Sociedad Cronopio

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Mujer y Cultura

MUJER Y CULTURA

Por Gloria Gutiérrez Ortiz*

La cultura es el conjunto de las expresiones de un pueblo. La cultura expresa las relaciones de este pueblo con la naturaleza y las relaciones dadas en su seno. La cultura es una representación de ese pueblo, de su sociedad. Ella es única, como cada pueblo.

La definición dada, viene de la antropología, difiere al parecer del sentido corriente, según la cultura es un refinamiento que sirve para distinguir a una élite. La oposición no es sólo en los términos, sino entre dos especies de civilización, a las cuales corresponden dos tipos de cultura.

La cultura de las civilizaciones arcaicas es la cultura mezclada con la vida: arte, creencias, estaciones que se mezclan estrechamente; es la cultura para todos: todo el pueblo practica ésta cultura, ella pertenece a todo el pueblo. Es, por ello mismo, una cultura estable que no deja a nadie excluido. Es un factor de unificación en el pueblo.

La cultura de las civilizaciones modernas es una cultura de clase: la de aquella que detenta el poder. Es una cultura minoritaria, que separa a la élite del pueblo llano, no cultivado. Por ello mismo, ese pueblo está enajenado: cede su dominio y sus saberes, participa de… Y sufre una cultura que contradice sus intereses, que no lo expresa.

Cultura de élite, enajenación, explotación, son sinónimos. Al punto que podría medirse la homogeneidad de un país por la participación de su pueblo en la cultura. La enajenación conduce a las gentes a relaciones bien determinadas con la cultura de los otros: o bien se pierde en ella, para olvidar los aspectos más escandalosos de la «cultura» de pueblo, barata, de mala calidad, fácil, degradante, o bien, permanecen pasivos, dado que la mayor calidad exige esfuerzo, al menos al comienzo, es decir una participación, de la que están excluidos por toda su experiencia anterior.

La cultura es un fenómeno global al cual no escapa ningún grupo humano, pero que se pervierte en ocasiones dentro de un fenómeno de alienación: cuando la cultura es reservada a una élite. Cuando un individuo está demasiado enajenado, al punto de no tener consciencia se drogará con los subproductos alienantes de la cultura de élite o permanecerá pasivo. Es decir; o bien no participará o bien participará en el sentido del aumento de su enajenación.

¿QUIÉN TIENE LA CULTURA?

Después de haber hecho un recorrido generalísimo por las culturas de ayer y de hoy, aún presentes en nuestros pueblos, veamos el caso de la mujer.

La mujer no tiene, aún, cultura propia. Ella está en una cultura donde el poder pertenece a los hombres, por lo tanto continúa enajenada. La diferencia con los pueblos dominados es que los dos sexos forman una sociedad conjunta. No ha habido jamás, ni habrá, una sociedad únicamente femenina o masculina. Aún la cultura actual, de dominación masculina, debe reflejar el hecho de que el hombre vive con la mujer. Es la «revancha silenciosa» de la mujer. Pero ello no basta para restablecer el equilibrio.

Ocupémonos aquí del fenómeno de la enajenación de la mujer en una cultura donde ella no tiene el poder. Y se da, de manera interior, diferente a la de los pueblos, porque la represión de la personalidad no se verifica en los medios abiertos sino, desde el nacimiento. La lucha no se produce en la calle, sino en los subconscientes. Es de un carácter diferente, no por ello menos cruel. De estas dos consideraciones, en la escala global o individual, se desprende que la no enajenación de la mujer plantea problemas diferentes a la de los pueblos.

Vemos entonces, cómo las mujeres son las grandes consumidoras de la cultura. Sólo basta ver el público de los conciertos, danza, teatro etc. Se encuentran por todas partes los mitos de la sensibilidad femenina, de la inspiradora o musa, de la animadora de los «salones» de ayer y de los eventos de hoy. De hecho, se trata de una participación pasiva. Y es aquí donde se advierten las dimensiones de la alienación de la mujer. Peor que la aparición de la clase emergente, que la crueldad del racismo en Estados Unidos en su momento. El intento de arrimarse a una cultura que no está hecha para ella ni por ella, deja ver una disparidad entre la sensibilidad creadora de una mujer y la sociedad dominante, y esto sucederá hasta que se dé comienzo a un principio de desalienación, es decir, una toma de consciencia de la enajenación cultural y de sus rasgos distintivos.

