Literatura Cronopio

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SUICIDIO EXPRÉS

Por Ramiro Restrepo U.*

Para eximirme de engañar a alguien que llegue a leer esto, les advierto que he llegado a la conclusión que para ser un narrador perfecto es mejor no escribir. Así es que para que eviten decepciones, mi recomendación es que no lean.

Un día de esos en que nos invade la falsa emoción de encontrarle solución a todo, me dije que había llegado la hora de no gastar mi tiempo en trámites, en no hacer colas comunistas en un pobre retazo de país conservador a más no morir. Decidí, entonces, entrar a los test que les arregla o les daña la vida a los consultantes en las redes sociales. Creía encontrar allí el diagnóstico sobre mi estado físico, médico y emocional.

Como me di cuenta que empecé a ver signos ortográficos que se arrumaban sin poder distinguir palabras, acudí al test de los colores. La pantalla resplandeció con «tienes una vista privilegiada, puedes ser piloto de aeronaves». ¡Oh alivio! Eso cambiaría mi vida: conocería el mundo, dejaría mi provincialismo y entendería que el mundo tiene gobernantes diferentes a capataces y sus elegidos.

Como el espejo me devolvía una figura desgarbada, enjuta y arrugada, decidí consultar el test que describiera mi perfil. ¡Sorpresa! La pantalla representó, no albergo ninguna presunción, un Adonis. Mi autoestima se perdió en las nubes. Me creí con derecho a cualquier conquista, sin ningún esfuerzo.

Me adentré en el test de inteligencia por considerar que tenía falencias para comprender el berenjenal humano. «Maravilla». La pantalla sentenció: «Genio, en potencia, pero genio». Me sonrojé, me sonreí. Así me evitaría un examen neurocientífico.

Como entendía que los humanos somos seres que caminamos por la vida y por lo tanto no nadamos siempre en el mismo rio y decisiones, destino o azar nos moldean, me sometí a un test de coherencia. La pantalla, en su sabiduría, me respondió: «Eres absolutamente lógico, sabes llegar de A a B con tus razonamientos, tienes una coherencia inherente, careces de contradicciones». Ya sentía ardor en mi cara, el rojo subía de tono y se me frunció el ceño.

Entré al test de sexo dominante. Tenía ganas de saber el sentido de la homofobia que me habían inculcado, y que mucho mundo todavía sostenía. «Eres 100% hombre» —sentenció la bendita pantalla—. Ya me olía cosas malucas con el adoctrinamiento en la discriminación sobre las conductas sexuales. El rojo en mi rostro seguía subiendo.

Al sentirme tan perfecto, consideré que parecía un robot, que no tenía imaginación, ni sentimientos y opté por suicidarme.

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* Ramiro Restrepo U. Jardín, Antioquia, Colombia, 1954. Economista de la Universidad de Antioquia, especialista en Política Económica de la misma universidad. Es profesor jubilado de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Ha publicado varios artículos en revistas de economía como Ensayos de Economía, Cuadernos de Economía, Revista Economía Colombiana. Asimismo, varios cuentos suyos han sido publicados en Revista el gran mulato, Revista elMalpensante.com y Autoreseditores.com Libros publicados: La muerte ronda por ahí (Autoresditores, 2015), Cuentos de bolsillo (2015), El señor del Santo Sepulcro (2016), Animales fantásticos y otros cuentos (2018).

 

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