Sociedad Cronopio

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Arquitectura
ARQUITECTURA ¿PROFESIÓN O DISCIPLINA?

Por José Rosas Vera*

Hay dos condiciones que acotan la enseñanza de la Arquitectura y la formación de un arquitecto hoy día, a saber: la responsabilidad de habilitar profesionalmente con los fundamentos operativos e instrumentales, para operar y profesar públicamente una actividad al servicio de los demás, y también, entregar la preparación intelectual y mirada dura, necesaria para lidiar con los problemas e interrogantes que enfrentará en el futuro, dado el inevitable cambio en los objetos y fenómenos que constituyen el mundo.
Pensando de este modo, podría afirmarse que la enseñanza de la arquitectura y la habilitación profesional del arquitecto, constituyen de por sí, una tensión inherente a todo plan de estudios.

En esta polaridad permanente entre disciplina y profesión, certezas e incertidumbres, es donde tenemos que situarnos, si aspiramos con la enseñanza de la arquitectura, a formar en nuestros estudiantes una determinada observación del mundo que nos rodea y pretendemos que ello incida de manera innovadora en su transformación.

Por lo que se refiere al ejercicio de la profesión, debemos, otorgar de una parte, las competencias que permitan con oficio y una «práctica adiestrada» dar soluciones sobre la estructura de la realidad; y de otra, con una formación integral y un pensamiento complejo, capacitarlos para asumir cuestiones impredecibles.

Así pues, será la observación y comprensión profunda de los fenómenos que nos rodean, la reflexión crítica no superficial sobre las relaciones entre forma y vida, la integración y coordinación respetuosa de las diferentes disciplinas y agentes que participan en la generación de la arquitectura y no el puro conocimiento, los que permitirán acceder a la solución de un problema. Como señala David Deutsch, en su libro La Estructura de la Realidad, «obtener soluciones es un proceso complejo por definición.»

Además de esto, habría que considerar un hecho: ya no es posible que un estudiante aprenda la totalidad de conocimientos de una disciplina como la arquitectura, instituida desde la antigüedad, cuyo saber se ha acumulado hasta hoy, y que incluso para el arquitecto constituye un imperativo categórico la educación continua de por vida.

El primer interrogante que nos vemos obligados a plantear es si en el marco pedagógico de un plan de estudios, ambas dimensiones o campos problemáticos del par disciplina–profesión, pueden estar relacionados y de qué manera han de propiciarse los vínculos.

En el marco de esta pregunta, intentaremos responder algunas cuestiones que nos orienten al respecto y consecuentemente permitan discutir cuestiones básicas para la enseñanza de la Arquitectura.

A tales efectos, haré uso, creo que justificado, de la experiencia decantada en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile desde 1993 a la fecha, en la que se ha tendido una paulatina y cada vez más fuerte articulación entre los espacios profesionales de Titulación y los grados académicos de Magíster, vía las Tesis Proyectuales, dando así lugar a un formato de investigación y producción de nuevos conocimientos desde la experiencia del proyecto, a mi juicio, de enorme relevancia para la experimentación y concreción de nuevos campos en la Arquitectura.

LA ESCUELA DE SANTIAGO, LOS CAMINOS PARA HACER ARQUITECTURA

La enseñanza del proyecto en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile —vale decir, los caminos para hacer arquitectura— han constituido, desde hace más de 117 años, el centro de la preocupación de distintas generaciones de académicos y profesionales.

Con una larga tradición profesional, mas no profesionalizante, ni tampoco teorizante, ha sido una institución formadora de arquitectos de acción e intelectuales preparados para asumir los desafíos y demandas del contexto nacional e internacional y, en consecuencia, para liderar la transformación de la realidad a través de los objetos arquitectónicos y emprendimientos urbanísticos.

Reconocida, en distintos períodos de su historia por la solidez de sus profesionales —caracterizados por aportar adecuadas soluciones a los problemas del país con obras de gran calidad— y donde algunos de ellos han desempeñado un papel muy importante en el ámbito de la docencia, se ha formado toda una cultura en torno al proyecto arquitectónico, entendido como resultado de una práctica reflexiva.

En este horizonte, el Taller de Proyectos, ha cumplido un rol estratégico en la enseñanza de proyectos. En efecto, ha sido siempre, el espacio único y centralizador de cualquier planteo pedagógico, y donde se ha enseñado la generación de la arquitectura, la actividad específica del arquitecto y la modalidad de cómo en la práctica investigan los profesionales.

De este modo, se ha ido decantando la idea de que la investigación en arquitectura —que es la producción de nuevos conocimientos y en buena medida la revelación de nuevas verdades— proviene del ejercicio y oficio derivado de la configuración de un proyecto que se enseña en el Taller y que prosigue posteriormente en la práctica de oficinas y despachos de arquitectura.

Se enseña, tanto lo que se investiga, como lo que se hace. Esta distinción de carácter general, apunta a una idea conductora fundamental del núcleo duro de la enseñanza: que la teoría es co–sustancial a la práctica del proyecto.

Podríamos afirmar anticipadamente, que la Escuela de Arquitectura de la P.U.C., llamada últimamente la «Escuela de Santiago», debido a la atención que internacionalmente han tenido las obras de un significativo grupo de profesionales egresados de ésta, es también, en parte consecuencia de esta voluntad por articular una reflexión teórica con el propio hacer.

Coincidiendo nuevamente con Sennett: «Hacer es pensar». El contexto específico, por tanto, en que se ha movido la enseñanza en nuestra Escuela y, naturalmente el aprendizaje , tienen por objeto de estudio de la arquitectura al proyecto, las obras y la ciudad; y como método de investigación a los métodos de representación que apuntan a la definición figurativa y probable materialización.

