Sociedad Cronopio

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PRECURSORES DE LA INDEPENDENCIA DE LAS REPÚBLICAS ANDINAS

Por Rodrigo Llano Isaza*

¿Cuáles son todos los precursores de la independencia de América?, no es fácil precisarlo, en México mencionan al cura Miguel Hidalgo y Costilla; en Paraguay a Fray José Fermín Sarmiento; en Argentina a Fray Justo Santa María de Oro; en Perú a Tupac Amarú II y a Hipólito Unanue Pavón; en Bolivia a Alejo Calatayud y Juan Bélez de Córdoba (no era «Vélez» sino «Bélez»); en Colombia algunos mencionan a don Pedro Fermín de Vargas; en Brasil a Joaquín José Da Silva Xavier «Tiradentes»; en Uruguay a José Gervasio Artigas. No hay duda de que muchos fueron los rebeldes que se opusieron al perpetuamiento de los imperios español, inglés, francés y lusitano en América y todos ellos son, realmente, unos precursores, pero los que mencionamos son, ciertamente, unas personas que sufrieron y murieron por culpa de sus luchas en pro de la libertad y que merecen el recuerdo agradecido de los americanos por la libertad que hoy disfrutamos.
En la vida de éstos hombres, que perdieron su tranquilidad y su vida por dárselas a sus compatriotas, existe un sino terrible: de casi ninguno de ellos se conoce su tumba.

AMÉRICA: DON FRANCISCO DE MIRANDA

De los libertadores de América sólo Miranda y San Martín fueron militares de carrera.

Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, el Precursor de la independencia americana, nació en Caracas, Venezuela, el 28 de mayo de 1750 y murió en la cárcel «La Carraca» de Cádiz, el 14 de julio de 1816; era hijo del canario Sebastián de Miranda Ravelo y la criolla Francisca Antonia Rodríguez de Espinoza; su vida es una novela y se le considera el primer americano universal, pues guerrea en América, Europa y África. Su padre es marginado por los mantuanos (aristócratas venezolanos de raza blanca) de Caracas que lo consideraban de una categoría inferior por su oficio de comerciante que no lo hacía apto para hacer parte del batallón de milicias de blancos de Caracas.

A los doce años de edad entró a estudiar a la Universidad de Caracas, donde permaneció hasta el 25 de enero de 1775, cuando viajó a España para seguir la carrera militar. Llegó a Madrid y estudió geografía, matemáticas, inglés y francés y comenzó la lectura de los enciclopedistas franceses, cuyos libros colecciona. En 1772 ocupó una plaza en el ejército del Rey; en 1774 y 1775 combatió en Melilla y Argel contra el Sultán de Marruecos; regresó a España y en 1780 fue destinado a las Antillas como edecán de Juan Manuel Cajigal y se encontró en el sitio de Pensacola, donde consiguió el título de Teniente Coronel. Disfrutó de la amistad de los norteamericanos que valoraron su estrategia militar utilizando el Mississippi y habló por primera vez de un gran país llamado Colombia. Va a Cuba con Cajigal y éste lo envía a Jamaica para un canje de prisioneros; participó en la toma de las Bahamas; volvió a Cuba de donde debió huir, pues fue denunciado como conspirador y viajó a los Estados Unidos, donde trabó amistad con Washington, Hamilton, Adams y el francés Lafayette y se dedicó al estudio del griego, el latín y las principales lenguas de Europa, dominando seis idiomas.

En 1785 comienza un largo viaje que lo lleva por toda Europa y el Asia menor; en Rusia se hace a la amistad del conde Potemkin y la zarina Catalina la grande, quien le permite el uso del uniforme del ejército ruso. El gobierno de Madrid ordena a sus diplomáticos seguirle los pasos por todo el continente y por ello utiliza el nombre de señor Meroff, cuando pasa por Alemania y Holanda, y después el seudónimo de Monsieur Meyrat al llegar a Francia. Trabó amistad con Gustavo III de Suecia y con William Pitt el joven y Lord Grenville, con quienes trata el tema de la independencia americana. En 1792 llega nuevamente a Francia y ahora sus amigos son los girondinos. El 25 de agosto de 1792 es nombrado Mariscal del ejército francés, contribuyendo a la derrota de los prusianos en el campo de Valmy; es nombrado General de los ejércitos franceses y enviado a Haití para luchar contra los esclavos que buscan su libertad, nombramiento que rechaza. Es nombrado entonces en Bélgica donde sufre varias derrotas; lo acusan y debe presentarse al directorio en París, quienes lo condenan a prisión, donde permanece dos años y se salva de la guillotina.

