Periodismo Cronopio

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Crónicas centroamericanas y caribeñas

CRÓNICAS CENTROAMERICANAS Y CARIBEÑAS

Por Ómar Javier Umaña*

PANAMÁ, LA OTRA REALIDAD

La zona franca de Colón es de poco más de 2 kilómetros cuadrados. La componen cerca de 2.000 locales de todo el mundo. Trabajan en ella más de 16.000 personas. Y a sus puertos llegan a todas horas –y se van–, toneladas de mercancías de todos los tipos, formas y tamaños, por los que finalmente Panamá obtiene, el 4% de su PIB.

Es la zona franca de Colón una administración autónoma con gobierno propio. La forman cientos de bodegas y edificios con propietarios de todas las creencias. La protege unos altos, fuertes y vigilados muros de concreto. Y por sus puertas entran –y salen–, turistas, negociantes y empresarios para realizar suculentos negocios en donde inmediatamente ganan unos y otros y en donde los que a veces no lo hacen, lo consiguen después en sus países, porque de la zona franca salen baratísimas mercaderías de y para todo el mundo, que como un hecho cierto, conllevan una implícita ganancia de un porcentaje de al menos dos dígitos.

Es la zona franca de Colón la segunda más grande del mundo. Su ubicación colinda por escasos centímetros con la ciudad de Colón. Pero con esta nada más tiene que ver. Y se mueven en la zona franca incontables sumas de dinero por parte de unas pocas empresas y unos pocos gremios configurándose una de las ganancias más grandes del Panamá turístico y comercial puesto que de lo obtenido, además de las bajas inversiones laborales, sólo hay unas escuálidas fiscales de las que Panamá ve un, en realidad muy pobre porcentaje, del que la zona franca ve un mínimo para su mantenimiento, y del que ciudad Colón ve absolutamente nada.

Pues es la zona franca de Colón también, una isla de riqueza en medio de una región de miseria. Su ubicación atestigua la vergüenza de la inequidad. Su dinamismo no refleja más que la permisividad de un país que se ausenta de las consignas del Estado Social de Derecho. Y en ese contraste se manifiesta la tragedia de una población que, al parecer, por ser negra y diferente, no merece una política de mejoramiento de la calidad de vida y en cambio sí, una de indiferencia en donde los a medio caerse edificios, los medio pintados muros y las medio seguras zonas públicas, resultan ser una tácita norma de la idiosincrasia de una población educada para no educarse y para trabajar en los oficios del oprobio.

Es ciudad Colón una mediana capital de una grande provincia. La hizo la historia de los esclavos traídos del Congo durante la colonia y la de los inmigrantes trabajadores venidos de las Antillas durante la construcción del canal. La rigen las tradiciones africanas y coloniales de las religiones, los bailes y el vestir. Y es su gente por los siglos de los pesados y mal pagos trabajos, pobre, desnutrida y abandonada, y en parte a causa de ello, y en otro a causa de ellos mismos, también proclive al crimen y a la hostilidad; siendo menos de la mitad, la población que logra vivir dignamente como cualquier otro ciudadano del mundo occidental y en contraprestación, más la que se agrupa en pandillas para traficar al menudeo con lo que sea, o la que se asocia con carteles para entrar en las ligas mayores del tráfico internacional, o la que se le arrima a cualquiera para con la premisa del «para lo que sea», jugarle al secuestro, al asesinato y a la extorsión.

Es ciudad Colón una olvidada ciudad del mercantilismo. Su nombre pareciera sólo servir para denominar la zona franca. Su imagen pareciera no existir para los panameños y en esa misma ruta, para los ciudadanos del mundo que la conocen. Y es también obviada Colón por el dinero que por el lado, muy de cerca, le pasa, para quedarse únicamente el pequeño puñado que sus formalizados trabajadores logran ganar y que sus informalizados niños y ancianos consiguen regalado, porque al faltarle casi todo a su población, el desempleo es crónico y entonces de los pocos caminos a transitar están los de la venta ambulante y la mendicidad.

