¿QUÉ DEBEN APRENDER LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES HOY?
Por Javier Lasida*
Hace más de 20 años, en una entrevista que se encontró y se publicó completa recién después de su muerte, Steve Jobs propuso que todos en Estados Unidos aprendan a programar una computadora, que todos deben aprender un lenguaje de programación, porque les enseña como pensar, no para que trabajen como programadores. Gran Bretaña se adelantó a los Estados Unidos y a todo el club de poderosos de países del Grupo de los 7, introduciendo en el 2014 la asignatura «Computing», en sustitución de la anterior «Tecnologías de la información y la comunicación», desde los cinco años. El propósito ya no es que los niños manejen algunos programas, sino que logren escribir y depurar un programa sencillo; se espera que sean capaces de codificar y de resolver problemas con el apoyo de esos códigos. Ello supone comprender y aplicar fundamentos de la ciencia de la computación, incluyendo la representación de datos, la lógica y los algoritmos, entre otros. El objetivo del currículo es formar usuarios responsables, competentes, seguros y creativos y también que puedan evaluar y aplicar las tecnologías de la información (incluidas las nuevas y las que aparecerán) para la resolución de problemas.
La decisión resultó de un proceso de elaboración y discusión programática tanto de los partidos políticos como de la sociedad civil, con multiplicidad de actores que formularon propuestas, investigaron y también llevaron adelante diversas actividades que sirvieron de experiencia demostrativa. La finalidad principal del programa curricular es que los educandos puedan comprender e incidir en el mundo en el que viven, que es crecientemente digital, no está dirigida a la formación laboral. Incluso la evolución reciente del mercado de trabajo inglés no registra insuficiencias respecto a la demanda de programadores por parte de las empresas. O sea que la relación con el mundo del trabajo es otra cuestión, no fue el fundamento ni el propósito de esta decisión curricular.
Trabajo con varios colegas que sostienen con convicción que la educación primaria y media debería formar en programación; plantean que ello tendría varias retroalimentaciones virtuosas con todas las demás áreas de formación básica. Me parece que es una pregunta relevante, que convendría discutir de manera sistemática e informada. Incluso sin pretender llegar a una única posición de consenso, simplemente enriqueciendo la reflexión de todos, incluidos quienes deben tomar decisiones al respecto.
Otra competencia que debería ser parte de los objetivos de la educación primaria y media es la comprensión y comunicación en inglés. De ésta no tengo dudas. Para informarse, para conocer la producción académica en cualquier campo, para disfrutar de buena parte de la música y por supuesto para muchos trabajos, es cada vez más imprescindible dominar esa segunda lengua. Tan sólo un ejemplo. En Wikipedia (aunque algunos no lo reconozcan, uno de los primeros lugares en el que muchos buscamos cuando tenemos las más variadas preguntas), el inglés es la lengua por lejos con más artículos, en contraste con el español que ocupa el décimo lugar y tiene una cuarta parte de artículos que aquel idioma. Para el adecuado ejercicio de nuestros derechos y responsabilidades como ciudadanos —como se decía desde el siglo XIX—, hay que comunicarse muy bien en español y, en el siglo XXI también por lo menos debemos poder comunicarnos (aunque no sea muy bien) en inglés.
La pregunta de esta columna, no debe reducirse a estrategias de implementación, condiciones y viabilidades. Eso viene después. Lo primero que me gustaría que discutiéramos es qué pensamos que deben aprender los niños y adolescentes. Después que la respondamos, probablemente con varios puntos de acuerdo y varios de disenso, viene el tema de cómo hacer para ir hasta allí. Pero ese es otro tema.
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* Javier Lasida. Doctor en Educación, Universidad Autónoma de Madrid (España). Magíster en Ciencias Sociales, FLACSO (Argentina). Coordinador de la Maestría en Educación – Énfasis en Orientación Educativa de la Universidad Católica del Uruguay.