VIDAS, BECAS, VISAS: COORDENADAS DEL ORDEN LETRADO NEOLIBERAL
Por Román de la Campa*
La emigración de intelectuales latinoamericanos quizá sea uno de los capítulos más desatendidos de la Guerra Fría [1]. América Latina, en tanto campo de estudio, cobra entonces un matiz hemisférico nunca antes visto, que a su vez transformó las disciplinas que lo gobiernan. Surge también, con el crecimiento del espacio institucional, un nuevo mercado de trabajo y una especie de «intelectual académico», una subjetividad que precisa no solamente afilar métodos de análisis sino también cultivar una constelación de intereses que se pluraliza radicalmente.
El entorno de las letras y la cultura, por ejemplo, despliega a partir de este momento un cruce inédito de lenguajes, culturas y naciones que remite a puntos indefinibles de articulación, digamos cálculos algebraicos entre patrias, exilios, estadías intermitentes, diásporas, relaciones binacionales y bilingüismos en diversos estadios de alcance o felicidad. ¿Cómo acoplar estos matices a la historia de paradigmas latinoamericanistas aquí trazada? Es muy probable que se trate de una indagación que permanece sumergida. Piénsese, por ejemplo, en la pluralidad de una figura tan conocida en la esfera intelectual latinoamericana como Sylvia Molloy, los puentes inexplorados que yacen entre el provenir nacional de su obra crítica y la otredad transnacional de su ficción. Ella misma parece intuir la intensidad de esta interrogante y luego trasladarla a toda escritura, al declarar «¿Qué significa escribir en (desde) otro lugar? ¿Cómo se tejen las sutiles relaciones entre autor, lengua, escritura y nación? ¿Cuándo empieza la extranjería de un texto? ¿En el desplazamiento geográfico, en el uso de otra lengua, en la extrañeza de la anécdota, en el efecto de la traducción?» [2]
Importa recordar que el intelectual académico siempre se ha sentido incómodo en su propia piel. Leer y escribir rigurosamente pueden ser actos radicales en sí, pero la relación del intelectual y la academia suele exigir sospecha, mucho más que la del artista y el mercado, o la del político y el partido. Por otra parte, es muy posible que la idea del compromiso con una causa trascendental ya no defina una vida radicalizada pero el temor de perder inmediatez con lo político nunca está lejos, sobre todo para la juventud que contempla una vida intelectual. ¿Cómo nutrir o articular ese sentimiento para un latinoamericanismo de sujetos y proyectos en flujo constante que ahora es piloteado por el propio mercado? El vacío, si de eso se trata, nunca se llena del todo, pero se enfunda en el terreno de apuestas que oscilan entre lo teórico y lo ideológico, a menudo articuladas desde binarismos orientados por la autoctonía, la autonomía, o el rechazo tajante de las mismas, usualmente en nombre de una comunidad por venir. Obviamente, se trata de un tema complejo que sin embargo tiende a rondar todavía entre valor de uso y valor de cambio, a pesar de que la nitidez implícita al «locus de enunciación» ahora tropieza con el álgebra del sujeto migrante.
Si se piensa desde binarismos ideológicos, esa trampa conceptual que se repudia y cultiva al mismo tiempo, el latino-americanismo gira en torno a dos bandos principales: los que se desviven por la idea de América Latina y el placer de ver sus naciones o regiones representadas en el mundo del conocimiento por un lado, y los que la ven como una fachada sostenida por una estrecha envoltura de identidades, tradiciones y Estados anacrónicos por el otro. Obviamente, hay posiciones intermedias, resistentes o tangenciales, pero esta división alienta múltiples polos de atracción y definición, una fuerza tan primaria que se desborda sobre otros ejes conceptuales, aunque a veces éstos se asemejan sin saberlo. Me interesa por ello contemplar los entramados de su interioridad, un aspecto que quizá complique sus bases implícitas. Uno de ellos podría situarse en el ámbito de becas que sujetan el campo de estudio, tanto en el plano nacional como internacional, un paso que siempre conlleva una iniciación de carácter ontológico. La beca implica una visa no sólo en el sentido primario de pasar aduana entre países, sino en cuanto permiso de entrada a los paradigmas universitarios, y aún más, a sus modos de pensar la subjetividad —nación, género y raza en particular— todo ello enmarcando eventualmente una vida inscrita en el quehacer de libros, revistas, congresos y blogs.
Visto en estos términos, el orden letrado conforma una suerte de consulado que acuña el ingreso de migrantes académicos a un mundo de anhelos, suspiros e identidades encontradas, un cruce de fronteras afectivas e intelectuales difícil de articular. Una posible elaboración quizá se encuentre en el libro The Art of Transition: Latin American Culture and Neoliberal Crisis, de Francine Masiello, el cual nos insta a cotejar una raigambre desafiante de géneros, lenguajes y disciplinas desde diversas latitudes, un texto comprometido con la incomodidad conceptual del sujeto pensante que se encuentra dentro y fuera de la nación, la cultura y la política, consciente de que sin este rejuego creativo de sensibilidades contradictorias, el abordaje de América Latina se vuelve mucho más parcial o dogmático. La teoría literaria no se agota en este texto, ni se traslada a los nuevos contenidos de la historia, ni se anula ante la indagación de la teoría política. Acepta el desafío de una nueva poética, inestable pero ineludible desde el binomio género-nación [3].
