Por Emilio Alberto Restrepo*
La figura del centauro es muy llamativa y se encuentra en muchas mitologías. Hace parte de una serie de personajes mixtos que combinan el antropomorfismo con la naturaleza animal o vegetal con características combinadas que van más allá del aspecto puramente físico. Desde Baco y los sátiros o silenos, Edipo y la Esfinge, Teseo y el Minotauro, Perseo y Medusa, hasta Aquiles y el centauro Quirón u Odiseo y las Sirenas, los seres híbridos han ocupado un lugar destacado en diversos episodios de la mitología griega. En ellos, los híbridos siempre han tenido un papel limítrofe y polémico que pone en juego la mesura y el desborde, la precaución y la espontaneidad irreflexiva. Poseen fuerza y desmesura, pero también poder y condiciones que casi siempre trascienden lo meramente terrenal y fluctúan entre lo divino y lo humano, la vida y la muerte, cuya hibridación no es sólo somática sino también espacial, pues ocupan zonas abismales en las que estos pares de contrarios se ponen en juego. En estos seres la frontera existente entre lo bestial y lo humano se difumina, y esto es muy notorio en la naturaleza de los centauros. Ellos han sido puestos en escena desde la mitología griega hasta su asociación con las criaturas que pueblan el infierno en el imaginario cristiano, incluso citado en las nociones freudianas de ello y yo, como un símbolo de la oposición entre la naturaleza y la cultura, entre las pasiones y la razón.
El centauro es un ser mitológico híbrido, formado por la unión de un torso humano con la parte posterior de un caballo, lo que le da la apariencia de un hombre con patas de caballo o un caballo con tronco y cabeza de hombre. Este ser, aunque tiene cuatro patas, también posee dos brazos con los que maneja un arco. En el Zodíaco, se le conoce como Sagitario y se le representa disparando a Capricornio.
La figura del centauro se origina en el siglo IV a. C. y proviene de la mitología clásica. Se cree que estos seres son descendientes de Centauro y las yeguas de Magnesia, y ya aparecen mencionados en la «Odisea» de Homero, donde se resalta su naturaleza sensual y violenta, vinculada a su masculinidad y dinamismo. El primer centauro, Centauro, era hijo de Ixión y una nube que Zeus había creado para parecerse a Hera. Se creía que los centauros vivían en los bosques de Tesalia, alejados de las leyes y normas sociales. Es posible que estos seres míticos se basaran en la realidad, ya que en Tesalia había una tradición de cazar toros a caballo. La palabra «centauro» podría significar «matador de toros». Los jinetes de Tesalia eran tan hábiles que parecían ser uno, fundidos con sus caballos, lo que pudo dar origen al mito de estas criaturas, pues también se puede invocar que la forma mixta de los centauros podría ser el resultado de un error de percepción de personas que nunca habían visto a alguien montar a caballo. Al observar a los jinetes por primera vez, habrían creído que eran mitad hombres y mitad equinos.
Los centauros a menudo se enfrentaban a héroes en conflictos relacionados con mujeres, o al servicio de dioses tutelares que los comandaban. Sin embargo, existe una excepción notable en la figura de Quirón, el centauro justo y maestro de Aquiles y otros personajes notables, de quien profundizaremos en el presente escrito.
Aunque es común encontrar centauros en combate con animales o entre ellos mismos, en el arte románico predominaba la imagen del centauro-sagitario del zodíaco, solitario y armado con un arco, listo para disparar. En la mitología griega, los centauros representaban fogosidad y violencia irracional, características que el simbolismo cristiano heredó, llegando a asociarlos con el demonio. En la Edad Media, se convirtieron en símbolos de fuerza descontrolada, violencia sexual y lujuria. A veces, los centauros apuntaban sus flechas hacia seres malignos como arpías o dragones, lo que se interpretaba como una lucha contra el pecado y un intento de redención.
Los centauros son conocidos principalmente por la batalla que tuvieron con los lápitas, originada cuando intentaron secuestrar a Hipodamía en su boda con Pirítoo, rey de los lápitas e hijo de Ixión. Este conflicto simboliza la lucha entre los instintos primitivos y el comportamiento civilizado. Durante la batalla, Teseo, un héroe y fundador de ciudades, apoyó a Pirítoo y ayudó a restablecer el orden. Los centauros fueron derrotados y huyeron. Esta batalla, llamada centauromaquia, se representa en los bajorrelieves del friso del Partenón, dedicado a la diosa Atenea.
