SOBRE UNA COMEDIA ECONÓMICO POLÍTICA (O DE CÓMO VIVIR COMO OBREROS POBRES)
Por Memo Ánjel*
«Claro, si miras boca abajo todo te parece más grande»
(Darío Fo. ¡Aquí no paga nadie!)
LOS OBREROS POBRES
Son una multitud. Abundan en todas las ciudades grandes, sus barrios son de casas o edificios iguales (lo que los romanos llamaron ínsulas), tienen hijos y si no, vecinos; viven al día y lo que les pasa lo toman según crean, unos a través de la religión, otros a partir de alguna ideología de sindicato, añadiendo algo que han aprendido de radionovelas o películas de televisión. Y en estas creencias se contradicen (la fe es un asunto mutante), porque es más lo que cargan al escondido que lo que dicen y hacen. Los obreros pobres, y todos descendemos de alguno, sirven para películas neorrealistas italianas y turbas enloquecidas como las del acorazado Potenkim, en las que actúan sin ser actores y lo hacen bien, pues representar la pobreza es fácil: es un teatro continuo de lo marginal, carece de maquillaje y no memoriza palabras, sino que las pone en la boca sin que haya pena o ridículo. Los obreros pobres han pedido tanto, han reclamado tanto, han rezado tanto, han insultado tanto, que se saben de memoria lo que son. Y cuando no hay que comer, imaginan que comen.
Cuando la pobreza es masiva (como pasa en los países exóticos, en los que la gente hace lo que sea por unas monedas), pocos saben qué es ser pobres. El mundo es así, repleto de carencias, y por él van desde que nacen hasta que mueren, con intermedios en los que ríen y lloran, tienen hijos y logran el milagro de algún santo. Alguien decía: en casa éramos pobres, pero no nos dimos cuenta. Así que, si la mayoría lo es, la pobreza no se siente como una desgracia en tanto no llegue la publicidad anunciando lo que no hace falta, la gentrificación que encarece los lugares o personas que les dicen a los pobres que son pobres y que lo piensen bien.
Pero hay algo peor que la pobreza y es el sentimiento de pobreza (como sostiene Peter Singer), que consiste en hace sentir pobre a otro. Y este sentimiento nace cuando le muestro al otro que mis cosas son mejores y por eso soy más bonito que él, cuando lo excluyo de ciertos lugares haciéndolo sentir menos (un rechazado por falta de dinero y traje) o cuando le pongo en frente lo que no puede comprar y se lo muestro como necesario para tener éxito. Y este sentimiento de pobreza abunda en las ciudades industriales y en los balnearios turísticos, en los sitios donde los ricos lucen sus riquezas en los barrios obreros y en las calles donde están las mujeres de los trabajadores. Y pasa también entre los vencedores de una guerra, que se sirven de la victoria para convertir al vencido en un objeto que se compra con un paquete de cigarrillos, un chocolate o unas medias de seda. Basta leer La piel de Curzio Malaparte o ver la película El matrimonio de María Braun, de Reiner Fassbinder, para saber qué es una pobreza extrema y los malabares que hacen los obreros vencidos, que han perdido toda moral porque están sobreviviendo.
LA ECONOMÍA Y LA POLÍTICA
La pobreza obrera se ha estudiado e investigado a fondo (hay expertos en saberlo) y en los cuadros que se presentan se habla de alimentación, educación, mejor trabajo y vivienda digna. Pero en esto que se sabe, que se demuestra a través de coordenadas y curvas, la pobreza del obrero es solo un indicador de desarrollo en veremos, pues los pobres siguen existiendo y no solo porque se multipliquen entre ellos sino porque a esta pobreza caen otros obreros mejor pagados, como pasa en las recesiones, las inflaciones sin control y los despidos del trabajo. Todo indica que volverse obrero pobre es fácil, así como perder los valores y las creencias. La vida la defiende el que tiene con qué y el que no, sobrevive. Es decir, hace lo que sea, que si bien al inicio es culpa luego es complicidad.
La política es el cuidado del otro (entre los obreros pobres se llama solidaridad) y la economía la administración de bienes escasos. Los políticos conservadores sostienen que los obreros pobres hacen parte de la tierra (son siervos) y que ya Dios les dará lo suyo. Los liberales dicen que pueden salir de la pobreza, pero escalando, lo que regula la pobreza y la sitúa en la clase media baja y media (lo que se buscó con el Estado del bienestar). Ahora, la política obedece a la economía, es decir a los movimientos del capital y los bienes que este acredita para la producción y el comercio, lo que implica escala de oficios, tipos de salario y ubicación de personas. Sí, política y capital se reúnen, planean, deciden. Y a todo esto, la pobreza obrera está ahí, como un hecho y a la vez una obra de teatro.
Y en este teatro, pues se actúa de muchas formas, economistas como Keynes dicen que el ingreso (el salario) debe permitir consumir y ahorrar, lo que implica grandes inversiones en gasto público para fomentar la creación de empresas, lo que implica empleo. Pero Hayek, el economista austriaco, sostiene que la economía es un sálvese el que pueda (libre mercado) y que el hecho económico es un asunto de libertad, pues cada cual ha escogido lo que es. Total, en estos casos, la pobreza obrera es un tira y encoge, un toma y daca, para vivir al día sacando provecho de lo que sea, no importa que sea mentira. Y en este punto entra Darío Fo, antifascista, retirado de teorías comunistas y espectador de lo que les pasa a los obreros en una ciudad industrial como Milán, en la que abunda el acero, la moda y la comedia.