Conoce a Napoleón y de nuevo es perseguido por el Directorio, lo que lo lleva a la clandestinidad. Firmó en París con José del Pozo y Sucre y Manuel José de Salas el acta de París, donde plantean la independencia americana con el apoyo de los Estados Unidos e Inglaterra. Regresa a Inglaterra y funda una logia donde los principales americanos recibieron cátedra de libertad; pudiéramos decir que allí se fraguó el movimiento que estalló en 1810 en varios países del continente. Se cartea con Manuel Gual desde Trinidad y con Cajigal quien le comunica que ha sido exonerado de todo cargo del juicio que se le seguía en España desde hacía 20 años.

En Londres en 1800 su ama de llaves Sarah Andrews le da dos hijos (Leandro y Francisco); regresa a Francia invitado por Napoleón, pero pronto Fouché lo expulsó al acusarlo de conspirador. Comienza a preparar su viaje a América y para ello escribe un reglamento militar, un programa de gobierno provisional y una proclama «A los pueblos del Continente Colombiano». Trata de viajar a Trinidad pero el gobierno inglés se lo impide, se traslada a los Estados Unidos, pero el Presidente Jefferson y su Secretario Madison no se comprometen con sus planes libertarios; arma el bergantín Leander y pone proa hacia Haití a donde llega el 2 de febrero de 1806 e iza, por primera vez, la bandera tricolor amarillo, azul y rojo, trata de desembarcar en Ocumare donde los españoles lo derrotan y debe regresar a Trinidad. Insiste y desembarca en Coro pero debe retirarse de nuevo y pasa por las Antillas un año en busca infructuosa de refuerzos. Regresa a Inglaterra y publica el periódico El Colombiano (en español), con el cual se pone en contacto con gentes de todo el continente para impulsarlos a luchar contra España. Atiende a los comisionados de la Junta de Caracas, entre ellos a quien pocos años después habría de entregarlo a los españoles: Simón Bolívar.

Arma una nueva expedición y llega a La Guaira el 10 de diciembre de 1810, desembarca y se le nombra Teniente General de los ejércitos venezolanos. Se incorpora como Diputado al Congreso Constituyente de Venezuela e impone la declaración de independencia absoluta y la nueva bandera de la república.

A raíz del terremoto de Caracas se le nombra General en jefe de los ejércitos de mar y tierra. El 25 de julio de 1812 firma con Monteverde una capitulación, que es rechazada por un grupo de oficiales, entre ellos Bolívar. Lo arrestan en La Guaira y lo entregan a los españoles, quienes pagan los buenos oficios con un pasaporte para Bolívar. Miranda comienza su calvario: La Guaira, Puerto Cabello, El Morro en Puerto Rico, para terminar, a fines de 1813, en un calabozo del fuerte de las cuatro torres en el arsenal de La Carraca; un ataque de apoplejía lo llevó a la tumba donde por fin descansó esta alma atormentada y traicionada.

De él dijo Napoleón: Este quijote, que no está loco, tiene fuego en el alma.

CHILE: JUAN JOSÉ GODOY Y DEL POZO

Juan José Godoy del Pozo nació en Mendoza, en ese entonces provincia chilena pero hoy de la Argentina, el 13 de julio de 1728. Se hizo jesuita, desde los 15 años de edad, y trabajó en Chile hasta cuando Carlos III los disolvió en 1767. Hijo del oficial real Clemente Godoy del Castillo y doña María del Pozo y Lemus de la Guardia. Cuando llegó la orden de disolverse emprendió la fuga a caballo hacia el Alto Perú y llegó a Charcas, hoy Sucre, en 1768.

Se presentó al Arzobispo Pedro Miguel de Argandoña confesándole que era jesuita y solicitándole su autorización para cumplir sus deberes de religioso, pero el curita, haciéndole un esguince al secreto de confesión, lo delató ante el Presidente de la Real Audiencia de Charcas, Juan Victorino Martínez de Tineo, quien ordenó de inmediato su detención y expulsión del país, por lo que fue llevado al puerto de El Callao, donde lo juntaron con todos los de su comunidad en el Perú, para comenzar el viaje a España e Italia.

Se estableció en Imola primero y en Bolonia después al presentarse la disolución de la compañía en 1773. Recorrió parte de Italia y se estableció en Florencia y luego en Liorna, hasta mayo de 1781 cuando partió para Inglaterra sin contar con sus dos primos ex jesuitas Tadeo Godoy y José Domingo Jofré del Pozo con quienes vivía, actuando como capellán de un barco florentino. Llegado a Londres cambió su nombre por el de Anger, se dedicó a promover la independencia de América y, en la Corte, presentó un plan para sublevar a Sudamérica, con el fin de crear un Estado independiente que cobijara los actuales territorios de Chile, Perú, Alto Perú y Argentina y, para ello mostraba unos mapas (se afirma que dichos mapas fueron la base para que Thomas Maitland, escocés, diseñara su plan de toma del sur del continente americano a favor de la corona inglesa) y unas cartas que lo acreditaban como representante de los rebeldes chilenos, con poderes para negociar con cualquier país europeo; su plan no tuvo acogida y entonces se embarcó para los Estados Unidos, donde siguió promoviendo la independencia americana; siempre bajo la estricta vigilancia de los espías españoles que le seguían a diario los pasos.

