LOS ZOMBIES SOMOS NOSOTROS
Por David R. Castillo*
El pasado día 4 de junio recibí un curioso mensaje de un periodista del Miami Herald, quien me pedía opinión acerca de la extraordinaria popularidad de los relatos de zombies y vampiros. El periodista, Fred Grimm, había estado siguiendo las reacciones «histéricas» suscitadas por la trágica noticia de un vagabundo al que alguien asaltó sin motivo aparente el día 26 de mayo en Miami, desfigurándole el rostro sin otra arma que sus dientes.
Según se puede leer en su columna del día 5 de junio, Grimm considera «deprimente» el hecho de que desde los centros estadounidenses para el control y prevención de enfermedades se vieran en la necesidad de desmentir la existencia de un virus que reanima a los muertos. El periodista se hace eco asimismo del hecho de que las palabras «zombie apocalypse» se han convertido en una de las búsquedas mas frecuentes de Google.
Grimm cita a varios expertos en asuntos de zombies quienes sugieren que el fenómeno zombie va hoy en día bastante más allá de una mera moda narrativa o ficcional, para convertirse en una fijación obsesiva a nivel masivo. A mi modo de ver, la presente obsesión cultural con los temas zombies es, al menos en parte, relacionable con la sospecha de que el apocalipsis puede estar acercándose, y sobre todo, de que somos o seremos nosotros mismos los principales causantes de una posible extinción de la raza humana.
Digamos que el estilo de vida moderno, el insaciable e irreflexivo consumismo del primer mundo, equivale ni más ni menos que a una forma de canibalismo suicida. Pero vayamos por partes. Lo cierto es que las historias de monstruos tanto vivos como muertos, o mejor dicho, «no muertos» que se alimentan de sangre o carne humana, hunden sus raíces en la antigüedad. Ahora bien, como personajes preferidos del género de ficción, los vampiros y los zombies, que nos resultan más familiares, son creaciones bastante recientes, y por cierto distinguibles en términos sociológicos de parientes ancestrales como los hombres lobo.
En general, podríamos decir que el hombre lobo representa la amenaza universal de nuestros instintos primitivos, nuestro inherente salvajismo reprimido o contenido por las barreras de la civilización. Por otra parte el tipo de vampiro que asociamos con la obra pionera de Bram Stoker y su legión de descendientes parece representar ansiedades más concretas acerca de nuestro entorno socioeconómico y político, es decir, el contexto de experiencia vital colectiva y las estructuras que asociamos con la modernidad occidental.
Así, por ejemplo, Drácula puede muy bien leerse como un mea culpa velado e inconsciente del capitalismo colonial con su complementaria advertencia del peligro de la colonización al revés, el tipo de lógica que sigue alimentando paranoias aislacionistas y/o imperialistas. Conviene recordar que el mismo Karl Marx pensaba en el capitalismo como una fuerza destructora esencialmente vampírica en la medida en que extraía la energía vital tanto de la naturaleza como de la humanidad. Pensando en la actualidad cultural, la reciente novela de Seth Grahame-Smith, Abraham Lincoln Vampire Hunter (2010), que ha servido de inspiración directa para la popular película del mismo título recién aparecida en el mercado norteamericano, se sustenta sobre ideas parecidas al presentar a un joven Lincoln cazando vampiros aristócratas blancos que se alimentan de la sangre de esclavos negros.
Las escenas de extracción mecanizada de sangre resultan especialmente pertinentes en este sentido. Sirva ésta de ejemplo: «Only now did I see the dark glass tubes running over our heads, running from the bodies on our left to the vessels on our right. Only now did I see the blood running into those vessels, kept warm by a row of tiny gas flames beneath. Only now did I see the chests of these ‘corpses’ moving with each shallow breath. And here the whole horror of it struck me» (Grahame-Smith, Abraham Lincoln Vampire Hunter p.192).
Esta imagen y otras similares nos recuerdan las factorías de sangre que llegan con la instauración del orden vampírico en la famosa trilogía de Guillermo del Toro y Chuck Hogan. Si, como venimos sugiriendo, el vampiro moderno parece contener alusiones alegóricas y, en algunos casos, comentarios directos acerca de las condiciones económicas y sociales que asociamos con el capitalismo imperialista, la figura del zombie es algo más compleja y quizá más de última hora, en la medida en que pueda expresar ansiedades propias de la condición posmoderna.
El entorno «natural» del zombie es un mundo sin sentido y sin futuro, un desierto abandonado de la mano de Dios y habitado por muertos vivientes que deambulan de forma errante sin otro fin que el constante consumir. De ahí que el abandonado centro comercial sea uno de los paisajes más reconocibles de la literatura y el cine zombies, al menos desde la aparición de la ya clásica película de George Romero, Dawn of the Dead (1978), fuente inagotable de inspiración para los que cultivan el género de las fantasías zombies.
En una de las más recordadas escenas de la película, una masa de zombies se acercan lenta pero inexorablemente a las cristaleras del centro comercial donde se ha refugiado un grupo de supervivientes. Al contemplar la escena, uno de ellos, exclama sorprendido: «They are us!» Quizá sea ésta la revelación más espeluznante que podamos extraer de nuestras versiones (pos)modernas del vampiro y del zombie: ¡Somos nosotros!
Dawn of the Dead (1978). Mall Scene de George Romero. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=7zK_44APmbY[/youtube]
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* David R. Castillo es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Granada, doctorado en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Minnesota, catedrático de literatura española y jefe del departamento de Lenguas Románicas en la State University of New York, Buffalo. Con anterioridad profesor de la Universidad de Oregon, en donde obtuvo el Ersted Award for Distiguished Teaching en el 2001. Autor de Awry Views: Anamorphosis, Cervantes and the Early Picaresque (Purdue University Press, 2001), Baroque Horrors: Roots of the Fantastic in the Age of Curiosities (University of Michigan Press, 2010; reimpreso en 2012) y numerosos ensayos de crítica cultural publicados en revistas especializadas y colecciones académicas. Coeditor de Reason and Its Others: Italy, Spain, and the New World (Vanderbilt University Press, 2006) y Spectacle and Topophilia: Reading Early Modern and Postmodern Hispanic Cultures (Vanderbilt University Press, 2012).