Literatura Cronopio

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El recurso de la ironia y la critica

EL RECURSO DE LA IRONÍA Y LA CRÍTICA A LOS PERSONAJES DEL ROMANTICISMO A TRAVÉS DEL RELATO PURO CHOCOLATE, DE JOSÉ LÓPEZ PORTILLO Y ROJAS

Por María De Lourdes Ortiz Sánchez*

A principios del siglo XIX se inician las guerras de independencia en las colonias. España se descontrola por la invasión de las tropas de Napoleón en 1808, y algunos intelectuales americanos consideran que es el momento para buscar la autonomía y liberarse del yugo hispánico. En México los conflictos se desatan en 1810, con Hidalgo y Morelos al frente, hasta que se consigue la declaración de la independencia el 27 de septiembre de 1821; sin embargo, las independencias no trajeron la felicidad para las nuevas naciones, los conflictos sociales y políticos continuaron y esto se reflejó en la literatura. Los literatos decimonónicos expresaron de diversas formas su compromiso con la patria, pues «en medio de la anarquía, los hombres de letras estuvieron todos del lado de la justicia social, o al menos del lado de la organización política contra las fuerzas del desorden» (Henríquez,1994:118). El romanticismo hispanoamericano fue combativo, se buscó la forma de educar a la población a través de la prensa escrita y de la literatura, por ejemplo, de la novela y el cuento que se consolidan como géneros.

Las tendencias románticas llegaron a Hispanoamérica de Francia y España, bajo la influencia de Víctor Hugo, Lara, Zorrilla y Espronceda. A pesar de esto, algunos eruditos buscaron también la independencia intelectual; fue el caso de José Joaquín de Olmedo y Andrés Bello, por ejemplo, en Alocución a la poesía, que incluye las silvas americanas, se inicia con esa directriz de describir el espacio, de exaltarlo por su hermosura y diversidad. La descripción de la naturaleza o el recurso de la hipotiposis fue para los románticos un deber que había que cumplir, como lo hizo antes el jesuita expulso Rafael Landívar, en el siglo XVIII, en su obra poética Rusticatio Mexicana, que la gestó en la añoranza y la nostalgia de la patria lejana y perdida. En este sentido, los escritores intentaron una conquista literaria de la naturaleza en cada uno de sus aspectos. El romanticismo hispanoamericano presenta diversas facetas o etapas, dependiendo del autor y la región, por ejemplo, no se puede decir que Fernando Calderón y Pedro Castera lo expresen de la misma forma, incluso, aludan a las mismas imágenes que Faustino Sarmiento, José Mármol o Jorge Isaacs, sino que cada autor plasma y vive de forma distinta el romanticismo.

Una corriente que también se exportó desde Europa en el siglo XIX fue el realismo, un representante de suma importancia es Gustave Flaubert, autor de Madame Bovary, obra cumbre del realismo francés, cuya protagonista es la mujer casada que se entretiene con la lectura de romances y sueña con tener una vida distinta, asistir a fiestas, vestir de forma elegante, tener admiradores y amantes. Bovary se muestra insatisfecha con su condición de esposa de un médico de pueblo y anhela vivir aventuras amorosas, que se vuelven realidad y que la llevan al suicidio. La crítica al romanticismo se hace evidente al censurar la lectura de novelas románticas, porque perjudicaban la imaginación de las lectoras, de Emma se dice que leyó Pablo y Virginia, además, soñaba con las historias de las novelas que describían «amores, amantes, damas perseguidas que se desmayaban en pabellones solitarios […] bosques sombríos, turbaciones del corazón, juramentos, sollozos, lágrimas y besos, navecillas bajo el claro de luna, ruiseñores en la floresta, señores valientes como leones, dulces como corderos y virtuosos como no los hay». (Flaubert, 2012:30)
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El objetivo en el presente trabajo es analizar los rasgos de los personajes femeninos románticos, cómo los perciben los narradores y cómo esa concepción cambia en el realismo, en concreto, en el cuento Puro chocolate, del escritor jalisciense José López Portillo y Rojas, en el cual se identifica un tono irónico y humorístico, que emplea para criticar algunos elementos característicos del romanticismo, a través de la voz narrativa del personaje Pablo.

