¿CUÁNTOS ESCRITORES HAY EN EL RELATO?
Por Lucía Alicia Ponce Correa*
Parada en la puerta del edificio —Diagonal 580 Barcelona/España— le tiemblan las piernas. Está por conocer a la Mama grande. Es la agente editorial de tantos gigantes, que los nombres de Cortázar, Neruda y García Márquez, son tan solo la punta del iceberg. Cuando pulsa el timbre de la puerta se percata —como siempre— que se ha metido en algo que le queda grande. Sí, ama la literatura, ama los retos, ama las emociones…pero vaya sensación de mariposas en el estómago tiene en este momento. ¿Qué hace en la puerta de la agencia editorial Carmen Balcells?
Es un día soleado, debería visitar plazas y ramblas en Barcelona, tomar aperitivos y gozar la vida.
Pero no. Como es costumbre, busca problemas.
Alguien cuya cara no podría describir, una mujer de mediana edad con aspecto intelectual —o son los nervios que le hacen ver a todos con aspecto intelectual— abre la puerta, saluda con amabilidad y la conduce a una sala de reuniones. Las piernas vuelven a temblar, es una sala acogedora y muy arreglada, en las paredes hay fotos de Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Onetti, Goytisolo y muchos más. ¿Está en el lugar donde hace cincuenta años se sentaron ellos, con ella, a hacer el «boom»? Tal vez no. Pero seguro han estado allí muchas veces. Este instante queda grabado en su alma, no como agradable, sí como intenso.
Espera unos momentos, está tensa, camina por la sala, mira las fotos con los brazos cruzados en la espalda, finge —ante sí misma— que está relajada. Se pregunta cómo será ella. Tiene que ser feroz para haber hecho lo que hizo, cambió el panorama de los escritores, después de ella ya no fue igual, decidió ponerse en medio de editores y escritores, puso empeño en robar autores a los editores y construir para los escritores un mercado libre. Libre de contratos eternos y de liquidaciones mínimas.
Alicia sabe que lo logró por su carácter rebelde y montaraz, conoce la historia de Carmen. Viene de un pueblo pequeño en Lérida, de una familia rural, estudió en un colegio de monjas y se graduó en comercio. Trabajó con Vintilia Horia en su agencia literaria, hasta que éste ganó el premio Goncourt y decidió ir a París. Antes de viajar cedió a Carmen los clientes de la agencia. A partir de entonces, bajo la batuta de Carmen, todo caminó con precisión y rapidez, dicen que para negociar es «astuta como una campesina». Cuatro años más tarde ya representaba a varios de los que serían autores respetados a ambos lados del Atlántico. Y la lista no hizo sino crecer hasta llegar a números impresionantes, entre ellos, los Nobel: Asturias, Neruda, Aleixandre, García Márquez, Cela y Vargas Llosa. Cuarenta años después se retiró. Pero volvió tras ocho años de descanso, porque quien la sustituyó perdió la representación de Roberto Bolaño y Guillermo Cabrera Infante. Así es Carmen.
Alicia va a conversar con una mujer que charla a diario con las mejores plumas de Iberoamérica. Tiene una cita para visitarla. No sabe de qué va a hablar. Ni para qué vino. Allí está, con su pequeño capote rojo, frente a la puerta de toriles, a segundos de enfrentar el miura que va a salir.
No sabe cómo, pero consigue calmarse y aparentar serenidad. De pronto escucha una voz fuerte, una voz que suena molesta:
—«¿Ya llegó ésa señora?»
Y siente pasos que se acercan…
Cuatro meses antes se amarró el nudo que hoy toca desatar.
Alicia y su mamá compiten con frecuencia sobre quién de las dos conoce más personalidades en el mundo del arte. Es típico oír a una de ellas jactarse de haber estado la víspera con algún pintor, escritor o músico, conocido en el medio. Ambas gozan de la literatura, el teatro y las exposiciones de pintura, y parte del encanto es alardear ante la otra cuando han asistido a algo bueno.
—Adivina con quién estuve ayer…
Alicia leyó «Afrodita» de Isabel Allende, el libro habla de recetas de cocina y erotismo. Le pareció deliciosa una receta que menciona Allende, es una receta que probó donde Carmen Balcells —cuenta en el libro— «…la famosa agente literaria, cuya sola presencia causa sudor helado a los editores… cuando me prepara el cocido de Carmen… es imposible describir el aroma de sus cacerolas… el sabor de ese caldo levanta–muertos… la textura de los trozos de morcilla, pollo y carne que se deshacen en la boca… en la mesa redonda la vajilla es de fina porcelana… el mantel de lino almidonado… las copas de cristal cortado… y las cucharas de pesada plata antigua…»
A Alicia le gusta cocinar y comer. Le impresionó la idea de sentarse a comer delicioso en un ambiente tan fino y con la mejor conversación entre escritores y la Balcells. Para variar, fantaseó con ser invitada a una cena en Barcelona, no hablar pío… solo escuchar… volar… y comer rico.
