CASTILLOS DE PORTUGAL: HERMOSAS ESTAMPAS INAMOVIBLES
Por Pedro Silva*
MONSARAZ
La villa alentejana aquí retratada posee una belleza particular. En el momento en que la visitamos conocemos de antemano las particularidades de esta área geográfica, entre las cuales se destacan las extensas llanuras, las culturas de los latifundios, el calor abrasador en el periodo de verano, así como la hospitalidad de sus gentes y la calidad de su gastronomía. Sin embargo, cuando nos aproximamos a Monsaraz percibimos que, por aquí, también la historia es digna de realce y en breve nos enamoramos de esta localidad, al punto que aquí regresaremos siempre que podamos. Para además de eso, su interés reside, igualmente, en su conexión con La Orden de Cristo, sucedánea del Templo en Portugal.
Básicamente en ella encontramos una extensa muralla que envuelve toda la zona antigua. Es necesario resaltar que el castillo fue construido en el reinado de D. Afonso III, más concretamente en 1232, cuando la victoria sobre los moros se hizo una realidad palpable. Y, además de eso, la gran verdad es que sólo hasta el siglo XVII, las murallas fortificadas fueron levantadas para defender mejor la fortaleza de las embestidas españolas.
Es una región hospitalaria, incluyendo sus habitantes, siempre dispuestos a saludar a los transeúntes o a suministrar cualquier explicación sobre el mejor destino a tomar para encontrar determinado monumento.
PRODIGIOS EN CADA ESQUINA
A la par de un prolífico patrimonio religioso, que surge frente a nuestros ojos a la vuelta de cada esquina, y de donde destacaríamos la Ermita de Santa Catarina, la Capilla de San Benedicto y la Iglesia Matriz de Santa María de la Laguna. Monsaraz ofrece una vasta despensa de vestigios arqueológicos, área que siempre nos fascina y, de este modo, aprovechamos para conocer. Desde ya recomendamos vivamente locales como el Cromeleque del Xerez, el Menir del Outeiro en la casa de campo de Penedo Comprido, el Conjunto Megalítico del Olival de la Coge y el Menir de la Bulhoa.
Formando parte del Concejo de Reguengos de Monsaraz, este pueblo tiene cerca de mil habitantes, distribuidos en un área de cien kilómetros cuadrados. Está íntimamente conectada a la figura de Geraldo «Sin Pavor», cuya historia todos conocen por aquí, y está a 183 kilómetros de Lisboa, o bien 440 de la ciudad norteña del Puerto. Su patrona es Santa María de la Laguna. A ella se le dedica un importante templo religioso que ya mencionamos en los anteriores párrafos.
Todos los castillos que haremos mención, fueron edificados de forma paulatina. En los últimos años existió un conjunto de castillos que nos han venido sorprendiendo gratamente. Vale la pena una explicación: antes de cada visita, tuvimos el cuidado de investigar informaciones e imágenes sobre los espacios que iríamos a conocer al día siguiente. Eso nos permitió, con gran fiabilidad, hacer una previsión visual y personal de lo que iríamos a encontrar. Ahora, atendiendo a que todos los sitios fueron seleccionados por su interés, lo cierto es que algunas imágenes y textos no fueron suficientemente aclarativos y, en el caso concreto de Montemor el Viejo, el impacto visual fue aún más positivo de lo esperado, de ahí que tengamos la grata felicidad de referirlo en esta obra, de modo que pueda entusiasmar, aún más, al lector en el interés por el conocimiento físico de esta fortaleza.
De origen antiguo, por lo menos hay datos que confirman su existencia ya el año 848. Los portugueses supieron utilizarlo convenientemente: fue una barrera para protegerse de las embestidas de los enemigos militares y, al largo de los años, sirvió después como seguro para los infantes, es decir, los hijos de los reyes portugueses. Además de eso, su extraordinaria dimensión permitía, según crónicas de la época, acuartelar cerca de cinco mil hombres. A pesar de los malos tratos dados por los franceses en fuga, a comienzos del siglo XIX, lo cierto es que hoy el castillo de Montemor el Viejo se encuentra en buen estado de preservación, incluyendo la Iglesia de Santa María de Alcáçova, localizada en el interior del mismo y de visita obligatoria.
