Literatura Cronopio

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VALLEJO EN MARTE, MARTE EN VALLEJO: LA POESÍA DE EDGAR ARTAUD JARRY

Por Pedro Granados*

Edgar Altamirano Carmona (Chilpancingo, México, 1953), profesor investigador en ciencias de la Universidad Autónoma de Guerrero es además, y paralelamente, el poeta Edgar Artaud Jarry: voluntario para un viaje sin retorno a Marte y, a través de sus escritos, de más que evidente vocación intergaláctica. Cuya obra —en pleno proceso de expansión— conecta en su país tanto con contemporáneos como con infrarrealistas; aunque su performance al lado de este último grupo lo ubica, ante el gran público, como uno más de los compañeros de ruta de Bolaño o Papasquiaro; y para nosotros, aunque con previas mediaciones y cierta opacidad, también de César Vallejo. Nuestro papel estriba aquí en llamar la atención sobre la particularísima articulación que constituye esta obra; entre culta y coloquial, entre contenida e infidente, entre estoica y desopilante. Rasgos, asimismo, que colaboran en configurar las diversas máscaras con las que invariablemente aparece pertrechado leyendo ante el público; la mayoría, gente muy joven que ahora mismo lo sigue por doquier.

APENAS UNA YEMAS [sic] SOBRE EL PAPEL

A Edgar Altamirano

Apenas una yemas sobre el papel
La pantalla de la computadora
Una luz delante como un aura
El aura misma
Tu madre misma
La inmortalidad
El amor
La terrible belleza
No hay otra
Y esto no es lo de menos
Cuando veas por la ventanilla de la nave
La nube errante la isla errante
La tierra pequeña y desnuda
El mismo brillo de aquella entrañable presencia
Le escribo al insecto
Y al hocico de mi perro
Y al amigo
Y al que ahora mismo está solo
Y en un sitio remoto
Entre pantallas brillantes
Entre auras entre bellas
Entre madres entre verdades
Escribo al mono
Que conmigo va
A mi recién nacida estrella

Hace algunos años, en Bogotá, un joven me preguntaba —trataba de imponerme sus convicciones más bien— sobre la conveniencia de, aparte de romper la sintaxis, usar palabras del inglés porque —según él— así le llegaba cotidianamente el mundo. Buena pregunta, buen reto para un latinoamericano que no vive en USA, por supuesto; pero, por ejemplo, ¿para los que viven aquí? ¿Qué encanto tendría optar por este tipo de alternativa? Sigue pendiente para un poeta hispano, aunque admitimos puedan existir varias opciones, la respuesta a cómo escribir frente a la globalización. Cuyo caballito de batalla es el inglés y, sobre todo, otra forma de ver el mundo (epistemología) [sic], más bien pragmática, frente a nuestra acaso todavía añeja escolástica. El reto consistiría en pasar de la decoración de nuestros poemas —con palabras en otros idiomas— a internalizar, dominar y transculturar a nivel de la epistemología u ontología. Transculturar no para seguir siendo nosotros mismos, esencialismo vano y, paradójicamente, alienante; sino, por el contrario, para ser creativa y soberanamente otros. Otros, obvio, sin ser una mera caricatura del inglés. Los versos de Edgar Artaud Jarry indagan alrededor de esta problemática. Constituyen una forma de olvidar para ampliar la conciencia; una forma de destruir para edificar probablemente algo más cierto; una forma de desaparecer para hacer más nítido e inolvidable nuestro paso sobre la tierra.

La obra de Edgar Artaud Jarry, aunque relativamente breve y la mayor parte de ella en digital, describe varias etapas (por lo menos tres) que con cierta opacidad coinciden con cada uno de sus hasta ahora tres poemarios publicados: Golpeándome la cabeza (2009), Fuera de foco (2013) y La vida no es más que un electrón buscando un lugar para descansar (2017). Etapas que van desde que el poeta empieza a publicar o, mejor dicho, a leer en recitales junto a los infrarrealistas[1] —desde finales de los años 70— porque su primer libro es relativamente tardío[2]; poética a la que vamos a denominar «Infra». Aunque, Golpeándome la cabeza, dé cuenta del infrarrealismo y, a su vez, se aparte de él; en paralelo a su toma de conciencia de formar parte de los «poetas multimedios» o de «la vida que existe en la nube y debajo de la nube» («Primer borrador del Manifiesto Pendejista-Imbécil»)[3]. Esto último, un tanto a tono con el llamado estridentista: «a construir una sociedad artística amparada en una necesidad de testimoniar la transformación vertiginosa del mundo» (Schneider 11).

