Literatura Cronopio

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Te verso

TE VERSO

Por Luis Fernando Vélez Osorio*

Te verso… desde lo más recóndito de mis palabras hasta el más sollozante instante en el que te leo.

Te verso… como si nada hubiera pasado, sin embargo, son Eros y Psique los seres alados que me han surcado.

Te verso… dentro de las mórbidas esferas que aglomeran mi ser, en flor al protuberante ocaso de tu extrañez.

Te verso… sí, dentro del allanado espacio, el cual ahora se encuentra habitado; foráneo en la estética de celestes que han sido alejados, pero que forcluyen en danzas bucólicas de besos encontrados.

Te verso… como angustia incesante al acertijo que empedrado de letras se torna cortante.

Te verso… yo petulante, imprudente; mi fiel amante, que se horma tal en sueños hilados de mis matices más distantes.

Te verso… antónimo, como si nada hubiese sucedido, como si todo hubiese sido una diáspora en la cual te has ido involucrando.

* * *

EL VERSO DE LA MARIPOSA NEGRA

En un pequeño cajón, inane y común como muchos otros en los que habitan por lo general personas, se encontraba una mujer, llamada por defecto «X». Su vida no tenía nada en particular, matizaba gris, dejando resonar el eco de la nulidad en lo que hacía cada día: levantarse, asearse, comer (por simple necesidad biológica), ir al trabajo, beber un vaso de agua, regresar a casa, ver dos horas de televisión, llorar veinte minutos en el baño y acostarse a dormir para empezar un «nuevo» día. Al parecer X se jactaba de ver el reflejo de nadie en los espejos opacos de su cajón.
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Sin embargo, fuera de su cotidianidad intermitente, un día lloró sólo trece minutos, esto debido a que detalló que en el cielo raso color blanco hueso de su baño, se había postrado una mariposa negra. X no sabía cómo reaccionar, estuvo pasmada y atónita hasta que el insecto revoloteó un poco, y en efecto secundando aquel hecho, estalló en un llanto mudo. X paró y pensó en las posibles causas por las cuales tenía esa fúnebre residente —quizá esté aquí por voluntad del aire, o de la suciedad, o inclusive se vio arremetida contra la ventana que no poseo y logró entrar—. Pasaron horas donde la divagación y formulación de hipótesis inútiles carcomieron el cenit de la cordura de X.

Horas, horas y más horas transcurrieron, y el efecto del interrogante se agrandaba —¡Desgraciado bicho, seguramente estás aquí para augurarme mi muerte!… ¿Mi muerte?— Aquella mujer penetró en el negro que inundaba la mariposa, se rompió. —Decime vos ¿cómo Yo? Estoy cansada de las quejas y la ironía, miro hacia el reflejo de la salida, pero es sólo un espejismo, ya que la realidad concebida es un sarcasmo sobre la armonía misma. Dime cómo, cómo Yo— X lloró, pero por primera vez en su vida valoró cada lágrima, percatándose de la vacuidad de su existencia.

La mariposa… no importa cómo llegó, llegó y en concordancia se fue, al igual que X, la cual ahora se llama «Y» o «Z», o cualesquier letra que su vuelo le determine.
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Luis Fernando Vélez Osorio es estudiante de psicología de la Institución Universitaria de Envigado (Antioquia, Colombia), con orientación a la línea de estética que aborda dicha universidad.

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