XANTOFOBIA
Por Dinorah Cortés-Vélez*
el amarillo reverbera en tu cerebro con una vibración que te ciega. su vitalidad insoportable lo llena todo, desparramando el presentimiento de un nuevo amanecer de pesadilla. te encuentras atrapada entre el verde y el naranja en ese espectro que visibiliza tu pavor elemental, convirtiéndolo en una violenta amalgama de optimismo que te sacude hasta la náusea. te permites posar los pies en el piso de tu habitación con el tiento fatigoso de quien conoce que avanza hacia una nada coloreada de amarillo.
allí de frente a tu semblante de insomnios se yergue orgullosa, casi diríase que pendencieramente la ventana. a pesar de la cobertura negra que la recubre con el hermetismo sombrío de una aflicción no dicha, todavía logras vislumbrar la onerosa franja alargada de luz dorada que se mete como una hoja de cuchillo por entre el borde de la tela y el quicio. un hastío viejo con sabor a óxido te sobrecoge. quisieras poder borrar de un manotazo esa lista luminosa que ofende tu más íntimo sentido de reposo. esa refulgencia amarga y biliosa del color que te aterroriza y cuyo nombre no logras siquiera formular sin que se te vaya el alma a los pies, esa melancolía de moribundo tísico que se te aloja en las entretelas hasta que toda tú resuellas con un estertor… ¿cómo superar esa fiebre mañanera untada de azafranados esmeriles, pura visión de horror? te baña la incerteza de un descenso cenagoso, en zigzag, hacia una muerte por asfixia en amarillo. ¿qué existe más allá de la guardarraya del miedo? si bien has tratado con toda diligencia de extirpar ese tumor supurante de tu campo de visión, el mundo no se anda con tales delicadezas y siempre queda el sol, ¿qué hacer con ese faro ingente que se empecina en aplicarte el esmalte triste de su fea luz oro limón? cuando finalmente logras llegar al baño, te agobia la palidez de los enfermos de ictericia que te pinta un rostro desencajado por el cansancio. te sientes recortada de la fuente de la vida, como uno de esos girasoles vesánicos en los óleos de Van Gogh… pero, en un súbito golpe de fatiga iluminada, decides apostar a la sensibilidad sinestésica que de niña te llevaba a auscultar el olor de los colores y a tocar las texturas del sonido sin el mínimo esfuerzo; esos juegos de tu imaginación inquieta eran un impulso tan natural como respirar. ahora, vas jugando a infundirle otros sentidos y sensaciones a tu campo de visión obsedido por una fatalidad de cadmio. vas deshilachando el sonido de los colores con una furia musical que inunda tus dedos que danzan frente al espejo del botiquín, diez husos de rueca determinados a escapar el pinchazo y un sueño de un siglo. con una cordura límpida y tensa como cuerdas de violín, te vas abriendo paso por entre la espesa vegetación del miedo, una maleza a la vez, sin príncipe ni ósculo pero con algo infinitamente más bueno, el hilo deliberadamente largo de una respiración que te irá devolviendo a tu cuerpo una inhalación a la vez.
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*Dinorah Cortés Vélez (1971) es de Isabela, Puerto Rico. Obtuvo su Ph.D. en literatura colonial latinoamericana en la Universidad de Wisconsin-Madison. Es Catedrática Asociada en Marquette University, Milwaukee, WI, U.S.A. Ha publicado tres libros de ficción con Isla Negra Editores (San Juan, Puerto Rico): El arca de la memoria: una biomitografía (2011), Cuarentena y otras pejigueras menstruales (2013) y Fugas de duermevela. Prosas heridas (2018). También tiene publicado un poemario, Poemas de la soledad en Wisconsin (San Sebastián, Puerto Rico, Indómita Editores, 2015). Ha publicado diversos artículos de prensa cultural (Claridad, El Post Antillano y Revista Cronopio). Es la creadora y organizadora de la conferencia bienal de estudios caribeños, Calibanías y caribeñidades, que se celebra en Marquette University. Tiene terminado el manuscrito de su primer libro académico sobre Sor Juana Inés de la Cruz. Actualmente trabaja en una obra de teatro y en dos poemarios.