SEGURIDAD NEORREALISTA PARA TERRORISMO REAL
Por Mario Alvarado*
Después de superar la amenaza del comunismo, en los años ochenta y noventa, la lucha contra las drogas y el narcotráfico fueron temas álgidos, tal y como lo presenciamos en Colombia. A partir del año 2001 se creó un nuevo enemigo, el terrorismo.
Después de la Segunda Guerra Mundial la teoría realista en Relaciones Internacionales siguió vigente en los años posteriores, la cual, como dice Celestino Arenal, buscó a la vez acercarse a la realidad internacional de la guerra fría y del enfrentamiento entre los bloques y de justificar la política que los Estados Unidos pusieron en marcha para mantener su hegemonía.
El final de la Guerra Fría nos dejó una herencia netamente realista en términos teóricos, caracterizada por un pesimismo que rechaza la existencia de una posible armonía de intereses y el conflicto se considera connatural al sistema internacional. Los Estados actúan de forma semejante, tratando siempre de aumentar su poder; junto a éste, el segundo elemento clave del realismo es la noción de interés nacional, definida en términos de poder y que se identifica con la seguridad del Estado.
El fin del mundo bipolar influenció decisivamente la agenda, la cual retomo como principal tema la seguridad del Estado y el poder en la teorización en Relaciones Internacionales, las cuales se reflejan en la política exterior del siglo XXI.
La teoría realista ha evolucionado hasta nuestros días y se ha amoldado a un neorrealismo, dedicado a investigar cuestiones relativas al poder y a los intereses.
Si bien es cierto, la seguridad, el poder y los intereses del Estado conforman la base de objetivos del realismo y del neorrealismo, las agendas internacionales han sufrido cambios en el periodo comprendido entre la guerra fría hasta nuestros días.
En los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, el gran enemigo fue el comunismo, enmarcado en un mundo bipolar de guerra entre potencias. Después de la caída del muro de Berlín en 1989 fue necesario configurar un nuevo enemigo; para la década comprendida entre los años ochenta y noventa, fue la lucha contra las drogas y el narcotráfico (tal y como lo presenciamos en Colombia durante ese periodo).
Finalmente, a partir del año 2001 se creó un nuevo enemigo, el terrorismo, y la estrategia para combatirlo la lucha contra el terrorismo, en donde el principal actor es Estados Unidos. La agenda global fue entonces impactada y permeada por el nuevo enemigo a combatir, partiendo de la configuración del fenómeno como reafirmador para la existencia y hegemonía americana.
Tal como lo expuso Celestino del Arenal: «El realismo rechaza la existencia de una posible armonía de intereses y el conflicto se considera connatural al sistema internacional […] los Estados actúan de forma semejante, tratando siempre de aumentar su poder; junto a éste, el segundo elemento clave del realismo es la noción de interés nacional, definida en términos de poder y que se identifica con la seguridad del Estado.»
911 terrorismo y la perpetuación de conflictos
Según los documentos oficiales de Estados Unidos, y en palabras de Noam Chomsky, el terrorismo es «el uso calculado de la violencia o de la amenaza de la violencia para obtener objetivos que son de naturaleza política, religiosa o ideológica. Esto se realiza a través de la intimidación, la coerción, o infundiendo miedo.»
Es bien sabido que los sucesos ocurridos después del 11 de septiembre de 2001 tuvieron un impacto importante en el sistema internacional y en la agenda mundial de todas las democracias. Podemos decir que el terrorismo es usado como una excusa por las políticas neorrealistas, predominantes en el sistema occidental, como instrumento para mantener y perpetuar en el tiempo conflictos alrededor del mundo, los cuales tienen un sinfín de objetivos, entre ellos políticos, pero en la mayoría de los casos económicos.
Posterior a esos ataques, el consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en resolución 1373 de 2001, establece como un objetivo prioritario la lucha mundial en contra del terrorismo, conjuntamente el gobierno de Estados Unidos ese mismo año instó a los países democráticos a no negociar con Organizaciones y Grupos Terroristas.
