LA INVESTIGACIÓN BIOLÓGICA Y LA IMAGEN DE LA MUJER
Por H. C. F. Mansilla*
En 1967 apareció el bestseller «The Human Ape» (traducido como «El mono desnudo») del investigador británico Desmond Morris. En diversas ediciones se llegaron a vender diez millones de ejemplares de este libro, algo hasta hoy insólito en el mundo de la ciencia. Morris, catedrático distinguido en la universidad de Oxford, llegó a publicar cincuenta libros y pintar más de 1500 cuadros (financieramente tan exitosos como las obras escritas). Según él mismo declaró, estudió zoología a causa de su desilusión con el género humano. Entrevió en los animales una racionalidad más elevada y menos farisaica que entre los hombres.
A comienzos del siglo XXI Morris, acercándose a la vejez, publicó «The Naked Woman», obra que reune sus principales conocimientos y conclusiones sobre la evolución femenina. Según su propio testimonio, viajó por noventa países, leyó diez mil tratados y reunió datos durante cuarenta años para fundamentar su teoría sobre el bello sexo. Su tesis principal asevera que la mujer ha sufrido muchas más mutaciones biológicas que el varón y que su cuerpo, «rico en posibilidades de adaptación y en refinamientos sutiles», representa el organismo biológico más notable del planeta entero. La anatomía femenina tendería a acentuar los aspectos de juventud, flexibilidad y salud; todas las culturas del mundo serían favorables a una imagen paradigmática de la mujer como la encarnación de una tierna adolescencia, casi una infancia retardada, que recién empieza a gozar de los placeres mundanos. De acuerdo a Morris, la mujer actual ha desarrollado una capacidad de actividades sexuales más intensas, largas y frecuentes que cualquier otra especie del reino animal.
También Julián Marías se ocupó de esta temática. Según el filósofo español, la mujer, creada de la costilla de Adán y sobre todo de sus sueños, está un peldaño más alejada de la naturaleza que el varón y por ende más cerca del ámbito de la cultura. Sin base empírica y con mucho entusiasmo, Marías llegó a afirmar en 1971 que la mujer se hallaría en un grado más alto de perfección que el hombre. No hay duda de los progresos intelectuales que ha hecho el género femenino en los últimos tiempos y de la igualdad básica de los sexos en casi todos los campos, pero según Morris lo que ha variado de manera notable y empíricamente demostrable es precisamente la naturaleza física de la mujer, sobre todo en la acentuación de los rasgos estético-eróticos.
Desmond Morris, coincidiendo con el congreso de biología humana de Leipzig (2004), llega a la conclusión de que todo esto es una estrategia de la naturaleza. Los escarceos eróticos y hasta el amor altruista constituirían los mecanismos de los que se vale la especie para prolongar su existencia. La inflación de la actividad sexual sería la respuesta contemporánea de nuestros instintos primarios para preservar el género humano, justamente en un periodo histórico donde la procreación y la sexualidad se han separado notablemente. Los varones se embelesan con el aspecto sensual, deportivo y erótico de la mujer admirada, y la naturaleza lo único que hace es recubrir de belleza el cuerpo saludable que debe ser fecundado. La simetría del rostro y del cuerpo, una de las características tradicionales de la hermosura femenina, representaría por ejemplo sólo una salud biológica adecuada y asegurada. El placer estético, el goce sexual y hasta la inmensa tranquilidad que conlleva la relación bien lograda de pareja conformarían la recompensa que se ofrece a esfuerzos que, en el fondo, están destinados a la conservación de la especie.
Estas reflexiones surgieron también del largo diálogo interno, de índole melancólica, que he sostenido con mi pobre consciencia, tratando ─infructuosamente, por supuesto─ de desentrañar los muchos misterios que rodean a las mujeres. A estas teorías de la biología contrapongo una visión teñida de romanticismo y hasta de admiración por las mujeres, la visión de un casi poeta que vislumbra en ellas nada menos que la posibilidad de dicha, pasión, descubrimiento y hasta deslumbramiento; posibilidad que rara vez se da en el horrible mundo material. La densidad de la piel que uno llega a experimentar y a gozar nos lleva al delirio y a la felicidad, pero también a un sentimiento de paz, aunque este sea, en general, tibio y precario. En nuestra ingenuidad suponemos que la imposibilidad de comprender el alma femenina encierra y esconde sorpresas y maravillas que alegran y mejoran nuestra vida, cuando en verdad todo esto es muy dudoso y probablemente más prosaico. Pero nuestro mundo sería indudablemente mucho más triste sin la luz y el consuelo que ocasionalmente el arte y la literatura erótica nos suelen brindar.
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* Hugo Celso Felipe Mansilla, nació en 1942 en Buenos Aires (Argentina). Ciudadanías argentina y boliviana de origen. Maestría en ciencias políticas y doctorado en filosofía por la Universidad Libre de Berlín. Concesión de la venia legendi por la misma universidad. Miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua y de la Academia de Ciencias de Bolivia. Fue profesor visitante en la Universidad de Zurich (Suiza), en la de Queensland (Brisbane / Australia), en la Complutense de Madrid y en UNISINOS (Brasil). Autor de varios libros sobre teorías del desarrollo, ecología política y tradiciones político-culturales latinoamericanas. Últimas publicaciones: El desencanto con el desarrollo actual. Las ilusiones y las trampas de la modernización, Santa Cruz de la Sierra: El País 2006; Evitando los extremos sin claudicar en la intención crítica. La filosofía de la historia y el sentido común, La Paz: FUNDEMOS 2008; Problemas de la democracia y avances del populismo, Santa Cruz: El País 2011; Las flores del mal en la política: autoritarismo, populismo y totalitarismo, Santa Cruz: El País 2012.