LO QUE DICEN CUANDO NOS CALLAN
Por Jimena Vera Psaró*
Ser mujer nos enfrenta aún al trabajo desigual, a ocupar roles diferentes por la sola cuestión de género y a una exposición frecuente a la violencia simbólica y al femicidio.
Cuando pienso en abrir caminos y en el futuro que le espera a mi hija, siento que no puedo ser indiferente. Asumo una necesidad de transformar, al menos desde mi breve espacio, aquellos estereotipos que nos estigmatizan en objetos, madres, débiles.
Cuando nos callan, invisibilizan hasta el modo de nombrarnos. Si nos matan, la prensa refleja homicidios (homo: hombre) y no femicidios, o crímenes “pasionales” donde se investiga hasta el último detalle sobre la víctima, tratando de encontrar una razón para la crueldad. Entonces, el modo de vida, la forma de vestir, los hábitos y costumbres se presentan como justificativos atroces para la violencia. Si ocupamos una función pública, no hay denominaciones en femenino para el ejercicio del cargo. Argentina, Chile y Brasil tienen presidentas, gerentas, ministras, concejalas, médicas, juezas además de madres, empleadas y maestras.
Parece una discusión lejana, pero puedo asegurar leyendo el diario del día que estas prácticas permanecen tan vigentes como arraigadas.
Algunas referencias
En la entrega de los premios Oscar 2015, la actriz Patricia Arquette hizo referencia entre ovaciones a la situación de la mujer en su discurso: «La verdad es que, aunque existe la sensación de que tenemos los mismos derechos, existen bajo la superficie importantes desigualdades que afectan a las mujeres […] Y ya es hora de que todas las mujeres en América y todos los hombres que aman a las mujeres, y la gente gay, y toda la gente de color por la que hemos luchado luchen ahora por nosotras».
Mientras que en España, el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla aseguró recientemente que “hay que quitarles el voto a las mujeres, porque últimamente piensan por su cuenta”. Desafortunadas palabras que atrasan siglos de lucha para que nuestros derechos sean reconocidos. No es algo que solicitamos que se nos otorgue. Votar, opinar, ejercer es parte de nuestra construcción ciudadana y son inherentes a cada persona.
En Chile, una joven de 17 años es citada a comparecer ante un juez por el “delito de aborto en grado de frustrado”. El Juzgado de Garantías de Punta Arenas, decide “a la luz de los antecedentes de irreprochable conducta anterior de la menor” que estudia en un colegio salesiano, congelar el proceso en su contra, decretándose la suspensión condicional del procedimiento durante un año, durante el cual la joven deberá ser sometida a terapia y no podrá cometer ningún tipo de ilícito, de lo contrario se reactivaría la causa penal en su contra. El juez también la exhorta a “no descuidar sus labores de madre”. Una y otra vez el discurso recae sobre ella, que permanece todo el tiempo en silencio y “cargando a su hija en los brazos” como si esto no la mostrara más vulnerable.
En los casos puntuales donde la legislación si aprueba el aborto (insania, violación, embarazos inviables o de niñas donde su salud está en riesgo) una de las prácticas es despojar de soberanía a la mujer sobre el propio cuerpo. En este sentido, las líneas de pensamiento consideran el derecho de los padres biológicos a la paternidad, y nada se manifiestan cuando la condena legal y social ante el aborto es unilateral, y como en el caso de la niña chilena, se responsabiliza, exige y sanciona solo a la madre. Actualmente se está tratando legalmente en ese país la interrupción de embarazos en situaciones de riesgo.
Si nos preguntan a las mujeres si nos gustaría abortar, yo respondo por lo que a mí me toca y he escuchado de muchas amigas y conocidas: la respuesta es ¡No! No pasar por lo traumático de un aborto, clandestino, riesgoso, inseguro y estigmatizante por cada persona que lo sabe. Es la voluntad de no lidiar con comerciantes, que cobran cifras indecibles por practicar algo que no conocen, exponiendo a la mujer a hemorragias e infecciones. Es ver de frente la doble moral de los médicos que se amparan en una cláusula de conciencia en los hospitales públicos pero en sus consultorios privados lo hace sin reparo a cambio de dinero. Es el antecedente marcado en la ficha ginecológica cuando el embarazo buscado viene en camino. Es algo que siempre va a estar, extralimitándose de las marcas que quedan en el cuerpo.
En Argentina, la Iglesia Católica se opone enfáticamente al aborto terapéutico. Persigue a niñas de 8, 9, 11 años para que lleven el embarazo a término aún a riesgo de su propia integridad física y emocional en cuerpos que todavía no están preparados para la maternidad. A esas edades es siempre una violación. Los religiosos someten estos casos llenando de dudas a la familia al límite del plazo permitido por la ley para interrumpir un embarazo, entonces, cuando la lenta justicia actúa ya es tarde. En materia preventiva, no solo de embarazos, sino también de enfermedades de transmisión sexual, tampoco hay un aporte sincero que vaya de la mano con las políticas de salud pública. La Iglesia Católica también se opone al uso del preservativo, otros métodos anticonceptivos de barrera, pastillas, etc. Hombres y mujeres siguen muriendo por causas que podrían prevenirse con tolerancia, educación y respeto por el propio cuerpo.
La sociedad aún refleja el sometimiento de la mujer, y estas prácticas llegan hasta las mínimas acciones como cuando en las jugueterías hay cocinas, escobas y tablas de planchar para niñas, mientras que a los varones les ofrecen juegos didácticos científicos, ajedrez y pelotas.