Infrarrealismo (1976), recordemos, que fue una reinvención horaceriana —«Cría zambos y te picarán los callos»[4]— del chileno Roberto Bolaño[5] en México (país con mejor infraestructura económica y mayor capacidad cultural mediática que la del Perú, ¿nos entendemos?); ya que aquel en su patria, y durante la dictadura de Pinochet, no podía hacerlo. Pero se topó con un talentoso, como Mario Santiago Papasquiaro[6], que más bien influyó en él o, al menos, en el diálogo tomaron uno del otro. Bolaño, el lado lírico, imaginista o romántico de Papasquiaro; y éste, lo que aquél debía a Hora Zero (1970) y que —en ese entonces y para aquel contexto— no era poco: el aspecto contestatario, informal, callejero, político en suma. El cual, a la larga, venía de una lectura de época de César Vallejo (Monsieur Pain); y no necesariamente del talento «teórico» o «praxis teórica» de los de Hora Zero (Tulio Mora e incluso el mismo Juan Ramírez Ruiz, para ni siquiera referirnos a Jorge Pimentel en tanto crítico[7]). Lectura vallejiana, maniatada al dolor y al compromiso, la cual montó y administró —para todo el continente y desde los años 60— la Revolución Cubana. Filiación de Bolaño, aunque un tanto tardía, a la «familia Vallejo» (Roque Dalton) en rechazo de la de Pablo Neruda; o del «imperio» que por aquella época constituía en México la obra de aquel premio Nobel (1971) junto con la de Octavio Paz[8]. Filiación más gravitante y contundente allí, en el contexto del Infrarrealismo, que el humor deconstructivo de un Nicanor Parra (autor no menos vallejiano, aunque en otra lógica); o, incluso, también del significativo vanguardismo local de un Maples Arce (Estridentismo)[9]. Bolaño[10], además, en México no sólo utilizó a su muy joven compatriota, Bruno Montané Krebs, ávido y curioso lector, a modo de ósmosis o mayéutica poético-intelectual permanente; sino que también empleó y manipuló, esta vez como pantalla, a José Rosas Ribeyro —poeta peruano absolutamente menor de Hora Zero— para intentar canibalizar este último Movimiento: ponerlo a la par del mexicano o incluso hacer preeminente al Infrarrealismo a nivel continental (cosa que, a fin de cuentas, logró con la publicación de Los detectives salvajes). José Vicente Anaya[11] —junto con Bolaño y Papasquiaro otro de los fundadores del Infrarrealismo o, al menos, de alguno de ellos; y el que moteja de modo errado a Edgar Artaud Jarry como «infra-mariosantiaguista»— ante tan fulminante expansionismo del chileno (paralelo, consistente y mayormente incuestionado ante la crítica como los de Raúl Zurita o Pedro Lemebel, sus paisanos) queda atónito y no tuvo más remedio que quedarse, mayormente, de ensayista y traductor (poetas beats, haiku japonés, Marge Piercy, Allen Ginsberg y un largo etcétera). Es decir, Anaya en aquel exacto momento, careció del oportunismo y malicia de Bolaño —aunque luego éste, en la novela, encontrara el mejor formato para su escritura— y de la persuasiva zozobra que lograban comunicar los versos de Mario Santiago Papasquiaro[12].

Edgar Artaud Jarry. Pulsa para ver el video https://www.youtube.com/watch?v=WKgXKem-vqw

Según Ramón Méndez Estrada: «Fundamos el Movimiento Infrarrealista en 1976, y ese mismo año publicamos Pájaro de calor. Jorge Pimentel publicó su primer libro, Kenacort y Valium 10, en diciembre de 1970, al que le siguió, a mediados del año siguiente, Un par de vueltas por la realidad, de Juan Ramírez Ruiz —fundador de Hora Zero, junto con Pimentel, con el manifiesto al alimón «Palabras urgentes», de 1970— con el desagrado de apristas y el celo de ciertos comunistas. Finalmente, también en 1970, Enrique Verástegui publicó En los extramuros del mundo. Obviamente, antes que ellos, y con supremo arte y fervor, Luis Hernández Camarero (1941-1977) ya había publicado tres primeros libros, entre 1961-65, Orilla y Charlie Melnick, bajo el sello La Rama Dorada, y Las Constelaciones» (Tsunun 22). A lo que vamos con este párrafo no es, aunque convenga aquí para situarnos mejor, pretender narrar sucintamente lo ya ultra conocido respecto a la génesis de horaceristas e infras; sino a llamar la atención sobre un extraordinario poeta peruano inmediatamente anterior, Luis Hernández Camarero (poeta y médico). Autor de culto que compendió su obra poética bajo Vox horrísona (la voz cuyo sonido causa horror), pero que de algún modo fue ninguneado, o por lo menos marginado, por la institución literaria o crítica de turno. La cual, al compartir los mismos presupuestos de valor poético o «reparto de lo sensible» (Jacques Rancière) que los «creadores» —sumergidos ambos en el magma común de la revolución militar post-velasquista (Juan Velasco Alvarado) de 1968 en el Perú[13]— optó por enfocar otros autores y debates tales como —y esto constituye lo canónico de la época— «poetas puros» versus «poetas sociales», Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Pimentel versus Antonio Cisneros o Washington Delgado, y un largo etcétera. Toda aquella real politik (Hora Zero e Infrarrealismo), pasada previamente por agua caliente, que jamás citó ni tampoco aludió a Luis Hernández Camarero[14]; ya que, según Julio Ortega: «su obra correspondía a una instancia de marginalidad gozosa en un período mayoritariamente dominado por la racionalidad política» (Granados 2007). Sin embargo, vox horrísona a la cual —de algún modo o por invisible canal, y para un México del siglo XXI— se halla conectada la poesía de Edgar Artaud Jarry. Es decir, aunque cada poeta a su manera, ambas ventilan:

«un tipo de proyecto político no necesariamente reconocido como tal: traer a la escena a todos aquellos existentes que hacen al mundo, a la historia y a la vida en común que, habiendo permanecido a la sombra debido a la imposibilidad de reconocer que actualizamos mundos diversos, aparecen hoy poniendo en tensión las diferencias jerárquicas entre ontologías […] Mostrar que hay política por fuera de los personajes políticos tradicionales, los sitios de labor política normales y las pasiones típicamente asociadas a lo político» (Dos Santos y Tola 84-85).

