Literatura Cronopio

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Matria

POR UNA MATRIA

Por Dinorah Cortés Vélez*

«El brío del texto…sería su voluntad de goce…»
(Roland Barthes, El placer del texto)

«La novelabingo», la única novela que Manuel Ramos Otero (1948-1990) escribió, fue originalmente publicada en 1976, y olvidada por 35 años, hasta el año 2011 en que el Instituto de Cultura Puertorriqueña la reedita [1]. En este texto lúdico, Ramos Otero forja un bingomito matriarcal que le permite hacer no patria sino matria y nada menos que «con las plumas», frase ingeniosa del propio Ramos Otero en la siguiente conversación con Ronald Méndez–Clark:

«Manuel R. O. —Organizar actividades culturales
me quita todo el tiempo.
Ronald M.-C. —Pero así estás haciendo patria.
Manuel R. O. —La patria soy yo.
Arnaldo C.-M. —También se hace patria con la
pluma.
Manuel R. O. —Con las plumas».[2]

Desde su posicionamiento como homosexual, Ramos Otero asume su quehacer cultural de modo que deslegitima la idea patriarcal de que el llamado «proyecto de la nación» importa, por necesidad, las marcas «sexuadas» de la heteronormatividad. A la hora de escribir, el escritor manatieño adopta, en cambio, una política sexual del texto que se traduce en una «homotextualidad» o textualización de su homosexualidad. Dicha homotextualidad, en la novelabingo, se encuentra potenciada por un sema de lo matriarcal palmariamente representado por el personaje de Monserrate, descrita como «Mamá del Bingo» (30), «Inmóvil Mamut de la Bingofilosofía de los Afortunados» (30), «Rocamadre tejiendo laberintos con agujas vudú, desenrollando la babosa madeja acrílica de su ombligo» (35).

Más allá de la caracterización de esta formidable matriarca como antagonista, en su doble papel de perseguidora de los personajes y de pretendida falseadora del texto mismo de la novelabingo, encontramos en el personaje de Monserrate la representación de un arquetipo de lo maternal que, en su mágica autoridad, a un tiempo seduce y aterra, pero que, en todo caso, potencia una textualización de lo queer. Según Juan Gelpí, por medio de la persecución que sufren los personajes por «otras figuras poderosas», Ramos Otero «ficcionaliza, de manera irreverente, algunas de las tesis sobre la nostalgia del patriarcado y el agresivo patrón cultural matriarcal de la modernización que planteó René Marqués en «El puertorriqueño dócil» (15).[3] Este aspecto sombrío de lo materno se encuentra en la novelabingo, como se ve en la descripción del vestido de Monse en el capítulo correspondiente al bolo número 11, titulado «las patitas de monse»: «Monserrate la más temible de la Iubidís se puso el traje de crepé rosafacista que le quedaba tan mono…» (29). Entre el «rosafacismo» del vestido que hace pensar en la ideología totalitaria del fascismo y el epíteto de «la más temible de las Iubidís» («Unión de Bingueras Desafortunadas» por sus siglas en inglés), estamos ante una presencia que inspira más que respeto, miedo.
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Como Bingomariscal de las Iubidís (29), «Monserrate la divina» menea la «Bolsa Floreada» (29), «candungocartera» (29) o «Mamutcandungo» (58), donde bailan los bolos, que resultan ser los personajes de la novela, como se descubre en el capítulo final, o sea, el capítulo correspondiente al bolo 1, «el único remedio para la muerte». En este capítulo, confiesan los personajes a una voz: «nosotros los personajes de la novelabingo somos los bolos fatales del Mamutcandungo» (143). Por si fuera poco el estar a merced de la mano de Monse, la cantadora de los bolos, los personajes se encuentran atrapados por un personaje llamado Madán Chinga (62), como se ve en el capítulo 66, titulado «las comadres». Comentan los personajes: «¡En las bolas de Madán Chinga está retratado nuestro futuro nuestro presente y nuestro pasado!» (59) y, más adelante: «[L]os desafortunados personajes de la novelabingo estábamos atrapados en las bolas mantecosas de Madán Chinga: tratamos de escalar por sus paredes resbalosas pero resbalábamos hasta el piso ¡el piso! En las bolas de Madán Chinga todo puede ser el piso» (60).