Estas luchas entre centauros y lápitas representan la confrontación entre civilización y barbarie. Generalmente, los centauros se caracterizan como seres salvajes, sin leyes ni hospitalidad, dominados por sus pasiones animales. A pesar de su reputación de ser bestiales y lujuriosos, no todos los centauros eran vistos de manera negativa, a menos que estuvieran bajo la influencia del alcohol, gran desencadenante de su comportamiento conflictivo y bestial. Por lo tanto, pueden interpretarse como una advertencia sobre los peligros de perder el civismo y el control. Sin embargo, hay excepciones notables como Folo y Quirón, centauros atípicos, caracterizados por ser sabios y amables.
Otro centauro renombrado es Neso, conocido por su intento de secuestrar a Deyanira, la prometida de Heracles.
Estas criaturas simbolizaban la barbarie y el caos desenfrenado, y a menudo se representaban en la escultura arquitectónica griega y en la decoración de cerámica. El arte antiguo se preocupó por el tema de los centauros y por ejemplo, este rapto inspiró al escultor Giambologna a crear varias obras representando la violenta interacción entre Neso y Deyanira, un tema que continuaron explorando sus seguidores Adriaen de Vries y Pietro Tacca. En el siglo XIX, Albert-Ernest Carrier-Belleuse reinterpretó esta escena, titulándola «Rapto de Hipodamía». Una centauromaquia, es decir, una batalla entre centauros, dioses y héroes era un tema popular en la escultura decorativa de los edificios de la antigua Grecia, especialmente en templos. El ejemplo más famoso se encuentra en el frontón occidental del templo de Zeus en Olimpia (c. 460 a. C.). En esta escena, los centauros, después de haber bebido, luchan contra los lápitas en la boda de su rey Pirítoo con Deidamia, e intentan secuestrar a la novia. Los protagonistas están representados en medio de una gran pelea, con posturas dramáticas. Apolo ocupa el centro de la composición, de pie con el brazo extendido, trayendo orden al caos provocado por los centauros. Estos centauros, insistimos, simbolizan la lucha entre la barbarie y la civilización, y pueden ser una metáfora de la victoria de Grecia sobre Persia a principios del siglo V a. C.
Los centauros también aparecen en varias metopas del Partenón, en el escudo de la Atenea de bronce de Fidias y en las sandalias de la estatua de culto de Atenea dentro del Partenón. Además, tanto el templo de Foce del Sele en Sicilia como el templo de Atenea en Aso están decorados con esculturas de centauromaquias.
En antiguas vasijas pintadas áticas, los centauros se representaban con un torso humano unido al cuerpo y patas traseras de un caballo. Con el tiempo, esta representación se simplificó a hombres con cuerpo de caballo hasta la cintura. La batalla con los lápitas y las aventuras de Heracles con Folo son temas recurrentes en el arte griego.
La constelación del Centauro (Centaurus) fue observada y descrita en Grecia por Eudoxo de Cnido en el siglo IV a.C. y por Arato en el siglo III a.C.
Entre los centauros más destacados se encuentran Quirón, Euritión, Folo, Neso y Asbolo, pero textos de la época como Las metamorfosis de Ovidio, El escudo de Heracles y poetas como Diodoro Sículo o Nono de Panápolis describen las gestas y aventuras de decenas de ellos.
QUIRÓN
Quirón fue el más ilustre de los Centauros y el más célebre por su sabiduría. De hecho, le fueron confiados muchos héroes para su adiestramiento en el arte militar, la caza, la medicina y la música. Según diversos mitógrafos de la Antigüedad, Quirón fue tutor de Aquiles, Asclepio, Jasón, Aristeo, Acteón. Jenofonte, en su obra De la caza, ofrece una lista más amplia de héroes que aprendieron de Quirón el arte de la caza donde incluye a Céfalo, Melanión, Néstor, Anfiarao, Peleo, Telamón, Meleagro, Teseo, Hipólito, Palamedes, Cástor, Pólux, Macaón, Podalirio, Antíloco, Eneas, Hércules e incluso Dioniso a quien le enseñó a bailar. Su figura y simbolismo son muy atractivos pues representa asuntos diversos y llamativos, realizados con una exigencia y desempeño que lo hicieron notable, algo que se ha visto representado en la literatura (Dante, Rubén Darío, Goethe), en la medicina, en asuntos comerciales (Quirónsalud, grupo hospitalario privado de España y Europa) y hasta esotéricos y astrológicos.
