JESÚS Y YAHVÉ EN LA OBRA DE HAROLD BLOOM
Por Juliana Mejía Jiménez*
«La verdad es coincidencia, acierto: la posición de quien pretende saber que mejor se adecua a lo que pretende sabido. Así pues, no hay verdad sólo en quien conoce ni sólo en lo conocido, sino en la debida correspondencia entre ambos, tal como decimos que un flechazo certero no está en la flecha de Guillermo Tell ni en la manzana sobre la cabeza de su hijo sino en el atinado encuentro entre una y otra. No basta el arquero, ni el arco, ni la flecha ni el blanco para que haya un buen tiro; es necesaria su conjunción armónica. Así también en el asunto de la verdad». Fernando Savater.
Ante la relación Jesús y Yahvé, y lo que ella representa en razón de la tradición judeocristiana, la pregunta que mueve la reflexión sería: ¿coincidencia o realidad?, y aunque bastantes tesis se han creado en pro de la causa, luego de leer el libro de Bloom es posible decir que en sintonía con las palabras de Savater, «la verdad es coincidencia».
La sugestión que el título puede suscitar en quien pretende leer la obra, pareciera apuntar en primera instancia hacia el análisis teológico de ambas figuras, sin embargo, el autor se dirige hacia el examen literario de dichos personajes, luego, este razonamiento conlleva a mover el suelo de judíos, cristianos e islámicos en términos de la aplicación de la lógica histórica y paradigmática de la que se ocuparon los autores de la Torá, el Tanakh y la Biblia cristiana y los posibles aciertos y contradicciones de estos textos sagrados.
La intención de Bloom, no es propiamente la de cuestionar los cimientos de dichos credos, los cuales se orientan hacia la resolución de algunas de las necesidades axiológicas y existenciales de los fieles, «la necesidad o ansia de trascendencia puede que sea algo totalmente opuesto a la sabiduría, pero sin ella nos convertimos en simples mecanismos de entropía» (Bloom, 2006). Máxime como crítico literario toma su papel de manera fuerte y se aproxima a la génesis de la fe desde los textos sagrados, descubriendo en estos elementos, ciertamente importantes, que permiten la reflexión acerca de ¿qué tan fidedigna es la historia referida a los dogmas de fe?
Ahora bien, independiente de la aseveración del respetado autor en relación a su posición como judío agnóstico, y que en determinados momentos se perfile severo frente al judaísmo, su inclinación hacia la figura de Yahvé es notable, por lo menos en relación con la de Jesús. «Es un personaje humano, demasiado humano, y eso me hace conectar mejor con Él» (Bloom, 2006). Sin embargo la afirmación no implica que el autor tenga fe en su Dios ya que como certifica: «Cuando me preguntan si soy creyente, creo que es una pregunta mal planteada, no es coherente. Cuando alguien lo hace no sé a qué se refiere. Si se lo plantean a un judío, no es lo mismo que a un cristiano. Un cristiano tiene fe; un judío, confianza en Yahvé, y yo no la tengo» (Bloom, 2006).
La obra rescata un sinnúmero de elementos acertados que permiten galopar por la senda de la reflexión crítica; en términos generales, el argumento central propone que la figura de Jesús y Yahvé son incompatibles, luego, la tradición judeocristiana termina siendo una falacia puesto que se basa en supuestos contradictorios.
Revisando los evangelios y las fuentes apócrifas que se tienen en relación al personaje de Jesús, «Jeshúa de Nazaret» para el autor, las inconsistencias, son muchas:
La imagen del Jesús histórico se basa no solo en los argumentos canónicos sino también en algunos textos apócrifos como en el caso de los del historiador Flavio Josefo.
Los evangelios canónicos se escribieron un siglo después del nacimiento de Jeshúa.
Los evangelistas no conocieron al personaje de Jesús propiamente.
La tradición oral no es de fiar, ya que desvirtúa la veracidad de los hechos.
Los dogmas del cristianismo parecen más que cristianos, pablistas (de San Pablo).
Las raíces griegas, romanas, judías y antijudías son patentes en los evangelios tardíos, también mencionados como evangelios de la nueva alianza o nuevo testamento.
El Jesús histórico se asemeja en algunos casos al Ulises escrito por Homero, en otros es antisemita, incluso, contradictoriamente un judío que pretende renovar la fe en Yahvé, y por no decir que se asemeja a al Dios Romano Júpiter quien destrona a su padre Saturno.