Las bolas de Madán Chinga son reflejo acristalado de los bolos en el Mamutcandungo, los propios personajes, atrapados por lo azaroso de la suerte. Al final del capítulo 66 descubrimos que:

[La] creación del mito de la Isla de las Comadres desvía a los
personajes de la novelabingo por confusiones de la historia y no les
permite descubrir lo que luego se supo haber sido nada menos que
otro atentado más de Monserrate la Bingocomadre monumental
que marcó la candungada de los desafortunados con una de sus 66
personas misteriosas… (63)

Estas «66 personas misteriosas» no son otras que «las comadres» a las que se dedica el capítulo 66 y entre las cuales se cuenta a la agorera Madán Chinga. De modo que «Monserrate la Bingocomadre monumental» se confabula con las comadres para mantener atrapados a los personajes dentro del Mamutcandungo.

En su empeño por «desviar el curso de la novelabingo» (80), Monserrate fragua «la publicación de la falsanovelabingo que a los ojos extraviados de los aventurados lectores sería la verdadera…» (84). Los lectores de la novelabingo no son otros que «los jugadores aventureros de la novelabingo». En el capítulo 66, «azarosamente sacan uno por uno los capítulos» que «se van leyendo en voz alta hasta que se ha leído el último…» (58). Los lectores estamos, pues, tan atrapados como los personajes en la matriz textual de la novelabingo, siendo ésta una reflexión sobre la impotencia humana frente al impredecible azar.

Estamos ante un texto que parodia, como lo admite el propio Ramos Otero, «la literatura de juego o el juego de la literatura»[4] y que invoca juguetonamente a Julio Cortázar: «(¡corta Azar con tu cuchillo infame!)» (137), en referencia a ese tour de force que es Rayuela. Si Cortázar juega peregrina, como le llamamos al juego de la rayuela en Puerto Rico, Ramos Otero juega bingo. El texto mismo de la novelabingo resulta tan circular como el azar, fortuna o suerte contra la cual despotrica, pero que a la misma vez exalta como ámbito de las realizaciones humanas. Podría decirse, de hecho, que la novelabingo emerge del Mamutcandungo, la matriz textual que bien pudiera simbolizar la matriz de Monse en su aspecto intemporal de arquetipo de lo materno.

La representación de lo matriarcal en la novelabingo no se limita a parodiar el «agresivo patrón cultural» marquesiano del que habla Gelpí. En la novelabingo lo matriarcal representa un ambivalente signo ramosoteriano que nos devuelve al arquetipo de lo materno, con todo lo que dicha autoridad mágica de lo femenino importa en términos de fuerzas tanto destructivas como creativas. Dicha creatividad nos traslada como lectores a un mundo simbiótico donde imperan las pulsiones de lo corporal, la sensualidad, el placer y la generatividad en su más desnuda fertilidad. «Monserrate Rocamadre» es piedra angular de la novelabingo, fuerza generadora del texto que va «tejiendo laberintos con agujas vudú, desenrollando la babosa madeja acrílica de su ombligo» (35). Monserrate remite a la madre mágica o bruja, de cuyo ombligo brota el hilo placentero, en su doble acepción de transido de placenta y de productor de placer, textual en este caso.

Adentrarse a la matriz textual de la novelabingo implica adentrarse a la «matriz de Monse», como arquetipo dual de la madre castrante y sustentadora de creatividad. En su papel de Bingomariscal y cantadora de bingo, Monserrate esgrime el «falófono» (81), una parodia de la idea de «usurpación del poder patriarcal» (como lo pondría René Marqués). Pero como sustentadora de creatividad, del cuerpo de Monserrate, de su ombligo específicamente, exuda la posibilidad de un disfrute semiótico —en la acepción que le da al término Julia Kristeva— del texto que desde su embadurnamiento placentero nos invita a la jouissance de su propia iconoclastia. «El placer del texto» (para apropiarme el título de Roland Barthes) en la novelabingo consiste en el disfrute que producen las muchas subversiones de la normatividad dominante que efectúa.

