LA MENTIRA, ¿INCONSCIENTE O INMORAL?
Por Sergio Germán Cervantes Rodríguez*
«Aquí reside una interesante paradoja:
todos queremos ser libres para mentir,
pero ninguno queremos ser víctimas de
las mentiras…»
(David Livingstone Smith)
El autor del epígrafe desarrolla un libro bastante interesante sobre la razón de ser de la mentira. Lleva por título: ¿Por qué mentimos? Las raíces del engaño y el inconsciente (Livingstone Smith; David, 2011). Aquí se exponen diferentes aspectos, pero con dos tendencias bastante marcadas: la psicología evolucionista y el inconsciente, con raíces freudianas, pero; con aspectos más teóricos–empíricos, de una masa de conocimiento sobre la que no tenemos alcance seguro y que se pretende rosar en esta disertación.
Según la psicología evolucionista, una escuela más de la ciencia que estudia la psique, la mentira viene inherente al ser humano gracias al proceso de selección natural de Darwin. Somos por naturaleza mentirosos y Livingstone (2011), afirma con toda seguridad que nadie es capaz de ser enteramente honesto, esa proeza es imposible. Entonces, ¿Por qué mentir, si es un acto tan inmoral?
La razón del engaño la podemos observar en otros seres vivos, el camuflaje del camaleón, la muda de piel de la serpiente, los colores vistosos de los sapos venenosos, todo ello con una intención doble pero con el objetivo de sobrevivir. Por ende a los seres humanos se nos clasifica en la punta de la pirámide de las mentiras; como los amos y maestros gracias a nuestra inteligencia y la capacidad de hablar. Entonces la evolución nos mostró esta herramienta para aliviar tensiones a las que nos enfrentamos cotidianamente, para ser estrategas que resultan ganadores en los comportamientos de sobrevivencia y para mantener el control sobre nosotros mismos y la situación.
Ahora bien, en su gran mayoría la mentira dejó de ser consciente para transliterarse a la inconsciencia; bien estudiada por Sigmund Freud, y así hacer de esta herramienta más efectiva, porque según Livingstone (2011): Para poder engañar debemos engañarnos a nosotros mismos, ser capaces de creernos la mentira y así poder jugar a la perfección las cartas que tenemos sobre la mesa. Claro, hay que tener presente que no todas las mentiras son inconscientes y que hay alguna intención detrás de ello.
Ahora bien, analicemos un segundo aspecto sobre la mentira que hasta ahora tiene un objetivo de sobrevivencia. Es natural saber que dentro del juego de los mentirosos hay un ganador y un perdedor, entonces los perdedores fueron los más honestos; y sí en etapas primitivas de la sociedad esto tuvo desventaja sobre los más astutos, el hombre creó algo que define a lo malo y lo bueno dentro de sus costumbres: la moral. Entonces la moral dictaminó qué ocultar la verdad cambiándola por información falsa era algo malo, porque se perjudicaba al mentido y sus alrededores, con lo que pueden haber consecuencias mínimas o terribles, de ahí que cuando se miente hay un aspecto bastante interesante que se expone enseguida.
Dentro de la acción propia del mentir, una vez hecha la mentira, posteriormente viene el castigo que el hombre inventó para quienes actúan inmoralmente: el remordimiento. Según Fernando Savater, en su Ética para Amador, el remordimiento es el castigo consciente por el cual el hombre se ve atado a decir la verdad, claro que no todos tienen el mismo nivel de remordimiento e incluso hay quienes ni siquiera lo tienen en su vocabulario. Es aquí donde entra la efectividad de la mentira: «A más remordimiento, mayor distracción, más consciencia y menor efectividad en la mentira. Y a menor remordimiento más inteligencia, más inconsciencia y más efectividad en la mentira.»
Ahora, la mentira en etapas arcaicas de la sociedad humana fue una herramienta ingeniosa inventada por nuestra propia inteligencia, pero posteriormente las generaciones más jóvenes la aprendieron de sus antepasados, ya que siendo injertada en lo más profundo de la mente nos hizo lectores inconscientes de la misma. Y ahora no puede decirse que un niño aprende; en su mayoría, a mentir por sí solo sino que la mentira está inherente a un proceso de aprendizaje, y lo observa de sus padres, la familia, escuela y sociedad. Una doble moral con ventajas personales y desventajas morales.
Ahí es donde el trabajo de los padres queda inmerso, porque algo adherido a nuestra naturaleza es muy difícil de evitar y no somos una raza perfecta que pueda evitarlo por completo. Como se menciona antes, para eso fue inventada la moral, y el trabajo de los padres en niños con conductas mentirosas es: el de injertar la moral y el remordimiento para hacer más consciente la gravedad de la mentira, para hacer las mentiras más honestas en sí. Puesto de otra manera: hacer valorar qué mentiras no se deben de decir (por consecuencias jurídicas, morales y/o funcionales) y qué mentiras «blancas» sí pues no tienen un daño severo en su persona. Claro que al final, el verdadero conocedor de una mentira es el propio individuo y solo denotamos las incidencias de contrariedad cuando el cuerpo habla y la boca no.
No solo la mentira tiene que ver con el hecho de hablar y decir algo que oculte la verdad, el engaño lo podemos encontrar en los implantes de senos, las cirugías plásticas, el vestirnos de una manera para encontrar trabajo, ocultar una enfermedad terminal a los seres queridos, etc. Una inclusión que también puede rayar en lo patológico, he ahí de la peligrosidad de su uso, y sobre todo cuando la mentira es una verdad bastante fuerte en quien la dice.
Estamos ante un tema poco investigado, tal vez por su nimio interés, o por su carácter inmoral, pero que necesita ser estudiado más a profundidad para conocer sus verdaderas raíces. Hay trabajos bastantes ilustradores, pero no los suficientes para dar una conclusión tajante del tema. Se pueden ilustras otros muchos aspectos tales como: ¿Qué tanta verdad hay en una mentira? ¿Cuál es la frecuencia con la que mentimos? ¿Hay una funcionalidad dónde la mentira sea buena? Y para finalizar: ¿Es inconsciente o inmoral mentir?
¿Por qué mentimos? – David Livingstone Smith en Ciudad de las ideas. Cortesía de Genaro Aarón Caparó Rodríguez. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=-YoAIYxWDN4[/youtube]
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* Sergio Germán Cervantes Rodríguez Estudió Periodismo en la Universidad de Colima, actualmente se encuentra estudiando la licenciatura en psicología en la Universidad Vizcaya de las Américas. Trabajó como reportero gráfico en Milenio Colima, ha publicado poesía, artículos, fotografía y notas periodísticas en diversos medios colimenses tales como: Revista Mujer, el suplemento cultural Ágora, El Comentario, El diario Avanzada y Milenio Colima.