Ahora bien, el caso de Yahvé aunque similar, se contraría justamente cuando se encuentra con la figura de Jesús. El Dios Judío descrito por el escritor J (como lo nombra Bloom) es un Dios con personalidad humana, terco, a veces amable, otras veces extremo, dejado llevar de sus arrebatos de furia o condescendencia, sin embargo jamás capaz de auto inmolarse como sucede con Jesucristo (figura teológica de Jesús) en la cruz.
El Jesús de Marcos es bastante griego, el de Pablo parece ser antijudío, igual que el de Juan, Jesús mismo parece ser judío y no cristiano; a lo que se pretende apuntar es a que cada escritor que menciona a Jesús lo hace suyo, por lo mismo, no es posible determinar a ciencia cierta la muerte en la cruz, la resurrección, la concepción, si tuvo o no hermanos, entre otros.
Es más, en el siglo III, debido al surgimiento de corrientes cristianas como la gnóstica y la helenística, y buscando unificar criterios de fe se proponen dogmas como es el caso del de la Santísima Trinidad; declaración a la vez compleja de comprender, y que pone en bandeja la cuestión ¿hasta qué punto es una herencia del politeísmo romano? Sin embargo, la aseveración de la iglesia y sus fieles es justamente la antítesis de nuestro cuestionamiento, ya que la afirmación es que es una religión monoteísta, la cual cree en tres personas que son una misma, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu, no una versión de triple teísmo, y mucho menos de politeísmo si se incrustara a estas tres la cuestionada adoración a La virgen María (Miriam para Bloom).
«A pesar de la brillantez de la teología cristiana, que culmina en Tomás de Aquino, la Trinidad es una estructura sublimemente problemática, y no sólo porque separa el concepto de persona del de sustancia, sino también porque propone al Espíritu Santo como una tercera persona crucial junto al Padre y al Hijo, algo de lo que el Nuevo Testamento ofrece muy pocos testimonios. Al menos, no recuerdo ni un solo pasaje de los Evangelios Sinópticos que identifique de manera inequívoca a Jesús con Dios: una categoría que sólo alcanza en Juan, y que nace claramente de las ofensivas de ese Evangelio contra aquellos que airadamente denomina «los judíos». Sin embargo, ni siquiera en Juan se da nombre a esa categoría. Para Juan existe un vínculo entre Yahvé y Jesús, pero no se amalgaman del todo.» (Bloom, 2006).
El texto es complejo y las conclusiones son inciertas, sin embargo, el trabajo del escritor es minucioso y muy interesante; si se tratara de hacer defensa de una fe en particular sería necesario un tratado fuerte en términos teológicos, por lo que es necesario recalcar que estas relaciones parten de signos y de analogía literaria.
Tomaré de la obra cuestiones significativas que creo que se esconden bajo las letras del texto de Bloom. En primer lugar, la afirmación de que no existe una tradición judeocristiana ya que para Bloom el cristianismo y el judaísmo son irreconciliables, y en segundo lugar, que esta tradición es funcional en términos sociales y políticos.
NO EXISTE UNA TRADICIÓN JUDEO CRISTIANA
«Las dos historias, los dos dioses, e incluso las dos biblias no son compatibles», dice Bloom. Jesús es un judío que se caracteriza por la inquebrantable fe en la alianza con Yahvé, asunto por el cual Bloom encuentra con ironía el hecho de que sus seguidores le utilizaran para sustituir la Alianza con Yahvé por una Nueva Alianza.
El Antiguo Testamento, y el Nuevo Testamento cristiano, son libros realmente disímiles con propósitos muy distintos, tanto religiosos como políticos. Bloom hace resistencia ante la idea de la continuidad entre judaísmo y cristianismo. En su opinión, el Antiguo Testamento y el Nuevo son cosas distintas. Jesús no fue descendiente de Yahvé en ningún sentido.
El argumento es que la nueva alianza parte de una lectura errónea de la Biblia hebrea, puesto que Dios es el centro de la Alianza con Yahvé, mientras que en el Testamento Tardío es el hombre quien reemplaza las sagradas escrituras.
Por lo mismo, la diferencia hace que sea cuestionable el asunto de una raíz judeocristiana y de una herencia compartida. «Hablar de una tradición judeocristiana es como hablar de una tradición cristiano islámica».
LA TRADICIÓN JUDEOCRISTIANA COMO ELEMENTO FUNCIONAL DENTRO DE LO POLÍTICO.
Ahora bien, ¿cuál podría ser la funcionalidad al hablar de una tradición judeocristiana?; pues bien, la respuesta está enmarcada dentro de la arena política contemporánea, la cual juega un papel central en la actualidad.