Ahora, respecto al autor de Monsieur Pain, de ningún modo intentamos hacer aquí leña con él; muy por el contrario, consideramos que un aspecto fundamental de su liderazgo, militancia y, sobre todo, herencia infrarrealista requiere todavía ahondarse. Y esta última reside sobre todo en su hondo fervor vallejiano. Existe un pasaje de Los detectives salvajes (1998) —«22 de noviembre» (páginas 82-85)— donde San Epifanio, uno de los tantos personajes de la novela, señala que la poesía «distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, ninfos y filenos». Siguiendo y comentando aquel pasaje, entre poetas «maricones» y poetas «maricas», mucho mayor prestigio («aunque algún optimista pudiera pensar») tienen los primeros frente a los segundos. Y en la guerra subterránea permanente entre ambos grupos: «por hacerse con la palabra», Bolaño toma definitivo partido por los «maricones». Asimismo, aquello de «Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones»; permite dar a nuestra lectura un giro «místico» —aunque, por cierto, no por esto menos intelectual— y empaparla, digamos, en la tradición de lo anónimo, inmerecido o «dictado» (por los padrotes del alma o «chulos de la muerte») versus aquello individual, consciente o muy elaborado, culterano y elitista del Barroco (Góngora y Quevedo). Mística «para todos», aunque ello no implicaría carencia de sutileza para aquellos públicos considerados más «selectos». Por último, dos poetas peruanos «maricones» (Vallejo, Adán)[15] y otro probable, el argentino (Macedonio Fernández), en todo el concierto de la poesía de nuestra región. Ergo, este constituye el modo íntimo como concebía Roberto Bolaño su particular «infrarrealismo» y su activa participación en él; mientras ensayaba descubrir, también en la novela, si era «maricón» o no lo era. Es decir, y de modo distinto a la que elaboraron la gran mayoría de horaceristas en el Perú e infras en México, una lectura de Vallejo compleja, opaca o en clave mística de cara a aquella de enfática y tradicional denuncia o testimonio político-social.

Poética «infra», decíamos más arriba, la de Edgar Artaud Jarry, junto a dos poéticas más que se suceden en el lapso de los últimos diez años, y que aquí vamos a denominar como del «Avatar« y, la tercera, simétrica (Bruno Latour), o posthumana o, mucho mejor, de «Rerum Natura» (Tito Lucrecio Caro), tal como lo ilustra un muy reciente poema titulado «La hipótesis de Dios»:

«La evolución de la especie humana tiende a dejar de ser
únicamente construida por organismos celulares para
incursionar en una especie de ciborgs sobrehumanos
mezclando dispositivos materiales, computadoras
y organismos vivos renovables» (Granados 2018)

Poética de «Rerum Natura» que, según comprobamos al visitar el activo blog del autor de Fuera de foco, es la que ensaya hasta hoy en día el poeta de la máscara; o de las máscaras —heterónimos posthumanos— a modo de encontrar también en el performance un diferencial frente a la realidad o sentido común. Tres poéticas, aunque a todas ellas atraviese, aparte de semejante talante o sentido del humor[16], sobre todo una común perspectiva intelectual. Obviamente aquella que conecta a Edgar Artaud Jarry con su profesión de ingeniero y profesor universitario, Edgar Altamirano Carmona[17], comprometido con la investigación en la ciencia de la computación y con su enseñanza, por ejemplo, a través de su página «Aula 2.0». Grosso modo, perspectiva intelectual que podemos hacer coincidir con el Constructivismo. Al principio, es probable, aplicado o ventilado de manera un tanto aleatoria en su poesía; para luego —aunque sin disminuir un ápice, sino más bien aumentar el encanto de sus versos— planteárselo de modo consistente y sistemático, junto con hacérselo plantear al lector. Algo análogo a un «desalienante» para todos los asistentes a la función, gesto brechtiano. O, de modo particularmente justo, según las palabras del poeta y ensayista mexicano recientemente desaparecido, Carlos Santibáñez Andonegui:

«Echar una mirada seria sobre lo cotidiano pareciendo que bromeamos, va a dar directamente a la literatura, lo que se dice en broma, se dice en serio. El señor Artaud atraviesa sus personajes como Alfred Hithcok gustaba aparecer de incógnito en escena, pero la voz del poeta en este tipo de textos es todo menos autobiográfica, la voz poética está en otra parte [Fuera de foco], aunque no fuera del texto, pero hay que hallarla» (2017).

BIENVENIDO A CASA

Regresaba de una convención
de poetas mentirosos
mi mujer aguardaba en la puerta.
«Bienvenido a casa, Cangrejo» —me dijo,
entonces descubrí el cuchillo de cocina
brillando en su mano derecha.
«Bueno, ya llegué» —dije nervioso.
«Bukowski sin mujeres»
—replicó amenazante.
Caminé en derredor
y me persiguió presurosa,
dábamos vuelta al comedor
cada vez más rápido.
Me alcanzó con el cuchillo
encajándolo en mi vientre
y me estaba entumiendo.
«Así que eres poeta» —dijo,
y yo pierdo el sentido
sus dos manos se mueven
empujando el cuchillo,
«bienvenido a casa, cangrejo»
recuerdo que dijo.

Pero, ¿de qué trata el constructivismo según Edgar Altamirano?, citamos:

«es el modelo que mantiene que una persona, tanto en los aspectos cognitivos, sociales y afectivos del comportamiento, no es un mero producto del ambiente ni un simple resultado de sus disposiciones internas, sino una construcción propia que se va produciendo día a día como resultado de la interacción de estos dos factores. En consecuencia, según la posición constructivista, el conocimiento no es una copia de la realidad, sino una construcción del ser humano, esta construcción se realiza con los esquemas que la persona ya posee (conocimientos previos), o sea con lo que ya construyó en su relación con el medio que lo rodea»[18] (Altamirano 2007).