Cuando necesito hablar con mi hija de este tema, me inspiro en el “Manifiesto para niñas” compartido en el Blog No Entiendo Nada, que expresa poco más lo siguiente:
- “ No sos una princesa y no lo serás nunca, salvo que tu mamá o tu papá sean reyes o conozcas un príncipe y te cases con él. Sos una nena común y corriente. Si vas a identificarte con algo, tanto da que sea con princesas como con amazonas, guerreras, artistas o jugadoras de fútbol.
- Los príncipes azules no existen. Pertenecen a los cuentos de hadas que te cuentan para que asumas que tu rol en el mundo es el de aguardar al hombre ideal que te alivie de las cargas de ser una mujer responsable y autónoma. Que te salve de las fatigas de la sociedad y te convierta en madre de niños que (ellos creen) deberían completarte como ser humano.
- Todos los juguetes del mundo son para vos. No es verdad que haya cosas de varones y cosas de nenas. Te van a regalar cocinitas, bebés de juguete y sets de belleza para que te habitúes a esas actividades cuando crezcas, incluso si estudias una carrera y te apasionas por una profesión. Si querés tener más autitos que muñecas está todo bien. No dejes que nadie te diga lo contrario.
- No hay límites para tus ganas de ser libre. Lo mejor que te puede pasar en la vida es elegir más allá de tu género, sin condiciones, y que tus elecciones varíen tanto como vos lo desees.
- No aceptes que te digan “una nena no hace eso”. Los que te hablen así, quieren cortarte las alas y marcarte un camino que creen que deberías seguir. Defendé tus decisiones, crecé sabiendo que los que sostienen divisiones según el sexo tienen cerebros chiquitos y mentes de villanos.
- Trepate a todos los árboles que puedas. Eso no es ser varonera, es estar viva y saber jugar. Recordá que para eso vas a necesitar ropa cómoda.
- Incluso ahora, cuando la mujer recorrió gran parte de su largo camino hacia la liberación, vas a encontrar discriminación en los que te rodean. Recordá que lo hacen porque tienen miedo y son ignorantes. Si podés, explícales que están equivocados. Si no, seguí en la tuya: que tu vida sea la mejor prueba de que no saben lo que dicen porque no lo han pensado bien.
- El mundo está lleno de colores bellísimos, el rosa es uno más. Que tu existencia sea un arcoiris, no un merengue o una novela de la tarde.
- Búscate juegos que vayan más allá de cambiar pañales, dar mamaderas de mentira y usar ollas de plástico.
- Los chicos tienen pene y vos vagina.
- Evita las publicidades. Evita las modas. Evita todo lo que te quieran imponer desde la televisión, hasta que puedas discernir qué te sirve de todo eso.
- Quien tiene más muñecas que vos no es necesariamente más feliz por eso.
- Nunca jamás dejes de preguntar por qué las cosas son como son. Nunca te conformes con la primera respuesta. Nunca te quedes con dudas si podes sacártelas. El conocimiento es luminoso y te abre puertas.
- Huí de la violencia. No porque sea patrimonio de los hombres, sino porque es la herramienta de los imbéciles.
- Nadie va a quererte más porque seas muy flaca ni porque tengas tetas grandes. Al menos nadie que valga la pena conocer.
- Mirar dibujitos está bien, pero también lee. Lee mucho. Lee hasta que te duelan los ojos. Lee cuentos, novelas, historias de piratas, extraterrestres y ballenas blancas.
- No descartes leer Cenicienta, pero acordate que ella y todas las demás se cansaron de comer perdices, en la parte que viene después del “y vivieron felices para siempre”.
- Lo mismo vale para la música, el mundo no se termina en Shakira y Selena Gómez. Si podes, aprende a tocar algún instrumento, el que sea.
- Casarte y ser mamá es uno de tus destinos posibles, no es obligatorio. Tu futuro no está escrito en piedra, es como la arcilla y vos podes moldearlo.
- No siempre hubo mujeres presidentas. Son el producto de siglos de lucha y esfuerzo. No olvides a las que te precedieron, les debes mucho de tu libertad.
- Las chicas que aparecen desnudas en las tapas de las revistas y en la tele lo hacen porque no tienen otra cosa que mostrar. Vos mostrá tu inteligencia.
- Nunca sos muy chiquita para entender, lo que pasa es que a veces los grandes no sabemos cómo explicarte.”
No me gusta cuando callas, estás como ausente
Ejercer plenamente los derechos como mujeres desde lo cotidiano, implica muchas veces situaciones junto a mi hija donde debo desautorizar la palabra de docentes, familiares y “gente grande” que se dirigen a ella con discursos machistas, e incluso llegan a reprocharle conductas, la forma de vestir o preferencias de juego. Pero ceder cada palabra es dejar de ponerle límite al sometimiento. Y como expresa un grafiti callejero: “por qué callar, si nacimos gritando”.
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* Jimena Vera Psaró es Licenciada en Comunicación Social. Nació en La Rioja, Argentina, en abril de 1979. Cursó estudios de arte, diseño gráfico y periodismo. Trabajó en medios gráficos, empresas de telecomunicaciones y docencia. Desde hace 3 años inició Anima Mulita, su estudio de diseño y comunicación, sostiene el trabajo cooperativo desde ¡Amalaya! Como escritora recibió el 3er premio en el II Concurso Literario Febrero Chayero 2012, participó de tres antologías (entre ellas «Invitados a escribir» de la Biblioteca Popular Ciudad de Los Naranjos y en «Travesuras» como finalista del Iº Certamen Internacional de Literatura Infantil) y obtuvo el 1er Premio por La Rioja en el Concurso Regional de Microrrelatos Norte Cultura (2014).