Vidas de Artistos

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Lafcadio

LAFCADIO

Por Gustavo Arango*

Su padre, Charles Bush Hearn, era un oficial y cirujano irlandés adscrito al ejército británico. Su madre, Rosa Antonia Cassimati, era una mujer iletrada, nativa de la isla griega de Cerigo.  Lafcadio, el nombre con que se le conoció casi toda la vida, estaba inspirado en Levkás, la isla griega donde nació el 27 de junio de 1850.

Su hermano mayor, George, murió dos meses después del nacimiento de Lafcadio. Cuando Lafcadio tenía dos años, su padre fue reasignado a las Indias Occidentales y, temeroso de que su unión ilegítima afectara su carrera militar, decidió enviar a la madre y al niño a vivir con su familia en Dublín. Pero el recibimiento estuvo lleno de hostilidad. La familia del oficial rechazó a la madre de Lafcadio por su origen, su religión y su nivel educativo. Durante un breve regreso de Charles a Dublín, quedó claro que las diferencias de la pareja eran irreconciliables y Rosa Antonia regresó a su natal Cerigo. Lafcadio quedó en Irlanda, al cuidado de Sarah Brenan, una tía abuela viuda. Nunca volvería a ver a su madre.

Las desventuras de Rosa Antonia no terminaron. En Cerigo dio a luz a James, el tercer hijo de la pareja, pero se vio obligada a renunciar a él, para rehacer su vida. Poco después se casó con un griego de ancestros italianos, con quien tuvo cuatro hijos. Pasó los últimos años en un manicomio, donde murió en 1882.

Cuando Lafcadio tenía siete años, su padre se casó con la novia de su juventud y se desentendió por completo de los hijos que tuvo con Rosa Antonia.  Lafcadio nunca volvería a verlo. Con su nueva familia, Charles Hearn se trasladó a la India, donde su esposa murió en 1861. El oficial irlandés murió en Egipto, de malaria, en 1866.

Durante su desolada infancia, el único consuelo de Lafcadio era la biblioteca de su tía abuela. Su tema favorito era la mitología griega. Preocupada por la fragilidad de su fe, Sarah Brenan lo envió a estudiar a una escuela católica en Francia. Allí Lafcadio aprendería la lengua que años después le permitió traducir los cuentos de Guy de Maupassant y la novela de Flaubert, La tentación de San Antonio. Sus estudios superiores los hizo en Saint Cuthberth College, en Inglaterra. Allí Lafcadio sufrió un accidente que lo llevó a perder el ojo izquierdo. El resto de su vida se sentiría avergonzado por esa herida. Solía cubrirse cuando hablaba con la gente y, en las fotografías, sólo ofrecía a la cámara el lado izquierdo de la cara. Por los días del accidente, Lafcadio recibió la noticia de que su tía abuela estaba en la ruina y que ya no podría pagar por sus estudios. Terminó viviendo en Londres, en casa de una antigua criada de su tía abuela y, a falta de otra ocupación, pasaba el tiempo en la biblioteca del Museo Británico.

Decidido a romper para siempre con la obligación, el segundo esposo de Sarah Brenan le entregó a Lafcadio un tiquete, sin regreso, a Nueva York. De allí siguió a Cincinnati. Tenía diecinueve años cuando se encontró perdido y sin dinero en un país extraño. Durmió en establos y en bodegas, donde pagaba con trabajos menores para poder quedarse en las noches. Pasaba casi todos los días entre los 50 mil volúmenes de la Biblioteca Pública de Cincinnati.

A los 22 empezó a colaborar con el Cincinnati Daily Enquirer, donde llegaría a ser famoso por sus crónicas sobre crímenes y sobre los personajes de los bajos fondos de la ciudad. Suyos son los únicos testimonios conocidos sobre la vida en los barrios negros de Cincinnati durante la Guerra Civil. A los 24, el éxito de Lafcadio como reportero llevó a las directivas del periódico a triplicarle el sueldo. El 24 de junio de 1874, violando las leyes raciales del estado de Cleveland, Lafcadio se casó con Alethea Foley, una negra que había nacido esclava. Esta unión fue la excusa para que el Daily Enquirer le cancelara el contrato; pero la razón verdadera era el contenido de algunas de sus crónicas, que incomodaba a las directivas del periódico. Lafcadio encontró trabajo en The Cininnati Commercial y, al ver el aumento en la circulación de su rival, la gente del Daily Enquirer trató de volver a contratarlo. Pero Lafcadio se negó a regresar. Lafcadio y Alethea se divorciaron después de tres años de casados.

Lafcadio decidió buscar una nueva vida en Nueva Orleans. Al principio escribió crónicas para The Commercial, de Cincinnati, pero pronto encontró trabajo en periódicos locales. Al lado de las crónicas sobre temas locales, empezó a escribir reseñas de libros y a popularizar temas como el Budismo o el Islam. En Nueva Orleans vivió diez años. Muchos dicen que la fama que hoy tiene esa ciudad, por su comida, su exotismo y su música, se deriva en buena parte de las crónicas que Lafcadio publicó en Harper’s Weekly y Scribner’s Magazine.

En 1887, Lafcadio fue enviado a las Indias Occidentales, como corresponsal del semanario Harper’s.  Allí vivió dos años y escribió numerosos artículos y dos libros: Dos años en las Indias Occidentales Francesas y Youma, la historia de una insurrección de esclavos.

Lafcadio tenía cuarenta años cuando llegó al Japón. Iba comisionado como corresponsal de Harpers’, pero muy pronto rompió sus lazos con la revista. Como no tenía un lugar al que pudiera llamar hogar, decidió quedarse en esa isla donde transcurrirían los últimos catorce años de su vida. Lafcadio encontró trabajo como profesor en la Escuela Normal del pueblo costero de Matsue. Allí conoció a Koizumi Setsu, descendiente de una noble estirpe de samuráis, con quien se casaría un año más tarde y tendría cuatro hijos.

Lafcadio se hizo súbdito japonés en 1896 y asumió el nombre Koizumi Yakumo. Ese mismo año empezó a enseñar literatura inglesa en la Universidad Imperial de Tokio. Durante sus años en Japón, uno de sus más apasionados intereses fue el ju-jutsu, el arte marcial cuyo principio central consiste en vencer al enemigo utilizando la fuerza de su ataque. Con su estilo intrigante, Koizumi Yakumo ayudó a que Occidente conociera la rica tradición y las leyendas del Japón. Murió de un infarto, el 26 de septiembre de 1904. Fue un maestro del horror.

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*Gustavo Arango es profesor de español y literatura latinoamericana de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), en Oneonta y fue editor del suplemento literario del diario El Universal de Cartagena. Ganó el Premio B Bicentenario de Novela 2010, en México, con El origen del mundo (México 2010, Colombia, 2011) y el Premio Internacional Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002), por La risa del muerto, a la mejor novela en español escrita en los Estados Unidos. Recibió en Colombia el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, y fue el autor homenajeado por la New York Hispanic/Latino Book Fair, en el marco del Mes de la Herencia Hispana, en octubre de 2013. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela 2007 (por El origen del mundo) y 2014 (por Morir en Sri Lanka).

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