Periodismo Cronopio

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—Tengo un ritual muy claro de pruebas de sonido, de toma de contacto y, en general, no me planteo opresiones que puedan perjudicar el concierto. El concierto es prioritario, mi actividad está normalmente en función de este concierto, a no ser que se presenten incidencias extraordinarias que, como es natural, toman entonces el protagonismo. Pero en general toda mi cotidianidad está en función de la importancia de cada concierto, que la tiene toda: el concierto de hoy es el concierto más importante de mi vida, sin duda alguna.
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—Cuando usted empezó a hacer música se planteó una búsqueda. ¿Cómo ha cambiado con el tiempo?

—Búsqueda sí. Espero que no haya permanecido nada porque el camino es una combustión y es un aprendizaje que no admite detenerse. Otra cosa es que haya momentos más difíciles: encontrar nuevas opciones, nuevos caminos; pero la obligación del artista es esta: conmover, evidentemente, pero al mismo tiempo planteando nuevas propuestas de conmoción.

—¿Cuáles formas del arte son las que más lo conmueven?

—A mí cualquier expresión de un artista puede hacerlo, de la misma forma que hay algunas que no alcanzan a moverme un pelo de mi cuerpo. Pero esto no depende del tipo de arte, depende del artista.

—¿Y la legitimación del artista por el público?

—El público es muy importante. Yo no soy capaz de prescindir del público con respecto a mi oficio… ni tampoco lo contrario, es decir, creo que no hay nada peor para un artista que el sometimiento al público, que lo constriñe al éxito; lo cual quiere decir al fracaso. Porque, claro, esto inmediatamente es un fracaso: quedarse ahí. Frente al público, si uno disfruta de su confianza, hay que establecer siempre esta premisa: por encima de cualquier cosa, respetar al prójimo no pasa por respetar sus gustos.

—Cuando termina un concierto, ¿termina el día de Joan Manuel Serrat?

—Cuando termina el concierto es otro ámbito el que se abre frente a mí. No se acaba el día, empieza otro.

—De lo que podamos saber: ¿ese ámbito implica escribir, leer, dormir?

—¡Se puede conversar absolutamente todo! Implica lo que implican las relaciones, no hace falta ser muy imaginativo. Lo que sí le aseguro es que aquí no hay una rutina; lo que sí hay es todo un proceso reflexivo: cuando se acaba un concierto el concierto no se acaba. El concierto debe durar en la cabeza mucho rato. Y en mi cuerpo, mis sensaciones buenas o malas me acompañan, no las boto, aun el último saludo. Hay que analizarlas, asumirlas. Disfrutar lo que te ha ocurrido y complementarlo luego con el resto de cosas que es bueno que los seres humanos tengan para una vida satisfactoria.

—Muchos artistas buscan su origen, el niño donde todo empezó. ¿Usted lo siente así, le gusta profundizar en eso?

—¡Es que el niño es el más divertido de todos! Uno va al niño porque es el que tiene las sensaciones más limpias, pero yo no tengo una sensación de estar volviendo constantemente al niño sin motivo. Yo tengo un motivo; yo vuelvo al niño porque me transmite todo el lenguaje fresco para volver a empezar cuando no estoy llegando por otros caminos. Es como cuando uno va por el bosque y, si en un momento determinado no sabe dónde está, lo mejor que puede hacer es regresarse a donde empezó, y a lo mejor encuentra la salida.

(Un integrante del equipo de producción de Serrat me hace una seña desde la puerta: debo finalizar la entrevista).

¡Usted es una alcahueta: contar estas cosas… Yo no digo nada de usted! —me reclama Serrat con una sonrisa pícara.

A pesar del aviso de desalojo, no me dejo intimidar.

—El cuento infantil que marcó su vida…

—No marcó mi vida: al que le tengo más repugnancia es a Edmundo de Amicis; el Corazón me resulta terrorífico.

—Un periodista inglés, Francis Spufford, creó una figura llamada «el libro platónico» para referirse al libro que parte la vida de uno en dos; así no sea el mejor escrito, pero nos enamoró. ¿Cuál sería el suyo?