LOS PERSONAJES FEMENINOS DEL ROMANTICISMO HISPANOAMERICANO

En México el romanticismo en la literatura se inicia con Fernando Calderón y Manuel Payno, y se consolida con Ignacio Manuel Altamirano, hacia la segunda mitad del siglo XIX. Con sus respectivas diferencias, de acuerdo al contexto cultural, los escritores románticos evidenciaron un compromiso social y político, propusieron la armonía y la igualdad, expresaron una visión ideal de su entorno, se opusieron a la barbarie y apostaron por el progreso y la civilización, como ocurrió con los intelectuales argentinos de la generación de 1837; en el caso de algunos autores como Pedro Castera y Jorge Isaacs, en sus novelas Carmen y María, el romanticismo no es de orientación social y política, sino que el tema es el amor infortunado, ideal, es decir, no consumado de forma carnal entre los personajes femeninos y sus enamorados; en este caso, se trata de dos narradores que relatan sus cuitas amorosas, al suscitarse de forma inesperada la enfermedad y después la muerte de los personajes amados, se trata de Carmen y María.

Los críticos afirman que el éxito de María, del colombiano Isaacs, de 1867 y conocida en México hacia 1872 o 1874, fue tal que Pedro Castera lo imitó y creó Carmen, novela que también se publicó en diversas emisiones o por entregas en 1882. Ambas obras presentan elementos en común, como el romance entre María y Efraín, la separación temporal debido a que el joven viaja a París para continuar con sus estudios de medicina y la separación definitiva por la muerte de María. Carmen trata de los amores entre un hombre de treinta y cinco años y una joven de quince años, que es la hija adoptiva de éste, incluso, el enredo es tal que en algún momento se piensa en un amor incestuoso entre el padre biológico y su hija, la separación temporal se suscita debido a que la madre del narrador se horroriza al enterarse del amor de ambos, y la definitiva llega cuando Carmen enferma del corazón y muere.

Un rasgo del romanticismo consiste en la descripción del aspecto físico de los personajes femeninos, en ambas novelas se expresa que son de una belleza deslumbrante, jóvenes, virginales, llenas de ilusiones, enamoradas, pero también en determinado tiempo tienen una condición física frágil, enfermiza, que se evidencia en la palidez de su rostro y en su esbelto cuerpo. Carmen es vista por el narrador, su enamorado, quien por cierto repara con insistencia en sus diminutos pies y en los botines que calza, pero también menciona con tono serio que «su frente parecía de nácar y sus cejas oscuras eran […] arqueadas, la nariz recta y fina […] el óvalo del rostro era perfecto y en la barba había un hoyuelo que provocaba a besarlo. […] En las mejillas suavemente coloreadas, había la frescura y el brillo de la juventud. La gracia, la simpatía y la inocencia completaban aquella belleza soberana». (Castera, 2004:47)
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El narrador la idealiza, la ama, la compara con los ángeles por su belleza, por la inocencia, pero también su figura despliega erotismo, él la desea como mujer, incluso, menciona de forma constante sus formas de Venus, dice «¡Mirar es un poema! ¡Mirar a la mujer amada es ver al ideal… es ver a Dios!» (Castera, 2004:72). La adora, la desea, la admira, pero a pesar de su juventud, le diagnostican hipertrofia del corazón, en poco tiempo se debilita y al final muere. En el caso de la novela María, Efraín es quien narra, observa y describe la belleza del personaje femenino que también da título a la obra, Efraín dice: «Niña cariñosa y risueña, mujer tan pura y seductora como aquellas con quienes yo había soñado […]» (Isaacs, 1986:35). María representa el ideal femenino en cuanto a perfección, bondad, ternura, pero también despierta la pasión de Efraín; en la novela se utiliza de forma constante el recurso de la analepsis o retrospección temporal, cuando un presente narrativo —Efraín— evoca la presencia de su amada y menciona que: «Era tan bella como la creación del poeta, y yo la amaba con el amor que él imaginó […] ¡Ay!, mi alma y la de María no sólo estaban conmovidas […] estaban abrumadas por el presentimiento» (Isaacs,1986:40). Es decir, por el augurio que la separación inminente llegaría pronto con el deceso de ella.

