CUENTOS BREVÍSIMOS MUY ANTIGUOS
Por Miguel Díez R*
En estos tiempos de exuberancia facilona nos encontramos rodeados —casi mejor diría asediados— por miles y miles de minicuentos o microrrelatos entre los que difícilmente logramos salvar algunos que venzan la espesa monotonía y sean en verdad sorprendentes expresiones literarias de fugaces pero intensas situaciones, realistas unas, otras fantásticas, siempre con notable carga simbólica.
Más de un enfervorizado defensor, con altiva suficiencia, ha llegado a afirmar que ese tipo de textos brevísimos es una creación genuina de la época postmoderna y, sobre todo, de la actual. Craso error. Auténticas y sorprendentes miniaturas narrativas se encuentran intercaladas en textos sumerios y egipcios, en libros sagrados e históricos orientales y posteriormente, en las literaturas clásicas grecorromanas; en colecciones de viejas fábulas o apólogos, en libros tan famosos como Las mil y una noches o en recopilaciones de la cultura sufí, y, desde luego en cuentecillos tradicionales de todo el mundo. En fin, se podrían espigar muchas narraciones diminutas con las que sería posible realizar una sorprendente antología de textos brevísimos de intención y finalidad muy diversa, – cuentos en un sentido amplio- y que, sin duda, además de evidenciar el acierto de lo artísticamente logrado, manifestaran el largo y magnífico devenir de un género narrativo que, en absoluto, ha sido creación de tiempos más cercanos.
Propongo a continuación tres ejemplos de lo que acabo de afirmar:
1
Cayo Petronio Arbiter, es una figura del mundo romano y de la Literatura latina sobre la que se ha discutido apasionadamente desde hace largo tiempo. Lo que sabemos de él se debe sobre todo al historiador romano Tácito que le llamó arbiter elegantiae («árbitro de la elegancia») y cuenta que fue un hombre dotado de grandes facultades y que su sentido de la elegancia, del buen gusto y el lujo lo convirtieron en organizador de muchos de los espectáculos que tenían lugar en la corte de Nerón. Acusado de haber participado en una conjura contra el Emperador, se suicidó abriéndose las venas, no sin antes remitirle una relación detallada de todas y cada una de las tropelías que Nerón había cometido desde su subida al poder. Se le atribuye una novela satírica titulada el Satiricon de la que solamente se conservan algunos fragmentos en los que con una extraordinaria riqueza de léxico y un excelente dominio de la prosa latina, se narran costumbres romanas de la época, algunas declaradamente obscenas.
El «Epitafio de una perra de caza», un texto atribuido a Petronio aunque no perteneciente al Satiricón, es un hermoso y conmovedor relato lírico-narrativo en primera persona, estructurado en dos partes: en la primera, la perra de caza describe sus cualidades y su vida gozosa en compañía de sus amos. En la segunda, con intensa y dramática brevedad, notifica su muerte al dar a luz a sus hijos y —en contraste con la primera parte— su situación actual bajo la tierra, cubierta con un estrecho mármol, cuyo epitafio son sus propias palabras.
EPITAFIO DE UNA PERRA DE CAZA
La Galia me vio nacer, la Conca me dio el nombre de su fecundo manantial, nombre que yo merecía por mi belleza. Sabía correr, sin ningún temor, a través de los más espesos bosques, y perseguir por las colinas al erizado jabalí. Nunca las sólidas ataduras cautivaron mi libertad; nunca mi cuerpo, blanco como la nieve, fue marcado por la huella de los golpes. Descansaba cómodamente en el regazo de mi dueño o de mi dueña y mi cuerpo fatigado dormía en un lecho que me habían preparado amorosamente. Aunque sin el don de la palabra, sabía hacerme comprender mejor que ningún otro de mis semejantes; y, sin embargo, ninguna persona temió mis ladridos.
¡Madre desdichada! La muerte me alcanzó al dar a luz a mis hijos. Y, ahora, un estrecho mármol cubre la tierra en donde descanso.
(Petronio, escritor latino de principios del siglo I, muerto el año 66 d.C.)
Este hermoso texto de la perra Conca grabado en el mármol de su tumba, nos trae a la memoria las palabras que el poeta inglés George Gordon, Lord Byron (1788-1824) puso como epitafio a su querido perro Boatswain de raza Terranova:
«Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos. Estos elogios, que serían alabanzas inmerecidas de estar escritas sobre cenizas humanas, son apenas un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro nacido en Newfoundland [Canadá] en mayo de 1803 y muerto en Newstead Abbey [la mansión familiar de Lord Byron, en Nottinghamshire, Inglaterra ] el 18 de noviembre de 1808.»
2
El apólogo es un tipo de cuento, una narración de carácter didáctico-moralizante, en la que con frecuencia se personifican seres abstractos. Hay que señalar, además dos notas características: el diálogo como su principal constituyente formal y sus antiguos orígenes: las culturas orientales hindú y persa, y las semíticas, arábiga y hebraica.
Con un mínimo de narración, se presenta una anécdota de la que se excluyen las descripciones a favor del diálogo, buscando siempre la lección moral, sintetizada frecuentemente en una enseñanza final o moraleja; aunque, en muchos casos, no es necesaria hacerla explícita porque se evidencia en la propia historia.
