ROBERTO CALDERÓN Y SU SANJUANERA, DE SAN JUAN PARA EL MUNDO
Por Ever Mejía*
Desde su bautizo estuvo rodeado de acordeones, su ambiente siempre fue propicio para la parranda. Su currículo dice que es arquitecto, pero en la historia nadie lo recordará por las edificaciones que planificó, porque el guajiro Roberto Calderón Cujia siempre estará en la memoria del folclor vallenato por sus obras musicales y por construir letras con los paisajes de su querido San Juan del Cesar [1].
Al escucharlo hablar, te das cuenta de que es un personaje del realismo mágico como a los que que tanto hizo referencia Gabriel García Márquez. El compositor afirma con seguridad que el Río Cesar, cuando pasa por San Juan, tiene una connotación distinta a todos los ríos del mundo: lo que lo hace diferente es que cuando la corriente pasa por las piedras va dejando una melodía que el compositor sanjuanero sabe interpretar. El artista inmortaliza esto que parece un mito y que para él es realidad, en su gran obra «Luna sanjuanera»:
Río Cesar querido,
Canta mi canción,
Voz del pueblo mío.
Soy el que canta,
Soy el trovero,
Soy el cantor.
«Luna sanjuanera» es un himno para San Juan del Cesar, una canción que identifica al pueblo. En los colegios se enseña primero el Himno Nacional y luego Luna Sanjuanera. Quizás por eso el 20 de julio, día de la Independencia de Colombia, cuando Roberto Calderón concede esta entrevista en un centro comercial de Barranquilla, afirma con orgullosa serenidad que alguien en su pueblo puede estar entonando cualquiera de las dos piezas musicales, la que representa a la Nación y la que es símbolo de su terruño. El compositor está convencido, y así mira a su novia, la sanjuanera Alba Gaméz Manjarrés, quien lo acompaña en esta entrevista y coincide con él en que la luna de San Juan se ve más cerquita que en cualquier otra parte del mundo, cuando sale por el Cerro de Cañaverales, caserío cercano a San Juan. Antes de esta canción los sanjuaneros casi que ignoraban la luna, sin embargo, hoy es motivo de orgullo para su pueblo y los compositores guajiros le dan una preponderancia mayor. Incluso los turistas se acercan al municipio a observar la hermosa perla. Roberto ha acompañado a los europeos que se acercan al pueblo en los recorridos turísticos de La Guajira y les canta estos versos a ellos y en especial a la luna:
Luna de diciembre,
Luna Sanjuanera,
Dile que regrese
Porque no aguanto,
Porque no aguanto.
Vuelve mi negra.
Los sanjuaneros se sienten parte del folclor vallenato con el solo hecho de tocar las palmas.
Desde niño Roberto Calderón fue parte de ese ambiente, pero hubo un suceso inolvidable que lo vinculó más al vallenato: era un domingo cualquiera, él tenía alrededor de diez años y su costumbre era compartir junto con su familia en la finca de su abuelo. En una ocasión su tío Julio Cujia, gerente de la Caja Agraria de Valledupar, llevó al reconocido compositor Leandro Díaz. En medio de la parranda, Leandro Díaz, que tenía la particularidad de ser ciego, sacó una dulzaina y empezó a tocar y a cantar sus canciones.
Ese día la familia Calderón Cujía disfrutó mucho la parranda dirigida por Leandro Díaz. Pero nadie imaginaría que el corazón del pequeño Roberto quedaría embelesado por la melodía, y que de su mente jamás saldrían los versos como: «las aguas claras del Río Tocaimo me dieron fuerzas para cantar». Simplemente estaba impresionado al presenciar a un hombre que no podía ver, pero que sabía que las aguas del río eran claras y cómo podía expresar sus sentimientos a través de la música.
Dios los creó y ellos se juntaron: Roberto se vinculó al mundo musical desde muy temprano, estaba con el acordeonero William Fuentes, y siempre intentaba juntarse con los compositores Hernando Marín y Máximo Movil. No obstante, este compositor guajiro contó con la suerte de irse a estudiar el bachillerato en el Colegio Loperena en Valledupar, donde encontró su ambiente porque conoció a Rafael Orozco, Armando Moscote, a Diomedes Díaz, en definitiva era una camada de jóvenes que soñaban con ser cantantes, compositores, acordeoneros y guacharaqueros. En vacaciones volvía feliz a San Juan del Cesar porque contaba todas las experiencias vallenatas que vivía en el Loperena.
Al haber tantos jóvenes con aptitudes de cantantes, se organizó en el Colegio Loperena el primer Festival de Música. A pesar de que Roberto no tenía la vocación de ser cantante, se inscribió y obtuvo el nada despreciable segundo lugar interpretando «El estudiante pobre» de los Hermanos Zuleta, solo por detrás del «Cachaco» Jiménez.