Un día desapareció y se prendieron las alarmas en Madrid. Floridablanca le escribió a todas las autoridades en América dando las señales de Godoy, especialmente la cicatriz que tenía en una ceja producto de una caída en el barco que lo llevó a Inglaterra. En la Nueva Granada el Arzobispo Virrey don Antonio Caballero y Góngora, enterado mediante carta que le envió José Gálvez, le escribió, a su vez, a José Fuertes, espía español residente en Jamaica, quien lo encontró viviendo en Charleston, Estados Unidos, en la casa de un cubano llamado Diego Trebejo huido de su patria por asuntos con la mujer con quien convivía. El Virrey neogranadino y Fuertes le dieron comisión a Salvador de los Monteros para que pasara hasta la ciudad norteamericana y le tendiera una celada a Godoy, en la cual éste cayó ingenuamente, le hicieron creer que los católicos de Jamaica lo necesitaban y se embarcó con rumbo al Caribe; ya en alta mar le dijeron que deberían parar en Cartagena de Indias por culpa de las tempestades, pero que lo esconderían para que no se supiera que era jesuita. Llegó a Cartagena y como lo estaban esperando fue llevado de inmediato, el 14 de julio de 1787, a la cárcel de la «santa» Inquisición, donde fue interrogado y torturado; trasladado luego a La Habana, el 28 de septiembre llegó a Cádiz; se le tuvo al comienzo en el convento de San Francisco y se le pasó después al castillo de Santa Clara, donde terminó sus días el 17 de febrero de 1788, faltándole poco tiempo para cumplir los 50 años de edad.

El olvido y la ingratitud de los americanos lo borraron de la historia, siendo uno de los grandes de nuestra independencia.

BOLIVIA: PEDRO DOMINGO MURILLO

«Compatriotas, yo muero,
pero la tea que dejo encendida
nadie la podrá apagar, ¡viva la libertad!»
Pedro Domingo Murillo.

Este si que es un personaje extraño de la historia. No se sabe su nombre preciso, ni quiénes fueron sus padres, ni cuál su esposa o que profesión tenía. Su fe de bautismo habla solamente de Pedro, pero al recibir la herencia del cura Ciriaco, firmó como Pedro Francisco, y, en los actos de la revolución de 1809, la firma que aparece es la de Pedro Domingo. Como esposa se ha tenido a Manuela Josefa Olmedo, pero a la hora de su muerte, se presentó a reclamar Manuela de la Concha, sin embargo, en alguna declaración dijo que su esposa se llamaba Manuela Durán y Concha, pero su amante tenía por nombre Manuela Castro y Durán. Se dice que fue abogado, pero la única relación de la Universidad de Chuquisaca, se presenta cuando él tiene 49 años de edad, aunque sí parece tener certeza esta afirmación porque el Fiscal Basagoitia lo acusó de haber recurrido a falsedades para obtener el título de abogado en esa universidad, pero lo que sí es seguro es que estudió humanidades y comenzó la carrera de leyes en la Universidad Mayor de San Antonio Abad del Cuzco.

Su padre, dato fuera de toda duda, fue Juan Ciriaco Murillo y Salazar, pero era cura (en las iglesias de Irupana, Acochalla y Santa Bárbara de la Paz ejerció como párroco) y por lo tanto su madre es una incógnita, y de ello lo único cierto es que fue bautizado por la señora Ninfa Salazar, madre del padre Ciriaco. Algunos afirman que fue hijo de María Ascencia Carrasco y otros lo niegan tajantemente. Tampoco se sabe donde nació; él en una declaración afirma que era natural de La Paz, pero hay quienes sostienen que nació en Suri, provincia de Inquisivi, en el año 1758. La misma fecha es desconocida, pues al bautizarlo afirman que tenía un año de edad y el escribano Rafael Villanueva sostenía: «el día 18 de septiembre del año pasado de 1757, estando a las casas de doña Antonia Salazar, a más de las ocho de la noche en una diligencia, entraron un párvulo al parecer de edad de un día, diciendo haberse hallado en el zaguán de la puerta de la calle con un papelito que anoticiaba no estar bautizado».

