LOS GUARDIANES DE LAS ALMAS INMORTALES
Por Alejandro Bañol Betancur*
Desde la antigüedad ha sido una constante para el ser humano lograr la trascendencia de sí mismo: sus obras, monumentos, pedestales, entre otros. Y lo más importante, su espíritu o alma. Algunas religiones antiguas y modernas, alientan ese pensamiento trascendental. Hoy, gracias a la arqueología, se encuentran tumbas en China, Egipto y Mesoamérica que dan cuenta precisamente de cómo lograr por medio de múltiples ritos, construcciones y mausoleos, el paso de la vida terrena, a otro tipo de vida, donde los resucitados podrán contar con sus ejércitos, esclavos y riquezas, para continuar viviendo igual o mejor que en su anterior vida.
I. LOS GATOS Y LA INMORTALIDAD
La sociedad egipcia, desde sus inicios, fue adoradora de los distintos animales que le rodeaban, llegando no solo a la construir templos, sino también verdaderas ciudades. Babasteis era un centro de comercio egipcio, pero su gran fuente de ingresos la constituían las actividades relacionadas con la recepción, preparación, momificación y disposición final de momias de gatos; quienes eran adoradas por los egipcios debido a sus poderes por ser guardianes de las almas de los muertos, la maternidad, la protección, ya que son el ojo de Ra, el inmortal y protector de la creación y el cosmos.
En Babasteis, habían templos consagrados a Bastet o Bast, quien era una diosa del antiguo Egipto, adorada desde la segunda dinastía, en el año 2890 antes de cristo, y que representaba la armonía y protección de las almas, hogares, personas y templos. La diosa, siempre lleva un Anch que es la cruz de la vida y en otros casos un sistro, instrumento musical. Le agradaba a la diosa que los humanos bailaran y tocaran música en su honor.
Los gatos tenían un importante estatus en la sociedad egipcia y en aquellos territorios conquistados y colonizados por los egipcios, ya fuera por las armas o el comercio.
Era una ley egipcia aquella que prohibía maltratar o matar a un gato. El historiador Diodoro de Silibia, describió que en el año 60 antes de Cristo, un carro romano en territorio egipcio, atropelló por accidente a un gato, y pese a las órdenes del faraón Ptolomeo XII, un soldado egipcio dio muerte al conductor del carro.
Los gatos no solo tenían leyes protectoras, sino ciudades donde se les momificaba y mausoleos en los cuales debían reposar para acompañar a los que morían en el juicio de Osiris, del cual hacían parte como juez, en el camino a la vida eterna.
II. LOS GATOS Y LA REPÚBLICA ROMANA
La migración de gatos hacia Roma se produjo masivamente a partir del comercio y posterior sometimiento armado de Egipto por parte de Roma, bajo la dictadura de Cayo Julio César.
De la unión territorial y fusión de imperios, resultó igualmente la convivencia entre otras religiones y creencias, acorde con los territorios conquistados; así se multiplicaron en todo el imperio romano los mitos y leyendas.
En tanto, Cleopatra, reina de Egipto, dominaba su imperio sobre el rio Nilo desde Alejandría. César, lo hacía igualmente desde ese mismo lugar a Roma y a Egipto, el Asia Menor y Persia.
La unión entre Cleopatra y César, fue la unión de dos dioses, Isis y Júpiter, que brillaron en una sola dimensión irradiando desde Hispania, Galia, Britania, Germania, Asia, Persia, África y Egipto, el mundo conocido y conectado por el Mare nostrum mediterráneo, que era la vena vital del trato humano, comercio y mercado de bienes en toda su extensión.
Mientras Egipto fue dominado por los faraones, Ra humanizados. Roma era sometida al mandato de reyes y dictadores con el concurso de senadores. La divinidad en Roma era parte de la existencia misma de unos y otros. En el plano de lo divino César y Cleopatra eran dioses en ambos territorios, así se casaron en Egipto y convivieron en un orbe universal, garantizando con esa unión de soles cósmicos, la seguridad y progreso de sus súbditos.
En el proceso de divinización de César, se cuenta que este pasó una noche completa en la bóveda de la Gran Pirámide, tal como lo había realizado Alejandro Magno. César fue a Alejandría y la unión con Cleopatra, fue ofrecida por los sumos sacerdotes a la diosa egipcia Bastet. De esta manera César fue elevado a la categoría de faraón, es decir, Ra en la Tierra, que proyectaba su poder y dominio desde Alejandría a todo el mundo conocido, de lado de la diosa Isis, para cuidar el mundo y sus criaturas propias de su magnánima creación.
La guerra civil en Roma no daba tregua y la presencia de Marcus Antonius, no lograba el establecimiento de la pax romana, por cuanto la respuesta al desorden civil con constantes ejecuciones del populum y senadores, generaban más violencia incontrolada y pillaje manifiesto en dicha ciudad y sus colonias.
César, apurado por el desorden civil en Roma, retornó a la ciudad y logró su control con el apoyo del senado romano aplicando la figura de Dictator para el ejercicio de sus funciones y el control del desorden desatado. La figura de dictador no era extraña en la república romana, solo que ante la presencia de reyes, estos se sucedían por la violencia de las guerras. César, logra imponer la paz y el senado le aprueba un nuevo periodo por 10 años más, tiempo durante el cual se producirá su asesinato a manos de los mismos senadores.
III. LOS IDUS DE MARZO Y EL ALMA INMORTAL DE CÉSAR
En la Vía Argentina de Roma, los arqueólogos han encontrado las ruinas de lo que era el foro romano, lugar donde fue sacrificado César por la cofradía de senadores, quienes creyeron que eliminando físicamente al dictador protegían la República Romana.
El cuerpo sin vida de César, abandonado por sus verdugos, permaneció solitario dentro del foro romano. En tanto la noticia de su muerte recorría la ciudad, cientos de gatos permanecían en vela, como guardianes ante el muerto, que era su faraón Amón Ra.
Los rituales ofrecidos a César duraron tres días, y luego sus despojos mortales, fueron incinerados, las cenizas recogidas y dispuestas en un orbe dorado colocado en lo alto de un monumento en forma de pirámide egipcia.
El Faraón César no fue preparado, momificado ni enterrado como lo hacían los egipcios, su cuerpo fue eliminado por el fuego, pero su alma quedó en el lugar donde fue sacrificado. Su partida hacia el cosmos no se realizó a través de una gran pirámide, con los honores a Bastet, diosa protectora de los faraones.
Hasta el día de hoy, en las ruinas del foro romano hacen presencia decenas de gatos, custodiando el alma inmortal del faraón insepulto, Julio César. Allí en la Vía Argentina de la ciudad de Roma los encontraras acompañando a la divinidad, siempre en vigilia, siempre enigmáticos, día tras día, noche tras noche.
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* Alejandro Augusto Bañol Betancur es afiliado al Instituto Colombiano de Derecho Procesal. Capítulo Antioquia. Abogado Especialista en Derecho Penal y Criminología de la Universidad de Medellín. Especialista en Derecho Administrativo de la Universidad Autónoma Latinoamericana. Especialista en Gerencia Social de la Universidad Minuto de Dios. Docente Universitario. Correo-e: alebanobe@hotmail.com