En resumidas cuentas, se reitera y enfatiza aquí: «construcción propia y no mero producto del ambiente ni simple resultado de disposiciones internas». Es decir, desde un inicio o desde su primera poética, aquella denominada «Infra» —al lado de Roberto Bolaño o Mario Santiago Papasquiaro[19]—, la poesía de Edgar Artaud Jarry cultivó cierta amnesia de la realidad —como una táctica para ampliar la conciencia (Nicomedes Suárez Aráoz) o un sutil distanciamiento ante la dictadura de lo referencial: «Elijo no hablar enésimamente de lo que provoca en mí el enésimo dictador americano de partidos derechistas, injusticias, hambre, represión» («Manifiesto Pendejista-Imbécil»). Aunque, el contexto, acaso hubiera requerido de «palabras urgentes», al modo de su contemporáneo, el poeta infra Pedro Damián Bautista:

«Los ciudadanos mexicanos hieráticos ven transcurrir a los otros ciudadanos; los norteños desprecian a los del centro, los de la meseta se asquean con los del sur, los del sureste transan y menosprecian a los centroamericanos que suben para hacer puente y por pan y trabajo, en las terminales de autobuses los niños miran a niños de otros estados, las mujeres no cesan de embarazarse, los padres huyen o se pierden en los almacenes buscando a un dios que los auxilie no saben por qué […] los 35 ríos que cruzaban el Distrito Federal ahora son asfalto y canchas para panboleros y automovilistas y vendedores de Asia en Tenochtitlán, se perdieron las cadenas que hacían comunidad y se fraguó un desastre aún no bien visto totalmente» (6).

Mas, y volviendo al contexto de la recepción y aceptación, entre la crítica de México, del Infrarrealismo —las muy conocidas polémicas, por ejemplo, entre Heriberto Yépez y Christopher Domínguez Michael—, nos dice el primero de los nombrados:

«En Elevación y caída del Estridentismo (2002), Evodio Escalante escribe que la ferocidad especial en la oposición de estridentistas y Contemporáneos […] puede pensarse [que] se transmina [sic] en la actualidad. Estoy totalmente de acuerdo con Escalante. La literatura mexicana del siglo XX puede emblematizarse como una larga, heredada y cansada reyerta entre estridentistas y Contemporáneos. Creo que habrá literatura mexicana del siglo XXI únicamente si este maniqueísmo llega a su fin, no en una síntesis, sino en otro sitio más allá del campo trazado por esta oposición binaria. De no rebasar esta pelea de tuertos, la literatura mexicana permanecerá en el siglo XX. Será únicamente dualista» (2006: 143).

Bien por Yépez. Pero cuando este mismo autor, algunos años después (2016), elabora un poema como «El experimentalismo en México» donde, finalmente, plantea un nuevo antagonismo entre, esta vez: «deseo de renovar la forma» vs. «el auto-odio moralista de lo experimental», concluyendo incluso que el «rezo» o el «rezar» constituiría la fórmula inherente a la literatura mexicana, asimismo infiltrada en los versos que él mismo pergeña (Yépez 2016); ya no podemos tomar en serio al poeta y crítico tijuanense porque a este nuevo dualismo suma, sobre todo, una transformación del «pensamiento vanguardista en pensamiento nostálgico» (Rancière 14). Aunque el planteamiento inicial de Yépez sí era serio, y mucho. Constituiría nada menos —y en profundidad— el meollo de la propuesta de Edgar Artaud Jarry; es decir, la significación de toda esta poesía —tres poéticas y una sola naturaleza— en México y en el contexto actual de nuestra región. La de Artaud no se trataría de una aclimatación estética fácil ni de un mero aglutinamiento de subjetividad política más o menos ecléctica. Se trataría, justamente, de tomar conciencia de que nos construimos a nosotros mismos y entre todos. Por lo tanto, denuncias unilaterales, antagonismos a ultranza, dualismos románticos, estridentistas versus contemporáneos, ya no son más viables o no deberían serlo. Lo dice el mismo autor de Golpeándome la cabeza, aunque más que barroco, elaborado al puro estilo de un José Guadalupe Posada:

«Soy un suicida permanente. Ignoro si moriré antes de invocar la acción. Vivo el suicidio día con día. Vivo la muerte de todos. Todos ustedes, mis contemporáneos, son efímeros. Todos ustedes y yo estaremos muertos dentro de pocos años, pudriéndonos en tumbas o desaparecidos. Estoy consciente de este hecho, plenamente consciente. Veo a todos y veo cadáveres, estaremos muertos en la calle, en el metro, en el trabajo, las multitudes son algo que me impacta» (Silva 2009).

LA VIDA NO ES MÁS QUE UN ELECTRÓN EN BUSCA
DE ALGÚN LUGAR PARA DESCANSAR
Mientras tomábamos café marciano
veía en el lejano horizonte dibujada
la maravillosa Vía Láctea en que vivimos.
La vida en el futuro podría estar basada
en el consumo casi directo de electrones.
Charlaba con mi pequeña hija
a quien intentaba explicar el significado
que poseen ciertas palabras.
Mira, tu cuerpo es como un robot lego,
estás construida con trillones de piezas
diminutas que son en realidad autómatas
celulares y que ya están programadas.
Estas piezas son las células eucariotas
que se crean y trabajan para mantener
tu cuerpo como lo que es: una máquina.
Ni mi pequeña hija ni yo podíamos dar
crédito a mi increíble explicación.
Tu cerebro viene con un sistema operativo
que te permite aprender, memorizar, generar
pensamientos y sobre todo controlar la máquina
biológica para que puedas trasladarte por el mundo.
Enseguida traté de explicar por qué debe vestirse
con un traje aislante y utilizar un casco conectado
a un tanque que genera oxígeno.
La atmósfera del planeta ya no es suficiente
y tus células morirán si no respiras.
Lo que finalmente llega a las células eucariotas
son los electrones, esas partículas que tienden
a moverse desde estados altos de energía
a otros más estables.
Gracias al movimiento de los electrones
puedes controlar tu máquina para moverte.
O como lo dijo alguna vez el biólogo Albert
Szent-Györgyi, la vida no es más que un electrón
en busca de algún lugar para descansar.

