Sociedad Cronopio

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Darwin

DARWIN O EL INFIERNO, EVOLUCIÓN EN EL TEXTO BÍBLICO

Por Daniel Montoya*

Lunes. Nueve de la mañana. Llovía y hacía frío. ¿De qué otra forma podía ser? Por la ventana de la oficina ya se veían las hojas amarillas y rojas del otoño recién llegado a Carolina del Norte. En ese momento descubría que, después de doscientos años, Charles Darwin seguía haciendo llorar a la gente. Gente como la estudiante que estaba sentada frente a mi, dos enormes lagrimas cayendo por sus mejillas, aferrando una enorme cartera de cuero entre sus manos. Lloraba porque Darwin la hacia sentir «sucia» y a punto de condenar su alma por toda la eternidad.

Una semana antes habíamos revisado en mi clase de Psicología Cognitiva la Teoría de la Evolución y, como resultado de ello, les pedí a los estudiantes que encontraran software gratuito y produjeran un mind–map, la organización visual de la información leída. El producto debería basarse en la lectura de un artículo que explicaba por qué la gente no entiende la Teoría de la Evolución. En mi superficialidad, pensaba que los estudiantes podrían ver reflejados sus propios prejuicios en el artículo y llegar a un nuevo nivel de comprensión de su propia mente.

Sin embargo, aunque la mayoría de los estudiantes habían respondido, de una u otra manera, a la tarea, esta estudiante se negaba a producir un escrito. Según ella afirmaba, el problema principal era que sus creencias religiosas le impedían considerar nada que se acercara a la comprensión de la Evolución. Toda esa «cosa» de la que trata la ciencia era «producto del demonio» y ningún cristiano decente debería ser expuesto a semejante aberración.

¿Que hubiera pensado Darwin de aquella conversación?

En general, mi estudiante sólo estaba expresando puntos de vista que abundan en la sociedad norteamericana de hoy, los cuales han generado mucha confusión pero no discusiones inteligentes. Como resultado, grandes porcentajes de la población en Estados Unidos siguen sin entender de qué hablamos cuando hablamos de evolución. Esto, a su vez, ha producido diferentes tipos de cegueras, entre ellas la incapacidad para ver el texto bíblico a la luz de la evolución cognitiva humana.

EL DISEÑO DE UNA TEORÍA COMPLEJA

Nunca entendí por quÉ me produce una sensación de orgullo saber que Charles Darwin pasara por mis «pagos» (Darwin Online, 2009). Muchas de las ideas que luego fueron desarrolladas en su libro «El Origen de las Especies» fueron basadas en observaciones hechas a lo largo de la costa argentina y chilena durante sus viajes con el HMS Beagle entre los años 1832 y 1835. Después de esta travesía, le llevó a Darwin mas de veinte años refinar sus ideas. A partir de la publicación de este libro, en 1850, la Teoría de la Evolución ha generado aceptación y rechazo por partes iguales. A pesar de ello, esta teoría es hoy uno de los pilares de la ciencia moderna y, en sus muchas reencarnaciones, nos permite entender el desarrollo y evolución, no sólo de la vida en este planeta, sino también la posibilidad de que el mismo proceso se repita en otros mundos [1].

¿Pero, de qué se trata esta teoría que ha sobrevivido por mas de un siglo con semejante capacidad predictiva y explicativa? En otras palabras, ¿qué es la Teoría de la Evolución?

Evolución, en su definición mas simple y directa significa la capacidad de producir descendientes con modificación. La definición incluye dos tipos de procesos: una evolución de menor escala, que incluye cambios en la frecuencia de genes en una determinada población en diferentes generaciones, y una evolución de escala mayor, la cual involucra la evolución de diferentes especies a partir de formas originales. La idea central, resultado de un largo proceso de observación y desarrollo por parte de Darwin, es que todos los organismos terrestres no aparecieron como los vemos ahora y que todos, animales y plantas, provienen de un ancestro común.
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Siguiendo este concepto, podemos deducir que todos los animales y plantas terrestres están relacionados a un nivel muy íntimo ya que todos compartimos ese ancestro común. La heterogeneidad que vemos en el mundo es el resultado de diferentes linajes dividiéndose y separándose durante largos periodos de tiempo, produciendo un patrón que puede ser descripto como ramas creciendo de un tronco común. De ahí el termino, «Árbol de la Vida» utilizado comúnmente para describir los efectos de la evolución. Prueba de ello, también, es que todos los organismo terrestres usamos el mismo tipo de «receta» para fabricar nuestros cuerpos: el ácido desoxirribonucleico o ADN.

