SUSANA Y LAS MOSCAS: UNA CONSTELACIÓN DE MUJERES BAROJIANAS
Por Consuelo Triviño Anzola*
Susana y los cazadores de moscas, novela publicada por Pío Baroja en 1938, nos sitúa en el París de 1936, a donde llega el protagonista, el español Miguel Salazar. Este es empleado de una farmacia madrileña perteneciente a una viuda, quien le encarga una gestión comercial en la capital francesa. Al poco tiempo, estalla el golpe militar que desató la Guerra Civil en España, lo que le impide a Miguel regresar a Madrid. Aunque sin ambiciones, el joven consigue ganarse la vida con sus conocimientos de química y de idiomas. Así empieza a moverse por la Ciudad Universitaria donde conoce mujeres que escapan al modelo femenino convencional burgués, es decir, el de esposas y madres bajo la protección de un marido.
Se trata de una narración escueta, que omite descripciones innecesarias, pero que va construyendo una constelación de mujeres descentradas con respecto al orden establecido, hijas de las fantasías barojianas, pero no por ello carentes de verosimilitud. A partir de esta condición femenina, el narrador analiza, como a través del microscopio, el organismo social que contempla agitarse, con sus intereses, mentiras, temores y frustraciones. En primer lugar, está Ernestina, institutriz separada del marido, que ha trabajado en España y que disfruta de la pensión del exmarido, pero pretende buscarse un hombre “que la dirija”. Miguel le explica que sería un error, ya que se expondría a que un sinvergüenza o un bruto la explote de manera indigna.
Además de la institutriz, y frente a las lánguidas damas decimonónicas que Baroja pudo conocer, surgen otras mujeres que acuden a la Universidad. Miguel observa que hay “estudiantas” de Química, Geometría y Ginecología, “más auténticas, más verídicas”. Y es que este solo encuentra el valor de las cosas en lo “verdadero”, lo que explica su descarnada mirada y su escepticismo. Junto a estas “estudiantas”, encuentra bohemias, libres de prejuicios, como la inglesa de aguda inteligencia, inventora y jugadora de ajedrez, también divorciada, cuyas amigas son una china, de “aire fiero como una amazona”, y una pintora polaca.
Baroja no olvida en ningún momento a las mujeres trabajadoras, como las caseras, donde Miguel se aloja, una viuda de setenta años y su hija solterona de cincuenta; ni a la criada bretona, alegre y dada a la bebida. Las tres son dueñas de una fuerte personalidad y en este relato sirven para explicar las excentricidades de algunos personajes.
Entre artistas, bohemias y misántropos, Miguel conoce a Susana, hija de un pintor, bella, inteligente, de sorprendente erudición. La joven archivera vive de su trabajo, pero no disfruta de la libertad a que tendría derecho debido a un padre posesivo, egoísta y misógino. Este acapara su atención y la aleja de cualquiera que pretenda su mano. El argumento es que los hombres sólo buscan vivir de su fortuna y del trabajo de la joven. Por eso preferiría que se echase un amante antes que un marido.
Tampoco responden al modelo convencional las mujeres casadas del mundo burgués que conoce Miguel, como la señora Frossard y su madre, por ejemplo, que se citan con amigos en el Bois de Boulogne, lugar de no muy buena fama para la burguesía. Miguel no deja escapar ningún defecto que podría pasar por virtud, ni ningún inconveniente a lo que los demás consideran ventajoso. En el mundo femenino observa cómo las mujeres compiten entre sí, o se disputan a un hombre. Una dialéctica de contrarios que convierte este relato en ágil desfile de máscaras donde lo conveniente no siempre es bello y deseable. La ironía barojiana trae a colación la historia de Landrú, que aterrorizó al París de su tiempo por estafar a trecientas mujeres y asesinar a once.
Esta constelación de mujeres no responde a un feminismo abierto y generoso por parte de un autor con fama de misógino. El narrador reniega del matrimonio burgués que coarta las libertades individuales y lanza a los varones a una carrera por el éxito económico, requisito para fundar una familia y asegurar su supervivencia. La filosofía de Miguel, reacio a esta dinámica social, es aceptar la miseria con serenidad y no caer en la tentación de aprovecharse de las mujeres, lo que demuestra devolviendo a la farmacéutica viuda la importante suma de dinero, que puso a su disposición cuando lo envió a París.
La mayor dificultad narrativa en Susana y los cazadores de moscas reside en cómo resolver la relación amorosa con Susana, una mujer superior encadenada al padre, neurótico y obsesionado con las moscas. Este prefiere a la hija enferma, antes que permitirle ser feliz con el hombre que ama. Así ejemplifica Baroja el poder masculino ejercido sobre la mujer. Para Miguel, escéptico y descreído, demoledor con el sistema social, Baroja sólo ofrece como solución la muerte de Susana. Así, le niega la plenitud del amor verdadero, pero lo libra fácilmente del matrimonio que tanto temía.
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* * Consuelo Triviño Anzola (Bogotá, 1956), narradora y ensayista colombiana, reside en Madrid desde 1983. Doctora en Filología Románica por la Universidad Complutense. Ha colaborado con las revistas españolas como Nueva Estafeta Literaria, Quimera y Cuadernos Hispanoamericanos, en suplementos literarios como «Babelia» de El País y el «ABCD las Artes y de las Letras» del diario ABC, con reseñas de libros. Radicada en España, ha ejercido la docencia universitaria y publicado libros y cientos de artículos sobre autores y temas hispanoamericanos. Está vinculada al Instituto Cervantes desde 1997. Como narradora ha publicado, Siete relatos, Prohibido salir a la calle (novela), El ojo en la aguja (cuentos), José Martí, amor de libertad (biografía), La casa imposible (cuentos), La semilla de la ira (novela), Una isla en la luna (novela), Letra herida y Extravíos y desvaríos (relatos) Cervantes (biografía), Transterrados (novela) y Ventana o pasillo (novela). Sus cuentos han sido traducidos al inglés, al francés y al alemán e incluidos en numerosas antologías y en revistas de reconocido prestigio internacional como Puro cuento, Caravelle, L´Ordinaire Latinoamericaine, Barcarola y Torre de Papel, entre muchas otras más. Ha sido invitada a hablar de su obra a las universidades de Bérgamo, Colonia, Amiens, Sorbona, Alicante, Granada, Salamanca, Autónoma de Madrid, Nacional de Colombia, Universidad del Norte (Colombia), Lausana y Torino, entre otras. En reconocimiento a su obra, tiene una entrada en el Dictionnaire universel des femmes créatrices, de la prestigiosa editorial francesa Des femmes. La crítica más exigente ha valorado la profundidad de su prosa y su tersa escritura, lo que la sitúa entre las voces narrativas de mayor proyección en el contexto de la literatura en lengua española.