AISLAMIENTO DE CONTACTO: CUANDO LA PIEL ES EL LÍMITE
Por Jimena Vera Psaró*
En el Eternauta de Oesterheld, una nevada química y mortal cubría Buenos Aires, causando pánico en los habitantes. Personas con trajes inflados, máscaras, guantes, la pérdida total de contacto y la amenaza constante… ¿algún parecido con las imágenes actuales?
Un virus que no llega a sobrepasar una mil millonésima parte de un metro, provocó que se mirara con desconfianza a los extranjeros, que se cancele el ingreso de pasajeros provenientes desde Guinea, Sierra Leona o Liberia a algunos países, que un avión no despegara y que hasta un animal doméstico tenga la espada de Damocles sobre sus orejas (por las dudas sea contagioso).
También provocó que un ejército de comunicadores reproduzca mensajes acríticos, como si el contacto con fluidos de personas infectadas con el virus pudiera volar por los aires contagiando. La paranoia recordó a las peores épocas del HIV y la desinformación prejuiciosa y atemorizante antes que preventiva.
Besos prohibidos
Hasta estos lugares del continente al Sur, más de una vez llegaron con el mismo mecanismo las inminencias de pandemias y epidemias: ántrax, gripe A (H1N1), Ébola… cuando el correo dejó de ser noticia por los supuestos sobres infectados de esporas como armas biológicas, llegó la moda de los barbijos y el faltante en stock del alcohol en gel y los días sin clases en las escuelas y la suspensión de espectáculos públicos multitudinarios. En algunos países se reglamentaron prohibiciones para darse besos en aeropuertos y cárceles.
Cada vez que una amenaza de éstas se despierta en los medios masivos de comunicación, lo primero que se instala es evitar el contacto y todo tiende a hacer una capa aislante y protectora ante los demás. Se pone en juego las propias condiciones de vida y la amenaza pasa a ser el Otro.
Imaginar un futuro de personas enfundadas en trajes aislantes y sin contacto piel a piel, enajenadas y enfermas, con la amenaza siempre llegando desde afuera, deja poco espacio para humanizar.
No obstante hay una resistencia que todavía emerge y tiene que ver con científicos dedicados a prevenir, detectar y curar estas enfermedades y muchas otras que causan aún más muertes por año en nuestros países de Latinoamérica. Hay solidaridad organizada, como la de los 165 médicos cubanos que viajaron a Sierra Leona para ayudar a tratar el virus del Ébola y las campañas de prevención dejan una cosecha de buenos hábitos saludables para cuidar y cuidarse.
Caricias que sanan
También hay mucha gente que combate la indiferencia y no duda en tender una mano a quien la necesita, sanar y acariciar cuando es necesario. Este es el caso del doctor Eduardo Jaar Hasbún, del Hospital chileno de San José, quien tras observar a bebés abandonados en Neonatología concluyó que la soledad que experimenta un recién nacido, a quien nadie toca ni arrulla en sus primeros meses de vida, tendría un impacto muy severo en su desarrollo psíquico futuro.
Jaar detalló como una característica común de estos pequeños pacientes, y en niños hospitalizados por largos periodos sin contacto cálido, que el vacío se expresa en un cuadro de Carencia Afectiva Crónica (con un profundo sentimiento de desamparo), que inicia durante la estadía en el hospital y prosigue aún tiempo después. Los efectos del hospitalismo, según el especialista, se expresan desde los primeros meses de vida: “sufren indiferencia al contacto afectivo con sus cuidadores, somnolencia, ensimismamiento, escasez de sonrisas y de vocalizaciones, desvío de la mirada, malestar al contacto corporal; después, aparecen daños como retardo en la motricidad y en el lenguaje; apatía, o, al contrario, irritabilidad y conductas impulsivas”. Luego, a estas manifestaciones se suman “la depresión del lactante, infecciones que se repiten, conductas alimentarias aberrantes como la anorexia, vómitos y problemas severos del sueño”.
Alarmado porque si bien cada centro hospitalario tiene un protocolo para salud, higiene, alimento, nada se hace con esas cunas solas y hasta que la justicia decide un lugar de guarda, los efectos del abandono afectivo llegan a ser irreversibles. El mismo médico fue el primero en ponerle el cuerpo a una tarea de voluntariado que consiste en permanecer horas junto a estos bebés, estimularlos y brindarles amor en un Programa de Cuidadores Temporales iniciado en 2012, acción que requirió continuos reajustes para encontrar el equilibrio entre la necesidad, los afectos y lo que el marco legal permite.
En este contexto, nuevos vínculos transforman a un paciente en un sujeto que debe recibir un trato humanitario, con garantías de poder hacer ejercicio de todos sus derechos, incluso recibir amor siempre y cuando existan personas aventuradas a brindarlo ¿Será posible?
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* Jimena Vera Psaró es Licenciada en Comunicación Social. Nació en La Rioja, Argentina, en abril de 1979. Cursó estudios de arte, diseño gráfico y periodismo. Trabajó en medios gráficos, empresas de telecomunicaciones y docencia. Desde hace 3 años inició Anima Mulita, su estudio de diseño y comunicación, sostiene el trabajo cooperativo desde ¡Amalaya! Como escritora recibió el 3er premio en el II Concurso Literario Febrero Chayero 2012, participó de tres antologías (entre ellas «Invitados a escribir» de la Biblioteca Popular Ciudad de Los Naranjos y en «Travesuras» como finalista del Iº Certamen Internacional de Literatura Infantil) y obtuvo el 1er Premio por La Rioja en el Concurso Regional de Microrrelatos Norte Cultura (2014).