Además de relacionar religión y literatura, el texto toca con pericia el terreno de la política cuando examina el lenguaje críptico de Jeshúa, y hace mención a George Bush, afirmando no solo que es «el peor presidente de nuestra historia»(Bloom, 2006), sino explicando que los norteamericanos han cimentado una religión americana basada en Jesucristo americano, un «personal Jesus»:
«La mayoría de los creyentes en mi país están convencidos de que Jesucristo habla inglés, aunque no llegan al punto de Bush, que se comunica directamente con él, cree que está afiliado al Partido Republicano y que es accionista de una de sus grandes empresas», dice Bloom.
Si Bush habla con Jesús, y el Partido Republicano es socio mayoritario de la empresa de Cristo, es fácil entender el por qué de la posición política guerrerista de Norteamérica en oriente próximo, la cual además es proisraelí, dadas las circunstancias de la alianza judeocristiana; si américa es cristina y su raíz es judía, cómo no entrelazarse con los Judíos en pro de la búsqueda del Estado Israelí. Por lo menos esos serian algunos argumentos que podrían leerse entre líneas, ya que se ponen como ideología y nublan en parte la búsqueda del poder territorial en relación a la importancia geoestratégica de los países de medio oriente y la relevancia de tener aliados en la zona.
Un elemento significativo que se incorpora en la lectura, es el reconocimiento de Yahvé como perdedor de una batalla histórica y demográfica frente a otras deidades como Alá y la Trinidad Cristiana. El futuro de la religión, ya no se resuelve en el subcontinente europeo, más bien en América es donde se perfecciona un pentecostalismo o religión del Espíritu Santo apoyado por hispanos, afroamericanos y blancos del sur de Norteamérica. Por su parte, en Asia el Islam entra siendo creciente y militante.
En relación a esto, cabe decirse que para los Estados Unidos de América no es muy gratificante que la religión islámica sea creciente y militante, mucho menos en su territorio, por lo que la unificación con Israel también termina siendo funcional, aún más buscando satanizar todo credo que no sea occidental, es decir que no sea judeocristiano.
Pero qué pasaría si verdaderamente se aplicara la lógica de Bloom en el asunto y se desvinculara el cristianismo del judaísmo, y pasara a ser una religión independiente, ¿importaría si el presidente de los Estados Unidos hablara con Jesús o el Partido Republicano fuese su fiel seguidor? En este sentido parte de la justificación tácita norteamericana desaparecería, por lo menos en el caso de Israel, y más aún ¿tendría algún sentido la satanización hacia los islámicos?, porque si bien algunos de sus fanáticos religiosos se auto inmolan, los judíos no son tan benévolos en relación a las bombas y los ataques. Tremenda cuestión la que se pondría en tela de Juicio.
Para el mundo, no es ajeno el interés económico y geoestratégico de los gobiernos de la tierra del norte en los países de medio oriente, sin embargo, es más fácil el logro de la legitimidad cuando se dejan entrever posiciones ideológicas; los americanos fácilmente intervendrán y ayudarán a sus hermanos en herencia, los israelitas, más que a otros pueblos, ya que ellos son la herencia de su Jesús personal, los demás son paganos y pecadores.
Es difícil llegar a conclusiones en este tema, por lo que resulta más pertinente dejar los cuestionamientos abiertos. Hay muchas preguntas. El libro de Bloom perfila elementos interesantes aunque tampoco cierra con respuestas. Por lo demás, me parece oportuno dejar una reflexión en lo que se refiere a la ideología, para así ejemplificar lo que puede generar a nivel social y político:
«Toda imagen del mundo está condicionada por la perspectiva desde un punto de vista social que la caracteriza, y todo factor implicado en tales relaciones de condicionamiento (trátese de determinantes intelectual–espirituales, psicológicos o materiales) posee un peso distinto dentro de cada uno de los grupos pertinentes… Pero en la sociología del saber no se trata simplemente de algo singular, como es el paisaje, ni de grupos profesionales, sino de la manera de experimentar el mundo en su conjunto y de los estratos decisivos de la sociedad; no basta con coordinar sociológicamente el mundo como imagen intelectual, sino que asimismo hay que hacerlo con las interpretaciones filosóficas y los fines y tendencias morales.» (Horkheimer, 1966).
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* Juliana Mejía Jiménez es trabajadora social de la Universidad Pontificia Bolivariana, es editora de sociedad de www.revistacronopio.com, es candidata a magister en Estudios Políticos de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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La Forma de pensar, La Realidad De Cada Persona Es muy diferente pero siempre podemos tener la oportunidad de conocer diferentes puntos de vista.
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