Sociedad Cronopio

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EL DON DE LA OBLICUIDAD

Por Juan Carlos Franco*

Hay personas que se trazan una meta y se van directo hacia ella.  Se vuelven obsesivos, fundamentalistas.  No descansan hasta llegar allá.  Cualquier paso atrás, cualquier concesión es una derrota.  Hay que pelear cada punto.
Otras personas, aún con las mismas metas, no son tan directas.  Eligen, de manera consciente o inconsciente, caminos más largos.  Con frecuencia retroceden o se distraen con otras cosas.  Tal vez no tienen tanta claridad, parecen no están tan seguras de sus metas.

Las dos clases de personas pueden ser exitosas.  Las primeras, a partir de su tenacidad, de su liderazgo directo y dominante, a veces obtienen resultados.  Las segundas también los pueden obtener, pero por caminos diferentes.  Y lo curioso es que con frecuencia llegan más rápido y mejor que los obsesivos.

El camino directo no es necesariamente el óptimo. Con frecuencia se llega más pronto y con mayor certeza a las metas siguiendo un camino oblicuo.  El que se propone ser feliz como eje central de su existencia, con frecuencia no llega a serlo.  Pero el que se dedica a hacer otras cosas –como por ejemplo, a hacer felices a los demás-  puede obtener, casi sin proponérselo, la felicidad.  Igual sucede con la acumulación de riqueza: No necesariamente las personas más materialistas consiguen más dinero.

El arte es otro ejemplo:  Una pintura abstracta, surrealista o cubista, en la cual se destacan sólo una o dos características, con frecuencia transmite más que una realista, pendiente de que cada detalle sea preciso.

Y a nivel de empresas es similar: Según estudios recientes, aquellas que en sus misiones declaran abiertamente, como propósito central, su intención de crecer y ser rentables, son las que mayor probabilidad tienen de desaparecer en los próximos cinco años.  Las que en cambio manifiestan su pasión por ser mejores en lo que hacen, y por ende quieren aumentar la satisfacción de sus clientes, por lo general ganan participación en sus mercados y son más rentables y duraderas.

En Colombia estamos viendo una comparación muy interesante.  El estilo directo de Uribe, que tan buenos réditos dio en años recientes, hoy ya se ve inapropiado.  Un estilo que generaba adoración entre sus seguidores más incondicionales, y probablemente la admiración de “la galería”, pero que igualmente producía profundos resquemores entre distintos públicos.  Muy útil para ciertas cosas, complicado para otras.

Y hoy vemos a un Santos que enfrenta de manera muy diferente los distintos problemas en que anda metido Colombia.  No es intimidante pero logra objetivos.  Parece débil y que no impone autoridad pero la gente le marcha.  Y a Colombia, según parece, la ven ya con nuevos ojos y la escuchan con nuevos oídos, incluso en escenarios en que desde hace mucho tiempo la llevábamos perdida.

Claro, los partidarios de Uribe están furiosos. No logran entender el nuevo estilo.  Consideran que el nuevo presidente los ha traicionado y que lo avanzado en el gobierno anterior se está perdiendo.  Y entre tanto él, Uribe, que no puede quedarse quieto ni callado, alborota el avispero pues se siente obligado a responder a todo para no dejar escapar ningún punto.  Y con cada salida como que retrocede, no avanza.

Lejos de sentirse abandonada, como supuestamente iba a suceder de no ser reelegido Uribe para un tercer período, hoy en Colombia mucha gente siente un fresquito.  Temas críticos que tanto trabajó el anterior gobierno, parece que a este le salen sin tanta dificultad, sin tanto desgaste, sin crearse tantos enemigos en el proceso. Y eso irrita aún más a los fanáticos de Uribe y del estilo directo.

Puede ser que estas puertas se estén abriendo simplemente porque el que está ya no es Uribe.  O puede ser que sea más sagaz, o que sepa decir o pedir mejor las cosas.  O que el anterior hizo todo el trabajo sucio para que el nuevo aproveche y con pequeños cambios coseche los frutos que al anterior le fueron negados.  O que este nombre mejores equipos de trabajo y los deje trabajar sin caer en la microgerencia.

O simplemente, que Santos tenga el don de la oblicuidad!

*Juan Carlos Franco es ingeniero civil con estudios de postgrado en administración y economía. Dedicado desde hace muchos años a la gerencia de empresas, con énfasis en negocios internacionales. Desde hace seis años tiene una columna en el periódico Vivir en el Poblado de Medellín, Colombia.  Contacto: franco.jc@une.net.co

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