una novela que todavía no se atreve a publicar.