La poesía de Edgar Artaud Jarry, en suma, imposta la de un sujeto sencillo, aparentemente uno de tantos, pero soberano, elegante ante la vida y ante la ubicua muerte. De esta actitud fundamental brotan la sabiduría y el humor de estos poemas; para no hablar de la carpintería de los mismos, en su aparente simplicidad, plenos de guiños cultos, lecturas de todo tipo, meditaciones extraordinarias y, sobre todo, cotidiano arte de vivir. De vivir a dúo, a trío, en cyborg, en la polifonía misma de la curiosidad por todo y el interés entrañable por todos los demás. Solidario de su lugar y de su tiempo, estos últimos se animan a entrar de verdad y complejidad en su poesía: inolvidables su mujer, sus amigos y los lugares por donde discurre el yo poético, no pocas veces también un tanto hechizado. El poeta ha cocinado en su marmita con paciencia y, en el trayecto, se ha cocinado a sí mismo con lentitud. Hasta convertir su obra en el oro que es hoy dentro de la poesía mexicana e hispanoamericana, a mi entender llena ésta de fuegos fatuos (montados —de la noche a la mañana— por la editorial de moda, subidos a empujones al vagón de la popularidad). Sin embargo, nada de esto último ocurre con esta obra porque a la poesía —contra lo que pretenden taimados— finalmente no se le puede engañar.

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  1. Aquellos recitales eran sin el empleo de máscaras por parte de poeta; pero, por lo menos desde hace una década, Edgar Artaud Jarry echa siempre mano de ellas.
  2. «[Según José Vicente Anaya] A principios de los ochenta, Mario Santiago contagia a una nueva ola que llamamos infra-mariosantiaguista: Pedro Damián, Edgar Altamirano [Edgar Artaud Jarry], Óscar Altamirano, Mario Raúl Guzmán y Eduardo Guzmán [dato que no es exacto dado que, Edgar Altamirano, lee junto con los infrarrealistas desde el año 1979. Por ejemplo, el día 11 de agosto –junto con Pedro Damián, Ramón Méndez, José Peguero, Carlos David Malfarón y Mara Larrosa –en el marco del recital «Poesía. Cabaret al mediodía» en la Sala de Proyecciones de la Casa del Lago, UNAM] (Tsunun 12-13)
  3. «Escribo como escribo porque me gusta este tipo de Poesía, porque no me gusta lo que escriben los demás, confiaba en los jóvenes y me han decepcionado, me decepcionan los poetas del pasado y del presente, no puedo entender su incapacidad manifiesta para entender la vida moderna que nos está permeando desde ahora.
    Prefiero escribir sobre la chica que se enamora de un avatar que no existe, escojo hablar sobre una avatar mujer que tampoco existe, sobre un chico que vive toda su vida en Internet, en los mundos virtuales 3D, en las redes sociales, hablando con softbots, estando conectados ad-infinitum. Prefiero hablar de la mujer que escribe sobre su bebé muerto minutos antes y colocar fotografías en la nube minutos después, entender su desesperación, su modo terrible de vivir la interacción, de la vida misma.
    Elijo no hablar enésimamente de lo que provoca en mí el enésimo dictador americano de partidos derechistas, injusticias, hambre, represión. El capitalismo no es una opción de futuro. Debemos atacarlo. Las instituciones educativas no se corresponden con el presente. Debemos atacarlas. Debemos atacar las profesiones y las Universidades como instituciones autoritarias, represivas, antidemocráticas, obsoletas.
    Vivimos en una sociedad participativa donde todos crean y el conocimiento se propaga en una nube. El aprendizaje es informal y no formal. El conocimiento es inmensamente y auto-generativo. La interacción inalámbrica con dispositivos móviles (en cualquier sitio y a cualquier hora) provoca que las computadoras avancen ineludiblemente a su obsolescencia.
    Escribo de los suicidios provocados por la infinita soledad y enfermedades provocadas por la vida. De la vida que existe en la nube y debajo de la nube. Conectados infinitamente y recursivamente. De los poemas escritos por avatares informáticos que no existen. De los poemas colectivos entre poetas aficionados, expertos e inhumanos. De la anarquía que pone todo en tela de duda.Vivimos una época donde todo está en duda. Las formas de vivir, la moral, la religión, los sistemas sociales, la familia, la educación, la filosofía, los sentidos, la vida en el Universo, la Historia escrita por los ganadores, la política, la propiedad intelectual, los gobiernos, el sistema económico mundial, los idiomas, los países, tú y yo estamos en duda, el sexo y la ropa, todo lo que existe bajo la mirada del cambio, el progreso, el verdadero futuro justo la humanidad como un solo ente participativo, no más líderes morales ni dictadores ni buenos ni malos.
    Escribo sobre el amor, la muerte, la vida, pero evito lugares comunes. La Poesía no tiene porqué ser aburrida. Desgastante. Poemas Homéricos. La vida actual es veloz, galopante, ligera, multitarea, multiprocesamiento, multiconectiva, y los poetas multimedios tenemos que poner en duda a las bellas artes, con las herramientas de que disponemos, performance, video, hiperenlaces, realidad aumentada, hiperrealismo, locura, profesionalización de la vocación, se es o no poeta es falso. Existe un grado de pertenencia. Un grado de intensidad, un grado de Poesía.
    Escribo para el futuro y soy un experimento del futuro. Puedo ser un imbécil. Puedo ser un pendejista. Abajo las profesiones universitarias. Abajo los sistemas capitalistas y no-capitalistas. Todo debe ser puesto en duda. Los poetas incluso la Poesía. Incluso nosotros mismos. Si debemos desaparecer la humanidad por injusta. Hagámoslo.-Escrito en la nube. Primer borrador del manifiesto pendejista-imbécil. Os convoco a sumarse y reescribir este documento y publicarlo.