Es ciudad Colón la hermana mísera de Ciudad de Panamá. Pertenece al mismo país de rimbombantes edificios, hoteles y casinos. Se encuentra en la misma región de las inmensas oportunidades del comercio y del canal de los dos más grandes océanos. Pero no ha ganado nada ni con la fiebre californiana del oro, ni con la separación de Colombia, ni con la construcción del canal, ni con la llegada de los estadounidenses, ni con su posterior ida, ni con los gobiernos de izquierda, ni con los de derecha, ni con la entrada de dineros lícitos, ni con la de ilícitos, ni con el dinero de la mafia, ni con el de los corruptos, ni con ninguna de las innumerables transacciones comerciales de la zona franca o de la droga que a escasos kilómetros se realizan, pues parece Colón serle invisible a las oportunidades y al mañana y a los ojos y a los oídos del hombre, pues ya desde antes de ser fundada era sucia y fea, y es además ahora, vieja, peligrosa y para pesar de todos, uno de los lugares más hostiles de la tierra.

Es ciudad Colón una ciudad en amenaza de ruina. Muchos de sus edificios se cayeron. Las edificaciones que en firme quedan, requieren una reparación inmediata. Pero la cotidianidad sigue transcurriendo como si nada de ello sucediera y entonces si a mucho, para prevenir, las personas arman sus casas de lata en las calles alejadas del cemento, o para una mejor vista, en algunos de los estables corredores de los edificios que con su parafernalia, acaban siendo el símbolo de la real ciudad; la de las ropas colgantes, los pasillos oscuros, la colorida basura, la caliente humedad, la desgastada pintura, las habitadas ruinas, los recurrentes despojos, los nauseabundos olores, los rotos vidrios, la corroída madera, los viejos carros, los abandonados ancianos, los numerosos indigentes, las temibles pandillas, la pobreza extrema, los ensordecedores sonidos, los desarticulados juguetes y lo más desconcertante: los innumerables niños.

MÁS ALLÁ DEL CANAL

Parte I

Desde los inicios del comercio colonial estuvo llamada Panamá a tener un canal. Se trazaron algunos tramos durante el dominio español, se discutieron cientos de pros y contras en los tiempos de los ferrocarriles y se iniciaron algunos desastrosos proyectos durante la era colombiana, para finalmente con el patrocinio estadounidense, lograr la unión del océano pacífico con el atlántico en un tramo de 80km de la más inteligente y avanzada ingeniería, de la que el comercio mundial se beneficia, el estado panameño se nutre económicamente, la ciudadanía se vanagloria, los turistas se asombran, pero del que a pesar de lo positivo, la historia tiene mucho para recordar.

Porque entre otras cosas, se construyó el canal con el uso de la intriga y las artimañas de las relaciones geopolíticas estadounidenses, en un hecho de despojo y dominación en el que un país por la ineptitud y corrupción de sus gobernantes se hizo el de las gafas para que otro por el sentido visionario y también de la corrupción, se hiciera a lo propio y natural, sólo que esta vez (como muchas otras, en verdad), bajo las órdenes de la nación de los mil y un beneficios pero también de los mil y un abusos; porque son innegables las cualidades del canal y apenas ridícula su negación de utilidad para un país que de pobre pasó a estable y que de no ser por sus gobernantes, sería rico; pero son también numerosos los atropellos que por ese gran acuerdo, desde entonces y para la memoria de los años, se cometieron.
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Fue su construcción una feria verdadera de la obra barata y por serlo así, sólo los empobrecidos y míseros del algodón y del azúcar de las Antillas se lanzaron dispuestos a hacer lo pesado y lo extenuante en una obra que en su primer intento francés, mató a tantos como lo hace una guerra civil, y que en su segundo, mató por fortuna a menos, pero a excepción de los empresarios y de los ingenieros, mandó a los demás obreros a sus casas apenas con lo necesario para comer y vestir, y es por ello que de la removida tierra, de las pesadas herramientas, de la hostil humedad y de la fatal fiebre amarilla, por mucha precaución habida, la falta de oportunidades se incubó para en esa población convertirse en el atraso y la violencia del Colón que hoy avergüenza al Panamá del desarrollo y la modernidad, porque es un hecho que el país mucho mejor que sus vecinos centroamericanos está, pero está también situado en el espacio mismo y bajo las consecuencias mismas de la segregación racial y económica de los siglos todos, que de cuando en cuando se denuncian, para en los tiempos de las omnipotentes fuerzas armadas estadounidenses acallarse, torturarse, desaparecerse y asesinarse; y en los actuales del capital, relegarse a la indiferencia o al boxeo.

