¿EN COLOMBIA HAY TELEVISIÓN?
Por María Fernanda Sierra Perea*
Recuerdo con total nitidez una carta que recibí a mis 13 años en mi clase de inglés. Una «teacher» como la de Carlos Vives nos invitó a que intercambiáramos correspondencia con niños de nuestra edad en un colegio de Estados Unidos. Con emoción descubrí cómo mi interlocutor que vivía a muchas millas de distancia me contaba su día a día, que iniciaba con un desayuno con cereales y terminaba frente al televisor. Enseguida apareció la pregunta ¿sabes qué es un televisor?, ¿los tienen en Colombia? Miré la carta con indignación, y pensé para mí en la ignorancia de mi interlocutor que, seguramente, pensaba que vivía en una choza y me vestía con taparrabos. Pensé en el total desconocimiento que existía frente a mi país y en que debía, en mi próxima carta, ilustrarlo un poco más con respecto a nuestra realidad.
Los años fueron pasando, y en el colegio descubrí también que existían realidades distintas a la mía. Encontré que en un barrio llamado Tierrabaja, a escasos kilómetros de la sede de nuestra institución educativa y donde realizábamos actividades de servicio social, vivían miles de niños en una situación muy distinta a la mía. Las casas de estos niños estaban construidas de los materiales más inverosímiles: desde cartón, madera y hasta latón. Sábado tras sábado durante varios años fui con alegría a tierrabaja a compartir con estos niños un poco de mí, y aprender también de ellos. En algunas cuantas de estas casas, aunque estuvieran construidas de latón, había también un televisor…
De un momento a otro llegué a la universidad. En múltiples ocasiones recibí invitaciones de un sinnúmero de iniciativas a donar unos cuantos pesos para una u otra causa… todas alarmantes, todas similares. Sin embargo veía con escepticismo cada una de éstas convocatorias; pensaba que donar no era suficiente y el dinero se invertiría en pañitos de agua tibia.
Finalmente conocí un día a un joven muy interesante: él se paró frente a un auditorio de unas noventa personas a narrarnos historias de cómo jóvenes de mi edad estaban cambiando su país: construían casas, cumplían sueños a niños enfermos, traían niños de comunidades vulnerables a conocer Bogotá. Todo esto mientras yo me preocupaba por estudiar cálculo y física. Desde ese día decidí que quería hacer parte de estos jóvenes audaces, decididos, pero sobre todo activos. Conocí ese día a la Red Colombiana de Jóvenes —RECOJO— y decidí asumir el reto que me proponían: tomar Colombia en mis manos para transformarla.
En RECOJO descubrí realidades fascinantes. Fui testigo de decenas de jóvenes que dedicaban sus conocimientos recién adquiridos en ingeniería industrial, economía, diseño, antropología, y muchas otras disciplinas, en pro de una sociedad distinta. Con RECOJO entendí también que hacía parte de una minoría: universitaria, con un techo sobre mi cabeza y con todas las comodidades que pudiese imaginar.
En un abrir y cerrar de ojos terminé mis estudios de pregrado. Gracias a la universidad tenía todas las herramientas para ser una buena profesional, pero era gracias a RECOJO que ese conocimiento tenía sentido. Inicié entonces mi vida laboral en proyectos altamente retadores y que me aproximaron a las realidades más duras de nuestro país. Las cifras que leía en el día a día eran apabullantes, pero la realidad detrás de ellas era eso: real.
Colombia: el país con mayor número de desplazados en el mundo según CODHES; 16% de su población luchando por sobrevivir con menos de $1,25 USD al día (Unicef, 2011); reportando un coeficiente de Gini de 0,585 en 2010 y ubicándose como uno de los siete países mas desiguales del mundo (ONU, 2011). Así mismo, sólo un 34% de la población colombiana cuenta con la oportunidad de acceder a instituciones de Educación Superior (Ministerio de Educación Nacional, 2008). Una vez más hago parte de la minoría.