Otra instancia sería el libro Aquí América Latina; una especulación, de Josefina Ludmer, un ensayo marcado por la contradicción productiva de un intelectual académico que aborda la condición migratoria como epistemología, en gran medida marcado por el retorno de la autora a su país natal después de varias décadas de oficio en la universidad norteamericana. No busca retornar a lo autóctono o lo autónomo y sus verdades, ni tampoco rechazarlo en nombre de una comunidad teórica por venir, sino una percepción de ambos terrenos de producción a partir de la nueva literatura latinoamericana, la más reciente, un corpus sin estatuto apenas leído por la crítica en general. Especula sobre una América Latina que no entraña el fin de la nación o del Estado en un sentido abstracto, como han augurado muchos, sino una irradiación distinta de la ecuación lengua–literatura–nación, un cruce tercerizado e ilegal de lenguajes, economías y subjetividades, el entorno discursivo del deseo migrante al alcance de lo que antes se llamaba literatura [4].
Un tercer guión, si acaso el más inquietante de los tres, podría hallarse en la banda de cuatro críticos literarios consagrados a la obra de Archimboldi, el gran autor que Bolaño introduce en la novela 2666. La narración capta una muestra episódica del modo de inserción del intelectual académico al mundo de rigores, viajes, lecturas y marketing que siempre cuenta con las mismas citas y amistades, un coro de aparente seguridad donde el pensar nunca está lejos de fantasías sexuales frustradas y violencia, no sólo física sino sobre todo epistémica. O a partir de Amalfitano, protagonista de otro relato, un profesor de filosofía en el exilio que ha logrado convertir la locura intelectual en una estrategia de vida compuesta por todo un rigor de lecturas y experimentos artísticos organizados desde el exilio, que terminan entrañando resentimientos inscritos en las divisiones criollo–extranjero–indígena [5].
El intelectual académico, o el de cualquier otra estirpe, encontrará la política, aun si no la busca. Está en la calle, en un sentido amplio, digamos mediático, un espacio que ya no se define como el intruso que invalida la línea divisoria entre las culturas alta y baja. Está en el propio oficio académico también, un quehacer que se ha vuelto irremediablemente más público y en última instancia más ansioso y artificioso, porque el imperio capital en sí lo exige, aun para resistirlo. Está en el rejuego dialéctico inesperado que lleva al mercado los productos comerciales dotados de arte y representación, sin la cual pierden cancha, al mismo tiempo que lleva el arte y la crítica a cultivar su posición en el mercado, a fin de sobrevivir o de nutrir apuestas. A este llamado responde el intelectual académico, una transmisión cada vez más directa entre el orden letrado y la producción de conocimientos. Sus paradigmas son parte integral de esta lógica. También lo son las vidas que suelen quedar traspuestas por la fuerza de sus verdades y los consulados a cargo de las visas de entrada.
NOTAS
[1] El estímulo académico de las últimas décadas ocasionado por la expansión del euro presentaría otro capítulo de la emigración de intelectuales que ahora da paso a la dimensión transatlántica de los estudios literarios latinoamericanos.
[2] «En breve cárcel: pensar otra novela», Punto de Vista N° 62, diciembre de 1998.
[3] The Art of Transition: Latin American Culture and Neoliberal Crisis. Durham: Duke University Press, 2001.
[4] Aquí América Latina; una especulación. Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2010.
[5] 2666. Barcelona: Anagrama, 2004.
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* Román de la Campa, ocupa la cátedra «Edwin B. y Leonore R. Williams» de la Universidad de Pennsylvania, Filadelfia. Su campo de especialización incluye la cultura y literatura latinoamericana en sus dimensiones transnacionales, con énfasis particular en la producción y recepción teórica. Sus ensayos han aparecido en múltiples revistas de Estados Unidos, Caribe, América Latina y Europa. Entre sus libros mas recientes se encuentran: Late Imperial Cultures (Londres: Verso 1995) coeditado con Michael Sprinker y Ann Kaplan; América Latina y sus comunidades discursivas: literatura y cultura en la era global (CELARG, Caracas: 1998); Latin Americanism (Minnesota University Press: 1999); Cuba on My Mind: Journeys to a Severed Nation (Verso: 2000); América Latina: Tres interpretaciones actuales sobre su estudio, con Ignacio Sosa y Enrique Camacho, Mexico: UNAM (2004); Nuevas cartografias latinoamericanas, La Habana: Letras cubanas, 2007; Ensayos de otra América, Ediciones, La Torre (La Habana), 2012. Su próximo libro, Latin, Latino, American: Split States and Global Imaginaries, aparecerá con la editorial Cambria en el 2014.