«El gesto de la Muerte» es un cuento–apólogo que, en su brevedad, pasa por ser uno de los relatos más perfectos de la literatura universal, debido a la síntesis y eficacia narrativa, la concentración e intensidad expresiva y el sorprendente final.
Expone el drama eterno de la lucha entre la vida y la muerte y la victoria final incontestable de la Muerte innombrable, convertida paradójicamente en la única compañera fiel del hombre, la que nunca faltará a la cita definitiva en el lugar exactamente predeterminado.
Así pues, el tema de la inexorabilidad de la muerte fue el eje sobre el que pivota una historia de feliz fortuna pues se difundió desde muy pronto bajo la forma de innumerables versiones y variantes, en los libros de la cultura judía talmúdica (Talmud de Babilonia, s. VI), la musulmana sufí (en dos importantes versiones, ss. IX y XIII) y, posteriormente, en colecciones de apólogos y cuentos, novelas, obras de teatro, ensayos y poemas en todas las lenguas y culturas.
Correspondiendo a esa diversidad de versiones, también el título varía: aparte de «El gesto de la Muerte», que es hoy la denominación más difundida, «Cita en Luz», «Cuando la muerte vino a Bagdad», «Salomón y Azrael», «El árabe y la muerte», «El jardinero y la Muerte», «El criado del rico mercader», «Cita en Samarra», etc. Y, de igual manera, el topónimo del lugar del fatídico encuentro recibe diversas denominaciones reales o inventadas: Luz, Bagdad, Samarcanda, India, Ispahán, Samarra…
Hay que destacar la importancia para su difusión más moderna, de la versión del francés Jean Cocteau integrada —sin título— en su novela Le Grand Écart (1923). Esta versión fue traducida al español y publicada —con el título añadido de «El gesto de la muerte»— por Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares en su famosa Antología de la literatura fantástica (1971).
Esta vieja historia de la Muerte, tan sorprendente y efectiva en su brevedad, también sirvió de germen de múltiples recreaciones literarias que conforman otras historias diferentes con distintos finales.
EL GESTO DE LA MUERTE
Un joven jardinero persa le dijo a su príncipe:
—¡Sálvame, mi Señor! Esta mañana me he encontrado con la Muerte y me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar muy lejos, en Ispahán.
El bondadoso príncipe le prestó sus caballos. Por la tarde encontró a la Muerte y le preguntó:
—Esta mañana ¿por qué hiciste a mi jardinero un gesto de amenaza?
—No fue un gesto de amenaza —le respondió la Muerte— sino un gesto de sorpresa, pues lo veía muy lejos de Ispahán y es allí donde debo tomarlo esta misma noche.
3
La milenaria cultura china es un rico venero de relatos con fines, no sólo de diversión, también de educación y transmisión de valores y saberes. Su exuberante fantasía está, poblada de demonios y espíritus, de fantasmas, dragones, seres mágicos, sabios, guerreros y altos dignatarios; pero también de gente humilde en situaciones de vida normal, como en el cuento que nos ocupa.
«El espejo» es un brevísimo y antiguo cuento popular chino cuya extensión apenas cubre la media página. Se trata de una historia realista y cotidiana, expuesta con la máxima sencillez y cargada de sabiduría y gracia, debido a la ingenuidad de la situación final.
EL ESPEJO
Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz. Su joven mujer le dijo:
—Por favor, tráeme un peine.
En la ciudad, el campesino vendió el arroz y para celebrarlo bebió alegre y profusamente con unos compañeros. Cuando estaba a punto de regresar, y un tanto confuso, se acordó de su mujer. Le había pedido algo, pero ¿qué era? No podía recordarlo. Así que compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo.
Al regresar al pueblo, entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar en sus campos. Ella se miró en el espejo y se echó a llorar desconsoladamente. Su madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas. La joven le dio el espejo diciéndole:
—Mi marido ha traído otra mujer muy hermosa.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
—No tienes por qué preocuparte, es muy vieja.
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* Miguel Díez R. (mikdiez@gmail.com) ha sido durante casi cuarenta años profesor de Lengua y Literatura de Enseñanza Secundaria. Además de manuales de Literatura Española y de Comentarios de Textos Literarios, ha publicado Antología del cuento literario (1985; Madrid, Alhambra-Longman, 2005), la edición de Jardín umbrío de Ramón del Valle-Inclán (Madrid, Espasa-Calpe, 1993), y Antología de cuentos e historias mínimas (2002; Madrid, Espasa-Calpe, 2008). En colaboración con su mujer, Paz Díez Taboada, ha publicado Antología de la poesía española del siglo XX (1991; Madrid, Istmo, 2008), La memoria de los cuentos (Madrid, Espasa-Calpe, 1998, reeditado en la misma editorial y colección con el título de Relatos populares del mundo),Antología comentada de la poesía lírica española (2005; Madrid, Cátedra, 2006) y Cincuenta cuentos breves. Una antología comentada, Madrid, Cátedra, 2011. Así mismo ha publicado numerosos trabajos literarios en Biblioteca Digital Ciudad Seva y en las revistas digitales Espéculo y Letralia. En el blog https://narrativabreve.com/ coordina la sección titulada «Cuentos breves recomendados», donde ha publicado cerca de 300 relatos universales seleccionados por su alta calidad literaria, con una extensión de media página a cinco o seis: textos antiguos muy variados (mitos, leyendas, fábulas, apólogos, pequeñas historias, cuentos tradicionales) y cuentos modernos literarios.