Los recreos eran cien por ciento musicales, en las bancas de Loperena debatían quién era el mejor artista del momento, cantaban las letras que se sabían y compartían las que estaban surgiendo. Finalmente, el grupo se desintegró: Roberto se graduó, Diomedes y Rafael no terminaron, y así con otros de la camada musical. Eso sí, en cada ocasión que se encontraban recordaban esos momentos felices en el Loperena, donde forjaron amistades que perduraron en el tiempo.
Roberto tenía un bagaje musical por haberse formado en un ambiente de artistas vallenatos. Apenas tenía 18 años cuando se enamoró de la jovencita Sara Acosta que estudiaba en la Escuela Normal de San Juan. Le dio por sentarse en la habitación de su casa y casi sin darse cuenta ya tenía la primera canción. Sin embargo, no creía que eso que escribió fuese una canción, solo se dio cuenta una noche en el Kiosco Parrandero de ‘Joselito’ Parodi.
Esa noche organizaron una parranda en el Kiosco Parrandero donde fueron invitados Gustavo Gutiérrez, Sergio Moya Molina, Hernando Marín y Máximo Movil, el joven Roberto se sumó para acompañar como guacharaquero o para hacer algún coro. Llegó el momento de la parranda y no habían llegado los reconocidos artistas, entonces le dijeron a Roberto que se cantara una canción para empezar, ese fue entonces el momento en el que estos versos salieron de su alma:
He visto en el invierno
Secar un río
Formando algo divino,
No sé por qué.
En esa misma forma
Murió el amor mío
Después de que la quería.
Cómo son las cosas, ahora la olvidé.
«Experiencias», de la autoría de Roberto Calderón, fue su gran debut, sin quererlo y sin planearlo; la gente lo aplaudió muchísimo. Luego llegaron los compositores y cantaron durante toda la noche, pero a eso de las dos de la madrugada le volvieron a pedir que cantara su canción. Al terminar de cantar, recibió los abrazos de los grandes, de Gustavo Gutiérrez, Hernando Marín y Sergio Moya. Roberto terminó esa noche emocionado, con el pecho enardecido tras la acogida que tuvo en su estreno.
Roberto pensó que ya todo había terminado, no esperaba que diez días después de su presentación estuvieran Oscar Negrete y Adalberto Aliño en San Juan, y que llegaran a su casa para que les grabara la canción.
Pasó el tiempo, Roberto se encontraba en Barranquilla para iniciar su carrera de pregrado en Arquitectura en la Universidad del Atlántico. Junto a tres amigos de la provincia, que también iniciaban su etapa universitaria, estaban escuchando la radio en la terraza de la residencia donde se hospedaban. Tenían sintonizada la emisora La Voz de Barranquilla, en el programa Festival Vallenato, donde locutaba Lenín Bueno Suárez, quien tenía un alboroto impresionante porque estaba presentando el lanzamiento de un L.P. Cuando leyó el nombre de Roberto Calderón: «un nuevo compositor que sale a la palestra», los jóvenes salieron desesperados a la emisora, no tenían plata, y se fueron a pie, cuando llegaron ya se había acabado el programa, tan solo recibieron un par de saludos. Pero Roberto Calderón, con tan solo 19 años, durmió esa noche con una sensación inefable por haber escuchado su composición en la radio. «Experiencias».
Las alegrías musicales no dejarían de llegarle a Roberto Calderón. A los 20 años tuvo una novia que era prima de la novia de Beto Zabaleta. Las muchachas vivían en El Molino, que para aquel entonces era un corregimiento de Villanueva. Ellos vivían en San Juan y siempre acordaban para irse a visitar a las novias. En una ocasión, Beto sorprendió a Roberto en la casa comentándole que el representativo acordeonero Emilio Oviedo le pidió grabar un L.P., y le preguntó a Roberto que si tenía alguna canción a la mano. Fue entonces cuando le entregó «Recordaciones». Eso fue un trampolín importantísimo para el compositor, porque ya Zabaleta hacía parte de los prodigios del vallenato. La amistad de Roberto y Beto ha perdurado en el tiempo, tanto así que el sanjuanero es padrino de una de hija de Zabaleta.
Su nombre se empezaba a propagar en el mundo del vallenato. Un día, Silvio Britto llegó a su casa acompañado de Osmel Meriño para pedirle una composición. En ese momento estaba escribiendo «Llegaste a mí», la cual fue un éxito total. Con tan solo tres canciones y 20 años Roberto Calderón ya era muy codiciado en el mundo del vallenato. Recién ahí se dio cuenta de que era un compositor con todas las letras.