Se trata de un texto que trasgrede toda noción de decoro lingüístico al concebirse como una cantilena con oraciones interminables, cuyas estructuras sintácticas desbaratan la idea de inteligibilidad o de una lógica referencial. Se trasgreden las normas gramaticales al no observarse en la mayoría de los casos las mayúsculas y se acuñan numerosos neologismos, a menudo juntando palabras ya existentes. Estas dos movidas se ven en el título mismo, la novelabingo. Muchas veces, se recurre a un recurso poético como el de la aliteración, que combinado con el frenesí de la enumeración y la acumulación, produce la impresión de una insuficiencia verbal. La novelabingo incita así a un disfrute sensorial del texto (pulsiones, ritmos, cadencias, etc.). Los capítulos se organizan, asimismo, según el orden azaroso del juego de bingo. Cada capítulo va enumerado según un bolo de bingo y titulado según el nombre del bolo en cuestión. Como ya se dijo, la novela concluye con el capítulo correspondiente al bolo 1, «el único remedio para la muerte»; de manera que el final constituye realmente una apertura en un texto tan circular como el azar y que puede asediarse comenzando con cualquiera de los capítulos. Esta idea se acentúa por el hecho de que en la primera edición, de 1976, las páginas no iban enumeradas.
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Al comienzo del capítulo 11, «las patitas de monse», pueden apreciarse las iteraciones ramosoterianas y los juegos lingüísticos mencionados:

Monserrate la más temible de las Iubidís se puso el traje de
crepé rosafacista que le quedaba tan mono y se calzó las
alpargatas verdebinguera con brochecitos de ramilletes de maíz
(paquelapiquen los pollos) y el retratito en colores de Santa
Pitusa de los Pederastas puesto al revés (paquelapiquen los
pollos) y pensó que aquellas alpargatas estaban como nuevas y
que combinaban tan bien como la Bolsa Floreada de flores de
fragancia frágil y funesta ferocidad de filipéndula fabulosa de
filamentos filarmónicos en fibras fastuosas de filelí con
flamígeras fitolacáceas de formidable fosforescencia febril y fortuita
donde cargaba con sus fosilizados fetos fragmentados y
frijoles frescos de frialdad freudiana fregándose en el frigorífico
del fufú fungiforme. (29)

Edificada «bolo a bolo» (144), la novelabingo pide ser leída en voz alta, acaso cantada como el juego del bingo. La cantilena ramosoteriana socava el orden simbólico de las palabras para devolvernos al universo amniótico de la chora semiótica de la que habla Kristeva. En este orden prelingüístico imperan las pulsiones del cuerpo materno y la amalgama caótica de sensaciones y necesidades que experimenta la criatura. Para Kristeva, «Art —this semiotization of the symbolic— thus represents the flow of jouissance into language» (79) [5]. La novelabingo, «babosa madeja acrílica» que brota del ombligo de Monse, representa ese flujo gozoso. Monse emerge como arquetipo actancial de lo materno, matriz generadora del texto que produce imágenes de la madre castrante y creadora. Dicho arquetipo, con todo lo que comunica de sombrío y luminoso, incide en una subjetivación de lo queer, esencial para el proyecto novelístico ramosoteriano.

Según Carl Jung, la internalización en el inconsciente del arquetipo de lo materno está vinculada, en términos generales, al desarrollo de la sensibilidad artística, y en el caso de los hombres se asocia a una identificación de género homosexual [6]. El planteamiento jungiano tiene el mérito de liberar el concepto de «complejo de lo materno» del ámbito miope de la sicopatología y de ubicarlo en el contexto mucho más enriquecedor de la génesis de las fuerzas de la creatividad. Talmente, la identificación con el arquetipo de lo materno en la novelabingo puede verse como fuerza que potencia una textualización de lo queer, gozosa y transgresora creatividad que socava la «ley del padre». Un ejemplo de dicha «queerización» textual u homotextualidad se ve en las constantes alusiones al «bugarronísimo azar», como analizo en otro contexto. Si el azar es «bugarronísimo», adolece entonces de la hipocresía del bugarrón (condenada por Ramos Otero en su poemario Invitación al polvo), el cual disfruta de penetrar a otros hombres pero sin dejarse penetrar o aceptar su propia homosexualidad. Si bien la novelabingo se encuentra «en concubinato fiado con bugarronísimo azar» (92), Monse, en cambio, figura como temible fuerza de lo maternal que, a una vez, potencia la creación de la novela y amenaza con su destrucción.

