Verde Cronopio

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Desierto

PODREMOS ESTAR VIVIENDO EN UN DESIERTO EN LOS PRÓXIMOS 30 AÑOS

Por John Mayshash*

Los desiertos son entornos secos y rigurosos y su población humana no es muy numerosa. Sin embargo, la flora y la fauna se han adaptado a la vida de los desiertos, al calor intenso en el día y al frio extremo en las noches.

En función de su origen, historia evolutiva y patrones climáticos, cada desierto es especial, la protección de cada uno de ellos exige cuidados y políticas, diseñadas a su medida y es importante que los países respectivos asuman la responsabilidad de recuperarlos. En cada país del mundo hay un promedio de dos desiertos por cada región y cada uno crece un promedio de 10 metros anuales.

Un 50% de la población pobre del mundo viven en tierras áridas, desérticas.  Su subsistencia depende en gran medida de los beneficios naturales del medio ambiente.  Un 90% de ellos viven en países subdesarrollados, sufren un grave atraso en relación con el resto del mundo en todos los aspectos, tecnológicamente en especial,  en los países en desarrollo la mortalidad infantil en las tierras áridas promedia alrededor de 50 pequeños por cada mil nacimientos, cifra que representa el doble del número registrado en tierras no áridas.

Desde hace cuatro décadas se ha venido abandonando casi una tercera parte de las tierras de cultivo del planeta porque la erosión las ha vuelto improductivas. Cada año veinte millones de hectáreas más de tierras agrícolas se degradan al punto de ser inútiles para el cultivo o se pierden por la expansión urbana.  En los últimos treinta años  la necesidad de incrementar la producción agrícola para alimentar la población mundial que sigue multiplicándose, ha ejercido una creciente presión sobre los recursos hídricos.

Actualmente hay 2000 millones de bocas más que alimentar en el planeta. Hasta ahora la producción de alimentos no ha sido capaz de seguir el ritmo de la explosión demográfica porque el permanente crecimiento de la población  se traduce en la necesidad de producir 80% más de alimentos en los próximos treinta años para cubrir el hambre que se sufre en África, regiones de Europa y América.

DESIERTOS CULTIVABLES   
Cultivar en el desierto puede parecer poco aplicable, por no decir imposible, pero no lo es. Más de la mitad de las tierras cultivables del planeta son áridas o viven bajo la amenaza de la sequía y en los próximos años podría ser peor, el cambio climático produce la reducción de las precipitaciones y el aumento de las temperaturas, países como Somalia, Etiopía, Níger, Egipto, Israel Perú y Chile, demuestran que la innovación y el uso de técnicas sencillas hacen posible el cultivo de diversas especies,  las ventajas ecológicas y sociales para aprovechar zonas desérticas. Más aún, su uso agrícola es diverso.

La agricultura en el desierto proporciona alimentos a millones de habitantes y la recuperación de espacios naturales que están desapareciendo o en peligro de extinción. Los suelos se vuelven más fértiles y se reduce la erosión, un problema  que ha aumentado en los últimos años al exterminar variadas especies vegetales y animales.

Al cultivar en desiertos se mitigan los problemas del calentamiento global. Los habitantes de estas zonas logran un recurso alimenticio y económico que mejora sus condiciones de vida y evita el éxodo rural a las grandes ciudades.

Masanobu Fukuoka, uno de los pioneros de la agricultura sostenible, emprendió hace unas décadas un sistema de cultivo que ha recuperado regiones áridas de Somalia y Etiopía. Según este experto, el desierto puede ofrecer los recursos necesarios si se siguen unos métodos naturales sencillos y económicos. Fukuoka asegura que si los países ricos quisieran ayudar a los subdesarrollados, no les deberían enviar alimentos sino semillas y recursos técnicos para que sus habitantes puedan cultivar sus propios alimentos.