EL GENIO CREATIVO

Lo que se llama genio propiamente dicho es una creación social desde dos puntos de vista. Primero porque se trata de una cadena de creadores, de la conjunción de un ser de calidad excepcional y marcado por su época, y segundo, porque el mito del genio solitario, que sólo guarda el aspecto espectacular y borrado de todos los precedentes en la memoria colectiva, es una necesidad de nuestra sociedad. De donde se deduce que el culto de la personalidad enlaza la política con el psicoanálisis.

Existen cuatro niveles básicos de la creación que se le han negado y aún se le niegan a la mujer.

1. El ego. En el caso de la mujer, su complejo de inferioridad, no innato, sino inculcado desde la primera infancia. Para convencer a los otros es preciso primero estar convencido uno mismo, y ¿cómo hacerlo si a cada instante pesa sobre uno la duda de sí misma? Castración. Es decir queda el genio femenino reducido a su mínima expresión, perdón, me equivoqué de término, máxima represión.

2. El grupo restringido. ¿Pero dónde encontrar los soportes? Los hombres no quieren comprender, y no están interesados. Las mujeres están demasiado alienadas o enajenadas para ser solidarias. Cada una busca para ella sola el éxito posible en el estado actual de la sociedad, y el éxito ha sido una medida  predominantemente masculina. El creador genial supuestamente aislado tiene siempre, al menos, una mujer que lo sigue ciegamente y lo ayuda materialmente. La mujer que trata de seguir su propio camino se encuentra sola, sin aventura sentimental o sexual posible. Porque no se puede tener, a la vez, tiempo para trabajar la idea genial y para hacer competencia con los bellos pájaros multicolores y dulces que exigen los hombres.

3. El editor. Escogiendo un ejemplo, el editor o la primera cara del poder. Los editores son hombres y desconfían de esa agria mujer sabionda.

4. El crítico. Igualmente.

Vemos pues, que en cada intento que dirige la cultura hacia una nueva vía, la desalienación de la mujer fracasa al chocar con uno u otro de los cuatro niveles.

Se cree que la mujer no tiene el «don creador» teoría que se está viniendo al suelo, gracias al despertar de algunas consciencias, a otras dimensiones del saber.

Si la mujer no tiene el «don creador» entonces está condenada a empezar de nuevo. Y en todos los sitios del planeta Tierra se esfuman las revueltas individuales de las mujeres.

Una mujer ambiciosa y que no esconda su intento detrás de su «feminidad» es juzgada muy severamente. Porque todos los estimulantes de la ambición son de sentido masculino, y todos los frenos a la ambición van en el sentido femenino.

Si hacemos un balance de pérdidas y ganancias, nos da como resultado:

Las ganancias: son mucho menos que en el caso del hombre. La sociedad desconfía de las mujeres que triunfan a los 50 años o después. No le dará admiradores de veinte o treinta años. Por lo tanto la mujer se arriesga a sufrir aún mayor soledad a causa del éxito.

Las pérdidas: son mucho mayores que en el caso del hombre. El trabajo intenso de los 20 a los 30 años puede significar una vida sexual reprimida y una soledad mayor.

Una vez realizado el balance, no es extraño que algunas mujeres traten de triunfar en la creación; pero quiero decirles que la proporción de los éxitos debe contarse, no sobre el conjunto de la sociedad, sino sobre la parte de sí que realmente quiere triunfar y es más un gozo interno que la apariencia de su ambición de poder centrada sobre la sola norma masculina, chivo expiatorio y sacrificial.

Mujeres de la cultura y de las artes: todo lo hemos de aprender de nosotras mismas. Hemos de liberar todas nuestras energías. No tengamos temor de partir en búsqueda de nuestro mundo desconocido, que ninguna teoría actual puede explorar completamente, porque se revela en el espejo de nuestro genio creador.
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* Gloria Gutiérrez Ortiz es Consejera de Cultura de Área Mujeres de la Cultura, Zona 5, Comuna 14, de Medellín. Es miembro de REMES (Red Mundial de Escritores en Español).

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