Sociedad Cronopio

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También es cierto que, como consecuencias de los fusilamientos del 11 de octubre de 1819, los españoles que vivían en la nueva República se precipitaron a pagar las contribuciones al gobierno autónomo y cesaron los vientos de guerra.

Capítulo aparte merece la deportación de Manuela Sáenz, la compañera del Libertador Bolívar, en absoluto estado de indefensión, quien terminó sus días en el desolado puerto de Paita, Perú, donde murió en una epidemia de difteria.

La muerte del exgeneral español José María Sardá, héroe de la Independencia, en un momento en que podía ser aprehendido por la conspiración de 1833, ha sido magnificada por sus detractores y minimizada por sus amigos, pero Santander justificó la ejecución ordenada previamente por un tribunal. Escribió en sus memorias: «el interés de la vindicta pública, el del gobierno y el mío, exigían una ejecución solemne, que ningún poder habría evitado. Si no se hizo así dependió exclusivamente de circunstancias que no estuvo en mi mano vencer. Las leyes, cuando determinan el modo de llevar a efecto las sentencias de muerte, hablan para casos ordinarios. […] En el caso de Sardá no concurrieron otras consideraciones, que las de la imperiosa necesidad que no permitió proceder de otro modo».

Por lo demás, en su gobierno, bien calificado en términos generales por la Academia, se duplicaron las escuelas y la población estudiantil, se hizo la primera exportación de café de 2592 sacos de 60 kilos, las finanzas públicas registraron superávit, le tocó lidiar el primer conflicto internacional cuando las fragatas de Francia e Inglaterrra amenazaron con cañonear a Cartagena por el incidente con el cónsul francés Adolfo Barrot que exigía una reparación por irrespeto, debió desembarazarse de los rumores por el manejo de los empréstitos para la guerra, celebró el primer contrato para la navegación por el Río Magdalena, institucionalizó la seguridad social y sobre todo le tocó librar esa otra guerra cuerpo a cuerpo, que era la prensa partidista y beligerante de la época.

Tres años después del atentado y ya desaparecido Bolívar, el Arzobispo Manuel José Mosquera, hermano de Tomás Cipriano de Mosquera, con criterio de autoridad resumió el momento político y escribió a Rufino Cuervo ante la elección de Santander como primer presidente constitucional de la Nueva Granada:

«Ya había formado concepto de la injusticia de la sentencia
contra Santander desde que la leí en La Gaceta y desde
que vi su conmutación; porque estoy persuadido que
si se hubiera probado algo de sustancia, habría sido fusilado.
Él se presenta hoy vindicado y mereciendo el aprecio
nacional por su talento y sus servicios. Estoy por él para
la presidencia, por mil y mil razones que usted conoce, y
digo que si él no hace algo por ordenarnos, no hay quien pueda hacer nada».

En 1837 escribió Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada, en los que fijó su posición sobre la guerra de la Independencia, la adhesión de la Nueva Granada a Venezuela para constituir la Gran Colombia —debía ser ratificada al conseguir la libertad, según su designio— y reivindica la decisión de escalar los Andes para llegar a Santafé.

«El general Anzoategui —escribió—, que tenía la creencia
de que era capaz de hacer lo que cualquier otro hiciera,
ofreció también ejecutar lo mismo que yo proponía, y de
este modo logramos hacer cambiar de plan a Bolívar».

Tuvo oportunidad de documentar, reposado pero enérgico, las desavenencias con el Libertador, para reiterar que no dirigió ni participó en la conspiración septembrina. Santander también fue autor del panegírico «Simón Bolívar en la campaña de la Nueva Granada de 1819», escrito con el seudónimo «Un granadino», conocido por el Libertador y recogidos en un solo volumen, con los Apuntamientos, como Memorias del General Santander.

En el testamento reiteró que no dirigió ni participó en el intento de magnicidio. En cuanto a las desavenencias, resumió:

«En el curso de las generaciones inmensas, que nos han de
suceder, no habría quien no nombrase a Bolívar con
entusiasmo, respeto y admiración, ni quien no envidiase
la dicha de Colombia.
«Pero no era menester quizá tanto desprendimiento para
merecer tanto bien. Bastábale a su verdadera gloria el haber
gobernado a sus compatriotas conforme a las leyes de su
libre y espontánea voluntad: bastábale haber respetado la
Constitución de 1821, que una vez jurara sostener como
Presidente, como general y como Libertador».
_________
* Jaime Horta Diaz es abogado y peridista. Ex presidente del Colegio de Abogados de la Universidad Nacional. Notario Octavo de Barranquilla, Colombia. Autor de «Manual del Derecho al Debido Proceso», «Un enfoque sustancial del derecho procesal» (Editorial Ibáñez) y «Derecho Económico y Globalización» (Librería del Profesional).

El presente texto hace parte de su nuevo libro «Crónicas de la Independencia, Verdad y Mito de los Libertadores).

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