    Edgar Artaud Jarry. La nube, 2009.

  4. De «Déjenlo todo, nuevamente», Manifiesto Infrarrealista de Roberto Bolaño (Tsunun 55).
  5. «Al parecer siempre se preocupó por ser considerado el líder del grupo y por ejecutar ‘expulsiones’ […] En buena medida, Bolaño hace un gran trabajo de lavado de imagen en su novela [Los detectives salvajes]» (Heriberto Yépez, «Historia de algunos infrarrealismos», Alforja 37, 2006)
  6. En «La rebelión poética de Papasquiaro», Evodio Escalante elabora una ácida crítica a un libro que pretende constituirse en «edición crítica» del famoso poema de Mario Santiago Papasquiaro, Consejos de 1 discípulo de Marx a 1 fanático de Heidegger. Anota Escalante, y es muy conveniente tomarlo en cuenta: «El estudio introductorio de Medina [Alberto], desafortunadamente, ignora por completo el contexto político y cultural en el que emerge la poesía de los infrarrealistas. En lugar de eso, se dedica a documentar los libros de poetas extranjeros que conocía Mario Santiago (William Carlos Williams, Pound, Auden, Olson, Frank O’Hara, Ginsberg y los poetas peruanos de Hora cero) así como a «teorizar» acerca del arte disidente apoyándose en citas del libro de Peter Bürger, Teoría de la vanguardia, que en un exceso de pedantería él cita una y otra vez en inglés, siendo que dicho título está traducido desde hace cuando menos tres décadas al español, como si nos descubriera el «hilo negro». Ninguna palabra, en cambio, acerca de las lecturas «mexicanas» de su estudiado, ni mucho menos acerca de los talleres de poesía en los que había participado el autor de Jeta de santo (Madrid, FCE, 2008). ¿Cómo ignorar que Mario Santiago y muchos más se formaron en los talleres que dirigían los ya fallecidos Juan Bañuelos y Alejandro Aura, uno en el décimo piso de la Torre de la Rectoría, el otro en la Casa del Lago? Todavía más grosera resulta la ausencia de quien, tanto por sus textos como por sus actitudes «antisistema», fue el mentor directo de Papasquiaro: el poeta Orlando Guillén, sin cuya influencia y personalidad nada se puede entender. ¿Por qué borrarlos del mapa? ¿Qué se gana con ello?» (Escalante 2017).
  7. Cabe recordar que Jorge Pimentel fue el poeta peruano de Hora Zero ante el cual más documentada y explícitamente se rindió Roberto Bolaño; particularmente éste alabó Ave Soul (1973), aunque conocía la poesía del peruano incluso desde un par de años antes.
  8. «Coincidimos plenamente en que hay que cambiar la poesía mexicana. Nuestra situación (según me pareció entender) es insostenible, entre el imperio de Octavio Paz y el imperio de Pablo Neruda. Es decir: entre la espada y la pared» [Bolaño, Los detectives salvajes, 30] (Vásquez Mejías 61)
  9. Vanguardismo estridentista se recepcionó en España como: «tendencia destructiva trasnochada, en un momento en el que Ia vanguardia española [hacia la Generación del 27] sostiene Ia necesidad de un retorno al orden» (Corella 81); y que a un autor latinoamericano, desde París, le hacía reflexionar del modo siguiente: «Hoy, como ayer, los escritores de América practican una literatura prestada, que les va trágicamente mal. La estética —si así puede llamarse esa grotesca pesadilla simiesca de los escritores de América— carece allá, hoy tal vez más que nunca, de fisonomía propia. Un verso de Neruda, de Borges, de Maples Arce, no se diferencia en nada de uno de Tzara, de Ribemont o de Reverdy. En Chocano, por lo menos, hubo el barato americanismo de los temas y nombres. En los de ahora, ni eso» (Vallejo 421).
  10. En síntesis, hay consenso en que las bases del Infrarrealismo se pueden extraer casi completamente del manifiesto que escribió Bolaño; y que sus modelos serían varios: «movimientos y grupos pre- y co-existentes al Infrarrealismo, tales como el peruano Hora Zero, el Estridentismo, el Dadaísmo y el Surrealismo, de los que se hacen simpatizantes (Surrealismo o el Dadaísmo), o de los que se ven como herederos (Hora Zero o el Estridentismo) (González 2015).
  11. «Me recuerdo caminando con él [Anaya] sobre la calle de Dolores, en el barrio chino de la Ciudad de México, por los años setenta y cuatro o setenta y cinco. Se le ligaba entonces, de cierto modo, al movimiento infrarrealista, de quienes llegó a ser de cierta forma un involuntario gurú» (Escalante 1990: 2)
  12. Según Juan Villoro: [Mario Santiago] un poeta muy interesante y que no se encuentra dentro de los cánones mexicanos, pues se encuentra más cercano a los poetas beatniks o a los nadaístas colombianos que a nuestros propios poetas [¿y Hora Zero?, ¿por qué este ninguneo?]» (Tsunun 67)
  13. Institución literaria (congresos, crítica, cursos y talleres universitarios, prensa, becas, etc.) que —aunque ya cumplió la media centuria— aún no se ha desinstalado del todo en el Perú. Por ejemplo, inmediatamente después de Hora Zero, y en desmedro de otros poetas coetáneos con obras hoy en día mucho más significativas, aplaudió al Grupo Kloaka en los 80′ y sigue gravitando en la constitución del canon literario hasta hoy mismo. En lo fundamental, aquella institución —profesores, escritores, comunicadores— aquello contracultural o disidente lo torna en cultura oficial y populista. Además, propiamente, dicha institución no es sólo nacional; sino que se extiende y articula, sobre todo en el mundo académico, en los Estados Unidos y otros países de Europa. Obvio, coexiste con ella otra —permeable o de modo directo conservadora o incluso reaccionaria— que procura establecer su propio canon; por lo regular, en el Perú esta función ha correspondido al diario El Comercio, decano de la prensa nacional. Aunque esta lectura, digamos «conservadora», tiene también sus propios contactos, cátedras, editoriales —por lo general los más rentables— en el mundo entero. Al final, cuando en el contexto les resulta ideológica o política o comercialmente conveniente, ambos tipos de lectura o grupos o instituciones coinciden. Por