Estas vicisitudes llevan a que su primer rastro seguro e historiable ocurra en 1781, pero el mismo rastro vuelve a perderse hasta 1785. Incluso su herencia fue demandada por considerársele «hijo sacrílego», pero Pedro Murillo presentó unos oficios pontificios que probarían que su padre se ordenó de sacerdote dos años después de su nacimiento y, por lo tanto, no era hijo sacrílego sino hijo natural. Todo en su pasado es pues un enredo. Sea lo que fuere, la grandeza de Pedro Domingo Murillo no depende de su pasado o de sus orígenes sino de sus ejecutorias y su liderazgo en la revolución paceña de 1809. Era minero en el aventadero de Chicani y vendedor del oro que extraía del río Orkojahuira, azoguero y papelista (se llamaba «papelista» al cultor de las letras, al no poderlo llamar doctor por falta de un título universitario).

En 1781 fue Teniente Capitán de la primera compañía de Yungas y como tal combatió contra los campesinos en defensa de sus propiedades; pasando luego a formar parte de las tropas que al mando del Coronel José de Reseguín, con 200 hombres, marcharon de Cochabamba hacia La Paz para derrotar a Tupac Catari que asediaba a esta ciudad. En 1787 se le abrió causa criminal por el ejercicio ilegal de la profesión de abogado, trabajo que desempeñaba «con crédito y buena clientela». En 1803 fue llamado nuevamente a las armas, en una época de sequía y hambrunas. En 1805 apareció vinculado a un frustrado golpe contra las autoridades realistas, por lo cual se le siguió causa criminal.

Encabezó la revuela popular del 16 de julio de 1809 en La Paz que proclamó el establecimiento de la Junta Tuitiva la cual produce un documento en el que se anuncia la separación del Alto Perú del imperio español. Murillo con el batallón de milicias, se tomó el cuartel de veteranos y obligó a la renuncia del Obispo de La Paz, Remigio de la Santa y Ortega, y del Gobernador Tadeo Dávila e impuso la celebración de cabildo abierto, en el cual se abolieron las deudas de todos los habitantes con el fisco y quemados los documentos que las avalaban.

El 22 de julio se aprobó el plan de gobierno y se organizó el ejecutivo. La reacción realista no se hizo esperar y tanto de Buenos Aires como de Lima, enviaron tropas mandadas por el Brigadier José Manuel de Goyeneche, presidente interino de la Real Audiencia de Cuzco. El 30 de septiembre fue disuelta la Junta Tuitiva, quedando Murillo como Jefe Civil y Militar. El 18 de octubre Pedro Indaburo encabezó una contrarrevolución y puso preso a Murillo, pero Antonio de Castro detuvo a Indaburo, acusándolo de «entreguista» a Goyeneche, y lo ejecutó. Llegadas las tropas de Goyeneche a La Paz, Murillo huyó, pero fue detenido en Zongo, y el 29 de enero de 1810 fue ahorcado, día en que aparentemente pronunció la frase con que se abre esta narración, pero cuya validez muchos discuten.

Tuvo varios hijos, uno, el mayor, José, pereció en el ataque a la barricada de Santo Domingo el 19 de octubre de 1809 y otra, Tomasa, fue su compañía en los momentos últimos de su prisión, destierro y muerte. Murillo fue un grande de América al que mataron sus propias vacilaciones y no son pocos los historiadores que dudan de la fidelidad de Murillo a los principios libertarios, porque sostienen que intentó o estuvo en inteligencia con el jefe realista invasor. Era de tez morena, bajo de estatura, espalda ancha, suaves ademanes y vestido siempre a la española.

PERÚ: JUAN PABLO VISCARDO GUZMÁN

«Siempre que el gobierno español nos anuncia un beneficio,
no puede uno menos que acordarse de lo que el verdugo decía
al hijo de Felipe II cuando le ponía el dogal al cuello:
Paz, señor don Carlos, que todo es por su bien».

Juan Pablo Viscardo Guzmán

El ex jesuita Juan Pablo Mariano Viscardo y Guzmán fue de los primeros en promover la independencia americana, aún antes que Miranda, lo que no le quita a éste su título de Precursor de la independencia continental, pero le da al peruano un puesto de honor entre nuestros luchadores de la primera hora, el cual poco se le ha reconocido.

Nació Viscardo en el poblado de Pampacolca, perteneciente a la actual provincia de Castilla, próxima al nevado del Coropuna, cerca a la ciudad incaica del Cuzco, el 26 de junio de 1748 y murió en Londres, en absoluta soledad, el 10 de febrero de 1798, faltándole poco para cumplir los cincuenta años de edad. Era hijo del Maestre de Campo don Gaspar de Viscardo y Guzmán y doña Manuela de Zea y Andia y tuvo cinco hermanos que se llamaban José Anselmo, María Gregoria, Juana, Isabel y Manuela. En 1761 viajó a El Cuzco para estudiar en el Real Colegio de San Bernardo y pocos meses después murió su padre, situación que parece fue definitiva para que el joven ingresara en el seminario de los jesuitas, en el cual recibió los votos menores el 27 de junio de 1763, comenzando de inmediato sus estudios de filosofía y humanidades en el Colegio Máximo de la Transfiguración de la misma ciudad.