Quirón era hijo del dios olímpico Cronos (Saturno) y de la ninfa Filira. Según la leyenda, Cronos se enamoró de ella, hija de Océano y Tetis. Filira, tratando de escapar del acoso de Cronos, le pidió a Zeus que la convirtiera en yegua. Otras versiones, cuentan la historia de manera contraria: para evitar ser descubierto por su esposa Rea, Cronos se transformó en un caballo y copuló con la joven. Sin embargo, Rea lo descubrió, y Cronos tuvo que huir. La Oceánide, angustiada, también huyó a las alturas de los montes de los Pelasgos, donde finalmente dio a luz a Quirón, quien era mitad hombre y mitad caballo debido a la forma que tomaron sus padres. Filira quedó impresionada de ver el aspecto monstruoso de su hijo y de inmediato lo abandonó; Zeus, en castigo o por compasión, según las diferentes versiones, la transformó en un árbol de tilo.
Quirón fue entonces adoptado por Apolo y Artemisa. Esta protección fue determinante, pues bajo su guía se convirtió en un ser dotado para las ciencias y las artes, sabio y orientado a aliviar el sufrimiento ajeno. En su infancia, Quirón sufrió sus primeras heridas emocionales al verse distinto a sus preceptores y haberse enterado de ser producto de una violación, no conocer a su padre y ser abandonado por su madre, que prefirió convertirse en un árbol antes que criarlo. Entendió que su condición de híbrido ilustrado, rechazado tanto por los humanos, a pesar de sus cualidades y educación, como por los centauros, una especie incivilizada y violenta que habitaba los bosques, lo hacía distinto; pero no se autocompadecía, sino que mostró resiliencia, compasión y capacidad ilimitada de superación.
Apolo, al intuir sus dones intelectuales y emocionales, decidió acogerlo y formarlo, transmitiéndole sus conocimientos. Quirón, aunque solitario y diferente, era pacífico y sabio, y se retiró a vivir en una cueva, un refugio en la tierra. Allí desarrolló sus habilidades y una enorme cultura, aprendiendo sobre las propiedades de las plantas, inventando pociones curativas, estudiando el cielo y descubriendo constelaciones. También inventó la lanza y perfeccionó la cacería.
Como discípulo de Apolo, Quirón asumió un papel docente y civilizador, convirtiéndose en el tutor más renombrado de su tiempo. Enseñaba medicina, filosofía, ética, música, cacería y todo lo necesario para la vida, la guerra y la aventura.
Su gran inteligencia y curiosidad, aunada a su carácter observador, paciente y apacible, motivó a sus custodios para aprovechar sus habilidades y proveerle toda la información y entrenamiento que pudiera absorber; esta disposición y habilidad le granjeó fama de ser el mejor curador, por lo que eran muchos los que acudían a él para aliviar sus males.
Quirón vivía en el Monte Pelión en Magnesia, donde dedicó su tiempo al estudio y aprendizaje. En este lugar también encontró a su esposa, Cariclo, una ninfa del Monte Pelión. De este matrimonio nacieron varios descendientes. Una de sus hijas, Melanipa, también conocida como Ocírroe, se transformó en una yegua después de ser seducida por Eolo, ya sea para ocultar su embarazo de su padre o como castigo por abusar de sus habilidades proféticas después de haber ido demasiado lejos en su uso, al revelar muchos secretos de los dioses. Otro de sus hijos fue Caristo, un dios rústico asociado con la isla de Eubea. También se cree que Quirón y Cariclo tuvieron varias ninfas conocidas como las Peliónidas; tuvieron también a Endeis, conocida por ser la primera esposa de Éaco y madre de Peleo y Telamón.
