DE AQUÍ A LA ETERNIDAD: LA EXPERIENCIA SONIDERA EN MÉXICO
Por Pedro Humberto Sánchez Pérez*
El primer recuerdo que tengo sobre la representación gráfica de un equipo de sonido es cuando vi su nombre y el de su propietario plasmados en letra de imprenta en la portada de un Long Play (LP) de 33 revoluciones por minuto. En aquel entonces tenía escasos 10 años y regresaba a mi hogar tras asistir a la fiesta de XV años de mi prima Mónica (donde por cierto bailé —y muy mal— el vals), en el festejo hubo arroz rojo, hojaldras con mole, refrescos, cervezas y mucho pastel. Para que la fiesta fuera divertida y la quinceañera y sus invitados pudieran bailar, se contrató al Sonido Frak Combo. Era la primera vez que contemplaba el desarrollo de un baile sonidero y regresé a mi casa con una idea en la mente: de grande quería ser sonidero.
Al día siguiente busqué en los acetatos de mis padres cualquier referencia a los equipos de sonido, sólo encontré El Disco de Oro para Equipos de Sonido (Discos Fuentes, 1978) cuya portada era un acetato que simulaba ser del valioso metal y en cuyo cuerpo se encontraban los nombres de los equipos de sonido en mayúsculas y comillas, y debajo en altas y bajas el nombre del propietario. La contraportada incluía la lista de melodías y varias fotos en blanco y negro de los propietarios recibiendo un premio (que no podía ser otro que un disco de «oro» enmarcado) con sus cabinas de audio de fondo y una foto de un baile sonidero. Ese elepé era el único que hacía referencia a los equipos de sonido.
Foto 1: Acetato en el que se aprecia una de las primeras representaciones graficas de los logos sonideros con base en letra de imprenta.
Cuando la década de 1980 agonizaba (dejando como recuerdos: un campeonato mundial de fútbol en el que la Selección Mexicana no pudo levantar la anhelada copa —fue eliminada en penales—; un fuerte sismo que transformó la fisonomía de la otrora Ciudad de los Palacios; una época oscura del cine nacional en la que las historias absurdas y las onerosas producciones de Hollywood acrecentaba el malinchismo; un crecimiento desmedido de discotecas a las cuales las clases populares no podían ingresar por falta de recursos, por ser de color prietito y por calzar tenis de imitación; un avance tecnológico —con su debido retraso— que permitió a miles de familias tener videocaseteras y mini componentes con tocadiscos, doble caseteras y reproductor de discos compactos), los jóvenes comenzaron adquirir sus Walkmans y a transportar en una o varias cintas sus melodías preferidas. Éstos reproductores de audio ocasionaron que los casetes desplazaran a los LPS como formato de almacenamiento musical y que las plumas de la marca que no saben fallar (que se utilizaban para rebobinar la cinta y prolongar la vida útil de las pilas) aparecieran junto a las cajitas de los casetes.
La crisis económica de 1980 acrecentó las desigualdades sociales, sobretodo en nuestro país (México) en el que los jóvenes fueron los más afectados al no tener muchas oportunidades para trabajar, estudiar y divertirse. El Movimiento Sonidero [1] encuentra en este error de planeación monetaria la coyuntura idónea para tomar las calles, los salones de fiestas, los deportivos, las escuelas, los terrenos baldíos, las fábricas abandonadas y los patios de vecindad transformándolos en espacios temporales de diversión, baile, diversidad y tolerancia al que todas las personas podían tener acceso. En estos años los equipos de sonido hacen uso de los avances tecnológicos y de la mercadotecnia para comenzar a profesionalizarse. De igual forma aprovechan la agonía y el mermado precio de los acetatos para realizar una selección musical y emplear la portada de los elepés como una tarjeta de presentación y propaganda del sonido que debe ser recordado por su logotipo y eslogan.
Los tianguis son el punto de venta por excelencia y escaparate publicitario de los equipos de sonido. Destaca en esta etapa de comercialización y profesionalización el Sonido Cóndor, cuyo propietario Arnulfo Aguilar tiene una excelente visión de futuro ya que incluye temas «limpios» (que revolucionaron la escena tropical como «Reyes del amor» de la Banda Futura, «Camina y ven» de Celina y Reutilio y «El gran varón» de Willie Colón, entre otras) y melodías en las que se escuchaban saludos y el nombre de su equipo de sonido. En esos discos encontramos una representación gráfica del Sonido Cóndor con grandes letras de formas redondas que ocupan la mitad de la portada, encima de ellas se aprecia a varios hombres trabajando y vigilando una grúa lo que da una imagen de un sonido en constate construcción y que es coherente con su eslogan «El Gigante de la Argentina». Es indudable que esto no era algo nuevo, pero Arnulfo Aguilar es el primero que lo vende como producto propio de forma masiva.