ejemplo, la paulatina e increíble entronización en todo el ámbito hispano de la poesía de Luis García Montero: «Con una cadencia monótona, aburrido, sin base poética y carente de cualquier hondura lírica perdurable, este diario de un burgués presuntamente de izquierdas no tiene el discreto encanto de la burguesía. Tiene poemas interminables, ombliguismo, tedio, ausencia de autocrítica y, eso sí, muestra la incapacidad poética de una persona a la que el tiempo colocará en la nada» (Colectivo Addison de Witt 2011); entendemos, García Montero, reciente premio «Ramón López Velarde» (2017) otorgado por la Universidad de Zacatecas. Asimismo, panorama del contexto de aparición del Infrarrealismo en México, con significativas afinidades a la institución literaria peruana antes descrita: «El grupo aparece como una respuesta al contexto político-cultural mexicano en el cual, desde el año 70, el gobierno del PRI gobernado por el presidente Luís Echeverría inicia una campaña para recuperar la confianza de la juventud –tras la masacre estudiantil del año 68 en Tlatelolco–, aumentando las actividades culturales en la universidad, otorgando becas, subvenciones, creando talleres y centros culturales, con los que tenía la intención de contentar a las masas estudiantiles que aún recordaban con impotencia estos sucesos de años atrás. Estos proyectos financiados por el gobierno permiten a muchos artistas y poetas gozar de un cierto estatus. Al mismo tiempo, junto con esta cultura estatal y su respectivo canon, existía además otra cultura oficial que estaba formada por escritores consagrados, que representaban un peligro aún mayor si cabe para los «infras», y que como sabemos estaba representada principalmente por Octavio Paz, pero también por otros poetas como Carlos Monsiváis. Estos escritores además de tener adeptos y seguidores a modo de escuela, también controlaban las publicaciones mediante sus revistas o sus influencias. De modo que los intelectuales que no estaban protegidos por el gobierno del PRI, lo estaban por los padres literarios Paz o Monsiváis. La cultura popular por su parte, que precedía el movimiento de los infrarrealistas y que era admirada por ellos, estaba representada por José Revueltas y especialmente Efraín Huerta, los cuales representaban la oposición a la cultura oficial y los ejemplos a seguir, tanto en lo que respecta a la creación literaria como al modo de vida» (González 2015).
  14. Luis Hernández Camarero, el cual admite que «al único que le permito hacerme llorar es a Vallejo en ‘di, mamá’». se diferencia de su generación, sobre la que Julio Ortega afirma: «La poesía, por vez primera, podía ser no sólo la emotividad sino también la forma inteligente de nuestra desidencia». («Biografía de los sesentas: La poesía en el Perú», el Iberomanía, Nº 34, 1991); porque es en el locus amoenus donde se despliega lo más luminoso de su verbo y donde parecen hallar contexto sus registros más intensos (Yerovi, op. cit., pag. 579). Es decir, no es la autoconciencia de la tradición literaria típica de esta generación tan culta, ni el coloquialismo tan homogéneamente extendido, ni el sentido crítico tan azuzado por la revolución cubana. Más allá de todo eso, e integrándolo, Luis Hernández va mucho más lejos en su convicción y en su confianza; abandonando aparentemente toda sensatez en conceptos de escándalo o por lo menos de «ingenuidad» para cualquier época, el narrador de Una impecable soledad (novela kitsch) nos dice: «Que la gente no es mueble/ Que la gente es inmortal/ Que la gente es igual// Y que la mendacidad, la envidia, la terquedad, la traición, tienen tanta fuerza como nada, y no logran rozar la piel de una persona». Esta mezcla inusual de lucidez y candor no tiene paralelo entre sus coetáneos» (Granados 2007).
  15. Poetas entrañables, asimismo, también para Mario Santiago Papasquiaro. Para comprobarlo, basta recorrer su antología madrileña (Jeta de santo) y encontrar estos poemas expresamente dedicados a cada uno de ambos poetas peruanos: «La mano de Vallejo aprieta el mechero de mis venas mis perros echados –clavicímbalos—« (p. 207) y «Conversando con Martín Adán» (pp. 243-4).
  16. Sentido del humor semejante y distinto, asimismo, del de sus compañeros infrarrealistas; y que ameritaría un estudio aparte. A grandes rasgos, y en concreto respecto a la mujer aquí, podríamos decir que el humor de Artaud gira en torno a lo conyugal o a la pareja —mal avenida o no, esto no es lo importante—; mientras que en el resto de los infras, en cuanto al mismo tema, la mujer es predominantemente la amante, la muchacha o la compañera ocasional. Existe en Artaud, en este sentido, desde el principio cierta identificación con la alteridad (la esposa, lo femenino) —semejante a la poesía de César Vallejo— la cual no es relevante en el resto de los infrarrealistas que no más reelaboran tópicos de nuestra tradición machista o misógina; sin que esto quiera decir que, de vez en cuando, no logren un efecto literario.
  17. Profesor-Investigador de tiempo completo en la Facultad de Matemáticas de la Universidad Autónoma de Guerrero en México. Ingeniero Civil, Maestro y Doctor en Ciencias (Computación) por el CINVESTAV-IPN de México.
  18. A quienes, además, expresa abiertamente sus simpatías e incluso traza un poema-homenaje:El día que Roberto se convirtió en libroAún lo recuerdo, sucio, con el cabello largo
    leyendo poemas
    en la torre de Rectoría
    parecía el hermano gemelo de Mario Santiago
    caminábamos bajo la lluvia, un grupo de jóvenes poetas
    que más bien parecíamos, una pandilla de maleantes;
    en busca de alcohol y un poco de tabaco, para
    paliar el frío en Ciudad de México
    en los años setentas, cuando la inconformidad estudiantil
    se mostraba en los mercados, con altavoces
    hablando mal del gobierno, por supuesto
    que los jóvenes siempre tuvimos la razón de nuestro lado.

