Sociedad Cronopio

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la fata morgana

LA FATA MORGANA DE LAS TECNOLOGÍAS DEL ENTRETENIMIENTO

Por Enrique Fernández*

La fata morgana, o espejismo de una realidad que no existe, toma su nombre de la hermana del hechicero Merlín, la cual se dedicaba a inducir agradables alucinaciones a los hombres. La fata morgana es una buena alegoría para el papel de las nuevas tecnologías del entretenimiento, las cuales nos ofrecen experiencias agradables que nos aíslan de la realidad circundante. Es una droga blanda, aparentemente sin consecuencias negativas, excepto para algunos adictos, casos patológicos excepcionales que son medicamente curables. Sin embargo, las compañías de este sector, son el buque insignia de la sociedad tardo–capitalista. Su función hegemónica —invisible como es de rigor— es hacernos creer en la utopía de un futuro de entretenimiento instantáneo y sin fin. Este fuego fatuo de progreso cumple un importante papel hegemónico: el de hacernos creer que todas nuestras necesidades están camino de ser satisfechas a través de una ciencia que, aliada con un sistema capitalista de producción y venta, se cuida sinceramente de los consumidores, que no necesitan ya ser ciudadanos o sujetos políticos.

Estas tecnologías del entretenimiento son doblemente peligrosas para todos, no tanto por su contenido, generalmente pueril, cuanto por el aura de encantamiento con que lo suministran. Como Adorno señaló, la industria de la cultura se caracteriza por ofrecer remixes y variantes de una misma producción estandarizada. Unos ligeros cambios en el empaquetamiento bastan pues para hacerla aparecer novedosa. El empaquetamiento lo es casi todo en las nuevas tecnologías, las cuales llevan a sus consecuencias últimas el adagio de McLuhan de que el medio es el mensaje. Rodean de un aura mágica una distribución quasi–etérea del producto. Son como una pipa de agua, en la que hipnotiza tanto el estupefaciente que se suministra como la visión, siempre cambiante pero siempre la misma de las burbujas que se producen en el proceso de inhalar.
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La expectación de creciente rapidez, mayor definición, menor tamaño del aparato–fetiche tiene un efecto similar a estas burbujas hipnóticas. Bajo esta aura de milagro tecnológico, se vuelven a vender como novedosos unos contenidos que apenas han cambiado desde los años 50 del pasado siglo. Nos convertimos en las mujeres del serrallo de un califa, aburridas pero siempre expectantes de una nouveaté (un juguete mecánico, un nueva joya) que el sultán traerá de sus viajes a París y que por unas horas las liberará del tedio de su existencia in–autentica.
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* Enrique Fernández (Ph D en literatura española, Universidad de Princeton) emigró a Canadá desde España en 1991 y enseña en la Universidad de Manitoba desde 1999, donde fue director del departamento de francés, español e italiano durante siete años. Ha publicado libros y numerosos artículos sobre literatura española y se especializa en el periodo del Renacimiento. Es fundador de la revista electrónica de cuentos Proyecto Sherezade (https://home.cc.umanitoba.ca/~fernand4), que desde 1994 publica dos cuentos mensuales seleccionados de entre los que envían colaboradores de todos los países hispanohablantes.
Correo—e: enrique_fernandez@umanitoba.ca

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