MATTA: UNA OCASIÓN
Por Ana María Yaconi*
Hay hombres que tienen la capacidad de entrar en la existencia manteniendo la cualidad de Ser. Hoy en día son escasos, pero su presencia entre nosotros es siempre una constancia que renueva la esperanza de que ello es posible para cada uno.
Mantienen, estos hombres, interiormente, un fuego vivo, lúcido, imbatible, que trasciende las circunstancias, las entelequias, las emociones, en pos de desentrañar el mundo y vivificar sus leyes. Hombres cuyo pensamiento aspira a la libertad, aún la libertad frente a sí mismos, a su propia personalidad, a sus dogmas y tradiciones.
Acercarnos a un hombre que haya hecho de su vida una lucha por acrecentar la conciencia es algo que nos resulta, por decir lo menos, complejo y que nos exige dejar de lado nuestras convenciones y seguridades.
Y eso es el viaje hacia Roberto Matta.
Adentrarse a conocer a Matta, puede ser entretenido y muy divertido. Puede ser intelectualmente muy interesante, y puede ser, también, el inicio de nueva vida.
Porque Matta es una ocasión. Y es esa ocasión lo que pretendemos compartir ahora. Él mismo es un discurso lleno de alientos y fuerzas germinantes, que invita a brotar, a hurgar en todo lo que se nos pone por delante y al develarlo, crearlo nuevamente desde su esencia. Matta es un ser que se expone descarnado en obra y voz, es a la vez el secreto y el asombro del coraje que requiere el Ser. Es el coraje de ser creador, de conjugar los tiempos en algo siempre nuevo, vital. Transformado. Esa esencia ineludible de lo humano se reconoce en Matta todo.
En el joven arquitecto que se titula con el «Templo para todas las religiones», en el viaje al autodestierro, en el abandono de lugares mullidos y patrias conocidas; en la voluntad de siempre volver a empezar; y en su obra. En el desafío constante por traspasar la membrana de lo figurativo hacia un mundo de atmósferas, de profundidades y dimensiones insondables que convocan otros planos de realidad, de lugares atemporales, como previos al tiempo y al espacio.
Ahí Matta es un creador de concepto, de aquello que muestra al hombre portador de un espíritu vertido en lo que él llamo Verbo América.
Sí, él acuñó en Verbo América un concepto, pero también una biografía, una autobiografía en tanto que legado. Es la herencia ofrecida al que la quiera encarnar.
Nos invita a una actitud de ánimo, una disposición interior que apunta a los lazos, a los vínculos de una gran cultura universal que se nutre de raíces sabias y profundas.
Verbo América es animarse, es tener las ganas de hacer de cada instante una ocasión. Es invocar en cada hombre la conciencia de su Ser, disponerse en todo instante y ante cualquier hecho, como frente a lo desconocido y vivificar esa incógnita con el pensamiento. Es sostenerse en el drama de la existencia con la conciencia de que es uno mismo el protagonista y gestor del camino del hombre.
Por eso Matta no es un capricho de exotismo por lo primitivo o la simple evasión de lo civilizado o el rechazo al mundo burgués. Es el intento de re–crear una gran cosmogonía vívida.
«Toda historia es redonda como la tierra. Se necesita un ojo redondo al centro de esta redondez para ver todo lo ocurrido, lo ocurriendo, en esta ocurrencia que nos ocurre a cada rato» («Verbo América». p.70).
«Ver toda la esfera desde adentro, no dejar pasar la ocasión de agarrar la redonda historia vista desde el centro de su esfera («Verbo América». p.70).
Entrar en Matta es ingresar a una navegación activa, fluyente, llena de imprevistos, pero siempre con un norte claro, amplio universal: el misterio humano.