Parte II

Pero la presencia estadounidense durante el siglo XX le imprimió también a Panamá una cantidad de bondades que, en su mayoría, tienen al istmo en una favorable posición económica, social y política, pues a pesar de los abusos sin perdón, las libertades son mayores que menores, y la educación, el trabajo y los bienes, más asequibles que inalcanzables.

La absoluta apertura de la economía ha recibido la inyección de cientos de capitales provenientes de todo el mundo, que además de trabajos de todo tipo y ganancias de todas las escalas, generan la multiculturalidad que caracteriza al país de hoy y que en contraste con su tamaño y población, configuran ciudades como la capital en donde conviven en sus clásicos barrios los latinoamericanos del buen y el ilegal oficio, los jubilados europeos de la tranquilidad, los árabes de los restaurantes y las telas, los estadounidenses de los hoteles y los casinos, los asiáticos de las tiendas, los judíos de la construcción y la zona franca, y los especuladores y lavadores de todas partes, porque así como unos robustecen la economía, otros únicamente se valen de ella. Se produce en Panamá un notorio crecimiento de la economía año tras año, y se refleja ello en la infraestructura que de aceptable pasó a envidiable, o lo que es lo mismo, a contar con sofisticadas carreteras, puertos, aeropuertos, un canal en expansión y un lujoso y hasta derrochador complejo de modernísimos edificios a los que por un lado el gobierno posiciona como la sofisticada cara y por el otro, como el invaluable sello de las oportunidades financieras y bancarias imaginables, e incluso, las inimaginables, porque a la par que en su realización y funcionamiento se permiten legales capitales, intervienen también como en cualquier paraíso fiscal, los de las estadounidenses, italianas, españolas, rusas, holandesas colombianas y mexicanas mafias, y los obtenidos tras años y componendas de asiática y latinoamericana corrupción.
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Viven en condiciones mejores la mayoría de panameños cada día y se mejoran gobierno tras gobierno sus servicios, sus salarios y sus oportunidades de acceso a una confortable vida, pero también periódicamente suben los precios de los básicos productos denotándose con ello la dinámica de la excesiva importación, que al no representarle alzas salariales a la indígena, negra y campesina población, acaba cada vez más pobre y apartada, o la verdad sea dicha: pintando para comer, ordeñando para vestir y pescando para dormir, en el paraíso de la tecnología, las exclusivas tiendas de ropa y los más monumentales hoteles.

Parte III

Es pues tan desigual Panamá como sus hermanas latinoamericanas y como consecuencia de ello, mientras los visitantes juegan en lujosos casinos su dinero, se ejecutan importantes proyectos de gentrificación y se surten los numerosos centros comerciales; la mayoría de los capitalinos residentes entienden el usual inglés que en las calles se conversa, viajan al tan anhelado Miami y adquieren los últimos modelos automovilísticos, para otra parte de la población no conocer más allá de cincuenta kilómetros de su hogar, no asegurarse un trabajo mensual y no familiarizarse con que el canal desde finales del pasado siglo, es de los panameños, por él buques durante las 24 horas del día de todos los días de todos los años navegan, y a su entrada, en promedio 300.000 dólares de peaje pagan.

Es la publicidad uno de los fuertes rubros económicos del país y por sus omnipresentes anuncios de las barriadas, las carreteras y las playas todos los productos y servicios del actual mundo se reproducen, pero por el dinamismo del consumismo, son jamás mencionadas muchas de las zonas del país, y entonces pareciera que Panamá es sólo Ciudad de Panamá y si a mucho las hoteleras playas cercanas, la zona franca y algunas de sus muchas islas y sus de paso y de consumo ciudades intermedias, que como casi todas las del país, perdieron ya la determinabilidad para convertirse en un mismo molde y un mismo operativo sistema de locales, centros comerciales y viviendas, para en la inexistencia del imaginario y apenas en lo tangible de unos pocos ciudadanos, dejar el Panamá verdaderamente panameño de sus de veras amables gentes, su ajena a las hamburguesas gastronomía, sus maneras propias de celebrar fiestas, y sus sonidos de conjugación e inventiva lírica excelentes, que al mejor estilo de Rubén Blades, glorifican la literatura, la danza y la música misma.