La evolución es un proceso general que funciona a través de diferentes mecanismos que afectan la diversidad genética. Fuerzas externas actúan sobre los genes lo cual resulta en evolución. Entre estos mecanismos podemos citar simples mutaciones genéticas que ocurren espontáneamente; el efecto de las migraciones, las cuales inyectan nuevos genes en una población; y la selección natural, la cual es comúnmente entendida, inexactamente, como la «supervivencia del mas apto», pero que, en realidad, significa la simple capacidad de sobrevivir lo suficiente para pasar material genético a nuestros descendientes.

¿Qué piensan los científicos acerca de la Teoría de la Evolución?. En su gran mayoría los científicos de diferentes disciplinas aceptan la Teoría de la Evolución y no existen dudas acerca de su capacidad para explicar cómo las diferentes especies de seres vivos se presentan hoy a nuestros ojos. De hecho, el proceso de la evolución es esencial para entender mutaciones, como por ejemplo, la resistencia a los antibióticos y la aparición de nuevas formas virales capaces de producir mas daño que las anteriores.

Al mismo tiempo, no resulta extraño entender que nuestra mente misma es también el resultado del proceso evolutivo. En las palabras de Steven Pinker, la mente es una solución a problemas que presenta nuestro medio ambiente. Todo ser viviente debe enfrentar condiciones externas que pueden ser conducentes, o no, a su supervivencia. Nuestra mente se desarrolló en esta constante interacción con las fuerzas externas de la naturaleza y, como tal, es parte de ella.

¿ES POSIBLE «CREER EN LA EVOLUCIÓN?

¿Que entiende el resto del mundo acerca de la evolución?

Una encuesta conducida por el British Council (2009) indica que, en general, existe un consenso general de aceptación de la teoría de la evolución. Sin embargo, estos datos también indican profundas diferencias entre los diferentes países encuestados. Mientras en Estados Unidos, por ejemplo, una gran mayoría de los adultos sondeados indican saber quien era Charles Darwin (71 %). Sin embargo, menos de la mitad de estas personas (41%) están de acuerdo con la opinión de que existe evidencia suficiente para sustentar la teoría de la evolución. En Estados Unidos esto se correlaciona con el hecho de que la teoría de la evolución no es enseñada completamente o cubierta por los programas escolares. De hecho, en algunos estados, la enseñanza de la evolución ha encontrado seria resistencia (Wing, 2012). El rechazo de la teoría de la evolución en EEUU se alinea con las posiciones teológicas de una gran mayoría de las iglesias y políticos de derecha.

Es muy común en EEUU escuchar a políticos referirse a la evolución solo como una «teoría», sin entender el verdadero peso que una teoría científica realmente significa. Al mismo tiempo, se insiste, en forma petulante, que existen «huecos» en la teoría de la evolución con una fijación casi maníaca en la imposibilidad de encontrar al «eslabón perdido» de la evolución humana. El mas triste ejemplo es la insistencia, en algunos estados, de presentar y enseñar creacionismo y evolución paralelamente como si se tratara de dos teorías científicas encontradas. En realidad, el creacionismo es una pobre solución intelectual a la falta de argumentos para negar la evolución, y como tal, no puede ser considerado ciencia. Así, sería equivoco y deshonesto presentar el creacionismo a los estudiantes como si fuese una alternativa real al pensamiento darwiniano.
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En tanto en Latinoamérica, basado en solo dos países encuestados, Mexico y Argentina, los números indican que la mayoría de los adultos (42% en Mexico y 37% en Argentina) aceptan que la vida en la Tierra fue sujeta a un proceso de evolución. Aunque Latinoamérica puede ser considerada, en su gran mayoría, católica, la Iglesia parece no tener tanta influencia en la posición adoptada por la mayoría de la población. La posición oficial de la Iglesia Católica, según el Concilio Vaticano I, es que «hay un sólo Dios verdadero y vivo, creador y señor del cielo y de la tierra» (Concilio Vaticano I, 1869). Sin embargo, estas ideas no conllevan un peso decisivo en las creencias populares.

Los resultados de la encuesta apuntan a la idea de que la fe y la ciencia no necesariamente deben mantener posiciones encontradas. Sin embargo, en muchos lugares, el texto bíblico sigue utilizándose para negar las explicaciones científicas, contraponiéndolo, sin ningún tipo de filtro, a la teoría de la evolución. Esta posición nace de una lectura literal del texto bíblico y su aplicación a todas las situaciones aun en circunstancias donde dicha aplicación es incorrecta. Como resultado, la gente acepta teorías erróneas en lugar de arribar a una comprensión cierta de la Teoría de la Evolución.

