“NO DOY MÁS”
Por Gustavo Arango*
El escritor y pintor Álvaro Yañes Bianchi nació en Santiago de Chile el 13 de noviembre de 1893 y murió, en la misma ciudad, el 8 de abril de 1964. Entre 1910 y 1954 viajó constantemente entre Chile y Francia, y en varias ocasiones fijó su residencia en París, donde tuvo contacto con artistas e intelectuales entre los que se destacan Pablo Picasso, Vicente Huidobro, César Vallejo, Paul Eluard y Joan Miró.
Al regresar a Chile, en 1924, después de su primera residencia prolongada en París, Yañes Bianchi empezó a publicar sus escritos de arte, en el diario “La Nación”, con el seudónimo de Jean Emar (juego de palabras del francés coloquial: “j´en ai mare”, que significa: “Ya no más”, “Estoy harto” o “No doy más»), y sus ideas renovadoras inspiraron a los movimientos vanguardistas chilenos en literatura y artes plásticas. Publicó sus notas sobre arte hasta 1927, cuando el periódico fue cerrado por la dictadura. Fue él quien dio a conocer los primeros fragmentos de Altazor, el poema emblemático de su amigo Vicente Huidobro. Más tarde, al dar a conocer su obra literaria, Yañes Bianchi cambió su seudónimo por el de Juan Emar.
Sus obras literarias aparecieron en un lapso breve de tres años. En 1935 publicó las novelas Ayer, Un año y Miltín 1934, y en 1937, el libro de cuentos Diez (cuatro animales, tres mujeres, dos lugares y un vicio). Pero fueron ignoradas por una crítica incapaz de comprender su fuerza renovadora. En su novela Miltín, Emar escribió: “Los señores críticos sufren acaso de este mal: ‘el miedo a equivocarse’. Entonces se escriben un articulito con puertecitas de escape por todos lados”. Decepcionado por la mediocre acogida, Emar renunció a seguir publicando y dedicó los últimos treinta años de su vida a la construcción de una obra de más de cinco mil páginas, Umbral, que sólo quiso dar a conocer de manera póstuma.
Dos factores influyeron en el poco reconocimiento que durante mucho tiempo se le dio a la obra de Juan Emar: sus ataques contra los críticos que, en los años treinta, determinaban el canon de la literatura chilena, y el carácter inclasificable de sus obras. En uno de sus textos críticos publicados en el diario La Nación, Emar denunciaba la rigidez, los prejuicios, como un obstáculo para apreciar y entender lo nuevo en el arte: “Nada hay más dulce como dormir sobre una creencia inamovible”.
La obra de Juan Emar empezó a recibir atención de manera póstuma. Diez años después de su muerte, se reeditó su libro de cuentos, con un prólogo de Pablo Neruda: “A mi compañero Juan Emar se le dará lo que aquí no se mezquina: lo póstumo”. Así se inició un lento rescate. A mediados de los años noventa fueron reeditadas sus novelas publicadas sesenta años atrás. Umbral, su obra póstuma, fue publicada por primera vez en 1996, por la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile, en una edición de 5 tomos (cuatro “pilares” y un “dintel”). Con esas publicaciones, nuevas generaciones de lectores han empezado a valorar esa obra que se adelantó en muchos sentidos a su tiempo: su ciudad imaginaria, San Agustín de Tango, antecede a la Comala de Rulfo y el Macondo de Gabriel García Márquez; la dimensión metafísica de sus textos y el concepto de figura anticipan la obra de Cortázar.
En 1994, Hernán Castellano Girón hizo una afirmación que muy pocos habrían defendido años atrás y que muy pocos se atreven todavía a compartir: “La prosa de Emar significa un enorme salto adelante no sólo en su época, sino aun en la actualidad. Ninguna obra en prosa se ha escrito en Chile que se acerque al nivel, la autenticidad y la inteligencia de la suya”.
Con todo y el rescate de su obra, Juan Emar sigue siendo un autor desconocido. A casi veinte años de la publicación de Umbral, una de las obras más ambiciosas de la literatura hispanoamericana, la mayoría de los críticos sigue ignorando o sin saber qué hacer con la obra de Emar. En Chile, como en Colombia, los que orientan la opinión prefieren transcribir los boletines que les llegan de las editoriales comerciales.
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** Gustavo Arango es profesor de español y literatura latinoamericana de la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), en Oneonta y fue editor del suplemento literario del diario El Universal de Cartagena.
Ganó el Premio B Bicentenario de Novela 2010, en México, con El origen del mundo (México 2010, Colombia, 2011) y el Premio Internacional Marcio Veloz Maggiolo (Nueva York, 2002), por La risa del muerto, a la mejor novela en español escrita en los Estados Unidos. Recibió en Colombia el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en 1982, y fue el autor homenajeado por la New York Hispanic/Latino Book Fair, en el marco del Mes de la Herencia Hispana, en octubre de 2013. Ha sido finalista del Premio Herralde de Novela 2007 (por El origen del mundo) y 2014 (por Morir en Sri Lanka).
En 2015 publicó su novela histórica Santa María del diablo, que relata la fundación y posterior decadencia de Santa María la Antigua del Darién. Con ella ganó el International Latino Book Award 2015 en la categoría de Mejor Novela Histórica en Español.