LOS DISCÍPULOS DE QUIRÓN
Asclepio, conocido como Esculapio entre los romanos, era el dios de la medicina y la curación, venerado en diversos santuarios en Grecia. Apolo lo confió a Quirón en el monte Pelión, donde vivían los centauros, al sureste de Tesalia. Quirón lo instruyó en las artes de la medicina y la caza, con la ayuda de Apolo y Atenea. Asclepio mostró gran habilidad y disposición, llegando a dominar el arte de la resurrección pues Atenea le proporcionó dos redomas de sangre de la Gorgona, una venenosa y la otra con la capacidad de revivir a los muertos. Resucitó a varias personas importantes, incluyendo a Hipólito, hijo de Teseo. Su éxito en la medicina le hizo merecedor de numerosos santuarios en Grecia. Su habilidad en la cirugía y el uso de medicamentos lo convirtieron en el fundador de la medicina, siendo ampliamente adorado por ello.
Jasón, hijo del rey Esón, era el legítimo heredero del reino de Yolco en Grecia. Sin embargo, su hermanastro usurpó el trono aprovechando la avanzada edad de Esón, y lo tomó prisionero en el palacio. La esposa de Esón, Polimela, estaba embarazada en ese momento, pero un oráculo había predicho que el recién nacido correría peligro. Para proteger a su hijo, Polimela fingió que el bebé había nacido muerto, organizando un falso luto con sus parientes y criadas. Decidida a salvar a su hijo, lo llamó Jasón (también conocido como Diomedes) y lo envió al cuidado del centauro Quirón, quien se encargó de su educación, enseñándole tiro con arco, esgrima, equitación y, especialmente, el arte del liderazgo. Bajo la tutela de Quirón, Jasón se convirtió en un guerrero excepcional.
Cuando llegó el momento adecuado, Quirón reveló a Jasón su verdadera identidad y su derecho a reclamar el trono de Yolco, usurpado por su tío Pelias. Jasón confrontó a Pelias, quien accedió a devolverle el trono solo si traía de regreso a Grecia el Vellocino de Oro, una preciada figura de un carnero recubierta de oro. Jasón envió mensajeros por toda Grecia en busca de valientes voluntarios para su misión. Recibió ayuda de muchas casas reales, incluyendo a Argo, el maestro armador de barcos, quien construyó el más grande de la época con la ayuda de Atenea. La diosa bautizó el barco como «Argo» en honor a su constructor y nombró a la tripulación «Los Argonautas». Esta tripulación fue una asombrosa colección de héroes, entre los cuales estaba incluso el famoso Hércules.
Peleo conoció a Quirón cuando Acasto, buscando vengarse por una supuesta traición amorosa, lo invitó a una cacería. Durante esta, Acasto le robó la espada mágica que Hefesto le había regalado y lo dejó abandonado entre los centauros. Sin embargo, Quirón salvó a Peleo, recuperó la espada, y desde entonces se formó una gran amistad entre ambos.
Cuando Peleo se enamoró de Tetis, pidió consejo a Quirón sobre cómo seducirla, ya que ella, como todas las nereidas, podía cambiar de forma a voluntad. Quirón le sugirió que, una vez que la tocara, no la soltara. Peleo siguió este consejo y, cuando Tetis se transformó en calamar, la sujetó firmemente hasta que regresó a su forma humana, permitiendo así que Peleo la tomara a la fuerza. Tetis y Peleo tuvieron varios hijos, pero Tetis los asfixiaba al nacer para evitar que fueran simples mortales como su padre.
Peleo, al sospechar que era ella quien provocaba la muerte de sus hijos, descubrió la verdad al nacer Aquiles, su séptimo hijo. Tetis intentaba hacer inmortales a sus hijos con un ritual peligroso: según Apolonio, quemaba su mortalidad en el fuego durante la noche y los ungía con ambrosía durante el día. Pero ellos morían en el intento.
Una noche, Peleo sorprendió a Tetis en medio de este ritual y, al gritar, la interrumpió. Ella, furiosa, arrojó al niño al suelo y huyó hacia el mar, sin volver jamás. Debido a la interrupción de Peleo, Aquiles quedó invulnerable en todo su cuerpo, excepto en su talón, que Tetis no alcanzó a quemar por completo. Tetis había intentado su método con Aquiles y luego curar sus quemaduras con ambrosía, pero Peleo interrumpió el proceso antes de que Tetis pudiera cubrir el talón del niño con el néctar, dejándolo vulnerable.
Después de la separación, Peleo entregó a su hijo al cuidado de Quirón, quien reemplazó el hueso del talón de Aquiles con el de Dámiso, un gigante corredor recién fallecido, célebre por su velocidad en la carrera. De ahí que se nombrara a Aquiles como «el de los pies ligeros».
