PERÚ: ¿SOMOS POBRES PORQUE SOMOS RICOS?
Por Ismael Muñoz Portugal*
La discusión de los últimos años sobre el modelo de desarrollo que debe seguir el Perú ha llevado a la conclusión de que el modelo neoliberal imperante no tiene como sustento básico la erradicación de la pobreza, ni la disminución de la desigualdad, ni es sustentable con el medio ambiente. El llegar a un acuerdo sobre un modelo distinto de desarrollo y que sea coherente con nuestra realidad de país, requiere de una correlación de fuerzas sociales y políticas favorables para el logro de este cambio.
Se trata de derrotar la pobreza y la profunda desigualdad a través de un modelo inclusivo, que no solo promueva el crecimiento económico sino también una distribución con equidad; y lleve a cabo políticas orientadas a formar capital humano y social. Esto se consigue llegando a un acuerdo en el país de que las prioridades son la inversión en educación y salud, en ciencia y tecnología, y en infraestructura; las cuales deben hacerse en forma descentralizada. Para cumplir de manera adecuada con esta tarea se requiere, tanto del incremento significativo de la presión tributaria y del mejoramiento significativo de la gestión pública, como también de un conocimiento profundo de nuestra realidad para llegar a buen puerto en el debate nacional sobre la mejor forma de utilizar nuestros recursos naturales.
LA GEOGRAFÍA PERUANA Y DESARROLLO
En el año 2006, Carlos Amat y León escribió un libro llamado El Perú Nuestro de Cada Día en el que expresa la siguiente afirmación: «En el Perú la geografía manda. Somos un país de montañas tropicales». Cierto, completamente. Además, también habría que decir que tenemos una costa desértica con pequeños valles bañados por ríos que nacen en la Cordillera de Los Andes, justamente en la sierra peruana; y una extensa selva que cubre la mayor parte del territorio nacional.
La dinámica climática de nuestro país es compleja y variada. Y por esta razón requiere de un tratamiento muy sofisticado y planificado. Como pocos países tenemos ante nosotros el inminente desafío de realizar una gestión eficiente y de reparto equitativo del agua, el cual será un recurso cada vez más escaso, como resultado del calentamiento global y del cambio climático mundial. También, quizá, pueda expresar una parte del problema la forma en que la naturaleza ha distribuido el agua que posee el territorio y la población peruana.
Tenemos que el 97.8% del agua discurre por la vertiente oriental, donde reside el 35 % de la población. Aquí se presenta un panorama de abundancia de agua con respecto al tamaño de la población. Y en contraposición, el 1.7% del agua discurre por la vertiente del Pacífico, donde reside el 60% de la población. En este caso el panorama es de muy poca agua para mucha gente. Pero además, finalmente, el 0.5% del agua que tenemos en el país desemboca en la vertiente del Titicaca, donde reside el 5% de la población. Por supuesto, no contamos el agua del mar, que para transformarse en agua potable o de riego requiere de tecnologías muy caras y sofisticadas.
Por otro lado, la diversidad biológica que es motivo de tanto orgullo para los peruanos es una realidad maciza y evidente, pero también un signo que demanda una tarea de enormes proporciones, tanto para conservarla como para que sea útil para la gente. Hay muchos climas y zonas de vida en el Perú, que cuenta con 28 climas de los 34 existentes; y con 84 zonas de vida de las 104 que existen en el mundo.
Además, el Perú es el cuarto país en superficie de bosques tropicales (después de Brasil, Indonesia y Congo); es el primer país en diversidad de recursos genéticos de plantas domesticadas (182) como la papa y el olluco; posee más de 4400 plantas nativas de uso conocido (1200 son alimenticias; 1408 son medicinales); tiene cinco especies de fauna domesticada; y ciertamente, el territorio nacional es un banco de germoplasma. Estos datos que están en el libro de Amat y León, son ya de por sí un desafío para saber qué podemos hacer con tanta riqueza natural; y evitar que la fragilidad de los ecosistemas y la geología volcánica y sísmica, lo mismo que los problemas derivados del recurso hídrico, se conviertan en desastres naturales, que como señala Máximo Vega-Centeno, son en realidad desastres sociales. La política tiene como tarea justamente enfrentar este conjunto de problemas y encontrar las salidas más justas para la población.
