Sur Cronopio

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VIVAS NOS QUEREMOS

Por Jimena Vera Psaró*

La pretensión es absoluta: erradicar la violencia en todas sus manifestaciones. Pero debido a la desigualdad que existe por la cantidad de agresiones hacia la mujer por su sola condición de tal, se hace fuerte el grito de “Ni una menos” en contra de la violencia de género.
El extremo es atentar contra la vida, violarlas, quemarlas, apuñalarlas. Pero estas acciones no emergen porque sí, sino que son fruto de un gran conjunto de pequeños síntomas enfermos de la sociedad patriarcal.

El micromachismo late cada vez que se elige un juguete o un color para varón y otro para mujer, cuando se reproducen estereotipos como parte de una rutina tan cotidiana que naturaliza en actos sutiles una desigualdad impuesta y no biológica. En una gráfica sobre micromachismo una sola pregunta, fuerte pero real, resolvía en una línea el problema de discernir si se estaba actuando sin considerar una perspectiva de género: “¿para usar este elemento/hacer esta tarea interviene la genitalidad del niño o de la niña?”. Casi todas las respuestas son por el “No”. Entonces: ¿Por qué seguimos creyendo que hay colores para niñas y juguetes que solo disfrutan los niños?
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El término micromachismo fue acuñado en 1991 por el psicoterapeuta Luis Bonino Méndez, para dar nombre a prácticas que demás especialistas llaman «pequeñas tiranías», «terrorismo íntimo» o «violencia blanda».

La consigna “Vivas nos queremos” surgió en abril de este año (2016), cuando en México se concentraron miles de personas en el centenario del Primer Congreso Feminista en México. Entre otras cosas se exigía al Estado que sea capaz de instruir en perspectiva de género a los funcionarios públicos, no re victimizar a las denunciantes, dar educación a los agresores y no criminalizar la legítima defensa de las mujeres.

Terrorismo íntimo

Otra forma perversa de quitarle a la persona su condición de sujeto, es mediante la anulación. Es el maltrato psicológico que conlleva a que la mujer sienta coartada su libertad o que no sienta que es respetada. Estas acciones van minando la autoestima y muchas veces hacen más difícil resolver el conflicto mediante una comunicación asertiva, es decir en donde no predomine ni la agresión ni la docilidad.

También se reproduce violencia mediante el lenguaje, el humor y la publicidad sexista, donde no hay palabras que nombren con igual valor cuando a la acción la ejerce una mujer y no un hombre, donde los roles se definen de acuerdo al género y donde las mujeres son madres, usuarias de lavavajillas y líquidos de limpieza o mercancías de premio para los hombres que manejan determinada marca de automóviles, fuman ciertos cigarrillos o beben alguna cerveza en especial.

Controlar y culpabilizar, que un hombre defina el largo de una falda, que ponga horarios y amigos permitidos o no, que se justifique menor salario por iguales tareas, que se sugiera que  un ascenso laboral tiene que ver con una actitud femenina de provocación, que las mujeres critiquen el aspecto de sus pares, que la televisión las muestre como objetos de placer, que siga pasando tanto pero tanto.

Así la suma de acciones tan cotidianas como devastadoras llevan a las amenazas, al abuso sexual, a la agresión física y a provocar la muerte de la mujer en crímenes que nada tienen que ver con la pasión.
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Si no hay amor que no haya nada

Hay parejas en donde el interlocutor es siempre la misma persona que responde por los dos, con frases del tipo: “ella no quiere tal cosa”, “no le gusta salir”, “prefiere esto o aquello”. Aún con la pareja presente la anulación llega al punto de que un cruce de miradas habilita la palabra del otro o la niega.

La agresión está tan naturalizada que cuesta hacer comprender cuando alguien está siendo víctima de un noviazgo violento.

Se busca conscientizar a la mujer para que pueda percibir que la violencia que el otro ejerce no es por mayor fuerza, sino un signo de su propia inseguridad y debilidad, que el amor no es poner la otra mejilla sino hacer algo para evitar que el golpe siga sucediendo. Que preservarse es quererse. Quererse viva y que solo una persona viva puede ayudar y ayudarse.

Mientras tanto, mujeres de muchísimas ciudades latinoamericanas, cada 3 de junio, salen a la calle para marchar con pancartas. Ni una menos, ni una muerta más. Vivas nos queremos. En esa marcha hay un aprendizaje que reconstruye paso a paso la conquista de derechos, visibiliza en el cuerpo del otro, que marcha a la par, a los compañeros y compañeras que desean construir la convivencia desde la justicia y el amor. Ellas marcharán las veces que sean necesarias, por una y por todas.

Leído por ahí: Odiar es para los débiles, la gente fuerte ama. Ama un montón.

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*Jimena Vera Psaró es Licenciada en Comunicación Social. Nació en La Rioja, Argentina, en abril de 1979. Cursó estudios de arte, diseño gráfico y periodismo. Trabajó en medios gráficos, empresas de telecomunicaciones y docencia. Desde hace 3 años inició Anima Mulita, su estudio de diseño y comunicación, sostiene el trabajo cooperativo desde ¡Amalaya! Como escritora recibió el 3er premio en el II Concurso Literario Febrero Chayero 2012, participó de tres antologías (entre ellas «Invitados a escribir» de la Biblioteca Popular Ciudad de Los Naranjos y en «Travesuras» como finalista del Iº Certamen Internacional de Literatura Infantil) y obtuvo el 1er Premio por La Rioja en el Concurso Regional de Microrrelatos Norte Cultura (2014).

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