En las novelas María y Carmen, desde el principio se ubican narradores masculinos que utilizan la primera persona, es decir, se trata de voces autodiegéticas, que cuentan sus historias, participan en el mundo narrado como personajes, y reflexionan acerca de lo que vivieron con sus amadas; en el caso de Efraín evoca un momento crucial en su vida, la llegada de María a su familia cuando aún era pequeña y su muerte a temprana edad. El narrador de Carmen, quien no se identifica con un nombre propio, relata el día que, justo cuando regresaba a su casa de una juerga, encontró una canasta con una niña pequeña dentro. Ambos personajes expresan un amor sublime, ideal, hacia sus enamoradas, pero también refieren que son mujeres tentadoras, sugerentes, y su belleza los atrae de forma irresistible. El tono que se percibe en ambas obras es serio, en varias ocasiones se preludia la desgracia, por ejemplo, el ave negra que acecha, o bien la tristeza, la pérdida del ser amado.

LOS PERSONAJES FEMENINOS EN EL CUENTO PURO CHOCOLATE

El cuento Puro chocolate, de José López Portillo y Rojas (1850–1923), se puede afirmar que es realista porque presenta una versión antitética del ideal femenino romántico, esta característica se puede identificar en la descripción que se hace de los personajes femeninos, en concreto, de Brígida y su madre. El final de las obras realistas es trágico, las fuerzas que separan a los enamorados son la clase social y el dinero, en este caso corresponde a otros factores. Además, se reacciona «contra el tono exaltado del romanticismo, el realismo se apegaba a la verosimilitud. En vez de buscar temas exóticos, el autor realista examinaba el mundo que lo rodeaba» (Menton,1987:56). El conflicto entre los personajes se libra en el contexto social y no en el ámbito psicológico, tal como ocurre en el relato de López Portillo y Rojas.

El escritor utiliza un lenguaje connotativo, es decir, pluri–significativo, se percibe una actitud consciente de reelaboración lingüística, con la finalidad de imprimir cierta intención semántica a las palabras. A través del lenguaje se crea una realidad literaria, se conforma un universo de ficción, se construye una entidad lingüística propia, verosímil, que funciona en el contexto literario, pues «Una misma idea, una misma sensación, un mismo argumento pueden contarse de mil maneras distintas gracias al poder de renovación que el lenguaje […] lleva implícito en sus estructuras» (Gómez, 2006:24). En el caso del autor del cuento, este utiliza diversos recursos retóricos como la ironía, que se puede emplear a nivel oral pero también en la escritura; la ironía sirve para destensar una situación, concede un tono intencionado de burla, implica expresar una cosa cuando en realidad se interpreta algo más, es decir, se da a entender una idea distinta, por lo general opuesta, a la que se dice, se puede asumir un tono burlesco y aparentar seriedad. Al respecto Julián Moreiro señala que «en la prosa narrativa, es irónica la actitud de un narrador que se distancia de lo narrado y lo presenta ante el lector con un guiño cómplice» (Moreiro,2004:126). Además, los escritores utilizan recursos para evidenciar ciertas situaciones de la realidad, y uno de ellos es el humor, que no se reduce a lo cómico sino que implica ingenio, plantea una mirada distinta del entorno y «el resultado es un mundo nuevo, donde los tópicos, y las experiencias compartidas resultan empequeñecidos en su ridiculez» (Moreiro,2004:159).
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En el cuento Puro chocolate, de José López Portillo y Rojas, se relata una historia amorosa, la relación entre Brígida y Pablo. En el texto se puede identificar también un narrador en primera persona, autodiegético, que relata su historia de amor con Brígida, quien está lejos de ser el ideal femenino, es decir, este personaje no representa el modelo de belleza que por lo regular se identifica en la literatura de la época, ya que se menciona que «era un tanto gruesa […] vista de perfil, ostentaba debajo de la barba una papadita, y un busto que pasaba de rico y tendía a multimillonario» (López Portillo,2004:77). Es decir, la novia de Pablo tiene sobrepeso y éste no tiene problema en decirlo de una forma irónica al dimensionar su masa corporal de forma cuantitativa. El narrador no habla de su amada en los términos que, por ejemplo, lo expresa Efraín, si bien menciona que es hermosa, nunca se refiere a ella de la misma manera que lo hacen los narradores de las novelas Carmen y María, es decir, no da pormenores, no dice que es de pelo rubio o castaño, ni frágil, delgada, tierna, ingenua y tentadora, la belleza de Brígida queda a la imaginación de los lectores, pero lo que sí enfatiza es que sería ofensivo imaginarla delgada y pálida porque ella es lozana y frondosa, incluso, el narrador se burla de las mujeres que parecen sombras borrosas.
(Continua página 2 – link más abajo)

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