MÁS SOBRE MONTEMOR EL VIEJO
Además del castillo, destacamos puntos de parada obligatorios como la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, la Capilla de la Misericordia, la Iglesia de San Martinho y también el Solar de los Alarcões. La vertiente intelectual más reciente sostiene que Montemor el Viejo fue renovado, con un interesante teatro (El Teatro Ester de Carvalho) donde las nuevas generaciones pueden tomar contacto con las mejores expresiones artísticas y culturales.
Parte integrante del distrito de Coimbra, esa mítica ciudad estudiantil, considerada de forma unánime capital del conocimiento, Montemor el Viejo es una villa de dimensiones reducidas, con menos de tres mil habitantes, según el último censo nacional, teniendo la conmemoración municipal el día 8 de septiembre. Está a 129 kilómetros de la ciudad del Puerto y 208 de Lisboa. Se podría considerar un pueblo bien localizado.
ÓVIDOS
La lindísima villa de Óbidos, que posee una versión homónima, en términos de toponimia en Brasil, más concretamente en el Estado de Pará, es una zona geográfica bendecida por el clima y por los legados históricos, razón por la cual su castillo ha sido apreciado a lo largo de los tiempos.
Erigida a 79 metros sobre el nivel del mar, la fortaleza, de formato rectangular irregular, se extiende con murallas que miden más de 1,5 kilómetros, siendo acompasadas por diversas torres, como la del Facho y, obviamente, por varias puertas, con denominaciones igualmente interesantes, de donde realzamos la de Nuestra Señora de la Piedad.
En el interior del castillo de Óbidos, se destaca el Crucero de la Memoria, el Pelourinho local, de contornos distinguidos y, ligeramente cerca de las murallas externas del pueblo. El acueducto da siempre respaldo a la memoria de un pasado en el que el agua, fuente de vida, discurría por estos canales pétreos, hoy día en total desuso.
En el campo histórico propiamente dicho, el castillo de Óbidos aparece en documentos oficiales del año de 1153, en el siguiente reinado de D. Alfonso Henriques entre 1185 y 1211. Se han efectuado varias obras de restauración. Después de D. Dinis, que decidió ofrecer la fortaleza a su esposa, la reina Santa Isabel, todas las reinas portuguesas pasaron a obtener como dote, automáticamente, la fortaleza de Óbidos hasta 1834.
ENTRE EL MEDIOEVO Y EL CHOCOLATE
Los últimos tiempos han proporcionado, felizmente, un merecido tratamiento mediático a la Villa de Óbidos, ya sea por las reconstrucciones históricas del periodo medieval, aprovechando el cerco de sus murallas; ya sea por el Festival del Chocolate con una edición anual, dejando a todos con el antojo de regresar al evento del año entrante.
La Capilla de Nuestra Señora de Carmo o la Iglesia de Santa María son sólo dos elementos patrimoniales que se juntan a todo lo que ya referimos, y que revelan la importancia del pueblo y de sus alrededores.
En el centro de Portugal, la villa de Óbidos, incorporada al distrito de Leiria, tiene un número de habitantes superior a la decena de millar. El templo más destacado, como ya lo mencionamos es Santa María. Por último, la referencia obvia a las distancias de las principales ciudades, método que permite hacer valoraciones sobre un eventual plan de viaje para todos los interesados en llegar a Óbidos se encuentra a 238 kilómetros de la ciudad del Puerto y a sólo 81 de Lisboa.
OURÉM
A pesar de que seamos naturales de esta región de Portugal, y que siempre hayamos vivido allí, lo cierto es que sólo ahora descubrimos los encantos del Castillo de Ourém, un pueblo que, tal como el anterior, también tiene su homónimo en un municipio brasileño de la zona provincial de Pará.