Dice Ramos Otero, en este sentido, que: «Escribir la novela es aventurar las fases de Monse, desenmascarar la malamagia de la malamadre que nos parió…» (Prólogo del autor 11), y las «fases de Monse» no son otras que las del juego de bingo. En su aspecto de madre temible («malamagia», «malamadre»), Monse manipula el juego de bingo: «Monse menea los bolos a su gusto dentro del candungo (la Bolsa Floreada de nuestro trópico)…» (Prólogo del autor 11) y mantiene aprisionados a los bolos–personajes en el Mamutcandungo. Pero se trata de una «dulce» cárcel: «Era que Monserrate Matria Monserrate Patria nos titereteaba con sus cordeles umbilicales en ambrosía…» (37), de un ineludible retorno al «Gran Círculo Madre» que no es otro que la Matriz de Monse, el Mamutcandungo o el texto mismo de la novelabingo. Dice Ramos Otero: «…cada palabra es una soga umbilical amarrada al Gran Círculo Madre al que tendremos que llegar en nuestro desafortunado peregrinaje» (36). En esa «cárcel más redonda del primer círculo madre», tejido por las Iubidís, se encuentran nada menos que los resortes de la novelabingo. Dicen los personajes en el capítulo final: «…la única alternativa es llegar hasta el primer círculo jugado para romperlo y así se rompen los resortes de la novelabingo…» (143).
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La narración concluye con el velorio de la novelabingo. ¿Acaso un texticidio perpetrado por los personajes mismos que han logrado poner sus manos sobre el primer círculo y romper los resortes de la novela? No sabemos. Lo que sí sabemos es que «la muerte de la novelabingo no es el final de la novelabingo […] el final está detrás de cada palabra» (148), como oímos chismorrear, durante los preparativos para el velorio, a las que bien pudieran ser las Bingocomadres, acompañadas seguramente por la propia Monse, entre chocolate caliente y pan de maíz.

La novelabingo se asienta sobre los resortes de un bingomito matriarcal que no se limita a la mera inversión del signo «padre» por el de «madre». En la representación de Monserrate, «Mamá del Bingo», como «Matriz de la Patria que habita en el Atrio de Azar» (38) nos encontramos con una instancia desestabilizadora del orden patriarcal simbolizado por el «falófono» (84) que usa este personaje para cantar sus bolos. Si la «Patria» tiene matriz entonces la tierra natal adoptada como «nación» no es tan «masculina» ni tan «patriarcal» como pudiera parecer a primera vista. Con el personaje de «Monserrate Matria Monserrate Patria» (37 & 38), Ramos Otero nos ofrece su versión de un universo queer dominado por las fuerzas de lo materno, con todo lo que tienen de temiblemente sombrío y de gozosamente generativo. De esta manera «hace Matria» «con la pluma» y «con las plumas».

Presentación del libro: La novelabingo de Manuel Ramos Otero.  Comentarios del crítico literario Rubén Ríos Ávila. Cortesía de Ana Carite Rote. Pulse para ver el video:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=Il5svIdW92E[/youtube]

NOTAS

[1] Las citas de la novelabingo en el presente artículo son tomadas de dicha edición (San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2011).

[2] Tomado de: Cruz-Malavé, Arnaldo. «Para virar al macho: la autobiografía como subversión en la cuentística de Manuel Ramos Otero». Revista Iberoamericana LIX, 162-163 (Jan.-June 1993): 239-263.

[3] «Una aventura neovanguardista: la novelabingo de Manuel Ramos Otero» en Ramos Otero, Manuel. la novelabingo. San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2011.

[4] «Prólogo del autor», p. 13, en la novelabingo. San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2011, p. 13.

[5] Revolution in Poetic Language. Margaret Waller, trad. New York: Columbia UP, 1984.

[6] Four Archetypes: Mother, Rebirth, Spirit, Trisckster. R.F.C. Hull, trad. New Jersey: Princeton UP, 1970.
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* Dinorah Cortés Vélez es escritora y catedrática auxiliar de literatura colonial latinoamericana en Marquette University, Milwaukee, WI, U.S.A. Obtuvo su grado doctoral de la Universidad de Wisconsin–Madison, con una disertación sobre los usos éticos y políticos del humor en Sor Juana Inés de la Cruz. Sus intereses de investigación abarcan la literatura colonial y contemporánea en Latinoamérica. Publicó su primera novela El arca de la memoria: una biomitografía, bajo el sello de Isla Negra (San Juan, Puerto Rico), en el 2011. Cuarentena y otras pejigueras menstruales, su segundo libro de ficción, está próximo a ser publicado.

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