Cada día estaba más metido en el mundo del vallenato. Una tarde se presentó el acordeonero Israel Romero en San Juan para convidarlo a ir a Fonseca, porque en una caseta cantaría Jorge Oñate. Fueron exclusivamente a intentar conocerlo. Ya eran las siete de la noche y los dos jóvenes no habían podido ingresar a la caseta donde estaba Jorge Oñate, Roberto estaba resignado porque ellos no tenían plata para ingresar, pero Israel que era más osado le dijo que de ninguna manera se iban a ir sin antes entrar. Israel pidió un acordeón prestado y se camufló como músico para acceder a la caseta, Roberto luego consiguió una tumbadora, y también entró. Ya adentro, el periodista Oñate Rivera los presentó con el cantante antes de que subiera a la tarima. Roberto lo abrazó y entonces Jorge Oñate le dijo unas palabras inenarrables para el compositor: «Yo por ahí oí tu nombre, le grabaste a Silvio Brito y a Beto Zabaleta; necesito una canción tuya». «Siempre, siempre» fue la primera que le grabó esta leyenda del vallenato a Roberto Calderón.
La posibilidad de ser cantante para Roberto Calderón no quedaría solo en aquel concurso de música del Colegio Loperena, donde ocupó el segundo lugar. Varias veces tuvo la posibilidad de ser cantante, pero las circunstancias no se concretaron.
En una ocasión que Jorge Oñate se separó del Chiche Martínez, lo mandaron a llamar desde Bogotá de lo que es hoy la Sony Music, porque entre los compositores, Roberto era de los que mejor presentaba sus canciones. Ya todo estaba acordado, pero desde Sony lo llamaron para avisarle que en 15 días debían estar grabando, sin embargo, para ese tiempo Roberto estaba en exámenes finales en la Universidad del Atlántico, y debido al significado sagrado que tenían esos exámenes para él tuvo que pedirle a Sony Music al menos un mes para grabar. Finalmente se cayó el acuerdo porque la compañía disquera quería un disco rápido para levantar la imagen del Chiche Martínez que se iba a presentar en el Festival Vallenato.
La segunda oportunidad que se le presentó para ser cantante fue cuando Beto Zabaleta terminó su relación con Emilio Oviedo. El acordeonero le pidió a Roberto que hicieran dupla porque tenía buena voz. Ambos estaban ya en Medellín hospedados en el Hotel Nutibara para arreglar el contrato con la compañía disquera Codiscos, pero no pudieron llegar a un acuerdo por culpa del mismo Emilio Oviedo, quien pretendía ganar más que su compañero, porque consideraba que él tenía toda la experiencia, mientras Roberto Calderón aún no debutaba como cantante, y para aquel no era justo que cobraran lo mismo.
Pero el viaje a Medellín no terminó siendo amargo para el compositor, porque en ese proceso se encontró con un viejo amigo del bachillerato. Se trataba de Rafael Orozco, quien estaba en el Hotel Nutibara y en la recepción se enteró de que su amigo Roberto Calderón también estaba hospedado allí. Rafael subió a la habitación de Roberto y se dieron un fraternal abrazo. El cantante oriundo de Becerril entre risas le dijo: «¿tú qué haces por aquí, vas a grabar con Emilio Oviedo? Estás quema’o de salida… tú no te puedes ir pa’ Barranquilla sin grabarme una canción». Entonces buscaron la guitarra y le grabó la canción. No grabó como cantante, pero se fue de Medellín alegre y orgulloso porque se rencontró con su gran amigo del colegio y le compuso una canción que llevaría el título del L.P., «Enamorado como siempre». Roberto Calderón eligió ser cabeza de ratón y no cola de león. Tan solo fue en 2011 cuando lanzó su C.D. como cantautor titulado «El compositor por dentro».
Así como grandes artistas ayudaron a popularizar el nombre de Roberto Calderón, él también llevó a varios artistas a la palestra, entre ellos a su amigo de crianza Juancho Rois cuando le entregó la canción que llevó el título de su primer C.D., «El Fuete», en el que hizo dupla con Juan Piña. Al poco tiempo Juancho le devolvió el favor cuando empezó a hacer dupla con Diomedes Díaz: ellos se iban de Valledupar a Bogotá a grabar el álbum «La locura», pero Juancho le dijo a Diomedes que él se iba en bus para Barranquilla porque quería recoger una composición de Roberto Calderón. Así lo hizo y en Barranquilla grabaron la canción «Lo más Bonito», luego junto a Sandro Zucchini iniciaron una parranda en la que verseaban:
Lo más bonito en la vida
Es querer con toda el alma,
Es brindarle a quien nos ama
La felicidad sentida prueba fiel del corazón.
