Sociedad Cronopio

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Farianos, farcistas, farsantes

FARIANOS, FARCISTAS Y FARSANTES

Por Marta Lucía Fernández Espinosa*

Venidos de un pedagógico octenio, que se oponía al Plan Nacional de Educación, una estrategia con la que el poder ejecutivo asesinaba a la escuela colombiana; no solo vimos estupefactos e incrédulos, llenarse las calles de matones poderosos y defendidos en no pocas oportunidades por el presidente; sino que vimos inundarse la escuela de «matoneo», implantado por la publicidad sutil de los medios de comunicación. Estrenábamos épocas de maledicencias agresivas que iban a darle sentido a la Ley General de Educación: ¡el estudiante es el centro del proceso educativo! Y al estudiante le enseñaba directamente el presidente Uribe: «Le rompo la cara marica». El éxito de la pedagogía del matoneo, contrario al ideal ciudadano que soñaba el Plan Decenal de Educación 1996 – 2006.

De la misma manera escuchamos durante ocho años decir que el único enemigo del Colombia eran la FAR. Al señor Uribe le gustaba repetir esta palabra decenas de veces al día, invadiendo todos los medios de comunicación, interrumpiendo la programación cotidiana, para enseñar a repetir a los colombianos al unísono: LA FAR. Muchos gozaban con esa tendencia montañera del señor Uribe que parecía caracterizarse por un hablar poco refinado y nada ilustrado; hasta llegamos a creer que estaba bien en sus labios esta expresión, ya que a todas luces, aquel presiente era bastante inculto. Nada parecía sobresaltarnos en aquella maledicencia, todos sabíamos que se refería a las FARC, que en boca de un presidente bruto iban perdiendo su apellido, ya no eran de Colombia; quedaban reducidas a su singular: Fuerza Armada Revolucionaria.

El asunto bien podría pasar al olvido, como todos los abyectos sucesos de ese malhadado gobierno 2002 – 2010; si no fuera por el éxito de aquel proyecto pedagógico mortal, incluso entre los más ilustrados defensores de la paz bajo el gobierno siguiente. El adjetivo más usado en tiempos de diálogos en la Habana, por los defensores del proceso de paz es precisamente un adjetivo uribista: FARIANO.

Mi generación presenció la llegada del hombre a la luna a través de los medios de comunicación, y allí mismo se nos aparecieron los contemporáneos marcianos cuyo sinónimo obligado era «extraterrestre», un nombre previo a la guerra de las galaxias para aunar esfuerzos planetarios en contra de un enemigo común de la humanidad. No obstante aquel nombre había nacido de la pretensión pedagógica de señalar a los marxistas como marcianos. Instalado el nombre, afianzado el aprendizaje, vieja estrategia aprendida del Génesis y de todo el idealismo occidental: primero era el nombre y aquel se hizo carne. Llama la atención la similitud en la terminación de ambas palabras: fariano y marciano; un sufijo que indica origen, pertenencia, partidismo e incluso profesión u oficio. Que el término FAR lo use un montañero paisa llevado a la presidencia en calidad de machetero para limpiar las tierras de los colonizadores, no nos preocupa. Pero que el término se hubiese instalado sin escrúpulos entre los intelectuales colombianos, nos parece ignominioso a la vez que una afrenta para el proceso de paz. Las FARC son el producto de la historia colombiana y nada parece indicar que estas fuerzas armadas revolucionarias DE COLOMBIA, hubiesen sido producidas por otras realidades latinoamericanas. Son DE COLOMBIA y se corresponden con esta específica historia. El adjetivo FARIANO es uribista y todo el que lo use está bajo su orientación pedagógica. Por lo tanto, nos despierta suspicacias.

Sin el objetivo de definir a los FARCISTAS como marxistas, pero sí con el de restaurar la correcta formación de estos sustantivos derivados de sus vocablos de origen; llamaremos a los partidarios, pertenecientes e incluso a los oficiantes de las FARC, con su nombre más adecuado: FARCISTAS, sin ninguna cercanía ortográfica con el sustantivo FARSANTES. Incluso para diferenciarlos muy intencionalmente de unos que en Colombia sí han sido farsantes absolutos; nos referimos a unos actores guerrilleros que aparecieron recientemente de la nada, ocasionando noticias convenientes para su ingreso al reparto de los dividendos de la paz. Ya los guajiros nos habían advertido que el adjetivo jesuita es un sinónimo de farsante, y Françoise Houtard nos había contado que un jesuita no sabe caminar derecho. Con estas autorizaciones previas se nos hace urgente reclamar a Bergoglio por sus farsas mundiales recientes. Su creación empresarial para administrar los recursos de la paz mundial, recientemente creada como Scholas Ocurrentes y su sociedad con la Fundación Pupi (por un piberío integrado), administradora de la indigencia y las víctimas argentinas, montan la farsa del Partido por la Paz en Roma, con el concurso de estrellas mundiales de fútbol. Entretanto en Colombia se incrementan las oleadas violentas del ELN, una pseudo guerrilla que jamás llevó el apellido DE COLOMBIA y que desde sus orígenes mostró sus garras jesuitas, estableciéndose como enemigo público de las FARC. Ninguno de sus antiguos (muy antiguos) seguidores se atrevería a desmentir esta aseveración, ya que en las escuelas de iniciación «elenas» (deberían llamarse elenanos), el primer aprendizaje era el del desprecio por los «campesinos ignorantes de las Farc»; todo integrante del ELN ha sido en principio, un enemigo declarado de las FARC. Con su Teología de la Liberación, su toma constante de iglesias y su catecismo camilista, aquella guerrilla se convertía en la única esperanza para los más pobres. Pero en tiempos de diálogos por la paz de Belisario y sus militares, el ELN no fue protagonista, muy convenientemente, ahorrándose la desaparición de sus miembros, como sí aconteció a la UP. En los tiempos de Pablo Escobar y sus matones, integrantes del EPL y del ELN pasaron a engrosar las filas de matones y paramilitares del narcotráfico. A la voz jesuita del CINEP y su trabajo con las masas, miembros del ELN se fundieron entre las comunidades más deprimidas y desde allí fomentaron grupos de autodefensa. Les recordamos haciendo apología teórica de la autogestión popular en su tarea de liberación, pero su resultado tiene importantes indicadores en las bandas de delincuentes en los territorios más miserables.