Directamente vinculado a lo anterior, ya desde la segunda mitad del siglo XX, la enseñanza del proyecto en las fases formativas, así como los campos teóricos e instrumentales vinculados a ello en los planes de estudio, han quedado tensados desde una abstracción y universalidad en los inicios, hasta alcanzar una mayor concreción y diversidad de perfilamientos temáticos, hacia el final de los estudios.

En cierta medida la oposición abstracción–concreción en el aprendizaje, que no es sino que la tensión entre formación general y formación específica, se convierte así en una estratificación de los principios pedagógicos y contenidos docentes que iluminan al plan de estudios y que están regulados por los niveles y grados que se obtienen en la enseñanza.

Ello queda plenamente confirmado en palabras del actual Director de la Escuela, profesor Juan Ignacio Baixas, quién sostiene que debido al hecho de que los Talleres están centrados principalmente en el ámbito de la creatividad —trabajando con simulacros y no en obras reales— «debemos, por lo tanto ejercer el contacto del ámbito de reflexión y abstracción con el mundo real por medio de una voluntad de lo real, voluntad que debería estar presente en todas nuestras acciones académicas y que debería reflejarse en aspectos tales como dominio de la fineza constructiva, manejo de las energías que inciden en el habitar, dominio de la estructura, capacidad de gestión.»

En esta línea, el ejercicio correspondiente al proyecto final de carrera en las dos últimas décadas, en que han emergido los estudios superiores conducentes al grado de magíster en arquitectura, abriendo espacio a nuevos procedimientos proyectuales, han fortalecido, no sólo una mayor interrelación entre investigación disciplinar de avanzada y prácticas profesionales innovadoras, sino diversificando la producción de conocimientos que la propia actividad proyectual genera.

De este modo, en la medida que han aumentado los formatos de titulación, precisamente por las especializaciones que introducen los magíster y sus requisitos de graduación —que también exigen habilitación profesional— ha aumentado tanto el corpus disciplinar de la arquitectura como las capacidades en oficio y recursos profesionales.

En efecto, el Magíster en Arquitectura, desde su origen en 1991 y, actualmente los programas recientemente creados: el de Proyecto Urbano y el de Arquitectura del Paisaje, han impulsado la producción de nuevos conocimientos y la propuesta de nuevas configuraciones asociadas a programas complejos.

En este contexto, se ha decantado un formato de investigación disciplinar y exploración proyectual, que hemos denominado, como se señalaba al inicio, «Tesis Proyectual o Tesis Proyecto», mediante el cual se ha logrado simultanear la habilitación profesional de arquitecto y el grado académico de magíster, en cualquiera de las especializaciones antes descritas.

Desde 1993 a la fecha y con ya 100 casos de referencia, las Tesis Proyectuales se han consolidado como investigaciones disciplinares que son detonadas por una problemática teórica y operacional que emerge del proyecto. Se trata de propuestas, en que la pregunta o paradojas de investigación surgen de la naturaleza del proyecto y, de las operaciones y modos de proyectar.

Aquí es necesario asumir que el proceso y el producto están fuertemente interrelacionados, presentan una cierta experimentación e innovación en la investigación, renovando con ello los contenidos arquitectónicos y los mecanismos de representación.

Partiendo casi siempre de una posición crítica sobre los formatos tradicionales en que se desarrollan los proyectos y las obras, las Tesis Proyectuales en una gran proporción y en una diversidad de actitudes respecto a la generación de ideas, intentan articular la exploración formal con la reflexión teórica. Frente al problema arquitectónico, el proyecto resuelve de este modo la integración entre fundamentación y concepción del espacio.

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* José Rosas Vera. Arquitecto de la PUC (1976). Magister en Planificación Urbano Regional, Instituto de Estudios Urbanos, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1984. Doctor de la Escuela Técnica Superior de Barcelona, Universidad Politécnica de Cataluña, 1986. Profesor de la Escuela de Arquitectura de 1978 a 1987, realizando tareas de investigación, extensión y administración académica. Ha sido distinguido, en 1978 con el Premio Hexágono de Plata por Casa en Los Dominicos en el Concurso Internacional Habitation Space y en 1987, con el Primer Premio en Urbanismo en la Bienal de Arquitectura de Chile en el Concurso Nacional de Nuevas Ciudades realizado en conjunto con Munizaga, Ross y Energici, y seleccionado en la Bienal de Arquitectura de Caracas en 1988 por los Edificios BanCaracas y Conjunto Residencial El Parque –Los Chorros realizados en Equipo 18 Arquitectos Asociados. Director de la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile entre 1997 y 2000 y Director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela entre 2000 y 2002. Como Director de Extensión y Servicios Externos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos (PUC), 2004, dirige diversos proyectos entre los que destacan Plan Maestro del Zanjón de la Aguada, Plan Regulador Intercomunal de Copiapó y otros instrumentos de planificación y diseño urbano. Decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) (2005-actualidad). Profesor Visitante del College of Architecture, Planning and Landscape Architecture de la Universidad de Arizona y dirigido además la Maestría en Diseño Arquitectónico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela desde Octubre del 2002 y ejercido profesionalmente como arquitecto del equipo «Makowski, Dojc y Rosas»., con quienes obtuvo en Noviembre del 2003 uno de los siete Premios del Concurso Mundial de Arquitectura Elemental.

El presente texto pertenece a una conferencia suya dictada en Santiago de Chile, en Febrero del 2011. Coreo-e: jrosasv@uc.cl

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