Por otro lado, mucha gente entiende que el texto bíblico no debe ser simplemente leído literalmente, pero, por lo contrario, debe ser interpretado. La interpretación es absolutamente necesaria cuando hablamos de un texto antiguo escrito bajo diferentes circunstancias socio–políticas e históricas. Aunque una discusión acerca de estas posiciones es interesante en si misma, esta se aleja de los objetivos del presente artículo.

Irónicamente, el texto bíblico en si, muchas veces utilizado salvajemente por ciertas posiciones anticientíficas, se halla atravesado por los mismos efectos y circunstancias que se planea ignorar. Es decir, el texto bíblico, desde el punto de vista de la evolución, muestra las preocupaciones básicas de nuestra especie. Lo hace en la forma de un texto producido por un grupo humano sometido a las presiones de su medioambiente y prescribe soluciones a estos problemas con el fin de ayudar a la supervivencia de este grupo.

¿MARCAS DE LA EVOLUCIÓN EN EL TEXTO BÍBLICO?

El texto bíblico nació en diferentes tiempos y lugares. Como tal, es el resultado de negociaciones sociales inscriptas en el tiempo y el espacio, por tanto, sujetas a presiones evolutivas.

El texto que conocemos hoy, en diferentes traducciones, fue establecido en un canon por decisiones comunales. Se sabe, por ejemplo que los libros del antiguo testamento fueron escritos durante el periodo del primer templo (1000-800 CE) y representan la cristalización de muchas tradiciones orales transmitidas por varias generaciones. Prueba de ello se encuentra en la falta de unidad del texto, el cual puede ser visto como un palimpsesto que compila diferentes registros y periodos históricos. Entre los ejemplos mas estridentes se encuentra una serie de contradicciones y «errores» como la presencia de dos historias de creación (capitulo 1 y capitulo 2 de Génesis); o el problema de Caín, hijo de Adan y Eva, quien encuentra esposa cuando los miembros de su familia eran, técnicamente, los únicos habitantes de la Tierra (Génesis 4). Un patrón comúnmente aceptado para establecer los diferentes registros en el texto de Génesis hace uso de los nombres de Dios. Diferentes escritores, en diferentes periodos, llaman a Dios de diferentes formas: Yaweh, Elohim etc. y sus estilos de escritura también pueden ser demarcados claramente aunque se hallan entrelazados en la narrativa.
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Si nuestra mente es el resultado de presiones evolutivas. y, como tal, es una solución a problemas establecidos por el medio ambiente en el que evolucionamos, sería relativamente simple encontrar trazos de esos elementos en el texto bíblico. Por supuesto, estas preocupaciones vitales se hallarían cubiertas por capas de discusión teológica. Es posible extraer algunos de esos ejemplos y someterlos al filtro de la teoría de la evolución. Así, muchos de los elementos contradictorios (como la violencia de género y el genocidio) pueden ser examinados bajo una nueva luz. Como ejemplo, baste citar la cantidad de texto dedicada a establecer descendencias y al tratamiento de las relaciones familiares como eje central del relato bíblico (Crónicas 2, Levítico y el comienzo de Lucas y Mateos).

Si tenemos en cuenta la definición básica de evolución, el producir descendencia con modificación, podemos esperar que se encontraran muchas referencias a la reproducción en el texto bíblico. Así, uno de los primeros mandatos divinos en el texto ocurre en Génesis 1:28, donde Dios le indica a los humanos «Sean fructíferos y multiplíquense». El mismo mandato se repite en Génesis 9:1 y se traduce posteriormente en la promesa que Dios le hace a Abraham: «¡Y te daré tantos descendientes que, como el polvo de la tierra, será imposible contarlos!» (Génesis 13:16). El tema de la descendencia se vuelve central en el relato bíblico, lo que en otras palabras, significa la capacidad de establecer un patrimonio genético capaz de insertarse en el mundo y controlar los recursos apropiados.

A partir de ello, no es difícil trazar la asociación de las ideas de multiplicación y descendencia con el comportamiento divino: el texto comienza a hablar entonces de la relación entre el favor de Dios y la fertilidad femenina. Cuando Dios aprueba las acciones de la tribu, esto se traduce, inequívocamente, en la presencia de hijos. En los antiguos judíos, como en todo grupo que debe luchar por adquirir territorio, vemos una especial preocupación con respecto a la capacidad de tener hijos. Los hijos se convierten en la prueba concreta del favor divino. En este contexto, la fertilidad femenina se vuelve la herramienta esencial para el crecimiento y supervivencia del grupo, y por ende, el control de los recursos.