Foto2: Casete cuyo dibujo fue realizado calcando una tarjeta del Sonido Sound Set con una aguja y resaltando los trazos con una cartulina de color negro.
Cuando los casetes por su precio, tamaño, capacidad de almacenamiento, facilidad para copiarse (sin que se escuche la tierra o se raye) y realizar una selección propia, se comercializan de forma masiva, los LPS fueron desplazados y olvidados. Con este cambio los sonideros contaron con un menor impacto visual de sus logotipos pero pudieron vender más copias de sus selecciones musicales. La portada de la cinta siempre era ocupada por el logotipo del sonido y su eslogan. Con este cambio de formato musical también evolucionan los sonidos ya que la facilidad de tener un casete con un logotipo sonidero lleva a la idea de tener otro con música grabada en directo que posteriormente podría copiarse y venderse de forma masiva (en el tianguis de Tepito había varios puestos que se dedicaban exclusivamente a vender cintas de diversos bailes). La gráfica entra en una etapa de competencia, no solamente se debían incluir los temas del momento sino que también debería ser atractivo para el potencial cliente, la gráfica sonidera deja atrás la letra de imprenta y comienzan a usarse tipos de letra propios y cada vez más sofisticados, se hace un mayor uso de colores dejando atrás los tradicionales blanco y negro.
Foto 3: Acetatos del Sonido Cóndor en el que su gráfica y slogan aparecen en construcción.
La gráfica sonidera se traslada a las tarjetas de presentación, las playeras, las chamarras, los carteles, las calcomanías, los encendedores, los llaveros y los letreros luminosos. Lo más importante era comenzar a tener difusión y un logotipo que identificara al equipo de sonido. Muchos sonideros encontraron rápidamente la forma de plasmar de forma gráfica y tipográfica la esencia de su familia, barrio y música. Algunos lo han conservado como un escudo de armas sagrado y por ello no le han realizado ningún cambio desde hace años (Changa, Pancho, Arco iris). Mientras que otros los han cambiado constantemente (Sonido Cóndor es el más camaleónico) empleando portadas de discos famosos, el rostro de cantantes, instrumentos musicales para las letras, mujeres bellas, seres mitológicos y personajes de tiras cómicas. Los logotipos sonideros son muy variados, algunos son muy sencillos y bonitos (Siboney y Mr. Zuarth), otros son auténticas obras de arte (Polymarchs, Sound Set y Yenyere), y otros más muy cercanos a retablos virreinales (Candela, Marysol y San Francisco).
Los logotipos como representación gráfica de la esencia sonidera muestran la identidad de sus propietarios, del barrio que los cobija y de la música que programan. Por ejemplo, el Sonido Pancho emplea los colores de la bandera de Puerto Rico en su logotipo ya que el barrio de Tepito, del que es oriundo, también es conocido como el «Pequeño Puerto Rico». El Sonido Cóndor usó por mucho tiempo la clásica imagen de Ernesto «Che» Guevara en lugar de la primera letra O para mostrar que era el auténtico sonido del pueblo. Ahora emplea una carita feliz quizás para dar a entender que es un sonido divertido, sin pretensiones y abierto a la diversidad. El Sonido Sonoramico usa los colores de la bandera de Colombia y el eslogan de «Música de barrios. Sólo para Latinos» como un homenaje a la cumbia colombiana y a los bailadores de América Latina.
En el segundo lustro de la década de 1990 los precios de los discos compactos bajan debido a que los equipos para reproducirlos y la materia prima para realizar copias apócrifas se hacen accesibles a un mayor número de personas. Los Discman presentan mejorías en precio, diseño y tecnología (ya no se detiene la música cuando el usuario camina, ni se rayan los discos), y con ello los casetes corren la misma suerte que su predecesores y los puestos de cintas se transforman de la noche a la mañana en centros de venta de Compact Disc. Muchas empresas discográficas lanzan al mercado compilados [2] de música tropical con el logotipo de un equipo de sonido, pero de forma clandestina se comienza a masificar la venta de compilaciones piratas en las que la música va «limpia» o acompañada de spots y saludos sonideros. Con este cambio se origina un fenómeno que ya era evidente en los cárteles que anunciaban los bailes, en la parte superior se encuentra el sonido(s) estelar(es) con sus logotipos y eslogan tradicionales en gran tamaño y debajo los sonidos que comenzaban a escalar posiciones, en esta época debido al elevado número de competencia se comienza a emplear el rostro del propietario del equipo de sonido.