En parte, bien hizo Panamá al separarse de la Colombia que la subvaloraba, porque pudo hacerse así misma como bien quisieron sus gobernantes desde la era colonial; pero en parte tampoco ello todos los beneficios trajo, pues pasó la nación del yugo colombiano del abandono, al estadounidense de la explotación en el que por mucho, resultó negativamente afectada la población de los rincones, las montañas y las islas, que ahora por fortuna y a pesar de las mentiras de los medios y el control de los precios de las grandes superficies de Martinelli; ya no acepta cualquier imposición y por ende, cansada del robo de sus riquezas, le exige cárcel a sus corruptos gobernantes, una disculpa a los gobiernos estadounidenses y un alto a los carteles de la droga que escapando de la persecución colombiana y mexicana –y bajo una complicidad «norieguista»–, pretenden instalarse en el romántico Casco Viejo.
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LA COSTA NO ES SUFICIENTE

Ubicada en la violenta Centroamérica de las pandillas, el narcotráfico y la mísera ruralidad, se alza Costa Rica en casi el medio de aquel subcontinente olvidado por los dioses, el modernismo y los derechos, para, como en un debate, proponerle al hombre mismo un manifiesto de estabilidad, dignidad y posibilidad.

Comparada con sus hermanísimas naciones –exceptuándose en algunas escasas partes Panamá–, pareciera Costa Rica un país que de la noche a la mañana el poder de la vida extraterrestre, implantó con suculentos beneficios, para contrariar lo que por naturaleza, debería proliferar: el desempleo, la marginalidad y la ausencia de porvenir. Geográficamente es tan igual de bella Costa Rica como las demás naciones del centro americano, y en ellas –así como en Guatemala, Belice, San Salvador, Honduras, Nicaragua o Panamá–, majestuosos y emblemáticos volcanes, cerros, senderos, playas, islas, lagunas, animales, alturas y paisajes se encuentran, para con cada uno desestabilizar al contemporáneo hombre de los móviles y por ende, enseñarle el camino de la calma y la alentadora naturaleza, porque a diferencia de la otra Centroamérica de «La Bestia» y el sueño americano, son casi perfectos en Costa Roca el equilibrio ecoturístico y el funcionamiento del Estado.
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Tan organizado es el país que desde las guerras civiles de inicios del siglo XX, se prescindió de ejército para entonces traspasarle a la población el cuidado de ellos mismos y de su territorio, y de esa manera alcanzarse un nivel que en la más suiza de las naciones es admirado, pero que desafortunadamente, ahora los más oportunistas carteles de las drogas y las armas aprovechan para, en la huida de la persecución militar estadounidense, configurar nuevos puertos, rutas y trueques, con los que se incrementan el crimen y la violencia, y esa desafortunada inmigración de los pobres
marginados que viéndose desvalidos y sin educación, acaban aceptando por dinero, proteger las mercancías y las mafias, a cambio de sus vidas mismas. Porque ha crecido en un porcentaje –todavía menor–, el crimen en la tranquila Costa Rica, para así algunos puertos del norte y algunas calles del céntrico San José, convertirse en zonas inseguras; pero una cosa es el narcotráfico en medio del abandono, y otra, en un territorio con una estructura educativa, social, laboral, económica y políticamente eficientes, en donde la policía no es corrupta como en México o Perú, y en donde la ciudadanía no es proclive a las nefastas consecuencias de la opulencia y la violencia como en la actual Colombia.
(Continua página 2 – link más abajo)

1 COMENTARIO

  1. Crudìsima y muy acertada radiografìa de Panamà,la cual tuve la oportunidad de constatar en vivo y en directo hace dos meses que la conocì;lamentablemente es la misma historia de corrupciòn y falta de humanismo que vivencian gran parte de nuestras ciudades del centro y sur Amèrica de parte de aquellos, que por desgracia han tenido la oportunidad de dirigir en forma errònea sus destinos.

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