Ejemplos de esto se encuentra en el texto de Génesis 20:17-18 donde se indica que, a partir del momento que Abimelec toma por esposa a Sarai, sin saber que esta se encuentra casada con Abraham, una maldición cae sobre su corte. El resto de sus concubinas y esclavas se vuelven infértiles. Al final de la saga, Abraham debe orar específicamente para que la fertilidad le sea restituida a las mujeres de Abimelec. El acceso a muchas esposas es una táctica central de reproducción para incrementar la población. Patriarcas como Jacob y otros practicaban la poligamia.

Desde el punto de vista evolutivo, podemos indicar que la supervivencia del grupo, a través de la transmisión genética, es el componente esencial de la promesa de Dios a Abraham. Esta promesa se ve claramente en la importancia atribuida a la fertilidad femenina como bendición divina y concretamente en el acceso a múltiples esposas o concubinas como expresión de ese mandato divino de crecer y reproducirse.

¿QUIÉN DEFINE LA REALIDAD?

En este breve artículo hemos intentado presentar sólo la punta del iceberg mostrando cómo las ideas básicas de la teoría de la evolución pueden ser aplicadas al texto bíblico. Esto se contrapone a una lectura literal y superficial del texto bíblico que lo arranca del contexto medioambiental que lo produjo. Como señaláramos anteriormente, la mente humana es el resultado de un proceso evolutivo. Esta mente como productora del texto bíblico, no puede evitar volcar en el texto sus preocupaciones reproductivas y de acceso a los recursos, dilemas comunes a todas las especies del planeta.

El rechazo de las ideas propuestas por la Teoría de la Evolución es simplemente la expresión de preocupaciones mas profundas. Es una discusión que intenta definir la naturaleza de la realidad, o, mas específicamente, quién y cómo nombra la realidad y sus límites. Como lo reconocen muchos teólogos, la controversia que rodea las ideas de la evolución es una discusión que toca las ideas más íntimas acerca del mundo y la humanidad, ya que estas ideas son utilizadas comúnmente para responder preguntas acerca del origen del universo y la vida en la Tierra.

Muchos cristianos son dominados por el miedo inconsciente de que no hay lugar para Dios en un escenario donde la evolución ocurre. Ese escenario indica una realidad cruel e indiferente sin la presencia divina capaz de salvar y reparar las injusticias. Esta sería la realidad descrita en el libro de Eclesiastés, donde el autor vio «las lágrimas de los oprimidos, sin que tuvieran consolador; en mano de sus opresores estaba el poder» (Eclesiastés 4; La Biblia de las Américas, LBLA). Sin la creencia en un Dios de amor y justicia, los opresores siempre se salen con la suya. El concebir la idea de un futuro cielo adonde las injusticias y el dolor humano son borrados nos permite ver al resto de la humanidad, y la existencia en sí, bajo una luz diferente. Esta idea, la de creer en la existencia de un mas allá, también nos sirve para separar a los humanos del resto de las bestias.
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Desafortunadamente, nuestras creencias no afectan la naturaleza de la realidad, sólo la explicación que nos ofrecemos a nosotros mismos. Yo puedo elegir creer o no en la «teoría» de la gravedad. Si elijo no creer en dicha teoría, puedo fácilmente saltar desde una ventana en el piso treinta y verificar los efectos de mi creencia inmediatamente. Mis creencias no alteran el hecho de que la teoría científica de la gravedad funciona y explica la realidad convincentemente. Puedo basar mi vida en las predicciones de dicha teoría. Mucha gente encuentra difícil basar su vida en la teoría de la evolución, pero es la mejor explicación que tenemos.

NOTAS

[1] Si extraterrestres visitan o visitaron nuestro planeta, podemos predecir muchas de sus características, basados en las restricciones físicas y evolutivas de nuestro universo. Probablemente se trate de una especie depredadora, como los humanos, ya que son las únicas especies capaces de desarrollar tecnologías de exploración.
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* Daniel Montoya (1968) es Profesor Asociado de Psicología en Fayetteville State University, North Carolina. Originalmente de Córdoba, Argentina, adonde completó su doctorado en neurofisiología, reside en EEUU desde el año 1998. Paralelamente. Ha sido pastor y director musical en varias iglesias evangélicas, mientras en la actualidad se dedica a la guitarra, sintetizador y voces en el proyecto electrónico ‘Heaven Knows’. Como científico, se interesa en el estudio del fenómeno de la conciencia. En su laboratorio investiga la relación establecida entre humanos y robots preguntando cómo la interacción con las maquinas alteran nuestras funciones cognitivas.

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