Foto 4: Disco compacto en cuyo booklet se aprecian diversos propietarios de equipos de sonido.
Por muchos años los discos compactos dominaron la escena musical, todo parecía permanecer igual hasta que el nuevo milenio trajo consigo la venta masiva de computadoras personales, Minidisc, memorias USB, IPods y teléfonos móviles. Estos dispositivos trasladan las canciones de los discos compactos a su memoria intangible. En estos días los discos compactos siguen vendiéndose en gran cantidad pero cada vez es más común que se vendan archivos musicales en otros formatos. Ahora es una práctica cotidiana que la gente compre un disco compacto de música tropical o de un baile sonidero y trasforme el formato WAV a MP3 [3] y transfiera los archivos a sus dispositivos móviles, no sin antes insertarles el logotipo de su equipo de sonido predilecto.
Pero siempre sucede que pese a los avances tecnológicos hay algunos nostálgicos que añoran los tiempos pasados, en materia sonidera han comenzado a realizarse eventos en los que se usan los acetatos, los roperos, los panales de twitters y las trompetas. Sin embargo en esta versión romántica de los inicios del Movimiento Sonidero la parte visual, los eslóganes y la música se conservan, lo cual resulta agradable para muchas personas; sobre todo para aquellos que alguna vez anhelaron ser sonideros.
Foto 5: Archivo digital de audio de un baile del Sonido Pancho.
Hemos señalado líneas arriba que el logotipo es algo más que el nombre de un sonido; es la representación gráfica de la identidad de una familia y su barrio; de la música que atesora; la historia de vida de su propietario; una manifestación de cultura popular y por supuesto un legado. Algunas personas consideran que el alma se gana con nuestras buenas acciones y mucho trabajo. Por ello no es erróneo afirmar que un logotipo es el alma por la que los sonideros trabajan todos los días. Cuando las personas no están presentes se evoca su nombre y de forma rápida nos llega a la mente su rostro, de igual forma cuando escuchamos el nombre de un sonido recordamos las letras y colores de su logotipo que son a su vez su herencia visual que muchas veces forma parte del paisaje urbano y que adorna paredes, postes de luz y bardas.
Las modas y la tecnología van y vienen, mientras que la gráfica sonidera muestra una parte de la cultura popular de la ciudad más grande del mundo, y de cientos de municipios de la república mexicana. La tradición y el prestigio de un equipo de sonido son representados visualmente por la cantidad de letras y colores que permanecerán (como sugiere el nombre del disco de la Orquesta Inmensidad) «De aquí pa.. la eternidad», ya sea en LPS, casetes, discos compactos, vídeos, tráileres, playeras, bardas, mantas, volantes, pantallas luminosas, pósters, estampas, ceniceros, vasos, tazas, cuadernos, agendas, calendarios, foto de perfil de las redes sociales, pantallas de teléfonos celulares, laptops y lo más importante en el corazón de sus seguidores.
NOTAS:
[1] Es importante señalar que los equipos de sonido que programan música High Energy como Polymarchs, Sound Set y Valentino entre otros, crecen de la misma forma que sus homólogos tropicales y en muchos casos realizan eventos de forma conjunta que enriquece tanto a unos como a los otros. Por lo anterior los consideramos parte sustancial del Movimiento Sonidero.
[2] Esto no es algo nuevo, ya que en acetato y casete se vendía la colección Tequendama de Oro que era un compilado de música tropical y un premio que se le entregaba a lo más destacado en materia de equipos de sonido.
[3] WAV (o WAVE), apócope de WAVE form audio file format, es un formato de audio digital sin compresión de datos desarrollado por Microsoft e IBM que se utiliza para almacenar sonidos en las computadoras personales (PC), admite archivos mono y estéreo a diversas resoluciones y velocidades de muestreo y su extensión es: .wav.
MPEG-1 Audio Layer III o MPEG-2 Audio Layer III, más comúnmente conocido como MP3, es un formato de compresión de audio digital que usa un algoritmo con pérdida para conseguir un menor tamaño de archivo. Es el formato de audio común usado para música tanto en PC como en reproductores de audio portátil.
____________
* Pedro Humberto Sánchez Pérez (Ciudad de México, 1977) es licenciado en Ciencia Política de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Es periodista freelace y escritor autodidacta. Ha escrito cuentos y crónicas que reflejen la forma de ser y pensar de la ciudad de México, en especial del barrio de Tepito, de donde es originario. Algunos cuentos suyos pueden leerse en:
https://www.palabrasmalditas.net/portada/infierno/920-historias-de-locura-ordinaria/891-a-la-salida.html