Al ser expulsados los jesuitas del imperio borbónico español por medida de Carlos III, Juan Pablo tenía 19 años y, con el resto de su comunidad, debió abandonar el Perú para siempre. Los llevaron a Moquegua, al puerto de Ilo, luego a Lima y en el navío Santa Bárbara llegaron a Cádiz en agosto de 1768. Pasaron a Santa María y por barco llegaron a Italia y se ubicaron en la población de Massacarrara, próxima a Liorna, donde comenzaron a vivir con una pensión real de 372 reales de vellón al año, que no les alcanzaba ni siquiera para la sobrevivencia y donde cambió su nombre por el de Abate Paolo Rossi, para tratar de escapar de la estricta vigilancia española; viajes que siempre hacía acompañado de su hermano José Anselmo (Antonio Valessi, fue su nombre en el exilio), estudiante jesuita como él y nunca ordenados sacerdote.

Viscardo no fue un hombre de mundo como Miranda, mas bien fue un solitario luchador que confió con sus escritos llevar la libertad a su patria y a toda América.

Comenzó su actividad proselitista a favor de la independencia americana, viajando, escribiendo y hablando en Italia, Francia e Inglaterra, nación ésta en la que fincó sus esperanzas de conseguir apoyo para los rebeldes americanos y poder así regresar algún día a su patria, a la cual el gobierno de Madrid les había prohibido el regreso bajo pena de muerte.

Su primer intento fue una carta, del 30 de septiembre de 1781, al cónsul inglés en Liorna proponiéndole la conformación de una expedición armada inglesa que ayudara a los rebeldes americanos, específicamente a la revolución de Tupac Amarú II, garantizándole que de triunfar se lograría la libertad de comercio a favor de los criollos y de la industria inglesa. Viajó a Londres en dos épocas, la primera de 1782 a 1784 y la segunda de 1791 hasta su muerte, dejando un encargado en Italia para que le cobrara, trimestralmente, la pensión real.

En Londres el gobierno le decretó una mensualidad de 300 libras en contraprestación a mantenerlos informados de los sucesos americanos; poco antes de su muerte le entregó sus papeles y escritos al embajador de los Estados Unidos en Inglaterra, Rufus King, quien se los dio a conocer a don Francisco de Miranda y éste publicó al año siguiente su notable «Carta dirigida a los españoles americanos», carta escrita en francés con una extensión de 30 páginas para ser divulgada con motivo del tercer centenario del descubrimiento de América. Ésta comunicación a la que Miranda dio amplia difusión fue un elemento de propaganda sumamente eficaz entre los revolucionarios americanos y europeos. Publicada inicialmente en francés en 1791 y en español en 1801, su circulación fue siempre clandestina; en ella, Viscardo planteaba, la independencia absoluta de España y resume los tres siglos de coloniaje español con las palabras «ingratitud, injusticia, servidumbre y desolación». La carta fue escrita en Florencia entre 1787 y 1791 con la intención de publicarla antes de 1792, cuando se cumplían trescientos años del descubrimiento de América, en un momento político en que el mundo era sacudido con la independencia de los Estados Unidos, España había perdido a Portugal y las llamadas «Provincias Unidas» que eran los países bajos (Holanda específicamente), y estaba dividida en tres partes, así: una primera de acusación contra España por el manejo dado a la América, la segunda sigue los textos de Mostesquieu y termina con la solicitud de independencia de España, acude tanto a los autores franceses, como al Inca Garcilaso y a Bartolomé de las Casas, y se le considera el documento que más influjo tuvo en la independencia americana y el de mayor divulgación.

La «santa» Inquisición consideró que la carta era «falsa, temeraria, impía y sediciosa, injuriosa a la religión y el Estado, a los reyes y pontífices, tan acre y mordaz, tan revolucionaria y sofística que si el Santo Tribunal no aplica desde luego toda su actividad para sofocarla, pereceremos». La inquisición mexicana la prohibió el 24 de septiembre de 1810.

La carta es el primer llamado a buscar la independencia de América mediante la unión de todas las razas contra la monarquía española con el fin de obtener la libertad política y la libertad de comercio.