CULTIVAR EN EL DESIERTO PARA UN DESARROLLO LOCAL
El cultivar en los desiertos puede solucionar los problemas de alimentación de grandes poblaciones, proporciona los recursos necesarios si se siguen unos métodos naturales y puede llegar a ser una solución económica para muchos al generar ingresos a los trabajadores que asuman el reto y lo hagan. La colaboración entre gobiernos, las instituciones internacionales de ayuda, la población que vive en cercanías al desierto, supone una esperanza para millones de personas en el mundo.

El Estado de Israel, con un 60% de sus tierras de cultivo en zonas desérticas ha demostrado que la aplicación de diversas técnicas, supone resultados sorprendentes. Los recursos hídricos se obtienen de varias formas, gracias a un sistema de canalización desde el mar de Galilea o del reciclaje de aguas grises de las aldeas. La tarea de los grupos habitantes de las cercanías de los desiertos de reciclar el agua de uso doméstico, las aguas que se depositan en canales y la mano de obra comunitaria, han hecho que se logre la recuperación de extensiones considerables de desiertos en la región.

La tecnología aplicada, nada extraña para un agricultor común, que se basa en el cuidado, constancia y juicio, la selección de especies cultivables y la permanencia de los trabajadores que han asumido el reto, son las causales de un éxito rotundo y de resultados que ya muchos países empiezan a aplicar en Sur América, África y los Estados Unidos.

El profesor Michael Evenari, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en un área de mínima precipitación en el Neguev en el Sur de Israel, ha experimentado con excelentes resultados estas técnicas que ahora exporta a países del cono sur de América.  Copiando métodos usados por los Nabateos casi 2.000 años atrás, Evenari ha tenido éxito en cultivar miles de árboles de nueces, frutales y arbustos forrajeros en un área que a veces no recibe lluvia durante todo el año.

El método empleado incluye la construcción de pequeñas represas de tierra de captación de la lluvia que él llama «limanes», cada una de las cuales sirve sólo a un único árbol. Su sistema ha sido tan exitoso que está siendo adoptado en una larga escala mucho más larga, bajo los auspicios de una organización benefactora alemana en Afganistán. El Doctor. Evenari también introduce ganado, en su caso la muy resistente oveja awassi, que es capaz de sobrevivir bajo condiciones de tierras áridas.

Trabajo reciente emprendido en varias regiones ha mostrado que, en ciertas circunstancias, es posible emplear aguas saladas para regar, incluso con una dilución total de sólidos tan alta como la del agua marina. Actualmente, el empleo de agua altamente salobre para irrigación se limita a suelos arenosos, donde hay buen drenaje. La investigación ha sido realizada en el Instituto de Investigación de Neguev para Zonas Áridas. Por eso, en Israel hay una alta provisión de agua salada subterránea. Los investigadores están explorando dos soluciones al problema como el desarrollo de procesos de desalinización y técnicas agrícolas económicas que permiten el uso de de agua salobre no tratada para la irrigación.

Muchas investigaciones también se han llevado a cabo en Israel en el tema de reciclar aguas industriales y municipales. El uso de agua salobre para la irrigación debe incluir métodos que impidan la acumulación de salinidad en el suelo, y también encontrar o criar plantas resistentes a la sal.

Un nuevo sistema de regadío llamado «irrigación de pulso» experimentado por el Doctor Benjamin Zur, de Technion, Instituto Israelí de Tecnología, puede proporcionar los resultados más eficientes con un bajo gasto de agua. Se recurre al árbol más ampliamente usado para las primeras etapas de proyectos de recuperación de desiertos que es la acacia, muchas especies de la cual son altamente resistentes a la sequía.

En un proyecto patrocinado por Oxfam diseñado para detener el avance del desierto del Sahara en el área del Níger de la zona del Sahel, grandes cantidades de semillas de acacia fueron sembradas, algunas encapsuladas en el estiércol de cabras que se habían alimentado con arbustos de acacia.

El profesor Evenari  también ha cultivado con muy buenos resultados manzanos, perales, albaricoques, viñas y frambuesas.