Aparte de esta cuestión, conviene referir que el pueblo de Ourém se divide en dos partes distintas: una más moderna, en la zona baja; mientras que la antigua, incrustada en el seno de la fortaleza medieval, se encuentra en la cima de una colina, con una cota superior a los trescientos metros sobre el nivel del mar.
El castillo, de planta triangular irregular, se destaca dominando el paisaje, y ofreciéndonos una original plaza de armas, con cisterna ojival; también se destacan los Paços del Duque, que anteriormente fueron el lugar de residencia para los señores de la villa.
Según se sabe, el antiguo Portuns de Auren o Portum Ourens pasó a formar parte de la corona nacional en el año de 1142, en el periodo anterior a la independencia, lo que no deja de ser relevante, pues confirma nuestra idea de que haya sido crucial en la línea defensiva conformada por castillos como los de Leiria, Soure o Pombal.
Es el rey D. Afonso II quien le otorga fuero, en el inicio del siglo XII, y desde entonces pasó de ser un dominio directo del rey. Pasó entonces a las manos de los Condes de Ourém, cuyo linaje tuvo inicio en el reinado de D. Pedro I (1357-1367) por el noble D. João Afonso Telo de Menezes, siendo clasificado como Monumento Nacional en 1910.
MÁS QUE UN DESTINO RELIGIOSO
Aquí cerca de Ourém, como es sabido, se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de Fátima, espacio relevante en el campo religioso y de la tradición popular. Sin embargo, el área que rodea a Ourém tiene aún más para ofrecer al visitante, expresamente la Iglesia Matriz, el típico Pelourinho, así como la Sierra de Aire, y que es un ejemplar magnífico de la importancia de la naturaleza dentro de la geografía de un país.
Ourém, elevada a la categoría de ciudad en el siglo XX, ha crecido notoriamente en las últimas: cuenta con una población cercana a los cincuenta mil habitantes, distribuidos en dieciocho parroquias. Forma parte de la gran división ancestral conocida como Ribatejo que, en términos administrativos, pertenencía al distrito de Santarém.
Bien localizada en términos geográficos, está a 135 kilómetros de la capital portuguesa y 188 del Puerto, lo que la hace prácticamente equidistante de esas dos grandes metrópolis de la costa litoral atlántica portuguesa.
MARVÃO
Igual que muchas construcciones militares portuguesas de tiempos remotos, el Castillo de Marvão tiene el nombre del monarca D. Dinis inscrito en su fundación. 1299 es la fecha de su construcción y el estilo, naturalmente gótico, tan del gusto del rey portugués.
Sea como que fuere, la historia de la localidad es incierta. Según se sabe, la figura de Ibn Marwan, en el siglo IX, surge asociada al nombre de Marvão. Sin embargo, los siglos que siguieron, dejaron poca información en los anales históricos, por lo que hay un salto temporal que nos transporta hasta 1166 como momento de la llamada “reconquista cristiana” de este espacio geográfico.
En términos arquitectónicos, esta fortificación posee gran belleza. La visita al castillo comienza por una entrada situada en un recodo, ya que el interior de las murallas está repleto de habitaciones perfectamente encuadradas con el aspecto medieval.
Un pequeño torreón, una cisterna que se cree de origen islámico y la siempre presente Puerta de la Traición, son integral parte del Castillo de Marvão. Aun así, conviene referir que, largos siglos después de su fundación, el pueblo poseía sólo cuatrocientos habitantes, siendo por lo tanto un espacio de pequeñas dimensiones, aunque relevante en términos históricos.