Quirón alimentó a Aquiles con carne de jabalí, entrañas de león y médula de oso para incrementar su valentía. Le enseñó tiro con arco, equitación, lanzamiento de disco y técnicas de pugilato. Aquiles también aprendió a tocar la lira, escritura, elocuencia y curación de heridas bajo la tutela de Quirón. Varias obras artísticas representan a Aquiles aprendiendo estas habilidades. Asumió múltiples aventuras, siendo la más celebre su participación en la Guerra de Troya, en la que encontró la muerte por una herida de su talón. Hasta ese momento era considerado el más impresionante de los guerreros, con fama de invencible e invulnerable.
Aristeo. Cirene, hija de Hipseo, rey de los lápitas, era una cazadora apasionada en el monte Pelión. Un día, Apolo la vio luchando contra un león y llamó a Quirón para presenciarlo. Apolo preguntó a Quirón si conocía a Cirene y si sería una buena esposa. Quirón profetizó que Apolo haría de Cirene la reina de una gran ciudad y que tendrían un hijo llamado Aristeo. Apolo entonces se llevó a Cirene y, efectivamente, tuvieron un hijo llamado Aristeo. Cuando Aristeo creció, Apolo lo llevó a la cueva de Quirón para que aprendiera diversas artes y misterios bajo su tutela. Tuvo categoría de dios menor de todo tipo de cría y cultivo, en especial de la apicultura y las abejas. Alcanzó una nefasta notoriedad cuando Euridice, la enamorada de Orfeo murió por su culpa, pues huía de su acoso y en la carrera fue mordida por una serpiente que le inyectó su veneno.
Fénix, hijo del rey Amyntor de Eleon, y compañero de Aquiles, fue cegado por su padre y maldecido con infertilidad después de ser falsamente acusado de seducción por la amante de su padre. El rey Peleo llevó a Fénix a la cueva de Quirón, quien lo curó de la ceguera y lo nombró rey de los Dolopianos en Tesalia. Posteriormente, Fénix acompañó a Aquiles en la Guerra de Troya. Una vez allí, primero actuó como su acompañante y consejero y más tarde del hijo de este último, Neoptólemo. Con este, emprende el regreso desde Troya, pero muere en el camino.
La muerte de Quirón se debió a un desafortunado accidente causado por un aliado y discípulo suyo, Heracles (Hércules), quien lo hirió con una flecha envenenada durante una lucha con otros centauros. Alarmado por lo que había hecho, Hércules corrió hacia Quirón, sacó la flecha y aplicó una poción que Quirón le había dado. Después de que la herida parecía ser incurable debido al veneno de Hidra, Quirón se retiró a su cueva. El dolor era tan fuerte que quería morir, pero como era inmortal, era incapaz de hacerlo. Hércules, conmovido y culposo, recordó a Zeus de Prometeo, que había estado sufriendo bajo el acto brutal de su castigo y solo podía ser liberado si alguien renunciaba a su inmortalidad por él. Según una leyenda, Quirón decidió ceder su inmortalidad a Prometeo y morir voluntariamente. Otra versión cuenta que Zeus, al ver el sufrimiento de Quirón y su incapacidad para morir, se compadeció de él y lo transformó en la constelación de Sagitario, que representa a un centauro arquero.
QUIRÓN EN LA LITERATURA
En La Divina Comedia de Dante, Quirón aparece como el guardián jefe del séptimo círculo del Infierno.
La leyenda mitológica de Quirón es evocada también por Rubén Darío en «El coloquio de los centauros», incluido en la primera edición de la obra Prosas Profanas, publicada en Buenos Aires en 1896.
Un poema atribuido a Hesíodo, «Preceptos de Quirón», del cual sólo se conservan fragmentos, relata las lecciones del centauro a Aquiles, conteniendo consejos morales, religiosos y prácticos. Píndaro alaba en una de sus odas esa cualidad del centauro [1].
En el segundo Fausto, Goethe introduce un diálogo con el Centauro en el que se rememoran las glorias de Quirón.
El drama de Quirón da pretexto al autor Louis de Ronchaud para cantar una loa a la muerte, como parte y resolución de la vida.
Elémir Bourges en su vasto poema, Quirón representa, según Buzzini, «el instinto fundamental que mantiene al hombre terrestre unido al universo y a Zeus» [2].