Por otro lado,  Wendy Campbell-Purdie, en su proceso de recuperación de desiertos en Bou Saada en Algeria, tuvo éxito en generar árboles cítricos, higos, granadas y acacias de miel. En China, muchos huertos frutales han sido plantados en áreas desérticas, siguiendo a las plantaciones pioneras de arbustos resistentes a la sequía, tales como la salvia arenera y el sauce arenero, y de cordones verdes de árboles que, en zonas más templadas, incluyen álamos, abedules, olmos y cipreses. En el desierto de Gobi, grandes plantaciones de dátiles Chinos han sido establecidas. Las palmeras de dátiles son, por supuesto, una característica de muchos oasis en el Sahara y en el Medio Oriente.  En Túnez, existen oasis donde, aseguran los expertos, los dátiles han sido cultivados continuamente desde los tiempos del Imperio Romano.

Los trabajos científicos para extraer el máximo provecho de las zonas áridas son necesarios. Toda ayuda recibida por los gobiernos es precisa ya que de ello dependeremos en un futuro cercano.

Pasando a Sudamérica, en la Universidad de Chile, en la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales, se estudian diversas especies vegetales como la jojoba, la higuera, el granado y la alcaparra, para su explotación económica en tierras desérticas chilenas. La Universidad de Chile también señala que el cultivo en áreas desérticas necesita un cambio de enfoque. En su opinión, la investigación mundial en estudios de resistencia o tolerancia a la tierra árida se ha centrado en la producción alimentaria convencional  en los cereales y algunas leguminosas.

Sin embargo, estas especies no son las más aptas para las zonas desérticas. Por ello, destacan, lo lógico es trabajar en especies con características naturales de resistencia a este tipo de condiciones y que no compitan con suelos destinados a otras especies.

Cabe destacar que en el sur del continente americano, desde el Perú hasta Argentina, los desiertos se extienden con gran prontitud. Los recursos de los pueblos en cuanto a tecnología es precaria y la financiación económica difícilmente sustentable por los gobiernos. Sin embargo, grupos de científicos de Israel, trabajan mancomunadamente con población voluntaria y ayuda gubernamental para recuperar gran parte de los desiertos. Lo están haciendo con excelentes resultados.

Es hora de pensar seriamente en cómo obtener alimento para una población creciente, en cómo hacer para que los suelos sean nuevamente fértiles y cómo lograr que nuestro planeta recupere la fertilidad.

ES HORA DE PONERLE FRENO A LA DEFORESTACIÓN, LA TALA DE BOSQUES, AL INCREMENTO DE LA DESTRUCCIÓN DE LAS SELVAS LOS RIOS Y LOS BOSQUES.

ACTUEMOS,  LA OBRA DE RECUPERACIÓN DEL PLANETA NO  CORRESPONDE A UNOS POCOS,  ES TARÉA DE TODOS Y PARA BENEFICIO DE TODOS.

Planteamiento final: Los indígenas de todas las regiones del planeta son verdaderamente sabios. Son los legítimos herederos de la tierra, los protectores de la mal llamada civilización, porque está demostrado que “nuestra civilización requiere ser civilizada”.

Finalmente, cabe preguntarse: ¿será cierto entonces que el hombre es el principal depredador y destructor de la naturaleza?

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*John Mayshash es fotógrafo y periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Realizó estudios de Periodismo Cultural en España. Estudió artes visuales y fotodiseño en Francia. Ha colaborado como periodista integral en revistas internacionales como National Geographic, Geomundo, Vida Silvestre, Fotomercadeo, Viajes y Aventura. Es colaborador del periódico El Colombiano de Medellín. Dentro del periodismo cultural, se especializó en temas como la ecología y conservación ambiental. Es miembro colaborador voluntario de Proaves y conferencista universitario.

2 COMENTARIOS

  1. La pregunta sobra: SOMOS DEPREDADORES (AS), y no solamente se ve en el daño que se hace a la flora y la fauna, a las tierras y al aire y las consecuencias que todo ello tiene sobre la vida humana. Además esta la depredación por el poder, dinero y posición, en esa lucha se desplazan personas a sitios que le son aversivas para vivir (campesinos en grandes urbes), se asesina y se masacran poblaciones que compitan honestamente por capacidades y liderazgos y que obstaculicen el logro de alguna meta.

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