—Los libros de [Emilio] Salgari, sin duda.

—¿Qué siente cuando ve jugar al Barcelona?

—En estos momentos, en estas circunstancias siento orgullo y satisfacción, y nunca pierdo de vista que en la vida las cosas van y vienen.

—¿Cuál ha sido el mejor jugador que ha tenido el Barça para usted?

—Para mí el más entrañable, por afecto, por relación, por idolatría —por correspondencia en el tiempo en la relación niño-jugador— pues es, sin duda, Ladislao Kubala. Probablemente, el mejor jugador que haya tenido el Barcelona es Lionel Messi.
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Al terminar esta respuesta, en mi emoción por hablar del equipo de mis afectos, le pedí a Serrat que cantara un fragmento del himno del equipo. Él se disgustó. Le ofrecí excusas, pues no era mi intención molestarlo.

Sentí mis ojos humedecidos por la vergüenza que me produjo el incidente, después de una entrevista tranquila y fluida.

Serrat me miró a la cara y dijo: «Es terrible decirle no a alguien como usted. ¡Eso es lo que me molesta!».

Culminamos la charla entre bromas, miramos otro par de poemas de José Manuel Arango. Leyó en voz alta «La bailarina sonámbula». Sin prisa.

Ese fragmento del programa fue editado del audio original. Nunca lo escucharon los oyentes. Permanece en mi memoria como el momento, nefasto, en que opaqué —sin querer— un bello encuentro con Joan Manuel Serrat. Todavía, mientras escribo estas líneas, me pregunto si fue o no una impertinencia haber hecho esa petición.

* * *

8:00 p.m. Estoy en la primera fila de butacas del Teatro Metropolitano. Frente a mí, Joan Manuel Serrat…

Estando en la cárcel, Miguel Hernández recibe una carta de su mujer en la que le cuenta que, angustiada por las circunstancias, tuvo que vender la última cabra que les quedaba: a partir de ahora su único patrimonio sería una vieja gallina ponedora de plumaje negro que atravesó con Josefina una guerra, soportó dos partos y los achuchones del pequeño Martín. Tal vez tantos acontecimientos hicieron que el pobre animal acabase poniendo los huevos debajo de la cama. Y cuando estos tampoco llegaron, no les quedaría otra que aguardar a lo que la vida trajera: tal vez las cebollas, las famosas cebollas de las más famosas nanas…

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Desperté de ser niño,
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes…
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La mañana después del concierto, a eso de las diez, sonó mi teléfono celular:

«¿Ana? Es Joan Manuel, otra vez. Quería saber si fuisteis anoche al concierto».

Sí, claro, estuve frente a usted. Me preguntó por mis impresiones del espectáculo. Le confesé que me gustaba más él solo, con su guitarra. Y colgamos.

A los cinco minutos volvió a sonar el teléfono.

«¿Ana?, ¿te gusta repetir?».

Depende, Joan Manuel —le dije—. Si se trata de un helado de chocolate, no lo pensaría dos veces.

«Bueno, me preguntaba si queréis ir esta noche de nuevo a mi concierto» (el segundo y último recital en Medellín de esa gira).

Y una vez más me senté frente a él.

Con Joan Manuel Serrat nunca son suficientes un solo concierto ni una entrevista. (Me atrevo a decir que vale la pena sonrojarse más de una vez a su lado).

Mi única queja es la misma de él, cuando interrumpieron nuestra entrevista en la sala de juntas: «¡Lástima que las puertas de este hotel estén tan bien mantenidas!».

Serrat/hijo de la luz y de la sombra. Cortesía de elPeriodico.com. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=qCwzR0etq54[/youtube]
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* Ana Cristina Restrepo Jiménez es periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana, Especialista en Periodismo Urbano e Historia del Arte. Es columnista de varios medios nacionales y regionales.

La presente entrevista hace parte de su libro «Página en Blanco», publicado por Sílaba Editores y la Alcaldía de Medellín, Colección Letras Vivas, septiembre de 2012.

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