VESTIGIOS ROMANOS
La villa de Marvão no es sólo el Castillo. Dentro de sus límites podemos aún encontrar la Estación Arqueológica Romana de la Finca de los Palomares (en la Parroquia de Beirã). La magnífica ciudad romana de Ammaia (Son Salvador de Aramenha) que apreciamos mucho y que hizo, inclusive, parte de nuestro Itinerario Místico de Portugal. Ya en la parroquia de Santa María de Marvão tenemos, entre otros, los siguientes monumentos: el Crucero de la Estrella, la Iglesia de Santa María o el Pelourinho de Marvão.
Se encuentra localizada en la región administrativa del Alentejo, más específicamente formando parte del distrito de Portalegre. Su patrona es Nuestra Señora de la Estrella. Dista 225 kilómetros de Lisboa y 327 del Puerto.
LOULÉ
Íntimamente conectado a la cultura algarvia, vuelta totalmente hacia el mar y dedicada al turismo de verano, la fortaleza de Loulé es un encanto, a pesar de resistir sólo una parte de su imponencia de otrora.
El pasado de esta zona manifestó la presencia, fundamentalmente, de dos grandes civilizaciones: la fenicia, que dejó un legado atractivo para el turismo y el comercio, dado que por aquí quedaron sucintos ejemplares de manufactura musulmana, cuestión fundamental que dio origen al carácter culto de Loulé. Fueron los moros quienes en verdad erigieron una pequeña Almedina fortificada.
Cuando los portugueses llegaron aquí, la batalla fue ardua y el terreno inhóspito para sus habitantes que no estaban habituados (los habitantes de Loulé) a la presencia de personas provenientes del norte de África. Aun así, el día de San Clemente, las fuerzas lusas concretaron sus intentos, el lejano año de 1249, siendo el espacio cedido a la Orden de Santiago, crucial en aquella zona del país. Pocos años después, en 1280, D. Dinis complació a la corona y otorgó fuero al pueblo.
El año de 1442, fruto de los recursos ofrecidos por la empresa de los descubrimientos, fue posible la reconstrucción de las murallas del Castillo de Loulé. La construcción presenta un perímetro con un área cercana a las cinco hectáreas, destacándose la Alcáçova y Medina, sin dejar de mencionar la muralla, las escaleras y las torres.
DE LA IGLESIA AL BANQUETE
La ciudad de Loulé, famosa también por su gastronomía, íntimamente conectada a la pesca y al consumo de pescado, posee varios espacios físicos que debemos conocer. Así, la Capilla de Nuestra Señora de la Concepción se encuentra en el tope de la lista, sin olvidar, claro está, la referencia a la Iglesia de la Gracia y la Iglesia de la Misericordia. En el campo de la arquitectura religiosa, el Convento de Santo Antonio es relevante para un conocimiento de la historia de la fe en el sur de Portugal.
Aquí cerca, más concretamente en el pueblo de Quarteira, se destacan los vestigios arqueológicos concentrados en las ruinas romanas del Cerro de la Villa.
Con una área extensa, superior a los setecientos kilómetros cuadrados, el municipio de Loulé, que forma parte del distrito de Faro, posee cerca de sesenta mil habitantes y se divide entre una estructura más tradicional de ciudad portuguesa y otra vertiente moderna, pensada para el turismo del litoral algarvio. Tiene por patrona a la Madre Soberana. Loulé dista 276 kilómetros de Lisboa y 548 del Puerto.
LINDOSO
Bajo la deliberación de D. Afonso III, el castillo de Lindoso nace de la nada en el año de 1258, como forma de defensa territorial de la zona norte del país. Algunos analistas creen el topónimo Lindoso viene directamente Limitosum o limitador.
Para sostener al alcalde local, el pueblo que habitaba en el castillo de Lindoso tenía que contribuir con alimentos y otros bienes y así asegurar que nada le faltara.. En contrapartida, el alcalde no podía abusar de los habitantes. Era un método curioso, una nueva forma de arrendamiento, que no fue imitado a nivel nacional. Aun así, en 1258, el monarca D. Dinis decidió reforzar y replantear la fortaleza.