En mi trabajo pude descubrir realidades aún más alarmantes: en muchas regiones de nuestro país existen municipios sin acueducto, alcantarillado, vías de comunicación ni energía. Estas regiones viven un atraso histórico de 50 años. Y si no tienen energía eléctrica, ¡por su puesto que no tienen televisión! Había llegado el momento de repensar la indignación que viví a mis 13 años. En Colombia sí hay televisión, pero no todos los colombianos la conocemos.
Pensé una vez más en los jóvenes de RECOJO, jóvenes decididos, inteligentes, al servicio de otros. Jóvenes sin duda diferentes que han decidido cambiar su realidad hoy. Ellos están convencidos que con el trabajo de muchos como ellos se construye una realidad distinta. Y si se suman todos los que deberían sumarse a la construcción de una nueva realidad (jóvenes, empresarios, gobiernos, etc) la televisión llegará a las zonas de país como traída por Melquiades en Cien Años de Soledad.
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* María Fernanda Sierra Perea es Ingeniera Industrial de la Universidad de los Andes, con formación complementaria en lengua y cultura francesa. Especialista en Estado, Políticas Públicas y Desarrollo de la Universidad de los Andes – CIDER. Multiplicadora entrenada Fundación Yo Creo en Colombia y ponente en foros sobre responsabilidad social y emprendimiento. Ha participado como ponente del Primer Foro Nacional Estudiantil sobre Voluntariado y Responsabilidad Social Universitaria (Octubre de 2008) y del Foro Responsabilidad Social, un Compromiso de los Jóvenes con la Niñez de Colombia (Octubre de 2008). Se desempeñó como Directora de Comunicaciones de Empreandes-Uniandes, donde organizó el VI Día del Empresariado Uniandino. (Octubre de 2006). Fue miembro de la junta directiva de la Red Colombiana de Jóvenes – RECOJO (2007-2009) y Directora Comercial de RECOJO desde el 2006.
Excelente artículo. Una conciencia temprana para una humana misión. Hay mucha ignorancia en otros países sobre las naciones sudaméricanas. Pero seguimos adelante.
Soy argentino. Y llevo sangre colombiana por mi padre y mi abuela paterna.
Gracias por lo que haces, María Fernanda.
Erasmo
Mafe, que bueno saber que la experiencia de solidaridad que tuviste en el colegio te ayudó a despertar en ti ese liderazgo social que te ha llevado a salir de ti misma para pensar en los demás, y lo más importante a realmente hacer algo con compromiso social que es lo que más necesita nuestro país. Te felicito y te cuento que seguimos asistiendo a Tierra Baja los sábados porque estamos seguras que esa semillita fructifica después de alguna manera. Cuando puedas date una pasadita por el colegio para que compartas estas experiencias.
a través de palabras simples logras transmitir una realidad bastante compleja de nuestro país… y por eso, felicitaciones.
El texto de María Fernanda Sierra me llena de orgullo porque tuve oportunidad de ser su profesora de escritura en el bachillerato. Desde ese emtonces, mostró gran espíritu de solidaridad por los más necesitados. Como ella cuenta en uno de los primeros párrafos del texto, no se quedó el la teoría, sino que sus acciones fueron motor que movió muchos proyectos en pro de la comunidad que señala en ek texto.
Además, María Fernanda fue una joven de pensamiento reflexivo e ideas claras. Lo demuestra en este artículo que disfruté mucho. Felicitaciones
Mariana de Castro.
Este artículo confirma una vez mas que desde la infancia es necesario acercar a los niños y jóvenes con su entorno, de esta forma su crecimiento va siendo integral y real, cuando llegan a su edad de adulto jóven, actuan, transforman y realmente tienen ganas y acciones como el caso de esta la srta Sierra
Me dio mucho gusto leer este artículo. Es una lección para todos nosotros. En vez de quejarnos…¡metamos el hombro! Esa es una obligación de todos los que pudimos estudiar y especialmente de quienes tenemos el privilegio haber llegado a la universidad.
Tierrabaja no es un barrio, señorita. Es un corregimiento del municipio de La Boquilla.