Literatura Cronopio

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Arbol montreal

TENGO UN ÁRBOL EN MONTREAL

Por Ricardo Gomez*

Conectar con “La Cama doble” de Ricardo Gómez: https://revistacronopio.com/?p=10101

Mi árbol en la montaña de Mont Royal es un abedul cubierto de finas capas de corteza, café en su interior y blanco en la superficie. Tiene una rama fuerte y torcida, a la que me podía subir con algún trabajo y mirar hacia abajo, hacia el bosque con hojas de colores cambiantes según la temporada, y más allá, hacia la ciudad con su rugido permanente y monótono. Yo iba a la montaña y me subía a mi árbol en madrugadas sin sueño y en tardes tibias. Me acomodaba en la rama chueca a mirar a quienes pasaban trotando o caminando despacio. El día en que Bo fue a mi apartamento fuimos a mi árbol al atardecer.

Ella iba en una misión, enviada por sus amigas lesbianas y radicales, me enteré después. La misión consistía en averiguar si yo era un tipo pasable, uno de los pocos a quienes se les permitiría vivir cuando las mujeres se tomaran el mundo, solo para fines reproductivos, mientras ellas perfeccionaban los métodos de reproducción que no necesitaran de un hombre. Después, ningún hombre sería ya indispensable.

El sol brillaba sobre mi árbol, y yo la convencí de subirse a mirar la vista desde arriba. Yo estaba convencido, creo, que la vista era mejor que desde abajo, con los pies en tierra. Nos sentamos en la rama chueca y conversamos largo rato. Los atardeceres del verano son lentos, en esta latitud tan al norte del planeta. Hasta que empezó a hacer frío, y yo cometí el error de ofrecer ayudarla a bajar, y le toqué su pie descalzo. Allí cambió todo. Para siempre.

Caímos uno por el otro como si fuese el primer día de la creación, con la eternidad intacta delante de nosotros. Llenos de dicha y de deseo nos largamos sobre el mundo, un mundo que estaba allí sólo para nosotros, y nosotros podíamos moldearlo con las manos. Bo me sacó de las profundidades solitarias de mi primer invierno canadiense, largo, frío y oscuro, y me ayudó a encontrar la fuerza que me hacía falta para presentarme al fin a la universidad, algo que yo estaba dejando para un «más tarde», algo indeterminado. Me enseñó a amar el cuerpo de una mujer como un templo, y me mostró sus profundidades diciendo, proféticamente mientras abría el espéculo, que mis novias futuras se lo agradecerían un día. Me enseñó a entenderme de una manera nueva, como si sostuviera un espejo delante de mis ojos para que yo viera reflejada mi identidad latinoamericana, justo cuando dejaba de ser un adolescente. Fuimos juntos a marchas y manifestaciones de apoyo a Nicaragua, donde se forjaba el sueño de la revolución sandinista, un futuro que se podía vivir en tiempo presente, y recorrimos las heladerías de Montreal, comparando los sabores y las texturas de los más variados helados, conquistando el mejor deleite que se le puede dar a la boca.
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Bo falló en su misión de exploración. Se involucró demasiado, perdió la objetividad. Más tarde me dejó por un marinero de la isla de Cocos, porque se enamoró de sus pies grandes. Cuando me contó, me fui para mi árbol. Lo encontré con partes de su corteza pelada, pero con su rama chueca intacta, invitándome. Me subí con algo de dificultad, me senté a recibir la brisa fresca de la primavera, y me puse a llorar.
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* Ricardo Gomez es Profesor Asistente y Director del Centro Información y Sociedad de la Facultad de Información de la Universidad de Washington.  Se especializa en los impactos sociales de las tecnologías de comunicación, especialmente en contextos de desarrollo comunitario. También se interesa por los métodos de investigación cualitativa, la facilitación de grupos y el diseño de procesos colectivos. Busca maneras creativas de comunicar ideas complejas en lenguaje sencillo, y ha trabajado con organizaciones públicas, privadas y sin ánimo de lucro alrededor del mundo, con un énfasis particular en América Latina y el Caribe. Antes de la Universidad de Washington trabajó con el programa de relaciones con la comunidad de Microsoft, y con el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo. Tiene una maestría de la Universidad de Quebec en Montreal, y un doctorado de la Universidad Cornell.

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