Volvió a alcanzar notoriedad en el proceso de independencia portugués, temiéndose por las incursiones venidas de la actual Galicia. Posteriormente fue declarado Monumento Nacional, de forma plenamente justificada, y hoy día hace justicia a su nombre: Lindoso o esbelto, en nuestra acepción del término.
Con una estructura similar al contiguo de Póvoa de Lanhoso y aún de Arnóia, el Castillo de Lindoso posee un puente levadizo de madera, así como murallas de mampostería en piedra. Es de una belleza fuera de lo común. Se encuentra en buen estado de conservación y es, a nuestro parecer, una agradable sorpresa.
El castillo se sitúa en el pueblo homónimo que es considerado una de las más bellas aldeas de Portugal. Junto a la fortaleza, cerca de cinco decenas de trigales fascinan al visitante, pero también la Citânia de Cidadelhe merece especial atención. Además de eso, aproximadamente a veinte kilómetros es una realidad impresionante la Represa de Touvedo.
Formando parte del concejo de Puente de la Barca, en ese Minho que a todos entusiasma, Lindoso es un pueblo con poco más de cinco centenares de habitantes. Fue una villa y sede del concejo hasta comienzos del siglo XIX. Está la 108 kilómetros del Puerto y la 411 de la capital portuguesa.
LEIRIA
Mucho hay para decir sobre el imponente Castillo de Leiria y, efectivamente, sobre el mismo ya tuvimos la oportunidad de escribir varias veces. En el año de 1135 ya D. Afonso Henriques decidió erigir, junto al río Lis, una nueva fortaleza en lo más alto de una elevación rocosa.
En ese castillo que aún hoy día podemos observar, de forma altanera, mira hacia la ciudad leiriense, ha motivado varios trabajos literarios de calidad.
Con el paso de los tiempos, el castillo fue sufriendo el efecto arquitectónico de las respectivas épocas, destacándose el románico, del siglo XII, el gótico de D. Dinis y las corrientes de restauración de finales del siglo XIX.
En el interior de la construcción hay múltiples espacios de visita obligatoria, siendo por eso necesario contar con buen tiempo para hacerla. Se pueden destacar La Torre de las Campanas, la Iglesia de Santa María de la Pena, las ruinas de la Colegiada y los graneros medievales.
A la vuelta de la ciudad de Leiria encontramos múltiples espacios donde la historia y la cultura se funden de forma constante. Cualquier itinerario de viaje suministrará diversas posibilidades. En el pueblo propiamente dicho, aconsejamos visitar el lugar de Lapedo, en la parroquia de Santa Eufémia, espacio arqueológico de trascendental importancia para este país, así como las diversas playas cercanas, para aquellos que prefieran turismo de verano, donde se incluyen a la Vieira y a São Pedro de Moel.
Teniendo Nuestra Señora de la Conceição como patrona, la zona de Leiria, con fuerte componente religioso, acaso por estar contigua al Santuario de Fátima, es sede de distrito, lo que es de admirar teniendo en cuenta su importancia histórica y comercial. Su día festivo municipal es el 22 de mayo y cuenta con una población cercana a los 125 mil habitantes. Bien localizada, dista 143 kilómetros de Lisboa y 175 del Puerto, lo que la hace equidistante de las dos ciudades más relevantes de Portugal.
Monsaraz, Portugal. Clic para ver el video
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* Pedro Silva es escritor portugués (1977). Con más de cuarenta libros publicados, en países tan diversos como Portugal, Brasil, España y Chile. Ha producido títulos en diversas áreas temáticas, tales como el ensayo histórico, la ficción, el guión turístico y también los cuentos. Se dedica igualmente a colaborar con diversos periódicos portugueses, así como revistas de historia en Portugal y Brasil, tales como “Historia Viva”, “Desvelando la Historia” o “Aventuras en la Historia”. El presente artículo es una traducción del original portugués. Su blog es muy reconocido en su país: https://eupedrosilva.blogs.sapo.pt