    En la glorieta de Tlalpan, con José Peguero, bebiendo pisco
    en espera de la luna, para leer poemas que inventábamos
    mirando a los sonámbulos trasvestis, discutiendo
    sobre Poesía y Poetas. Todos compartimos
    aquel viejo amor por la Poesía que nos corría en las venas
    pues creímos, que todo Poeta era inmortal.

    En los muelles de Cataluña, pensando en las muertas de Juárez,
    taciturno, mirando el mar mediterráneo, respirando el pasado
    esperando a que lloviera, en espera del milagro
    trabajando para ello, así ocurrió, Roberto Bolaño, se
    convirtió en libro, en el Hospital de Vall d’Hebron
    cerca de la salida de la estación del Metro con el mismo nombre.
    en Barcelona.

 

OBRAS CITADAS

Altamirano, Edgar. ¿Qué es el constructivismo? Edgar Altamirano, 21/ 3/ 2007. Web.
Artaud Jarry, Edgar. «El día que Roberto se convirtió en libro». Miércoles febrero 11, 2009. Web
———— «Bienvenido a casa». Poesía y delirio. Edgar Artaud Jarry, 8/ 4/ 2010. Web.
Bolaño, Roberto. Los detectives salvajes. Barcelona: Anagrama, 1998.
Carella Lacasa, Miguel. «La recepción española del Estridentismo. Entre el entusiasmo vanguardista y el retorno al orden», Revistas Filológicas
UNAM, Vol. 9, Núm. 1, 1998. 81-106.
Colectivo Addison de Witt. «Luis García Montero. Un invierno propio», Colectivo Addison de Witt, 11 de septiembre, 2011. Web.
Damián Bautista, Pedro. «Veinte poemas», La zorra 4 vuelve al gallinero, México, D.F., invierno de 2009. 6
Dos Santos, Antonela y Tola, Florencia. «¿Ontologías como modelo, método o política? Debates contemporáneos en antropología». AVÁ No 29 (2016) 71-98.
Escalante, Evodio. «La rebelión poética de Papasquiaro». La Jornada, 31/12/2017. Web
———— «Tres versiones sobre José Vicente Anaya», Revista Esquina Baja, No 8, enero-marzo de 1990. 2.
González, José. «El palimpsesto infrarrealista: Tras las huellas del manifiesto
poético en la narrativa de Roberto Bolaño», Starseite, No 1, 2015. Web.
Granados, Pedro. «La hipótesis de Dios/ Edgar Artaud Jarry», Blog de Pedro Granados, 2 de enero, 2018. Web.
———— «La poesía de Luis Hernández: treinta años después». Blog de Pedro Granados, 1 de sept. 2007. Web
Rancière, Jacques. El reparto de lo sensible. Estética y política. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2014.
Santiago Papasquiaro, Mario. Jeta de santo. Antología poética 1974-1997. Madrid: FCE, 2008.
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* Pedro Granados. Lima, Perú, 1955. Ph.D (Hispanic Language and Literatures) por Boston University. Ha publicado Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (2004), Vallejo sin fronteras (2010) y Autismo comprometido: sobre poesía peruana reciente (2013). Poemarios: Sin motivo aparente (1978), Juego de manos (1984), Vía expresa (1986), El muro de las memorias (1989), El fuego que no es el sol (1993), El corazón y la escritura (1996), Lo penúltimo (1998), Desde el más allá (2002), Al filo del reglamento [www.miradamalva.com/biblioteca/biblioteca.html], Soledad impura (2009), Poesía para teatro (2010) y Poemas en hucha (2012). Narrativa reunida: Prepucio carmesí y otras novelas cortas (2012). Parte de su obra ha sido traducida al inglés, portugués y alemán. Leyó su poesía en: Festival Internacional de Poesía en Medellín, Casa de América en Madrid, Cornell University, Boston University, Universidad de Puerto Rico, Municipio de Montevideo, etc. El 2008 fue jurado de la I Bienal Internacional de Poesía Copé (Petroperú). El 2010 representó al Perú en el Cuarto Festival Int. de Letras «Jaime Sabines» (Chiapas, México). Actualmente es profesor visitante en la UNILA (Brasil).

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