«¡Queridos hermanos y compatriotas! […] puesto que [España] siempre
nos ha tratado y considerado de manera tan diferente a los
españoles europeos, y que esta diferencia solo nos ha aportado
una ignominiosa esclavitud, decidamos ahora por nuestra parte ser
un pueblo diferente! Renunciemos al ridículo sistema de unión y de
igualdad con nuestros amos y tiranos; renunciemos a un gobierno
que, a una distancia tan enorme, no puede darnos, ni siquiera en parte,
los grandes beneficios que todo hombre puede esperar de la sociedad
a la que se encuentra unido».

Juan Pablo Viscardo Guzmán, Carta a los españoles americanos.

ECUADOR: FRANCISCO JAVIER EUGENIO SANTACRUZ Y ESPEJO

Un personaje que despierta el cariño del historiador es Francisco Javier Eugenio Santacruz y Espejo, hijo de Luis Santacruz y Espejo, indio peruano de Cajamarca, que llegó a Quito como ayudante del sacerdote y médico belenita Fray José del Rosario, y que se casó en esta ciudad con la mulata liberta María Catalina Aldaz y Larraincar, liberada por el sacerdote Antonio Aldaz, de quien aparentemente tomó el primer apellido. De este matrimonio hubo siete hijos, de los cuales solo sobrevivieron tres: Francisco Eugenio, nacido en 1747; Juan Pablo, nacido en 1752 y María Manuela, nacida en 1757 (casada con el quiteño José Mejía Lequerica, diputado suplente por la Nueva Granada a las cortes de Cádiz, no obstante que ella era veinte años mayor que él) según Fray José del Rosario. Su ayudante era primero de apellido Benítez, luego cambió por el quechua «Chusig» que quiere decir lechuza, y finalmente optó por el Espejo, el Santacruz se lo colocó por devoción.

Eugenio fue un típico autodidacta en sus primeros años, hasta cuando pudo entrar al colegio dominico de San Fernando, donde se graduó en medicina el 10 de julio de 1767, a sus 20 años de edad, siendo un aventajado alumno por la experiencia que le daba su contacto diario con el hospital en que trabajaba su padre, y más tarde optó el título en leyes canónicas y derecho civil. El 28 de noviembre de 1772 fue autorizado para practicar la medicina en Quito, no obstante su humilde origen; tuvo un gran complejo: la limpieza de sangre, que trató de demostrar refiriéndose a su madre por el lado Larraincar, que venía de Navarra donde tenía solar, pero nunca se le reconoció la tal limpieza y cuando murió, su fallecimiento fue registrado en el libro reservado para negros, indios, mestizos y mulatos.

Pronto fue colocado entre los vigilados por las autoridades virreinales, y en 1783 el Presidente José María de León y Pizarro encontró la forma de salir de él y lo nombró médico de la expedición al río Marañón; huyó y se escondió en Riobamba, pero fue delatado por quienes más tarde serían el blanco de sus acusaciones en la defensa de los curas de esta ciudad, y llevado preso a Quito. En 1786 por la publicación de las Reflexiones sobre las viruelas, debió abandonar la capital, salió para Lima pero se detuvo de nuevo en Riobamba; en 1787 y por culpa de la publicación «Retrato del Golilla», fue ordenada su detención por el presidente Villalengua, ante lo cual resolvió viajar a la capital del virreinato: Santafé, a donde fue en 1788 y regresó en 1790. En Santafé se defendió exitosamente, conoció a Nariño y envió con el Marqués de Selva Alegre un famoso Discurso.

En relación con la Sociedad Económica de Amigos del País «SEAP», Espejo sugirió su creación en 1786 en la defensa de los curas de Riobamba, teoría que repitió en el discurso desde Santafé y en 1791 ya apareció como su secretario; fijó la finalidad de la Sociedad Patriótica así: Fomentar, perfeccionar y adelantar la agricultura, la economía rústica, las ciencias y artes, y todo cuanto se dirige inmediatamente a la conservación, alivio y conveniencias de la especie humana. En compañía de Ramón Yépez y Andrés Salvador redactaron los estatutos de la Sociedad el 24 de febrero de 1792.

Adoptó las teorías de la Ilustración y de los fisiócratas a la realidad quiteña. Le preocupaban la pobreza y el atraso de su provincia, fue un estudioso profundo de la economía local y el primer bibliotecario de Quito, en la antigua biblioteca de los Jesuitas que guardaba 40.000 volúmenes.

Una infidencia de su hermano a una amante hizo que lo detuvieran el 30 de enero de 1795; fue liberado en marzo 27 del mismo año y retenido nuevamente al día siguiente. En los primeros días de diciembre fue liberado con su salud minada y murió el 27 de diciembre de 1795.

En su vida hay grandes parecidos con Antonio Nariño: los dos fueron los precursores de la independencia de sus respectivos países, autodidactas, lectores empedernidos y desordenados, adaptaron las teorías económicas vigentes a la realidad de sus provincias, rebeldes, en la cárcel perdieron la salud y escribieron periódicos muy similares en su estilo.