Matta decía que él no era arquitecto, ni pintor, ni filósofo, ni poeta; sin embargo, frente a él se tiene la certeza de estar frente a un hombre que se ha jurado ser fiel a sí mismo y servir al pensar libre de cada individuo. Este ejercicio es lo que llamó Verbo América: la acción de desentrañar, la voluntad de abordar lo desconocido, lo que es para Matta la utopía. «Los hombres ya no tienen utopías»,decía.
«Si se comenzara a dar un primer paso sobre aquello que crece en nosotros a través de la vida, a través del Ser construido por la conciencia; si aquello que nace en nosotros fuese posible de comparar con un árbol, se comprendería mejor que no se trata de una hoja contable donde entra y permanece un saber que se consuma sin interrogarse. Este saber es como un nutrimento para hacer que ello crezca en nosotros […] y nos de la cualidad de seres humanos («I Sassi Matta». p.42).
«El verbo mirar pretende mostrar la realidad. En la mayor parte de las situaciones, el ochenta por ciento de las cosas permanecen escondidas y se vive solamente con la apariencia primaria, elemental del mundo real […] Cualquier hombre puede cultivar el verbo mirar. Leonardo da Vinci revolucionó el papel del artista porque lo convirtió en un revelador de la realidad que lo envuelve» («Matta». 1983 p.46). Es mucho lo que Matta habló, escribió y pintó desde este principio, y siempre palpita en ello la búsqueda de lo invisible, la entrada a nuevos mundos, la formación de nuevos sentidos.
Por eso Matta es una oportunidad. Se puede desestimar su obra, discrepar de su pensamiento, ideas o de su modo de vida, se puede incluso despreciar sus juicios, pero no se puede uno abstraer de su compromiso existencial. Es un compromiso que hace del hombre un creador en el sentido más trascendente de la palabra. Es una forma de formarse en la que todo pende de «cómo tú usas tú».
Es muy difícil ser mas explicito que él mismo para iluminar su engendro. Él se explayó sobre esto en abundancia. No podía dejar de hacerlo. Porque el ejercicio de Verbo América es una vocación de levantar conciencia.
Este intento sólo se propone invitar a disponer el alma —o ánimo— a encenderse en la responsabilidad del Ser que Matta propuso. Lo que Matta entregó no es un asunto de pinturas, de exposiciones; no son dos cuadros más o menos, no es lo que nos gusta o nos parece interesante. No es arqueología, no es una postura política, no es de un grupo social, no es una religión. Tampoco es una mitología. Ni pretendemos que esto sea un homenaje a Matta.
Matta es una ocasión de mirarnos y comprendernos a nosotros mismos: «El hombre no es una estatua en medio de la tempestad, el ES la tempestad». Así, su Verbo América resulta una responsabilidad en el ejercicio de la libertad; es estar siendo y saber que eso es lo que compete y da sentido al hombre contemporáneo.
Permanecer en el «Cada Vez», en la exigencia de lo reveladoramente nuevo (no lo novedoso) como el antiguo «Vates» que va abriendo camino. Sólo que ahora este es deber en el interior de cada hombre, como la semilla que cada vez sabe el universo todo y lo despliega siempre lleno de vitalidad.
El problema es que no hay receta para hacerlo. Es personal e intransferible, no da certezas, no se construye de seguridades. Es un ejercicio activo de la conciencia y por eso es cada vez una oportunidad y una conquista. Es una invitación y un desafío.
Es dar a luz cada día que se vive.
Reflexiones de Roberto Matta. Cortesía de UC. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=c38M8pJwKcc&feature=related[/youtube]
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* Ana María Yaconi es historiadora del arte y licenciada en arte de la Universidad Católica de Chile. Directora de la Fundación Plaza Mulato Gil de Castro y del Museo de Artes Visuales de Santiago de Chile. Se ha dedicado a la docencia, la edición de libros de arte y poesía. Así como también a la curaduría de algunas exposiciones del Museo de Artes Visuales, dedicado al arte chileno contemporáneo. El presente texto fue publicado en 2003 en catálogo de Exposición Matta: Museo de Artes Visuales.