Mientras estaban borrachos, el compositor narraba cómo se inspiró en la letra: «Estaba en la cafetería y una amiga de la facultad de Economía preguntó quién tenía para el bus; revisé los bolsillos y saqué el bus mío [2] y se lo di a ella. Cuando ella se fue, pues me quedé sin bus, entonces en mi interior pensé en la forma tan sentimental y abrumadora como ella me preguntó quién tenía para el bus. Sintiendo esa necesidad, lo vi como un dolor en el alma».
Después de esos éxitos, llegó un momento cumbre para la vida de Roberto Calderón. Estaba de cuerpo en Barranquilla, pero su mente estaba en el Festival de Compositores de San Juan del Cesar que se aproximaba, quería componerle algo a su querido pueblo. Una tarde en la cafetería de la Universidad del Atlántico cogió un lápiz y
una servilleta, y anotó las palabras determinantes para contar la historia de su pueblo: Río Cesar, la luna, las costumbres de mi tierra, los amigos, la novia. Además, le agregó la melancolía que sentía por no poder estar en su tierra todo el tiempo, el no poder compartir con su novia.
Al llegar a su pensión, agarró la guitarra, y la melodía surgió como mandada por Dios. En su corazón tenía esa melodía subliminal que demostraba el arraigo que le tienen los provincianos a su tierra. Pensó en la melancolía cada vez que salía de San Juan para Barranquilla, pensó en la distancia y escribió los primeros versos:
Yo sé que tú te alejas
Como el ave que se va,
Dejando mi pobre alma
Triste con una ilusión.
El compositor reflexionó consigo mismo y recordó cada puente en el que regresaba a su tierra:
Pero sé que tú vuelves
Tú tendrás que regresar,
No podrás olvidar,
No podrás olvidar aquel tiempo legal.
En el Festival de Compositores concursó con la canción «Luna sanjuanera», el jurado no le otorgó el premio de mejor composición a su canción, pero su recompensa fue muchísimo mayor. A kilómetros de distancia se encontraba en su finca el talentoso acordeonista y gran compositor Emilianito Zuleta, escuchando el Festival a través de la emisora Radio Guatapurí. Al día siguiente, San Juan se conmocionó por la presencia del distinguido personaje de la dinastía Zuleta, quien llegó en su Jeep Willys a la puerta de la casa de Roberto Calderón para pedirle la canción «Luna sanjuanera». Cuando el compositor escribió sus versos a San Juan del Cesar, jamás imaginó que se convertiría en el himno folclórico de la tierra que lo vio nacer, en la voz y acordeón de Los hermanos Zuleta. Nunca pensó en que quedaría inmortalizado de esa manera en la historia del vallenato. Lejos de su imaginación también estaba que hasta la Filarmónica de Londres le grabara esa composición.
La historia de Roberto Calderón siguió plagada de éxitos artísticos. También se graduó como arquitecto, ocupó cargos públicos en la Gobernación del Atlántico y tuvo reconocimientos por su desempeño laboral. Su vida tampoco estuvo exenta de polémica, como el 12 de junio de 2009 cuando dos jóvenes cayeron por la ventana de su apartamento, ubicado en el octavo piso de Balcones del Country. La familia de los jóvenes lo acusó de asesino, sin embargo, no se le han imputado cargos y en el proceso no se encuentra como indiciado. Él asegura que tiene la conciencia tranquila.
Luego de haberle compuesto canciones a los juglares del vallenato, las letras de Roberto Calderón aparecieron en una de las nuevas voces del vallenato, en la de Silvestre Dangond. «Aunque después me duela» fue un éxito absoluto, lo que llama la atención del compositor es que pensó que iba a tener acogida en las personas mayores por la temática que se refiere a un hombre mayor que está con una mujer a la que «supera el doble sus calendarios», pero el gran recibimiento lo tuvo el público joven, algo que para el compositor es motivo de orgullo porque con sus letras no solo le llegó a su generación, sino que impactó en la nueva generación oyente de la música vallenata.
Es 20 de julio, día de la independencia de Colombia, terminamos de conversar, la tarde está terminando de caer, Roberto se levanta, se va alejando de mí y de la muchedumbre. Se va sujetando la mano de su novia sanjuanera, que ahora parece ser la luna que lo acompaña.
NOTAS
[1] Pronunciación aguda: /Cesár/ N. del E.
[2] Posiblemente se refiere al «pasaje para el bus» N. del E.
Esta es la historia, de Roberto Calderón Cujía. Cortesía de Nandovallenato 1. Pulsa para escuchar la canción
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* Ever Mejía (Barranquilla, 21 de agosto de 1997) es un estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Ejerce el periodismo de forma permanente en los medios de comunicación La Cháchara y el Periódico El Punto. Ha publicado en el periódico El Espectador y también es auxiliar de investigación de la Misión de Observación Electoral.