Visitó a su mamá y comentó sobre la famosa Carmen Balcells y su mesa de deliciosos platos. Estaba segura de que ella no sabía quién era la agente literaria. Esa tarde su mamá hizo jaque mate en la eterna competencia sobre personajes del mundo artístico.
—Yo soy amiga de Carmen Balcells.
Cuando Alicia entendió que no era una broma, tuvo que encajar el golpe maestro.
—¡No puede ser!
La mamá se burló mucho. Explicó que en el año 2000 se organizó en Quito un encuentro de escritores, a ella le encargaron contactar con Álvaro Mutis para invitarlo al encuentro. Cuando preguntó cómo podía localizar a Mutis, le indicaron que solo a través de Carmen Balcells. Y por ello, habló muchas veces al teléfono con Carmen.
—Voy a España y seguro a Barcelona, tienes que conseguir una cita con Carmen para mí.
Y la mamá —con la tenacidad que le caracteriza— llamó un millón de veces a Barcelona, hasta que consiguió la cita. Llamó cuando el papá salía a caminar al parque, él detesta que se hagan llamadas internacionales desde la casa, y peor aún, múltiples llamadas.
Está en la sala… siente pasos que se acercan
Le llama la atención la silla de ruedas. No sabía que la usara. El aspecto es el mismo de las fotos. Y está enojada.
Después de los saludos, Carmen le ofrece algo de beber.
—Un café, gracias.
No sabe por qué pide café. Cuando está nerviosa derrama todo.
—Y bueno ¿en qué puedo servirle? ¿Usted quiere que leamos su novela?
El tono es agresivo. Alicia le está quitando su valioso tiempo y seguro para pedir algo. Alicia está escribiendo una novela que ni en sueños ha terminado y lo último que se le hubiera ocurrido es pedir que la lea. En verdad no sabe a qué vino, aparte de conversar con la Mama grande.
No traigo una novela, solo quería conocerle y entregarle este regalo de parte de mi mamá.
Abrió el paquete y miró complacida las toallas bordadas por los nativos de Zuleta. Su actitud empezó a cambiar.
A causa de los nervios, Alicia ríe. Ríe durante toda la entrevista. La risa nerviosa ante situaciones límite es un rasgo de familia, esto desarma a la enojada Carmen. Una señora en jeans, nada elegante, mejor dicho algo hippie, llega de Sudamérica con unas toallas muy lindas bordadas a mano… a conversar… riendo. No viene a pedir nada. Sorprende. Carmen suaviza el tono. Poco a poco la conversación fluye.
—¿Y el Gabo, está escribiendo?
—Hay rumores que el Gabo ya no escribe.
—Si, si …está escribiendo.
Alicia no se atreve a topar temas literarios, cualquier cosa que diga sonará ridícula e ignorante.
Conversan sobre Ecuador, Alicia la invita a visitarlo, pondera la belleza de su país. En una revista leyó que Carmen viajó con uno de sus escritores a Sudamérica, que se hizo una limpia con un chamán en algún lugar pintoresco de la selva. Lo comenta. Ella recuerda y ríe. ¡Ríe!
La despedida es muy amable. Con otra sonrisa, se despide hasta siempre de Carmen Balcells.
Alicia sale a la calle. Respira aliviada. Necesita comer aperitivos y tomar cerveza, entra al primer bar que encuentra. Otro Everest que subió y bajó, ¿será el último? Mientras se atiborra de huevos rotos, pescaíto frito y anchoas, decide trepar al cementerio de Montjuic para caminar los pasos de La sombra del viento. Ruiz Zafón no le parece gran cosa como escritor, pero es una historia de libros viejos en Barcelona, y ella está en Barcelona.
De pronto una llamada al teléfono, es la secretaria de la agencia Balcells, le pide pasar por las oficinas a retirar un regalo que Carmen le quiere hacer. Es una entrada para la noche a un concierto en el Palau de la Música Catalana. Y unos libros.
La generosidad de Carmen es algo de lo cual ha oído comentar con frecuencia.
El último recuerdo de Barcelona es el fantástico Palau de la Música , la toute Barcelona, en pieles y joyas y deliciosos perfumes. Y ella, en bluejeans.
Si corría a cambiarse de ropa no llegaba al concierto.
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* Lucía Alicia Ponce Correa tiene 58 años. Es ecuatoriana. De profesión economista. Cuenta con los siguientes libros publicados:
· THOSE WERE THE DAYS MY FRIEND (2006) Editorial El Conejo Quito — Ecuador
· ONE OF THEM STOLE IT (2008) V&O Gráficas Quito—Ecuador
· Trabajos:
· Empleo Finanzas Empresa AGROMOD 1980
· Empleo Finanzas Empresa MARTINIZING (15 años hasta 2009)
· Negocio propio LIBRERÍA «TOLOMEO» (compra—venta de libros de segunda mano desde 2010 hasta la fecha )