Robert Graves lo cita ampliamente y describe sus gestas y realizaciones en al menos tres libros: Los Mitos Griegos, La Guerra De Troya y Dioses y héroes de la antigua Grecia.
Sergio Ramírez, lo hace protagonista de su novela Margarita, está linda la mar (1998).
Autores como Melanie Reinhart, Alejandro Lodi y Carl G. Jung han citado en sus trabajos la figura del centauro Quirón y la importancia de su simbolismo en sus teorías.
La novela de John Updike El centauro es una ampliación e interpretación de la historia de Quirón, situada en el contexto de un pueblo estadounidense del siglo XX.
También figura en la saga de Percy Jackson y los dioses del Olimpo, serie de libros de Rick Riordan, siendo el tutor de los protagonistas.
OTRAS MENCIONES DE QUIRÓN
Quirón también es el nombre de un asteroide descubierto en 1977, que tiene un diámetro de 320 km y una órbita excéntrica entre Saturno y Urano, que completa una revolución alrededor del Sol cada 51 años.
Y considerando los aspectos astrológicos, que con la tendencia de movimientos como la nueva era y similares han tomado bastante fuerza mediática en los últimos años, autores como Clow (1987) [3] se han encargado de popularizarlo, basados en su potencial y atractivo como figura mitológica:
Según Graves, el nombre deriva del griego Cheir, que significa «mano» y Centran, que quiere decir «cabra». Una de las órdenes esotéricas más secretas es la Orden de la Mano Roja, que es equivalente al poder adivinatorio de Quirón. La Orden nos muestra la razón de su color rojo: se debe a que la capacidad del adepto de enfrentarse a la fuerza caótica despierta el poder adivinatorio, la fuerza roja, la fuerza setiana. Y, como es una mano, podemos ver la manifestación saturniana de tiempo y lugar en la Tierra. Más adelante ampliaremos este tema, pero hay que reparar en que Quirón es siempre el maestro instructor o guía del adepto que parte luego en su propia búsqueda (p. 32).
El centauro es tenido en gran estima en los estudios astrológicos y esotéricos, los cuales reivindican su origen divino, su perfecta armonía con el cielo, el mar y la tierra. La citada Clow agrega:
Quirón es el maestro de la conexión de la Tierra con niveles superiores, y su avistamiento indica que ha llegado el momento de manifestar nuestra divinidad. Las enseñanzas sagradas sobre la energía animal fueron ampliamente desarrolladas en la sabiduría egipcia, y las imágenes animales del Zodíaco muestran que los intentos más prematuros para entender las energías arquetípicas fueron hechos con elementos y animales. Es realmente el primer paso en un largo camino, porque nuestro animal totémico nos conducirá a nuestro oráculo y entonces volveremos a escuchar. Como dice Richard Nolle: «Quirón, el equilibrio más perfecto de la naturaleza humana y animal que ha existido jamás, estaba conectado con los secretos del instinto y del intelecto» (p. 34).
Quirón fue un modelo de la energía del guerrero superior, a diferencia de los otros centauros. La energía del guerrero inferior da como resultado la violación y el saqueo; la energía del guerrero superior es la protección del hogar femenino y el dominio de las habilidades (p. 35).
La imagen del sanador herido (que cada vez se emplea más en la literatura médica, psicológica y espiritual) sirve para poner en evidencia el proceso interior al que son llamados todos cuantos prestan ayuda a quien atraviesa un momento difícil en la vida, marcado por el sufrimiento físico, psíquico o espiritual. Significa, pues, el reconocimiento, la aceptación y la integración de las propias heridas, de la propia vulnerabilidad y condición de finitud. La sicología conoce el síndrome de «El Curador o Sanador Herido» [4] [5]. Quirón fue herido con una flecha envenenada con el incurable veneno de la Hidra, lo que habría sido letal para cualquier mortal. Sin embargo, su inmortalidad lo condenó a una agonía interminable, ya que no podía curar su propia herida. Debido a este sufrimiento, Quirón fue conocido como «El Curador o Sanador Herido», capaz de sanar a otros pero no a sí mismo.
La historia de Quirón no solo aborda temas como las armas y la eutanasia, sino que también profundiza en las heridas internas y físicas que se enfrentan en la vida. Quirón simboliza las vulnerabilidades y traumas más profundos, aquellos miedos y bloqueos que llevan a los hombres a autosabotearse.