EL PROBLEMA DE LOS PAÍSES CON ABUNDANCIA DE RECURSOS NATURALES
Tenemos conocimiento sobre el problema que genera la abundancia de recursos naturales. En torno a este mismo tema, en el año 2005 el profesor Jurgen Schuldt escribió un libro, cuyo título es muy sugerente de lo que estamos escribiendo; y es una pregunta: ¿Somos pobres porque somos ricos? El argumento es que las economías subdesarrolladas con abundantes recursos naturales crecen menos que las economías que no disponen de tales recursos en abundancia. Las diferencias en el crecimiento se miden por el PBI per cápita. El autor señala que esta paradoja de la abundancia es bastante clara desde los años 60; y que más específicamente, el peor desempeño lo han tenido las economías mineras.
Sobre el mismo problema, dos economistas en los Estados Unidos, Jeffrey Sachs y Andrew Warner escribieron un libro en 1995 donde acuñaron el término denominado «la maldición de los recursos naturales». Explican que al realizar mediciones econométricas entre países subdesarrollados, resulta que una abundante dotación de recursos naturales está relacionada con alta pobreza humana. No sería por tanto acertada la famosa frase de Antonio Raymondi para calificar al Perú como un «mendigo sentado en un banco de oro». Es posible pensar entonces que sin el «banco de oro» quizá el Perú tendría una menor pobreza de su población.
Haciendo historia, sabemos que durante distintos periodos de nuestra época republicana se han dado varios momentos de bonanza, pero que terminaron en un fracaso de la economía peruana. Se trata de estrategias de desarrollo que no funcionaron, tal vez porque estaban basadas en la confianza que genera el abundante recurso natural, al alcanzar buenos precios en el mercado internacional. Así, tuvimos períodos de auge gracias a la plata, al guano de islas, al caucho de la selva, a la harina de pescado; y es lícito preguntarse por la bonanza macroeconómica de los últimos años, debido a los altos precios internacionales del oro, el cobre y otros minerales.
El problema económico con los recursos naturales abundantes es que generan rentas extraordinarias que inhiben el esfuerzo de la capacidad humana para innovar y sobreponerse cuando existe escasez de recursos. No hay, por tanto, desarrollo de la tecnología, ni de instituciones equitativas ni tampoco se cultivan valores de austeridad. Y esta situación tiene un nombre técnico que se llama «enfermedad holandesa».
Acontece que cuando se elevan los precios de los recursos naturales en el mercado internacional y el país descubre nuevas fuentes o yacimientos de minerales, petróleo o recursos primarios; y si estos son el principal producto de exportación de la economía, entonces se genera un «boom» primario exportador. Esto trae un ingreso cada vez más importante de divisas (dólares) para el país, situación que lleva a deprimir el tipo de cambio en dólares y se aprecia el tipo de cambio en la moneda nacional.
El resultado de lo anterior es la pérdida de competitividad internacional de las demás ramas transables de la economía, sobre todo de la industria manufacturera; y, dadas las señales que emite el mercado, se reasignan los recursos de inversión, los cuales se desplazan de la industria hacia los sectores primarios beneficiados por los altos precios, y de no transables, como la construcción. El problema principal es que los recursos se van de los sectores que generan mayor valor agregado y encadenamientos en la economía, ocasionando un obstáculo para el empleo y el desarrollo.
Sin embargo, hay países que escaparon a la «maldición de los recursos naturales» tales como Canadá, Finlandia, Noruega, Australia y varios otros; y más recientemente también existen países, como Costa Rica, Botswana, Malasia o Mauricio, que están desarrollando, utilizando de manera inteligente y planificada los ingresos de divisas que se tienen por la exportación del recurso natural en una mayor inversión en capital humano, sobre todo en educación y salud, pero también en desarrollo tecnológico.
Tenemos mucho que aprender de las buenas experiencias internacionales; y debatir sobre el modelo de desarrollo que nos puede sacar adelante como país, sin generar exclusión ni profundizar las desigualdades que existen en el Perú. Este modelo no será «calco ni copia» de otras realidades, sino el resultado del debate, del conocimiento de nuestro país y del acuerdo de las diversas fuerzas sociales y políticas que promuevan un auténtico cambio en democracia.
Crecimiento y pobreza en el Perú. Análisis del “Informe Marco Macroeconómico Multianual 2011-2013” publicado por el MEF. Clic para ver el video
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* Ismael Muñoz Portugal. Economista. Profesor asociado del Departamento de Economía y de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado los libros «Políticas de Industrialización en el Perú» (coescrito con Javier Iguiñiz, 1992); «Responsabilidad social de los actores económicos en América Latina: Responsabilidad Social Empresarial» (2004); «Descentralización, gobernabilidad y formación de profesionales en la gestión pública en el Perú»; «Acción colectiva, desigualdad y conflicto en la sociedad peruana: una aproximación» (2009). Además ha escrito varios artículos en torno a políticas públicas, estrategias para combatir la pobreza, y también sobre desarrollo humano.