Sus principales obras fueron:

El Nuevo Luciano de Quito, 1778, con el seudónimo de Javier de Apéstegui y Perochena. Reflexiones acerca de un método para preservar a los pueblos de las viruelas, 1785. Marco Poncio Catón, 1780, con el seudónimo Moisés Blancardo. La ciencia Blancardina, 1781. El Retrato del Golilla, 1781. Cartas Riobambenses, 1787. Memoria Sobre el Corte de Quinas, 1792. Discurso, 1789. Periódico «Primicias de la Cultura de Quito», 1792. Voto de un Ministro Togado a la Real Audiencia de Quito, 1792. Cartas Teológicas, 1792. Defensa de los Curas de Riobamba, 1785.

COLOMBIA: ANTONIO NARIÑO Y ÁLVAREZ DEL CASAL

«Odié siempre por instinto a los tiranos; luchando contra ellos
perdí cuanto tenía, perdí hasta la patria; cuando apareció por fin
esa libertad por quien yo había sufrido tanto, lo primero que hizo
fue tratar de ahogarme en sus propias manos. ¡Me han dado
cadenas todos; me han calumniado! Pero no he aborrecido
ni a los que me han perseguido.

»Amé a mi patria, ¿Cuánto fue ese amor? Lo dirá algún día
la historia. No tengo que dejar a mis hijos sino mi recuerdo;
a mi patria le dejo mis cenizas».

Antonio Nariño

Antonio Nariño y Álvarez, «El Precursor de la Independencia» de Colombia, nació en Santa Fe de Bogotá el 9 de abril de 1765 y murió en Villa de Leiva, hoy departamento de Boyacá, el 13 de diciembre de 1823. Era hijo del español Vicente Nariño Vásquez y la Santafereña Catalina Álvarez del Casal. Don Vicente fue Contador Oficial Real de las Cajas de Santa Fe, Contador Mayor del Tribunal de Cuentas, director de la primera fábrica de pólvora que se estableció en la capital del Nuevo Reino. Contrajo matrimonio con doña Magdalena Ortega y Mesa. Antonio luchó de joven contra los comuneros de El Socorro.

En 1789 el Virrey Francisco Gil y Lemos lo designó como Tesorero de Diezmos, cargo en el cual fue acusado de un alcance en sus fondos que más bien fue una indebida utilización de los fondos reales para hacer negocios en provecho propio, sin que el dinero llegara a perderse. En 1793 importó la tercera imprenta que llegaba a Santa Fe y la puso a cargo de don Antonio Espinosa de los Monteros. Publicó, en edición que después recogió, dejando por fuera sólo dos ejemplares, la declaración de los derechos del hombre, tomada de un libro de la biblioteca del Virrey, edición que realizó en un local ubicado en la hoy Plazoleta de San Carlos, calle 10 No. 6–44, publicación que le costó la cárcel y una sentencia en que se le extrañaba a perpetuidad de esta tierra y cárcel en África por diez años.

Fue un autodidacta y el hombre más instruido de su patria y en su época. Poseía una de las mejores bibliotecas de la colonia. Perseguido por los españoles, cuatro veces estuvo en prisión, matando allí buena parte de su vida por culpa de su amor a la libertad y a la libertad de sus compatriotas, favor que nunca acabaremos de pagar. Fue «huésped» de cárceles en la Nueva Granada, Quito, Perú, Cuba y España. En Cádiz estuvo recluido en la cárcel real; en España escribió con el seudónimo de Enrique Somoyar, noble caballero español que lo protegió en Cartagena de Indias y le colaboró para su regreso a Santa Fe después del 20 de julio de 1810 cuando ninguno de sus compatriotas se preocupó por su libertad.

Viajó por Francia e Inglaterra solicitando apoyo para su causa, los ingleses se la ofrecieron a cambio de que entregara su patria al protectorado británico, propuesta altivamente rechazada por Nariño. Fue el Secretario del primer Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, celebrado en diciembre de 1810. Creyó sinceramente en que el momento político de la primera república no estaba listo para un esquema federal de gobierno, y por ello implantó el centralismo democrático que produjo varias guerras civiles que lo llevó a luchar contra el gobierno itinerante, que presidía Camilo Torres, y que tenía como sedes a Ibagué primero, Villa de Leiva después y Tunja a lo último.

Para explicar la diferencia entre los sistemas políticos que imperaban en Norteamérica y los que regían a Hispanoamérica, escribió en La Bagatela: Detengámonos un momento a contemplar a Horacio Cocles sobre el puente del Tíber peleando solo contra un ejército para impedirle el paso; y comparémoslo con uno de nuestros indios postrado de rodillas en el atrio del templo recibiendo doce azotes en castigo de no haber pagado la demora o faltado a misa; y dígaseme si unas mismas leyes pueden gobernar a estos dos hombres.