Para sanar la «herida de Quirón», es esencial vivir y enfrentar las experiencias traumáticas. Esto implica reconocer, aceptar e integrar las heridas en un nivel espiritual. El «Sanador Herido» enseña a dar significado al dolor, transformando el victimismo en poder y experiencia. Los psicoterapeutas ayudan a los pacientes a través de la comprensión del dolor, abordando el propio sufrimiento de manera constructiva y encontrando un aprendizaje valioso en las experiencias traumáticas, propias y referidas y al mismo tiempo saber pedir ayuda cuando sea necesario, entendiendo que es parte de la esencia de los seres humanos.
Hoy en día, Quirón es visto como una de las deidades fundadoras de la salud. Su naturaleza dual sirve como una metáfora para la práctica médica integral, que implica evaluar e intervenir en los aspectos objetivos, subjetivos y emocionales del paciente.
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REFERENCIAS
Bermejo, J. C. (2012). El sanador herido, eco de la empatía. Rev. chil. endocrinol. Diabetes, 5(3), 133-134.
Bermejo, J., & AYERRA, M. (2014). La visita al enfermo. Buenas y malas prácticas. Madrid: PPC.
Cartwright, M (2012) Enciclopedia de la Historia del Mundo Centauro https://www.worldhistory.org/trans/es/1-10286/centauro/#:~:text=El%20padre%20de%20la%20raza,al%20margen%20de%20las%20leyes.
Clow, B. H. (1987). Chiron: Rainbow Bridge Between the Inner and Outer Planets. Llewellyn Worldwide.
Fernández, J. Q. (1995). Quirón, el centauro: Ideas relativas a la proto-historia de la educación en Occidente. Revista de Historia de la Psicología, 16(3), 301-308. https://acortar.link/nDrMDF
Maiorana, M. T. (1960). El mito.
OLIVARES MARTÍNEZ, Diana (2014): «Centauro», Base de datos digital de Iconografía Medieval. Universidad Complutense de Madrid. En línea: https://www.ucm.es/bdiconografiamedieval/centauro
Pons, J. E. (s.f) ¿HAY ALGO DE VERDAD EN LOS MITOS MÉDICOS GRIEGOS? 1. QUIRÓN. https://www.smu.org.uy/dpmc/hmed/historia/articulos/algo-de-verdad-suhm.pdf
NOTAS
[1] https://www.smu.org.uy/dpmc/hmed/historia/articulos/algo-de-verdad-suhm.pdf
[2] Maiorana, M. T. (1960). El mito.
[3] Clow, B. H. (1987). Chiron: Rainbow Bridge Between the Inner and Outer Planets. Llewellyn Worldwide.
[4] Bermejo, J. C. (2012). El sanador herido, eco de la empatía. Rev. chil. endocrinol. Diabetes, 5(3), 133-134.
[5] Bermejo, J., & AYERRA, M. (2014). La visita al enfermo. Buenas y malas prácticas. Madrid: PPC.
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*Emilio Alberto Restrepo. Médico, especialista en Ginecoobstetricia y en Laparoscopia ginecológica (UPB, UdeA, CES, respectivamente). Profesor, conferencista de su especialidad. Autor de cerca de veinte artículos médicos. Ha sido colaborador de los periódicos La Hoja, Cambio, El Mundo, Momento Médico, Universocentro, Revista Cronopio, Laterales Magazine y Ficción la Revista. Ha publicado novelas, colecciones de cuentos, libros de pedagogía y ensayo literario. Ganador y finalista en concursos de poesía, cuanto y novela. Autor de cerca de 20 libros. En su producción se destacan novelas de asuntos médicos y hospitalarios, novelas y cuentos de género negro y temática urbana, libros infantiles, pedagógicos y de ensayo literario. Con la Editorial UPB ha publicado, desde 2015, seis novelas de su personaje, el detective Joaquín Tornado. Su últimos libros, la colección de cuentos «Un hombre solo y mal acompañado» y la novela «Medicina bajo sospecha», con editorial CES.
Entrevistas literarias:
Revista Cronopio Entrevistas: Emilio Alberto Restrepo:
Entrevista con Pablo Montoya:
Entrevista en TELEANTIOQUIA con Luis Fernando Macías:
Entrevista con Marco Tulio Aguilera Garramuño: