Literatura Cronopio

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MEURSAULT, ESE EXTRAÑO EXISTENCIALISTA

Por Robin Mario Naranjo Manchego*

Albert Camus es el escritor más comprometido con el pensamiento sartreano y con el pensamiento nietzscheano. Tanto la corriente filosófica existencialista como la vitalista están reunidas en el comportamiento de Meursault, el célebre personaje de El Extranjero. Acudir a la lectura de ésta obra es abordar una de las más importantes controversias filosóficas, como es el caso de la presencia o ausencia de Dios en la vida del hombre. Asimismo, agota el más serio problema filosófico: el suicidio como solución al razonamiento de lo absurdo.

SOBRE EL PENSAMIENTO PESIMISTA DE CAMUS

El pensamiento pesimista de Camus radica en la crisis socio-política y humana vivida en la Segunda Guerra Mundial, especialmente en los dos mayores horrores que la humanidad haya contemplado: el genocidio nazi en los campos de exterminio de Auschwitz y Buchenwald donde murieron más de seis millones de judíos por medio de distintos métodos como la asfixia por gas venenoso, la tortura, el ahorcamiento y demás procedimientos que atentaban contra la dignidad humana. Por otra parte, se dio el empleo de las bombas atómicas por Estados Unidos en Hiroshima y en Nagasaki, que cobraron la vida de más de doscientas cuarenta mil personas. El mundo estaba convulsionado, las personas adoptaron una actitud negativa ante el mundo, y una nostalgia rebelde por el sinsentido de la vida. Asimismo, los artistas manifestaron su interés en temas existenciales como el desarraigo, la crisis de los valores, la soledad, la tristeza y las quiebras psicológicas producto del rompimiento de los valores que le dan sentido a la existencia. Esto trajo consigo que la mayoría de los intelectuales de la época inclinaran sus ideales hacia la concepción ontología de la existencia trabajada por Kierkegaard, Heidegger y Nietzsche.

El pensamiento existencialista de Kierkegaard surge contra el idealismo absoluto de George F. Hegel. No admitía que a través de la razón se pretendiera entender totalmente la humanidad, el ser. Por el contrario, defendía la complejidad del ser hasta el punto que resalta el valor del «individuo» porque es él quien asume la vida y puede dar razón de su existencia. Allí resalta lo ambigua y lo absurdo de la situación humana.

Heidegger no consideraba que a través de la razón se pudiera comprender la existencia humana, ya que el ser se encuentra en un universo incomprensible e indiferente donde ni siquiera el individuo puede comprender por qué está en el mundo. El ser humano debe vivir tratando de alcanzar unas metas, consciente de la muerte y del sinsentido de la vida.

Tanto Kierkegaard como Heidegger coinciden en «lo irracional del mundo y en la nostalgia rebelde de lo absurdo» [1]. Más adelante Sartre lo sintetiza en «obrar sin esperanza». Esta visión trágica de la vida es representada por la angustia y la desesperación. Esa confrontación del individuo con la nada y la libertad de elección. Dado que «elegir en el mundo le provoca angustia y elegirse a sí mismo, desesperación» [2]. El razonamiento absurdo «nace de la confrontación entre el deseo humano y el silencio irracional del mundo».

Ese «silencio irracional del mundo» es un motivo para afirmar la ausencia de un ser supremo en la vida del hombre. Éste se ve obligado a llevar los destinos de su propia vida sin ningún tipo de autoridad suprema que ayude o condene al hombre. Desde esta postura se acoge Nietzsche para negar los meta–valores establecidos por la concepción cristiana. Puesto que condenan al hombre a la esclavitud, y en contraposición propone el concepto del súper hombre. Es el mismo hombre dueño de su destino, autónomo en sus decisiones y libres en un mundo sin leyes preestablecidas. Nietzsche propone la voluntad y el autodominio del ser humano para llevar la vida. A esta ausencia de Dios o en palabras de Nietzsche «Dios a muerto», Sartre en el libro El existencialismo es un humanismo lo reafirma de la siguiente manera:

«El hombre es libre, el hombre es libertad. No encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni delante ni detrás de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace».

Todo lo anterior fundamenta el ateísmo de Camus. Ese sinsentido de la vida (lo absurdo) reflejada en el libro el Mito de Sísifo, el pesimismo producto de las consecuencias de las guerras mundiales y las influencias de Nietzsche y Sartre se evidencian en el comportamiento de Meursault.

MEUSRAULT: ESE EXTRAÑO EXISTENCIALISTA

El comportamiento de Meursault es de total indiferencia ante los acontecimientos que le ocurren. La narración tiene dos grandes acontecimientos que se entrelazan para entrever el comportamiento absurdo y ateo de este personaje. El primero y más importante inicia con la noticia de la muerte de su madre. Situación difícil y triste para la mayoría de los humanos, pero este personaje lo toma con total calma. No derrama una sola lágrima ni tiene un gesto de tristeza, contrario a esto, se siente exhausto por el fuerte calor que lo agobiaba en el velorio y en el entierro. El segundo, es el asesinato del árabe por Meursault. Esto propicia las reflexiones que muestran su perfil psicológico. Especialmente, el ateísmo y la total indiferencia con el mundo que lo rodea. Ambos acontecimientos se entretejen cuando en el juicio, el comportamiento indiferente y extraño de Meursault en el entierro de su madre, es utilizado por la contraparte para mostrar el lado insensible de este ser, y de esta manera, argumentar en su contra para que lo condenen por el asesinato del árabe.

Ese ser extraño, es decir, ese ser ajeno al pensamiento común de las personas corresponde a la definición que Camus dilucida en el Mito del Sísifo como: «el que, sin negarlo, no hace nada por lo eterno». O que no se interesa por «esa eternidad ilusoria que se llama posteridad». Por esta razón, Meursault es indiferente a los acontecimientos futuros. Es conformista, no tiene ninguna ambición y vive sin ella. Por eso, lleva una vida lineal sin ningún interés. Él tenía la convicción de que «nunca se cambia de vida, que en todo caso todas valían igual».

Este pensamiento es, quizás, la fuente de desesperanza de un hombre que no considera que la vida deba ser vivida mediante la puesta de metas y motivos para vivirla. Por el contrario, la vida misma es un hecho, un motivo real para vivirla. De aquí radica el ateísmo de Meursault. No acepta que Dios sea un motivo para darle sentido a la vida. Esto aparece en la conversación que tiene Meursault con el capellán en la cárcel:

«Y preguntándome si creía en Dios. Contesté que no. Se sentó indignado. Me dijo que era imposible, que todos los hombres creían en Dios, aun aquellos que le volvían la espalda. Tal era su convicción, y si alguna vez llegara a dudar, la vida no tendría sentido. ¿‘Que mi vida carezca de sentido’?».

Este pensamiento ateo tiene mucho que ver con la corriente vitalista. Romper con los meta–valores de pensamiento occidental que buscan un ser supremo que dirija la vida de hombre. Esto es, además, explicado por el mismo Camus en el mito de Sísifo de la siguiente manera: «La certidumbre de un Dios que diera sentido a la vida supera mucho en atractivo al poder impune de hacer el mal». Esa negación rotunda contra un ser supremo que dirija al hombre, es, en algún sentido, la cosecha de lo experimentado por Camus en la guerra. Ese sinsentido de la vida es la respuesta de que el hombre está solo en un mundo ajeno a sus deseos. No en vano, Penn Jillete afirmó: «la segunda guerra mundial es la demostración de que Dios no existe».

Como la «negación es el dios de los existencialistas», Meursault niega la existencia de Dios en distintos momentos de la historia. Como cuando trata de rechazar las visitas del capellán y le hace saber que se rehúsa sus visitas porque no cree en Dios. De la misma manera, cuando lo condenaron a muerte, el capellán fue a visitarlo y quería hablarle de Dios a lo que Meursault le contestó que «le quedaba poco tiempo y no quería perderlo con Dios». Esta es la fuerte dosis de ateísmo, dado que ni siquiera en los momentos más sensibles acepta la ayuda de Dios, tal como afirma Chestov «no se vuelve hacia Dios sino para obtener lo imposible». Igualmente, afirmó que su madre nunca pensó en la religión, pero asegura que no fue atea.

Camus pone en el comportamiento de Meursault la indiferencia del ser ante el mundo. Ese absurdo de no corresponder los deseos del hombre con los del mundo. Esa manera de existencialismo sartreano se evidencia en el fragmento siguiente:

«Vaciado de esperanza, delante de esta noche cargada de presagios y de estrellas, me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo».

El sinsentido de la vida, la desesperanza, ese sentimiento absurdo que derrumba las decoraciones de la vida son pensamientos propios de un ser extraño, de un extranjero que ve la muerte como algo que está ligado al ser humano. Así que le importa poco cuando es condenado a muerte. Pronuncia estas palabras: «‘y bien, tendré que morir’. Antes que otros, es evidente. Pero todo el mundo sabe que la vida no vale la pena de ser vivida».

El comportamiento de Meursault para una sociedad llena de prejuicios, resulta extraña. Romper con paradigmas establecidos por la sociedad es quizás el mayor acto de rebeldía que se conozca. Razón por la cual, Camus toma del juicio de que estamos solos y condenados a la libertad para recrear un personaje con un perfil psicológico acorde a su visión de mundo: ese pesimismo arraigado por la crisis mundial, el pensamiento existencialista producto de la libertad para elegir, del énfasis que se le da a la existencia y no tanto a la esencia. Y la creencia de que el ser humano es el único forjador de sus propios valores (ateísmo, [vitalismo]), se encuentran presentes en su personaje más importante. Además, Meursault representa la verdadera condición humana, compuesta por una dualidad: el bien y el mal como en el Dr Jeckyll And Mr Hyde de Stevenson. Meursault asesina al árabe porque le falla la razón; porque el incesante sol lo abrumó. Pero no porque sea un personaje malvado, sin sentimientos. Por eso, tratar de comprender al ser humano en su totalidad por medio de la razón, como proponía Hegel, es un absurdo, como bien expone Chestov: «la razón es vana, pero hay algo más allá de la razón. Para un espíritu absurdo la razón es vana».

NOTAS.

[1] Tomado de el mito del Sísifo, de Cami.

[2] https://filosofia.idoneos.com/342893/

___________

* Robin Mario Naranjo Manchego es Licenciado en Español y Literatura de la Universidad de Córdoba, Colombia. Candidato a Magíster en Educación de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Tutor del Ministerio de Educación Nacional de Colombia en el Programa Todos a Aprender.

2 COMENTARIOS

  1. Excelente escrito. Nada fácil entender a Albert Camus y su personaje Meursault y en este documento se hace honor a un análisis literario sencillo pero contundente en sus argumentos.
    Felicitaciones !

  2. Excelente ensayo, una buena construccion filosofica-literaria que nos lleva a la reflexion a cerca de la vision que tenemos de la vida y la existencia misma. Muy bien

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