Si no hubiese sido por la traición de las tropas antioqueñas en los ejidos de Pasto, habría sido el Libertador de Colombia y la historia se habría escrito muy distinto. Fue el mejor y más aguerrido periodista que ha tenido Colombia desde las páginas de su semanario «La Bagatela», donde, por primera vez en Colombia, se adelantaron conceptos de crítica social y política. Estadista y guerrero, ha sido el político que más ha querido y con quien mejor se ha identificado el pueblo bogotano. Presidente de Cundinamarca y Vicepresidente de la Gran Colombia, fue un soporte importante de las luchas de Bolívar; declaró la independencia absoluta de Cundinamarca y, como todos los próceres de esta parte de nuestra historia, fue masón, viajó por Europa y América y fue dueño de una gran cultura.

Nariño fue el primer Embajador que Venezuela tuvo en Colombia [sic], fue también el primer devaluador de la historia colombiana, ocurrida ésta el 10 de octubre de 1811, cuando ordenó acuñar moneda de ley 0.550, a la que el pueblo llamó «moneda de la china», medida que se tomó para conjugar el déficit fiscal que padecía el Estado. También es el precursor del cobro de peajes, cuando el 1 de septiembre de 1811 trató en La Bagatela el tema de los impuestos y contribuciones y propuso el cobro de peajes por el uso de las vías y caminos. Precursor también del comercio de armas cuando el 2 de octubre de 1812, teniendo consideraciones de tipo económico y también militar, ofreció a los pueblos amigos venderles armas «a precios equitativos», siempre y cuando las pagaran por anticipado. Es el primer golpista de nuestra historia, cuando el jueves 19 de septiembre de 1811 saca un extraordinario de su periódico denominado «Noticias muy gordas» y, apoyado por el pueblo que dirigía el agitador político José María Carbonell, derroca a Jorge Tadeo Lozano, y se hace elegir Presidente de Cundinamarca.

Es el decano de la prensa política en Colombia al publicar «La Bagatela», cuyo primer número apareció el 14 de julio de 1811 y el número 38 salió el domingo 12 de abril de 1812. Fue también Nariño quien primero habló en la Nueva Granada del filósofo inglés Jeremías Bentham, que tanto influjo tuvo entre los liberales de la primera hora en el siglo XIX, y lo hizo en el número 23 de La Bagatela. Es el primero que concedió un indulto político en nuestra patria, exceptuando a los malversadores del tesoro público y a los culpables de crímenes atroces, medida que tomó el 4 de diciembre de 1811.

Don Antonio Nariño es de esos personajes superlativos en todo, estilo Bolívar y Santander: en sus odios y sus amores, sus triunfos y derrotas, siempre estaba arriba o abajo, no conoció las medianías en su vida, estaba en el poder y la gloria o derrotado y en la cárcel, pero nunca como un buen burgués disfrutando de un tranquilo pasar.

A la hora de su muerte, la patria desagradecida le volteó la espalda, no se honró su memoria, tampoco le rindieron honores, y el gobierno del General Santander intervino para que no se le hiciera ningún homenaje público, ni privado y menos religioso. Como diría el refranero popular: Así le paga el diablo a quien bien le sirve, sólo que esa mezquindad refleja la clase de alma que tenían sus contradictores.
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* Rodrigo Llano Isaza es administrador de empresas e historiador colombiano (Medellín, Antioquia, 1948). Ha sido docente de la facultad de Comunicación Social de la Universidad Sergio Arboleda. Director del «Boletín Virtual», publicación semanal de orientación política y cultural, que se viene publicando regularmente desde 1998. De entre sus muchas publicaciones se destacan: José María Carbonell, Biografía. Editorial Planeta. 1997; Hechos y Gentes de la primera república. Internet, página virtual de la biblioteca Luis Ángel Arango, www.banrep.gov.co 1998; Bolivia, Misiones Jesuíticas de Chiquitos. Folleto Cultural de la Embajada de Bolivia en Colombia, abril de 2000. Es articulista de la agencia de noticias Colprensa para los diarios El Colombiano, Occidente, Vanguardia Liberal, La Opinión, El Heraldo, La Patria, El Universal, La Tarde, El Derecho y La República (1978-1986). De las revistas Incolda, Pregón, Arco, Correo de los Andes, Comercio, Boletín Cultural y Bibliográfico, Boletín de Historia y Antigüedades, Revista Javeriana. Comentarista de televisión en el noticiero TV Mundo (1980-1982). Ha sido conferencista invitado en las cátedras de Historia y Sociología en la Universidad Externado de Colombia.

1 COMENTARIO

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