En los últimos tiempos, y desde hace más de veinte años, los miembros del ELN se dispersaron por el viejo continente en calidad de refugiados; esos mismos que gozan del apoyo de los jesuitas en el mundo. Todos ellos hoy muy agradecidos con los parientes de Bergoglio por haber sido instalados en países europeos. Lo cierto es que el ELN dejó de existir hace ya mucho tiempo, su época de esplendor nos remite a un periodo de la historia televisiva de nuestra infancia, en la que todos los domingos y luego de la misa, allá por los años setenta, escuchábamos a Ana y Jaime cantando las canciones de aquella guerrilla, con el auspicio de todos los empresarios nacionales que llenaban de publicidad el espacio de El Show de las Estrellas. Uno puede sospechar que el ELN no alcanzó más esplendor que el de ser el ejército defensor de los intereses plasmados por Joseph Gumilla en su Orinoco Ilustrado; es decir un ejército que reguló la producción petrolera en los Territorios Nacionales, entregados en custodia a los Jesuitas desde el nacimiento de la República.
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Tienen que ser unos farsantes esos que hoy aparecen de la nada atacando poblaciones y haciendo escándalo ante los medios de comunicación, con el objetivo de firmar la paz con el gobierno de Santos en un país diferente de la Habana y bien lejos de esos «campesinos ignorantes de las FARC». Vuelvo a recordar la canción popular que mejor le va a esta falsa guerrilla y sus progenitores jesuitas:
Ya llegó Julio Moreno al pueblo de Soplaviento
y puso en conocimiento que tío caimán se murió
… Los gallinazos se alegran y preparan el velorio
cuando llega Angel Custodio que lleva la ropa negra
… golero tío caimán está enfermo, golero y quizá se ha muerto…

Aparecen al anuncio de que habrá presupuesto para la paz, hay un muerto que comerse, andan rondando con su traje negro, sin refugio en la historia nacional y desconocidos por las generaciones más jóvenes, acuden a la misma estrategia de Bergoglio, hacerse publicidad de alguna manera; con eso se hace la farsa de la guerra en Colombia, mientras en el Vaticano se hace la farsa de la paz; pero todos sabemos que son los mismos actores. Se les salen las garras y van por un motín de paz, a falta de un motín de guerra. La paz tiene las llaves de la economía contemporánea. Los dueños de las víctimas van a ganarse el botín de la paz. Para que a Bergoglio se le caiga la máscara, bastaría exigirle que haga callar a sus guerrilleros del ELN en virtud de la paz, en lugar de disimular haciendo partidos de fútbol con un deporte que tampoco ha contribuido en nada a la paz; una franquicia del nacionalismo decimonónico escondida en las tierras del Arzobispo de Canterbury y bajo la autoridad de la IFAB, una vieja sociedad a la que hasta hace poco y desde varios siglos atrás, la guerra les ha sentado tan bien.

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* Marta Lucía Fernández Espinosa. Licenciada en Historia y Filosofía (universidad Autónoma Latinoamericana). Especialista en planeamiento educativo (universidad Católica de Manizales) con diplomados en Gestión administrativa, adaptaciones curriculares y desarrollo de habilidades organizacionales en diversas universidades antioqueñas). Autora del libro Pentimento. Sus investigaciones han sido trabajos de campo con comunidades a través de las cuales se generaron desde proyectos educativos intitucionales y manuales de convivencia, hasta la construcción de aulas por gestión comunitaria y la creación de la educación de adultos como estrategia para minimizar el impacto de la violencia en un sector deprimido de Itagüí (Antioquia). En 1989 el consejo de facultad de la Universidad Autónoma le otorgó una beca en reconocimiento a la importancia de su libro Pentimiento.

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