DARÍO FO, EN TÉRMINOS ECONÓMICOS
La lira italiana, hasta que llegó el Euro, fue una moneda en continuo proceso de devaluación. Malos gobiernos, crisis capitalistas, intereses particulares, emporios buscando trabajo barato, luchas obreras, movieron esa moneda como un títere que se ataba una cuerda y rompía otra. Y en este movimiento, las mujeres de los obreros pobres estirando el dinero para comer, retrasándose en pagos de alquiler y servicios, mientras sus maridos oyen a dirigentes sindicales vendidos al capital y trabajan día y noche esperando el despido. Algo así como en las películas Metrópolis de Fritz Lang, o en Tiempos modernos de Chaplin, filmes en los que la máquina es el obrero y este le copia los ritmos, es decir, se mueve, para, mantenimiento y sigue. Y en estos movimientos continuos, se desbarajusta. Resistencia de materiales, diría un ingeniero mecánico.
La lira, moneda reina de inflaciones, es algo que entiende bien Darío Fo. Entender lo que significa una moneda (que es una muestra de confianza entre vendedores y compradores) es saber ya lo demás y lo que sigue. La moneda define, sitúa, establece clases sociales, crea mercados, los predicadores la piden para Dios y la economía la usa para controlar los gobiernos. Y más en las ciudades grandes, en la que el obrero (base de la producción) es nadie si no lleva una cartera con billetes. Esto lo saben hasta los falsificadores, que lo suyo lo pagan con moneda buena, lo que permite escribir una comedia.
¿Y cómo funciona la economía entre los obreros pobres? Para Darío Fo, debiendo, aprovechando cosas baratas y esperando milagros. Y hasta permitiendo la rebelión si la moneda se vuelve un papel que cada vez vale menos o permite que los salarios rebajen. La moneda es un dios y un diablo al mismo tiempo, cuando no un bufón. Y en este juego (que parece de juglares), que las mujeres de los obreros asalten los supermercados, que roben comidas para perros, cabezas congeladas de conejo, alpiste, repollos (todo es robable y sus mismos maridos asaltan un camión que lleva sacos de harina), aparece la comedia, que es crítica de costumbres y al gobierno. La comedia es un desahogo colectivo (al revés de la tragedia, que es particular), un pandemónium, un escenario de contradicciones, pero a la vez una situación que no inventa sino que denuncia.
Darío Fo, que escribió sobre un rey loco, la hija de un Papa, una reina que escondía sus amantes en bibliotecas para aprender de ellos, y un anarquista que es suicidado, se dirá que fue una muerte accidental (esta obra la presentó en un sótano, debido a la censura), presenta en 1974 Aquí no paga nadie, una comedia sobre la inflación y la lucha de clases, el papel permisivo de un inspector de policía y la credulidad de un brigadista, añadiendo a esto un padre viejo y turulato, dos mujeres (Antonia y Margarita) y dos maridos (Juan y Luis), que en ideologías son contradictorios, pero en asumir la realidad, que viene como se pinta, cómplices. Y a esto hay que agregar (la comedia es de agregados) la picardía de Antonia, la candidez de Margarita, un ataúd con sacos de harina que no cabe en un armario y un milagro de santa Eulalia, que deja ciegos a los que no creen en ella. Y en medio de esto un vecindario alebrestado, que parece una multitud de película rusa yéndose de frente contra los cosacos del zar, luchando para que no la desahucien de sus casas ni les rematen sus cosas. Toda una pérdida de derechos.
Esta comedia (una sátira violenta), que si se la filma haría parte del neorrealismo italiano, fue una de las cincuenta que Darío Fo (en compañía de su mujer, Franca Rame) presentó en teatros, los más de mala muerte, a los que además de obreros asistían espías del Estado, miembros de partidos ultra fascistas, gente nerviosa y críticos de periódicos comprometidos con grandes empresas.
Darío Fo, en la mejor tradición de los goliardos, escribió en 1969 Misterio Bufo y otras comedias (asuntos medievales oscuros y divertidos), un tratado sobre 60 barcos de navegación ligera habitado por juglares, monjas sin convento, clérigos picaros, gobernantes corruptos y otros desmanes, libro con el que se ganó el Premio Nobel de Literatura en 1997. La Academia Sueca se lo dio por reírse del poder y rescatar la dignidad de los oprimidos. A mucha gente no le gustó este veredicto, pues fue como si hubieran premiado a Giovanni Boccaccio y a François Villon, ya de por sí un par de sinvergüenzas.
Las carcajadas de Darío Fo se ven en todas sus fotos. Tenía la dentadura completa para poder morder bien. Duró 90 años (murió el 13 de octubre de 2016).
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* Memo Ánjel (José Guillermo Ánjel R.), Ph.D. en Filosofía, Comunicador social–periodista, profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín–Colombia) y escritor. Libros traducidos al alemán: Das meschuggene Jahr, Das Fenster zum Meer, Geschichten vom Fenstersims. En la actualidad se está traduciendo Mindeles Liebe.
Tal cual Memo Angel nos presenta una visión propia y particular de cualquier tema, que llama la atención, en este caso aborda la pobreza y enfatiza mucho la mirada de DARÌO FO, calificado acá como antifascista y retirado de teorías comunistas. El artículo invita a leer a Curzio Malaparte en LA PIEL y a ver películas y obras de teatro tales como:
El acorazado Potemkin, El matrimonio de MARÌA BRAUN ( De Reiner Fassbinder) , Metrópolis de Fritz Lang, Tiempos modernos de Chaplin, y obras de teatro de DARÌO FO, como Aquí no paga nadie y Misterio Bufo.