Literatura Cronopio

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Deforme

DE FORME

Por Lina María Parra Ochoa*

Fui formada. Cuando nací me derramé por los lados de la mesa y quedé tirada en el suelo, sin rostro, sin forma. Luego me recogieron toda y me juntaron dentro de una sábana, dándome forma de bebé que lloraba, azul casi morado, porque adentro me estaba ahogando enredada en mí misma, el cordón umbilical rodeándome, apretándome el cuello, lo que me daba vida tratando de quitármela al tiempo. Desde entonces empecé a crecer de esa manera, las extremidades alargándose, la cabeza redondeándose, los ojos abriéndose entre cafés y negros.

Después me pusieron ropa y fui formada dentro de ella. Queriéndome salir por las costuras, pero no me dejaron. En cambio las apretaban cada vez más, moldeándome así dentro de la tela, a su imagen y semejanza. Luego fui formada en los zapatos. Cuando empecé a moverme por el mundo mi cuerpo opuso más resistencia de la esperada. Mis pies, queriendo caminar como ningunos otros, crecieron sin forma, inesperados, planos, abiertos, volteados, expectantes, separados. Entonces me apretaron los pies en unas pequeñas botas de cuero café para darles la forma de los pies normales, para que caminaran como todos los demás, detrás de todos los demás. Dentro de los zapatos había unas plantillas con protuberancias para obligar a las plantas de mis pies a reformarse, y que así luego yo pudiera usar todos los zapatos normales que venden en las tiendas, como el resto de la gente.

Pero mi cuerpo, anhelante de deformarse por un lado o por otro, ansioso por no tener perfiles ni ser forzado, uno más en una fila de cuerpos iguales, empezó a torcerse de nuevo. La columna vertebral, incontenible como las serpientes en la hierba, lentamente comenzó a curvarse como una eSe, de un lado para otro, llevándome en un baile frenético y zigzagueante, desfigurando lo recto en curvo. Entonces fui formada una vez más. Me abrieron la espalda y, con varillas y tuercas y tornillos de metal, forzaron mi columna de nuevo a ser una línea recta, la halaron de un golpe y la rodearon, atrapándola entre dos barras de titanio, reformándola para que dejara de moverse, de bailar como serpiente. Me cerraron la espalda, me cosieron la herida y me dejaron quieta en una cama por mucho tiempo, esperando a que mi cuerpo se sellara otra vez en la forma.
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Finalmente me formaron en la palabra. Día tras día obligándome a repetir cada letra, cada idea, para poder hablar como los demás hablaban, decir lo mismo que todos y pensar igual que el resto. Pero aquí encontré que podía hacer mi resistencia, ganar mi lucha, deformar yo la forma que me enseñaban y comerme las palabras para vomitar por los dedos otras totalmente diferentes, totalmente mías. Cuando me formaron en la palabra me dieron la ruta de escape sin saberlo, entre el sin fin de letras incontenible que empezó a derramarse, saliendo de mis manos y mi boca y mis ojos, a derramarse en el suelo inundándolo todo. Me tragué las letras y me inventé otras. Fue así que logré huir, escondida entre las palabras y la tinta, deformándome finalmente, más allá de toda reforma, de todo molde.

Desde entonces me he ido deshaciendo a mí misma entre palabras, buscando no tener silueta entre las sombras. Me convertí en charquitos de tinta sin forma, sin cuerpo, goteando por todos lados, por las hojas de los cuadernos, por las paredes y las calles y las puertas de los baños. Soy deforme, mi cuerpo nunca me ha acomodado del todo ni se ha acomodado a sí mismo en el mundo, no cabemos en ninguna parte. Nos obligan, nos forman, me forman, pero me resisto torciéndome como puedo, desde mis entrañas que hablan enroscándose en un hambre constante e insaciable, hasta mis manos y mi cabeza que no paran de escupir palabras. Me salgo por mi propia boca, volteándome de adentro para afuera como una bolsa que queda al revés, mostrando mi vientre, mi fondo, mis senos que, ahora convexos, revelan dónde se acuna mi alma, mi esencia que no es otra cosa que ríos incontenibles de palabras que se esparcen sin forma por el mundo, como un reguero de nada, desde el día en que nací.
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* Lina María Parra Ochoa estudió filosofía y letras en la Universidad Pontificia Bolivariana. Por muchos años ha participado en los talleres literarios de Yuruparí. Ha publicado cuentos en el suplemento Generación de El Colombiano, en la Revista Odradek y en la revista Escritos de la facultad de Filosofía y letras de la UPB. Actualmente realiza una Maestría en Estudios Latinoamericanos con énfasis en Literatura en la Universidad de Leiden en Holanda.

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