Sociedad Cronopio

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EL DESIERTO DE LA TATACOA

Por John Mayshash*

Durante la evolución de la vida del Planeta Tierra, la distribución geográfica de los bosques ha experimentado cambios dramáticos. En los últimos quinientos años han disminuido dramáticamente las áreas boscosas y los ecosistemas se han visto afectados. Ante estos cambios letales, desde 1960, los bosques secos de las regiones tropicales se han declarado en alerta roja.

Ese es el caso de La Tatacoa. Posee una belleza fantástica y alucinante.  Cuando lo visitas te hace recordar de inmediato las viejas películas de vaqueros en el lejano oeste norteamericano pero localizado en el sur de Colombia. El bosque seco tropical de la región de Yararaca de la Tatacoa ahora anda de capa caída y en la actualidad es víctima de los problemas ambientales.

Producto de los fenómenos eólicos, el agotamiento de la tierra causado por el pastoreo indiscriminado y las altas temperaturas que agotan el agua, éste paraje —centro turístico de moda— grita ahora a los cuatro vientos una llamada de advertencia ante los peligros que están diezmando su ecosistema. Es un ejemplo patente que puede crear conciencia para conservar lugares similares en nuestro país y en el mundo.

Geografía y paisaje

Ubicado en el Departamento del Huila, a 38 Kilómetros de Neiva, es el centro del casco urbano de Villavieja, población de hospitalarios habitantes. El desierto es conocido también por el nombre que le diera el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada como «Valle de las tristezas». Cuenta con una extensión de 330 kilómetros y es de agotador recorrido por sus altas temperaturas que suelen alcanzar frecuentemente los 43 grados centígrados.

Sus regiones más visitadas son el Cuzco, el Cardón,  Doche, San Nicolás, Los Hoyos y la Venta. Parajes que sorprenden en su recorrido por su peculiar belleza son la Tortuga, El Cocodrilo y El Perro. La Tatacoa ofrece una vegetación arbustiva y de tipo herbáceo, donde sobresalen los cactus como el denominado arepo o el cardón; asimismo es un lugar de arbustos espinosos y cuenta con pequeñas plantas parásitas.

Su clima es más seco y cálido en los meses de julio,  agosto y septiembre. La Tatacoa es una hermosa tierra roja y gris; es una pequeña extensión del Planeta Marte pero anclado en Colombia. Es un desierto de dos tonos: la fase I es de color rojizo; y la fase II, de color grisáceo. Por otro lado,  los estoraques y las cárcavas son impetuosas. Las primeras son formaciones altas talladas por el viento y las segundas  —también llamadas ‘bad lanas’— son formaciones bajas o pequeñas formadas por las aguas que fluyen apacibles en el invierno debido a su conformación arcillosa.

¿Por qué es un desierto?: Una advertencia

Desierto es una porción de tierra que por su infertilidad no llega al 10% de productividad ni en la agricultura ni la ganadería. Tampoco es apto para asentamientos humanos. Generalmente un desierto se forma por causas naturales o artificiales. Las naturales ocurren por deshidratación y por  fenómenos eólicos, es decir, debido al viento que transita ferozmente por los suelos y se lleva a su paso la poca vegetación del paraje árido. La causa artificial es motivada por los lugareños que desatan tala de árboles, el sobrepastoreo y la compactación del suelo.

En el caso alarmante de la Tatacoa, el sobrepastoreo y los procesos eólicos son los causantes de su desertización.

Se hace pertinente analizar algunas cifras. Según estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, unos 33 millones de kilómetros cuadrados están en este momento en alto riesgo de quedar convertidos en vastos desiertos en todo el mundo.

En Colombia tenemos tres desiertos áridos: La Tatacoa en el sur,  La Guajira al norte y el desierto de la Candelaria cercano a Villa de Leiva en Boyacá. Hay que cuidarlos y protegerlos.

Por su aridez y extraña conformación, además de lo inusual que es tener uno frente a nuestra mirada, puedo denominar los desiertos como paisajes mágicos, exuberantes y hermosos. Estéticamente hablando son fascinantes.

Sin embargo, si realmente comprendiéramos su realidad ambiental, de seguro nos preocuparíamos. La mitad del planeta mutará de piel en pocos años y adquirirá el mismo paisaje ofrecido por La Tatacoa y otros desiertos diseminados en muchas regiones del mundo.

Evitar el sobrepastoreo, tomar medidas gubernamentales para frenar con contundencia el cambio climático, motivar el uso responsable del agua, son medidas indispensables para evitar la configuración de nuevos «saharas» en los años venideros. Esa labor debe encontrar eco en mí, en ti,  en todos, en los gobiernos de turno y en organismos supranacionales como la ONU.

No sería nada agradable a futuro, vivir a lo ‘Mad Max’, portando ropas andrajosas y siempre añorando un poco de agua, en medio de un desierto inconmensurable y sin rumbo fijo.
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*John Mayshash es fotógrafo y periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Realizó estudios de Periodismo Cultural en España. Estudió artes visuales y fotodiseño en Francia. Ha colaborado como periodista integral en revistas internacionales como National Geographic, Geomundo, Vida Silvestre, Fotomercadeo, Viajes y Aventura. Es colaborador del periódico El Colombiano de Medellín. Dentro del periodismo cultural, se especializó en temas como la ecología y conservación ambiental. Es miembro colaborador voluntario de Proaves y conferencista universitario.

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