La creación de la Lista Mundial de Grupos Terroristas incluye a la mayoría de los grupos insurgentes alzados en armas que participan en conflictos armados, ya sean internos o internacionales, así como en situaciones de disturbio, los cuales vieron cerrada la posibilidad de una salida negociada al conflicto. La consecuencia más directa es la afectación de las poblaciones habitantes en los países y zonas en donde el conflicto tiene mayor impacto, generando así fenómenos actuales como desplazamiento, refugio, violencia intensificada, y otras violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario.
Convenientemente, el conflicto al estar presente en el neorrealismo como una consecuencia natural del sistema es funcional a los intereses de algunos países para conservar su hegemonía en términos de poder, por otro lado, también es una lucrativa empresa la cual está asociada a los intereses de varios actores.
Aquellos que abogan por una salida negociada al conflicto y deciden poner a un lado el estereotipo de organizaciones terroristas y cambiar los paradigmas han logrado avances significativos en la salida política y negociada a conflictos, un ejemplo de esto, como menciona Kristian Herbolzheimer, es el acercamiento filipino, «el cual es un éxito tras la ruptura de los diálogos en el 2004, el principal factor a resaltar son las garantías de inmunidad que el gobierno filipino otorgó para reactivar las conversaciones».
Es bueno traer a colación algunas ideas de Naomi Klein cuando afirmó que «La guerra contra el terrorismo se ha convertido en otra valla tras la cual esconderse, y es utilizada por los organizadores de las cumbres para explicar que las muestras públicas de disidencia no son ya posibles hoy en día o, todavía peor, para trazar amenazantes comparaciones entre los manifestantes legítimos y los terroristas empeñados en la destrucción».
¿Neorrealismo político o corporativo?
Según Klein «La mayor parte de los problemas sociales y medioambientales de hoy día no son nuevos, han sido crónicos durante décadas, más aún, estos problemas han sido identificados como efectos locales de una ideología global, apoyada por políticos nacionales pero concebida originalmente por un puñado de intereses de grandes empresas e instituciones internacionales, entre ellas, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial.»
Beppe Caccia y Tute Bianche afirmaron en cierta ocasión que «el Estado Nación está en crisis, debilitado ante los poderes globales y corrompido por los empresariales.»
El neorrealismo del siglo XXI tiene rasgos político–militares que se entretejen con un aspecto económico creando una mixtura de neorrealismo–corporativo, en donde se ha cambiado al clásico Estado, como único actor, por nuevos agentes globalizadores como multinacionales y transnacionales, los cuales toman un papel preponderante frente al Estado que ha ido perdiendo protagonismo en el sistema internacional debido al fenómeno de la globalización. Se ha convertido en el salvaguarda de los intereses de terceros usualmente privados, promulgando así una corporativización, transformando lo público en una privatización desregulada, dando la impresión de que la responsabilidad política del Estado, para con sus ciudadanos, está en venta al mejor postor.
Por lo tanto, la sociedad mundial se siente ultrajada por la inexistencia de normas y reglas aplicables a las multinacionales, a la vez que se aplican las leyes nacionales a la conveniencia de las corporaciones, tanto en países ricos como en países pobres, lo que da pie a la explotación inescrupulosa e inconsciente de los recursos naturales de los países, debido a la debilidad institucional y a la poca noción de democracia, control y vigilancia dentro de los mismos.
Por otro lado, aquellos que abogan por una salida negociada al conflicto y deciden poner a un lado el estereotipo de organizaciones terroristas y cambiar los paradigmas, han logrado avances significativos en la salida política y negociada a los conflictos. Un ejemplo de esto, como señala Kristian Herbolzheimer, es que «el acercamiento filipino es un éxito tras la ruptura de los diálogos en el 2004, el principal factor a resaltar son las garantías de inmunidad que el gobierno filipino otorgó para reactivar las conversaciones.»
En un sistema en el que el neorrealismo toma auge después de la declarada guerra contra el terrorismo, la democracia se ve amenazada por las mismas promesas de «laissez faire». El apoyo a monarquías autoritarias en medio oriente o al comunismo en China, siempre y cuando mantengan una apertura de mercados, son un claro ejemplo de una doble moral que circunda por el mundo, y, según Klein, cuando las sociedades «se resisten o se defienden, pueden verse calificados de terroristas, y se permitirá cualquier forma de suprimirlos», tildándolos de actores terroristas, creando excusas para mantener una guerra sin sentido.
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* Mario Alvarado es internacionalista e investigador de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá.